Por Adrian Simoni
El proceso europeo, rodeado por tres lados de cuentas fiscales en rojo, una moneda muy cara y la desconfianza de los prestamistas, parece calcado del argentino de la convertibilidad agonizante. A los ya conocidos ajustes de Grecia, España e Italia, se agregó ayer otro episodio que remite a la Argentina de entonces.
La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, se reunieron y, sin dar demasiadas explicaciones, determinaron que los 17 países que conforman el núcleo duro de la Unión tendrán que fijar en sus constituciones políticas topes para sus déficits fiscales. Es igual a la ley de responsabilidad fiscal que José Manuel de la Sota impulsaba entonces en el Senado para detener el desbocado gasto en provincias.
También anunciaron que impulsarán un impuesto a las transacciones financieras. No dieron precisiones, pero suena igual al impuesto al cheque con el que aquí se buscó mejorar la balanza fiscal en los ’90.
Además, establecieron que los 17 países deberán ceder porciones aún mayores de su soberanía y coordinar políticas fiscales y financieras. Si es que quieren mantener la unidad del euro. Esa necesidad de coordinación es obvia. Si un país no puede manejar el valor de su moneda, tampoco puede endeudarse a lo tonto o desvariar con su gasto público: cuando quiera devaluar para corregir esos desvíos, no podrá hacerlo.
Merkel y Sarkozy se parecieron ayer al Domingo Cavallo de la década de 1990, cuando buscaba forzar a las provincias a firmar pactos fiscales en los que justamente se les hacía aceptar límites a su autonomía fiscal y financiera.
De hecho, con ese gesto, Merkel y Sarkozy transformaron en gobernadores a sus colegas europeos. Como al español José Luis Rodríguez Zapatero, que se limitó ayer a escuchar desde su despacho, rodeado de sus funcionarios, lo que anunciaban Merkel y Sarkozy.
¡Qué momento! Si se la banca, Europa terminará teniendo, ahora sí, un solo Estado.
Fuente: La Voz del nterior.
El proceso europeo, rodeado por tres lados de cuentas fiscales en rojo, una moneda muy cara y la desconfianza de los prestamistas, parece calcado del argentino de la convertibilidad agonizante. A los ya conocidos ajustes de Grecia, España e Italia, se agregó ayer otro episodio que remite a la Argentina de entonces.
La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, se reunieron y, sin dar demasiadas explicaciones, determinaron que los 17 países que conforman el núcleo duro de la Unión tendrán que fijar en sus constituciones políticas topes para sus déficits fiscales. Es igual a la ley de responsabilidad fiscal que José Manuel de la Sota impulsaba entonces en el Senado para detener el desbocado gasto en provincias.
También anunciaron que impulsarán un impuesto a las transacciones financieras. No dieron precisiones, pero suena igual al impuesto al cheque con el que aquí se buscó mejorar la balanza fiscal en los ’90.
Además, establecieron que los 17 países deberán ceder porciones aún mayores de su soberanía y coordinar políticas fiscales y financieras. Si es que quieren mantener la unidad del euro. Esa necesidad de coordinación es obvia. Si un país no puede manejar el valor de su moneda, tampoco puede endeudarse a lo tonto o desvariar con su gasto público: cuando quiera devaluar para corregir esos desvíos, no podrá hacerlo.
Merkel y Sarkozy se parecieron ayer al Domingo Cavallo de la década de 1990, cuando buscaba forzar a las provincias a firmar pactos fiscales en los que justamente se les hacía aceptar límites a su autonomía fiscal y financiera.
De hecho, con ese gesto, Merkel y Sarkozy transformaron en gobernadores a sus colegas europeos. Como al español José Luis Rodríguez Zapatero, que se limitó ayer a escuchar desde su despacho, rodeado de sus funcionarios, lo que anunciaban Merkel y Sarkozy.
¡Qué momento! Si se la banca, Europa terminará teniendo, ahora sí, un solo Estado.
Fuente: La Voz del nterior.
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