Un inmenso rechazo a la corporación mediática y un abrazo estremecedor a políticas independentistas, de ese poder de los diarios y canales dominantes, pero también de los países que dominan el mundo y ante los cuales América del Sur solía estar de rodillas, dignificó la atmósfera de la Argentina, al cabo de una de las jornadas más democráticas y emocionantes que recuerda el país. ¿Cuánto le ha valido al actual gobierno el abrazo americano a los del Sur y el trato de igual a igual con los del Norte?
Haber tomado distancia del Fondo Monetario Internacional e impedir que se entrometa en sus políticas públicas, esas recetas que ahora devastan al mundo, ¿cómo podría no ser considerado en el momento de la evaluación del asombroso resultado de este domingo? El contexto internacional, el mismo que, como si fuesen piezas de un dominó volteaba las economías regionales, vino a convertirse en un aliado fenomenal del gobierno de Cristina Fernández, porque dejó constancia de que el anhelo de libertad de los poderes de otrora vino acompañado de un acierto que ni el más optimista seguidor de la presidenta, ni acaso ella misma, consideraron factible. El componente intuitivo y dignificador de aquellos divorcios de las tóxicas relaciones, que en América Latina han sido un denominador común y nefasto, es parte de la catarata de estas elecciones y de la frustración de la oposición. Una oposición que no eligió su camino, sino que permitió que este fuera trazado por los grupos mediáticos, a los cuales, por ser parte de las corporaciones económicas, les encanta el FMI, les gusta pedir plata afuera, aborrecen estatizaciones como las de la Anses, despotrican contra los Bancos Centrales que actúan en favor de las políticas de sus gobiernos.
Y cada vez que el Grupo les marcó en la agenda que tenían que hablar cada día, fuese Sadous, Schoklender, ADN o Papel Prensa, o lo que el diario dispusiera, se sometieron a los dictados del hombre que desde las sombras supo manejar al país como una empresa, su propia empresa. Un gran contador, por cierto no un periodista, que se las ingenió para colocar bajo su mando a esos trabajadores que, por radio y televisión, hablaban sin poder disimular lo amargo del brebaje que les ofreció el domingo menos deseado de sus vidas profesionales.
Al gran derrotado no hay que buscarlo por el lado de Duhalde o Alfonsín. El que perdió con la fealdad del que corre haciendo zancadillas e igualmente es vencido, se llama Magnetto. El cronista no pone el nombre completo porque al momento de escribir la nota sinceramente no lo recuerda. Es Magnetto a secas.
Magnetto, alcanza. Su solo nombre explica lo que se quiere entender en estas horas. El decálogo de lo que Binner debe hacer para aumentar el interesante capital que le depararon las primarias es muy sencillo: a) no ir a la casa de Magneto a recibir instrucciones, b) no convertirse en un panelista de los programas de TN, c) no permitir que lo hagan hablar de lo que a ellos les interesa. Si el gobernador de Santa Fe comprende que debe proyectarse desde la sinceridad política, ser opositor en nombre de sus convicciones y no de lo que a Clarín le interesa (que le devuelvan el fútbol, que no se aplique nunca el artículo 161, que le mantengan Fibertel, que no investiguen la sangre que chorrea de las maquinas de Papel Prensa, que Cablevisión cobre el doble de lo que corresponde, que no pague dividendos de las acciones que se compró a precio inflado en los tiempos de las AFJP), puede dar pelea. Si, como los ayer vapuleados en las urnas, se suma al coro de los que hablan lo que Magnetto libreta, es muy probable que se convierta en uno más de los que con un 12% de adeptos, se quedan hablando de sus propuestas. Las que en la mayoría de los casos no llegaron a enunciar, creyentes de que en el altar de Magneto estaba la respuesta para sus ambiciones. Y se equivocaron de credo.
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