lunes, 31 de octubre de 2011

EDUARDO ALIVERTI: El mandato de no ceder

Por Eduardo Aliverti

En verdad, no se siente que haya demasiado para agregar. Haber acertado a vivir en el país real, descartando el mediático que hacía dudar a muchos, no confiere el derecho de caer en obviedades. Uno también dudó. Confesemos que, si se retrocede hasta 2008/2009, no había seguridades respecto del salto hacia delante. Casi que lo contrario, inclusive.

Para cumplir con lo que no por obvio deja de ser concluyente, Cristina aplastó al resto aunque, según las conclusiones de ciertos colegas, parece que no es dato central. Binner redondeó una elección muy buena, si se lo toma desde la condición de casi ignoto con que arrancó hace unos meses y aunque sea apresurado darle el papel de líder opositor natural que se le otorga junto a Macri. Como lo dijimos en la nota de este diario el lunes que pasó, el santafesino es hacedor de una gestión con buena fama y usufructuario del gorilaje de clase media que no encontró mejor refugio. Y al intendente porteño le queda por demostrar que, así le ponga todo el cuerpo a construir la alternativa explícita de la derecha, sabrá encarnar la opción ofreciendo algo mejor que lo que el kirchnerismo expresa por izquierda en los marcos del sistema. Adiós al hijo de Alfonsín, y adelante radicales con esas internas perpetuas que clonan a la inutilidad en forma igualmente imperecedera. Chau para el ex sheriff de Lomas de Zamora, junto con su esposa. El Alberto queda como dato folklórico. Interesante ratificación en cifras de la izquierda radicalizada, aunque no le haya alcanzado para meter representación parlamentaria (apunte de Ezequiel Adamovsky, historiador e investigador del Conicet, en Página/12 del último viernes: “A pesar de las protestas de la izquierda trotskista, la reforma política ‘proscriptiva’ parece haberla beneficiado porque la forzó a dejar de lado rencillas internas que (...) parecían insalvables. (Claro que) Sus mejores logros no estuvieron (...) en los distritos de mayor pobreza o presencia trabajadora”). Y Carrió, suponemos, está guardada en un rancho-spa para preparar la resistencia al régimen. Perdió “la corpo” mediática, además o antes que todos ellos. Ya se dijo, ya se sabía. Ya está, por más ganas de seguir regodeándose en que, alguna vez, el tiro salió para el lado de la justicia. Joaquín Morales Solá, en La Nación del 29 de junio de 2009 y entre múltiples otros, decía: “El kirchnerismo ha concluido anoche como ciclo político. El tiempo que le resta es el de un paisaje resbaladizo (...) El peronismo tiene desde ayer el candidato que buscaba para relevar el liderazgo de Kirchner: es Carlos Reutemann”. De pronósticos como ésos hay decenas, y es muy divertido memorarlos en las piezas audiovisuales y archivos gráficos que circulan a troche y moche por los programas y redes oficialistas. Ya está. Ya perdieron. Ya son un ridículo. Ya no significan más que la escritura de la impotencia.

Es mejor correr a la derecha por derecha, pero para delante. Divertirse un ratito con armas igual de sencillas que las ejercidas por ellos ayer y hoy, pero prospectivas. Con munición tan elemental como la empleada por los liberales para haber avisado, hace dos años, que el ciclo de los K estaba fenecido. Porque, de tan patéticos que fueron y son sus argumentos, merecen verse reflejados en la moneda propia. Por ejemplo, cuando el conflicto con los campestres era que la patria sublevada, desde la propiedad de la tierra, había ganado en las calles y las rutas su derecho a rebelarse, a exigir el fin de la yegua, a promover el Cobos inmediato. ¿Mentira, entonces, que el pueblo no delibera ni gobierna a través de sus representantes? Si tenían que pudrir todo a través del piqueterismo garca, estaba bien. Como estuvo bien que, a minutos de muerto Kirchner, editorialistas y operadores se dieran el lujo de reproducirle a la yegua el pliego de condiciones que La Nación le elevó al Presidente recién asumido. Romper con Cuba, reconciliarse con los organismos financieros internacionales, archivar los juicios al genocidio. Periodismo independiente. Y no pierden el tiempo. La Presidenta debe optar entre “el consenso o la lucha”, es uno de los reforzados caballitos de batalla con que machacan desde el domingo los medios de la derecha. Increíble, o insólita pero lógicamente pertinaz. Un gobierno que termina de ser refrendado con números inéditos, después de ocho años, y se permiten señalarle el rumbo con sentido contrario al implementado. ¿El “consenso” qué sería? ¿Defecarse en que el 54 por ciento de los votos respaldó una gestión capaz de haberles marcado la cancha a los gerentes económicos del Poder? ¿Sería sentarse a negociar para que no sigan fugando dólares? ¿Sería devaluar para “tranquilizar a los mercados”? ¿Sería prestarles oreja a los gurúes del establishment que pronosticaron un tipo de cambio 10 a 1, cuando la Argentina incendiada tras su inestimable colaboración con la apología de los ’90? ¿Sería arrodillarse en el altar de Melconian, de Broda, de De Pablo, de FIEL? ¿Sería que el pueblo equivocado se vaya a la huerta de Carrió, munido de inciensos, para encabezar la resistencia? ¿Sería ignorar la voluntad popular, entonces? ¿Violar el mandato de las urnas? ¿“La gente” vota una cosa pero debe hacerse otra? ¿El respeto a las instituciones es ante todo el interés de las corporaciones? ¿Esa es la concepción democrática de los “republicanos” que andan por las sesudas columnas políticas de la prensa libre?

El discurso de Cristina el domingo a la noche, tomando como único lo que dijo en el salón del hotel y en la Plaza, y haciendo abstracción de lo que se piense sobre su franqueza, tuvo una enorme generosidad. Paró agresiones, convocó a ser humildes en la victoria, llamó a que la convenzan de errores que está dispuesta a corregir o a superaciones que tiene ganas de asimilar (pero que alguna vez en la vida, por favor, le señalen políticas de Estado serias, tiradas desde la buena leche). Dejemos de lado el tramo de la alocución presidencial destinado a la tropa entusiasta: vamos por construir organización y poder en los frentes sociales, en las agrupaciones juveniles, en el entramado del abajo. Apartémoslo no porque carezca de significación. Al revés. Tal vez estemos frente a (el intento de) una etapa refundacional del kirchnerismo, destinada a convertirlo en algo estructuralmente más fuerte que el liderazgo personalista de un esquema favorecedor de las grandes mayorías. Solamente se trata de señalar que Cristina abrió la mano, concilió desde su avalancha de sufragios, se puso mucho más como jefa de Estado que en candidata reelecta por goleada. Y le respondieron con que se vienen la presidencia imperial, el poder omnímodo, La Cámpora, el avasallamiento del Congreso. Le dijeron que lo que debe hacer con el 54 por ciento de los votos es rifarlos. Nobleza obliga, los cruzados de esa perorata son colegas de los medios opositores. En líneas generales, con excepción manifiesta de la comandante Lilita, los dirigentes derrotados se llamaron a mezcla de felicitaciones y silencio. Los otros no esperaron ni un segundo. Siguen avanzando, ahora con el clima de la fuga de capitales, porque resultó que las imbecilidades de argüir ataques al periodismo y arrestos autoritarios caen en saco roto. Al margen de deficiencias técnicas y discursivas que el Gobierno debería asumir, en orden a que la inflación es la que es y el dólar continúa como el valor de confianza supremo, lo más importante pasa por cómo atacan en política.

Todo esto se produce justo al año de la muerte de un tipo que se merece una seguridad colectiva absoluta, aun para quienes persistan en odiarlo: decía en privado lo mismo que hacía en público. Un político sin doble discurso. Será por eso que el pueblo lo quiere tanto. Y que la derecha no sabe muy bien cómo seguir, salvo para joder la restitución de confianza popular, frente a un mito reciente que convoca multitudes hacia izquierda.

Fuente: Pagina12

“La AUH cambia la relación de las clases populares con el Estado”

Denis Merklen analiza las diferencias entre las clases populares de los ’70 y las actuales, su cambiante presencia política a lo largo de las últimas décadas y sus relaciones con el Estado. Pone en duda el mito del clientelismo y explica por qué la Asignación Universal refuerza la idea de ciudadanía en estos sectores.

Por Natalia Aruguete y Bárbara Schijman
 
–¿Qué diferencias existen entre las clases populares de los ’70 y las de hoy?

–Hay una gran diferencia. Habría que hacer una separación entre los principios de los años ’70 y el final del gobierno de De la Rúa. Durante ese período ocurrieron cosas que les dieron otra fisonomía a las clases populares. En primer lugar, se empobrecieron considerablemente y se volvieron más vulnerables. Sus vidas cotidianas se volvieron más inestables porque las protecciones sociales se debilitaron, la pobreza aumentó y la relación con el trabajo fue mucho más precaria. En segundo lugar, como respuesta a esa precarización, se dio una inscripción territorial que les permitió replegarse a nivel del barrio. De ese modo, la dimensión barrial adquirió más importancia. Esto puede verse a partir de la importancia que fue cobrando en el espacio público la palabra “conurbano” o “barrio”, para designar a un sector de las clases populares.

–¿Qué otros aspectos las distinguen?
–La ciudadanía se afirma a partir del ’83 con una dimensión fundamental de la identidad popular. Uno puede decir que, hasta los años ’70, las clases populares estuvieron mucho más cerca de la figura del trabajador, no sólo como sujeto social sino también desde el punto de vista político; la presencia política de las clases populares en la sociedad argentina pasa mucho por el trabajo. Por eso, en ese momento, el sindicalismo tuvo un gran peso y el espacio ocupado por el peronismo estuvo muy cercano a la identidad del trabajo. El trabajador peronista representa la figura que uno imagina para pensar los años ’70. En los años ’80 y ’90, la situación cambió; no se puede pensar ya a las clases populares –o a una fracción importante, al menos– como trabajadores peronistas. Son ciudadanos, habitantes de los barrios, gente que ocupa tierras, piqueteros. Mucho de los que hacen, a través de organizaciones, lo pueden hacer porque se piensan a sí mismos como ciudadanos y porque han construido importantes redes de solidaridad, puntos de apoyo para la protesta y la movilización.

–¿Qué rasgos le imprimen los aspectos que usted menciona a la presencia política de las clases populares?
–En términos de relación con el espacio político, son derechos dados por su inscripción política más que por su inscripción social. El trabajador lucha por sus derechos, en tanto trabajador. Eso tiene una gran importancia porque contribuye al bien común con su trabajo y exige, a cambio, ciertos derechos sociales, como el derecho a la vivienda. En cambio, el ciudadano sólo “puede” apoyarse en su reclamo en tanto miembro de la Nación: “Soy un ciudadano y tengo derecho al techo”. Pero su presencia en la sociedad se debilita mucho porque no puede demostrar que contribuye al bien común. Cada vez que pide algo, pesa sobre él la sospecha de que pide asistencia. Este problema se ve hoy incluso cuando se escuchan frases como “planes Descansar” para referirse a planes Trabajar.

–¿Por qué cree que existe esa sospecha?
–El aumento del desempleo acrecienta la sospecha, sobre todo de las pequeñas clases medias y de sectores de las clases populares con trabajo, de que aquellos que piden cosas lo hacen porque son “vagos”. Políticamente cambia el modo en que el Estado se relaciona con las clases populares. El hecho de que el Estado lleve adelante políticas sociales focalizadas alrededor de proyectos hace que las clases populares deban movilizarse permanentemente para poder obtener esos recursos puntuales, que tienen una duración limitada en el tiempo y un alcance, respecto al mundo potencial, que es vencido. Hay una gran competencia dentro de las clases populares. La presencia institucional del Estado bajo una forma muy desorganizada provoca una movilización continua de las clases populares.

–¿Cree que las clases populares han internalizado esta relación con un Estado que responde a sus demandas con políticas puntuales?
–No. No diría que internalizan nada. Saben, son conscientes y no dejan de reclamar cosas. Mucho de lo que las clases populares hacen –y de lo que les hemos visto hacer en los años ’80, ’90 y 2000– tiene que ver con tratar de estabilizar su situación, conseguir puntos de apoyo, bases sólidas sobre las que pararse para poder seguir avanzando. Pero son perfectamente conscientes de que esas bases sólidas son muy difíciles de alcanzar. Un ejemplo de ello son los piqueteros, que decían: “Nosotros queremos trabajar”. Les daban planes Trabajar y se contentaban con eso, porque es lo que estaba al alcance de su capacidad de movilización y la respuesta que el Estado podía dar a semejante crisis. Entonces no es que internalizaron una nueva cultura política sino que aprendieron y conocen las coyunturas en las que se mueven. Ellos dicen: “Nosotros queremos trabajo, queremos empleo, pero, bueno, si me dan chapas para las casas del barrio, mejor pájaro en mano que cien volando”. Esto comienza a tener una inflexión en el año 2003. Las cosas no están igual que en los ’90 o que a principios de los años 2000.

–¿Cuáles son las diferencias que nota hoy?
–Se me ocurren dos factores. Primero, la recuperación económica de la Argentina y del mercado interno. Uno tiene la sensación de que se recupera el trabajo –lo que no significa que haya más empleo–, lo que debilita una de las razones que llevaron al repliegue en los barrios. Por otro lado, el Estado, a principios de los años 2000, no cambió su relación con las clases populares. Sigue haciendo más, tal vez mejor, de lo mismo: políticas puntuales, más ayuda, pero sin cambiar el modo de relación. Más recientemente, algunas medidas –ciertamente limitadas– dan la señal de un cambio de orientación, como la Asignación Universal por Hijo o la reestatización de las jubilaciones.

–¿Cómo entran las cooperativas de trabajo en su análisis?
–Las cooperativas de trabajo son exactamente lo mismo que se hacía antes. Son cosas puntuales que necesitan una movilización permanente de parte de los beneficiarios y no tienen un alcance universal. No representan un cambio de orientación: tienen un impacto redistributivo, pero no cambia el tipo de relación que el Estado tiene con las clases populares. En cambio, la Asignación Universal por Hijo cambia las cosas. La persona no tiene que movilizarse para obtenerla, sabe que la tiene hoy, mañana y pasado. Constituye un punto de apoyo que le permite destinar esa energía a otra cosa; se ingresa en una estabilidad significativamente mayor que aquella que da un subsidio puntual.

–Y está en sintonía con la idea de ciudadano que usted mencionaba...
–Efectivamente, refuerza la imagen de la ciudadanía. Esto indica un cambio en la relación del Estado, pero no significa necesariamente una vuelta atrás, porque esos derechos –la Asignación Universal por Hijo sobre todo– no son derechos del trabajador sino derechos del ciudadano. No están asociados al trabajo; se les ofrece a aquellos que no tienen empleo.

–¿En qué se diferencia el trabajo del empleo?
–En la Argentina no hay un déficit mayor de trabajo. Los cartoneros trabajan, la gente que se moviliza en los barrios alrededor de la actividad política trabaja, son actividades que permiten ganarse la vida, pero ninguna de ellas constituye un empleo.

–En el tipo de relación entre el Estado y las clases populares que describe, ¿cómo define al clientelismo?
–No hay que dar por hecho el clientelismo. Este tipo de relación del Estado y las clases populares necesita de intermediarios en el sistema político, como organizaciones sociales, partidos políticos, punteros, ONG, gente que intercede entre la persona, el individuo, la familia y los recursos que son controlados por el Estado. En el sistema político argentino, particularmente, la función de esos intermediarios es, por un lado, identificar quiénes necesitan la ayuda con mayor o menor urgencia y decidir a quién se le da y a quién no. Es un problema estructural que forma parte de las instituciones del sistema político argentino. Son relaciones entre quienes necesitan de los recursos que controla el otro y entre quienes, al mismo tiempo, tienen para dar su acción política. Poseen un capital porque son ciudadanos. Esa decisión política nunca puede ser “comprada” definitivamente. Es un proceso continuo de negociación, conflicto, divisiones, que le da a la relación de las clases populares con la política, y a la relación del Estado con las clases populares, una forma muy distinta de aquella que da la idea de derecho social y de instituciones que no se sirven de mediadores sino que simplemente piensan al otro como un ciudadano y dicen: “Esta persona tiene derecho a esto y punto”. Y alcanza con que la mujer embarazada presente su test de embarazo para tener derecho a su licencia por maternidad.

–El uso que se da al término clientelismo suele derivar en una subestimación de las clases populares...
–Se subestima a las clases populares y se cree que quienes dominan están por fuera de las clases populares, cuando en realidad son otros miembros de los mismos barrios que ocupan una posición distinta porque tienen la posibilidad de decidir sobre esos recursos y hacen de la actividad política su medio de vida; pero no son los ricos que gobiernan a los pobres. Es un modo de relación con el Estado que implica una sumisión para el más débil y obliga a una negociación. El derecho social le permite liberarse de esa negociación permanente. Muchas veces lo libera de las mismas organizaciones sociales que él mismo crea para representarlo. Por ejemplo, la Asignación Universal por Hijo libera a la gente de los barrios de tener que estar negociando con las organizaciones piqueteras para que los incluyan en las listas para poder cobrar un subsidio. El Estado los libera de sus prójimos.

–¿Con qué consecuencias?
–Una mejora en la calidad política y en la calidad de vida.

–Por ser anterior al cambio que usted ubica en los años ’70, ¿le parece que esta intermediación es estructural?
–No, allí hay un error. Es cierto que en el país hay punteros –o una figura equivalente– desde finales del siglo XIX o principios del siglo XX, pero no siempre tuvieron la importancia de ahora. Los barrios y las villas siempre han tenido una importancia entre las clases populares de la Argentina, pero no era la misma en los ’60 que en los ’90. Estas variaciones de importancia y cantidad modifican también su peso. Esto es algo que está muy presente, no en la cúspide del Estado y la clase política sino abajo y a la izquierda, porque está muy fuertemente arraigada la idea de que las organizaciones populares deben administrar los recursos del pueblo. Los sindicatos y las organizaciones barriales y sociales son conscientes de que si el Estado institucionaliza un derecho y construye un vínculo directo con el individuo, la organización se debilita, pasa a su fin, no porque perdió el combate sino porque lo ganó. Pero es muy difícil para las organizaciones renunciar a ese derecho. Es muy distinto si la seguridad social la garantiza el Estado que si las obras sociales están bajo control de los sindicatos.

–En el caso puntual de la vivienda, ¿cómo evalúa la discusión entre quienes plantean que es el Estado el que debe proveerla y quienes sostienen que esos planes se pueden implementar a través las organizaciones sociales?
–No veo inconvenientes ni en una cosa ni en la otra. Con el problema de la vivienda en la Argentina no salimos de la situación en la que nos dejó la dictadura, porque las clases populares muy tempranamente construyen mecanismos de acceso a la vivienda. Alrededor de 1910 se institucionalizaron mecanismos de acceso a la vivienda: el loteo y la autoconstrucción fueron durante muchísimo tiempo el mecanismo privilegiado. El Estado nunca fue un gran constructor ni un gran proveedor de vivienda. El acceso a través del lote tuvo vaivenes y grandes evoluciones. En los años ’50, ’60 y ’70, las grandes inmobiliarias que compraban tierras al por mayor las fraccionaban y las vendían, y se constituyeron en un actor importante junto a otras instituciones, como el Banco Hipotecario, que financiaban la posibilidad de la autoconstrucción. La desestabilización del asalariado, que impide a la gente acceder a un financiamiento a largo plazo, la inflación –muy anterior al liberalismo– y el debilitamiento del Estado, liquidaron este mecanismo de acceso para amplios sectores de la población. Es ahí donde se multiplica la ocupación de tierras como estrategia habitacional. Lo que no tenemos ahora es la institucionalización de un mecanismo –ni privado, ni público, ni semipúblico, ni de ningún tipo– que les permita a distintos sectores sociales acceder a la vivienda. En Uruguay hay un formidable mecanismo de acceso a la vivienda que pasa por cooperativas, que tiene 40 o 50 años de existencia. Ha permitido a amplios sectores de las clases populares, no las franjas más pobres, pero sí las franjas de trabajadores integrados o pequeñas clases medias, acceder a la vivienda. Es un mecanismo con una organización que intercede entre el Estado y las personas.

–¿Cómo es, en cambio, la relación de las clases medias y altas con el Estado?
–Cuando uno habla en términos de clases populares, produce indudablemente un corte arbitrario; dónde empiezan las clases medias es un recorte bastante abstracto y de tipo cuasi caricatural que nos ayuda a pensar. Es indudable que muchas de estas cosas que mencioné atraviesan también a amplios sectores de las clases medias, sobre todo a las pequeñas clases medias. Una de las cuestiones que permite la gradación es ver cuántos son los que pueden vivir de su trabajo y satisfacer el horizonte de expectativas a través del trabajo, y en qué medida depende de la actividad política o del Estado para ello. Pero las clases medias en la Argentina sufren esta inestabilidad en la relación con el empleo, que no es un problema sólo de los más pobres sino también de los sectores medios. Lo que pasa es que la movilización que esto provoca en los sectores medios tal vez no tome el aspecto de una actividad netamente política, porque el Estado destina menos recursos de ese tipo a las clases medias que a las clases populares.

–En relación con la investigación que está desarrollando en Francia sobre la quema de bibliotecas populares que hubo en algunos barrios populares, ¿cómo analiza la inserción de una biblioteca popular en un territorio con esas características?
–Las bibliotecas barriales en Francia son muy importantes; hay una gran cantidad y disponen de muchos recursos. Son el producto de una larga tradición de bibliotecas populares. En su inmensa mayoría, estas bibliotecas se han municipalizado: donde antes había bibliotecas populares independientes, muchas veces promovidas por distintas formas del catolicismo, el Partido Comunista o el sindicalismo, progresivamente fueron municipalizadas en la primera mitad del siglo XX. Actualmente no son bibliotecas populares y nadie las piensa como tales, son bibliotecas municipales. Esa es una de las principales características. Hay problemas en la relación con lo popular: la biblioteca se convirtió en un servicio público.

–¿Qué las diferencia de las bibliotecas populares?
–La escuela y la biblioteca se perciben como instituciones del Estado, las nuevas generaciones no las ven como algo que “nosotros conquistamos y de lo que nos beneficiamos”. Entonces se vuelven un blanco posible de las protestas contra el Estado. Al pasar a la órbita del Estado, casi inevitablemente se produce una alienación política porque los vecinos de los barrios no están en condiciones de decidir prácticamente nada en relación con las bibliotecas. Esto se entiende muy bien si uno piensa en los bibliotecarios.

–¿Por qué?
–Los bibliotecarios de las bibliotecas populares son militantes de la lectura, militantes culturales y políticos. Los bibliotecarios de hoy son profesionales del libro que se formaron para poder tener su trabajo, pasaron un concurso, etcétera. Indudablemente tienen una relación con la biblioteca que pasa muchísimo por la tecnicidad de su trabajo, los criterios por los cuales se decide qué tipo de libros, medios, revistas y videos, o el acceso a Internet, deben estar en una biblioteca popular y cuáles no. Cuando es un partido político como el PC, la lógica que domina ese tipo de problemas, que son los problemas sustanciales de una biblioteca, tiene que ver con qué es lo que hay que darle a leer al pueblo para que tome conciencia de su poder de lucha contra el capitalismo, la burguesía o el Estado. Cuando son profesionales, los criterios de qué es lo que se le debe a dar al pueblo cambian, pero de ningún modo pueden ser políticos, en el sentido de partidarios, porque es un servicio público.

–¿Cómo perciben los miembros del barrio esa distancia que los separa de la erudición de los bibliotecarios, en relación con el acceso a los recursos de la biblioteca?
–Hay una dimensión suplementaria, que es la importancia de la escuela en la relación de las clases populares con el Estado en Francia. La escuela es una institución fundamental en el sentido de que en su interior se juega una buena parte del destino social de cada persona, mucho más que en la Argentina. Para franjas importantes de las clases populares, la escuela es la tabla de la salvación que va a permitir deslizarse hacia una mayor integración social y mejores posibilidades de futuro. Pero para otros sectores de esas mismas clases populares es la misma puerta que el Estado les cierra en las narices, obligándolos a estar en una situación de precariedad social permanente, con trabajos de mala calidad y poco acceso al empleo. Entonces, los maestros aparecen como aliados del Estado, agentes del Estado que sancionan y excluyen.

–¿Las bibliotecas quedan emparentadas a una escuela excluyente?
–Sí, entran en ese campo de percepción, forman parte de la cultura del otro, aquel universo controlado por el otro al cual yo no tengo acceso. La biblioteca es el eslabón más débil de esa fuerte cadena y por eso recibe muchos de los ataques. Al mismo tiempo, la biblioteca es también un espacio de oportunidades.

–¿Por ejemplo?
–Las adolescentes mujeres son grandes usuarias de las bibliotecas y esto tiene un valor enorme para ellas porque les permite escapar del machismo de sus familias, individualizarse, relacionarse consigo mismas, resolver problemas vinculados con la condición femenina o su condición social sin necesidad de tener que hablarlo en el medio familiar. Pero para muchos otros, la presencia de las bibliotecas es vista como la presencia de un cuerpo extraño en mi territorio: “Yo no soy de esta biblioteca, no hay nada ahí que me interese, y lo que me interesa no sé por qué lo deciden ellos y además, para hincharles las pelotas, se las voy a quemar. Es aquello de lo que ellos viven y es lo que ellos quieren que yo haga sin darme los medios para que lo haga, porque me va mal en la escuela”. Entonces, “entrar a la biblioteca es como entrar a jugar en el territorio del otro donde yo siempre salgo perdiendo, porque no sé leer, no conozco la oferta, me siento disminuido ocupando siempre una posición subalterna, los consumos culturales que se me proponen no son aquellos con los cuales me identifico”. Se trata de un problema social y político, de la relación del Estado con las clases populares.

Fuente: Pagina12

domingo, 30 de octubre de 2011

CURAS CON LOS POBRES: “El pueblo se expresó con el corazón”

Los curas destacaron que el voto no estuvo movido por “el bolsillo, como algunos agoreros afirman”. Señalaron que el votante “supo reconocer que era tenido en cuenta en el trabajo, en la salud, en la educación, en sus jubilaciones, en sus mesas, en su propia vida”.

Por Washington Uranga

Curas católicos de todo el país, identificados con la “opción por los pobres”, con la adhesión de un importante número de laicos católicos, emitieron una carta abierta dirigida a Cristina Fernández a raíz de los resultados electorales del domingo pasado, en la que declaran que “el pueblo argentino se expresó en la urnas” y ponen de manifiesto su felicitación y respaldo a la Presidenta reelecta. “Estamos convencidos –dicen los curas– de que el pueblo, en especial los más pobres, se expresó no con el bolsillo, como algunos agoreros afirman, sino con el corazón.” Sostienen que es precisamente “el corazón del pueblo” el que “supo reconocer que era tenido en cuenta en el trabajo, en la salud, en la educación, en sus jubilaciones, en sus mesas, en su propia vida”. Y agregan que ese mismo corazón popular “sabe y sabrá reconocer lo que hace en su favor o también cuándo se lo niega o se lo olvida”.

Agregan que “esta expresión popular (puesta de manifiesto en el resultado electoral del pasado domingo) no puede ser escuchada o reconocida por quien no sepa –o no quiera– escuchar la voz del pueblo”.

Los autores de la carta son los curas habitualmente identificados dentro del grupo “Opción por los pobres”, quienes se autodefinen como movidos y animados “por el amor a los pobres, su dignidad, la justicia”. La mayoría de estos sacerdotes trabaja en barrios populares y en organizaciones sociales de base de todo el país. Entre los firmantes se puede reconocer, entre otros, a Eduardo de la Serna (Quilmes), Rodolfo Taboada (San Isidro), Gonzalo Llorente (La Rioja), Marcos Alemán (Mendoza), Carlos Morena (Bariloche), José Piguillem (Merlo-Moreno), Rubén Capitanio (Neuquén), Carlos Barbero (Zárate-Campana), Eduardo González (San Martín), Eleuterio Ruiz (Lomas de Zamora), Carlos P. Gómez (La Plata), Luis Casalá (Mercedes-Luján), Roberto Musante (Buenos Aires), Roberto Ferrari (Santiago del Estero) y Marcelo Sarrailh (Córdoba). A estos sacerdotes se suman las firmas de más de un centenar de laicos y laicas católicos de todo el país.

Dirigiéndose a Cristina Fernández los curas dicen que “desde nuestro lugar militante de la vida, queremos felicitarla y alentarla Señora Presidenta, a que no descanse mientras al pueblo le falte salud, trabajo digno, justicia, paz y vida mejor para todos”. Y expresan también su deseo de acompañamiento al proceso político que encabeza la mandataria reelecta. “Sepa que desde nuestros lugares, nosotros estaremos allí. Acompañándola en la búsqueda de una cada vez más justa distribución del ingreso sin temor a herir los intereses de la avaricia o codicia de personas o corporaciones, apoyando todo lo que entendamos como nacional y popular, cuestionándole con lealtad y amor a los pobres lo que no nos parezca bien, aplaudiendo lo que sea a favor de ellos y soñando con un futuro mejor para todas y todos”.

La carta finaliza con un saludo afectuoso para Cristina Fernández “con profundo respeto y alegría”. El texto se hizo público a menos de una semana de los resultados electorales, mientras la jerarquía de la Iglesia Católica sigue sin emitir pronunciamiento alguno tras los comicios y reservando sus consideraciones seguramente para la asamblea plenaria electiva del Episcopado, que se celebrará en el mes de noviembre.



HORACIO VERBITSKY: Comparaciones odiosas

Cristina obtuvo una victoria aplastante, cuya extensión y amplitud le importan menos que no haberle fallado a Kirchner. Los seis puntos de ventaja sobre Scioli no la enorgullecen tanto como el resultado en Santa Cruz, donde se radicó por seguirlo. La quita de la deuda griega es un excelente punto de comparación con el caso argentino. Lo que logró Kirchner fortalece a Cristina para las nuevas pulseadas. El juicio ESMA y la diferencia entre una dictadura sin ley y el estado de derecho.

Por Horacio Verbitsky
 
Después de las elecciones del domingo pasado, CFK viajó a Río Gallegos para trasladar a su destino final los restos de Néstor Kirchner, y esta semana asistirá en Francia a la cumbre del G20. Se encontrará allí con algunos de los gobernantes de la Eurozona que el jueves anunciaron en Bruselas una quita del 50 por ciento sobre la deuda soberana griega en manos privadas o un 33 por ciento sobre el total. El liderazgo político de Francia y Alemania y el Fondo Monetario Internacional impusieron esta solución a los bancos, representados por el Instituto Internacional de Finanzas. Dejaron en claro que era preferible una reestructuración que pudiera presentarse como voluntaria, pero que si los bancos rehusaban, no recibirían una oferta mejor. El acuerdo implicaría para Grecia un ahorro de cien mil millones de euros (141 mil millones de dólares), según una ingeniería de emergencia, atada con alambre. La deuda griega equivale a más de un producto interno bruto y medio, tal como ocurría con la argentina a comienzos de siglo.

Kirchner y la deuda

Estos datos son útiles para redimensionar la negociación que Kirchner condujo en 2005. El trabajo Haircuts and the cost of sovereign default, publicado hace dos semanas en el portal VoxEU.org, del Centre for Economic Policy Research (www.CEPR.org) estudia las reestructuraciones de deuda producidas en el mundo entre 1970 y 2010. Según sus autores, Juan José Cruces, decano de la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella, y Christoph Trebesch, profesor de la Universidad de Munich, con 43.736 millones de dólares la reestructuración argentina fue la mayor de la última década y la quita, del 76,8 por ciento, sólo fue superada por la de Irak. Pero la deuda iraquí era casi tres veces menor que la argentina y fue condonada bajo la presión de las tropas estadounidenses ocupantes. Los países que declaran la moratoria de sus deudas “no parecen enfrentar serias penalidades en los mercados de crédito a mediano y largo plazo” y sus efectos en los costos del crédito son pequeños o poco duraderos. Los países que defaultean, a menudo tienen acceso a los mercados de capital “apenas un año después de la crisis”, lo que contradice “la teoría económica que sugiere un castigo en la reputación y la exclusión del mercado”, concluyen. A la luz de este análisis, es más notable que el crecimiento espectacular de la economía se haya realizado sin que el gobierno argentino recurriera a nuevo endeudamiento. Cuando lo haga, cuando las tasas que le ofrezcan sean atractivas, sólo será para financiar obras públicas. Recién ahora, con 141 mil millones de dólares Grecia pasará a encabezar el ranking en valor absoluto, aunque la quita que obtenga será inferior a la que consiguió Kirchner y a cambio de ella Atenas deba admitir una supervisión cotidiana de sus decisiones por parte del Fondo Monetario, el Banco Central Europeo y el Consejo de Europa, que harán añicos lo que queda de su soberanía nacional. Además, Grecia sólo reducirá su ratio de endeudamiento a 120 por ciento del PIB, mientras la Argentina lo hizo al 46,3 por ciento, de las cuales la mitad son deudas con el sector público nacional (ver cuadro 1).

Hablemos de votos

Las comparaciones no son menos odiosas si se habla de votos. Cristina se impuso con el mayor porcentaje de votos y la mayor diferencia con la primera minoría en la historia postdictatorial. Venció en todas las provincias salvo San Luis, en todos los partidos de la provincia de Buenos Aires salvo Rivadavia (cuna del ex dictador Harguindeguy), en todas las grandes ciudades excepto Rosario y en todas las comunas porteñas salvo Recoleta, Palermo, y Núñez-Belgrano- Colegiales. En esas comunas es aún más impactante que en el total del país el trasvasamiento directo de votos de Duhalde a Binner entre las Primarias de agosto y la elección del domingo 23. En el conjunto del país, Duhalde atrajo a un millón y cuarto menos votantes que en las Primarias, y Binner un millón y medio más. En la provincia de Buenos Aires uno perdió 480 mil votos y el otro sumó 640 mil. En Recoleta, Duhalde perdió 19.775 votos y Binner ganó 17.048; en Palermo, el bañero de Lomas de Zamora retrocedió 24.112 votos y el médico rosarino avanzó 24.596 y en Núñez-Belgrano-Colegiales, el esposo modelo cedió 25.082 votos y la nueva esperanza blanca incrementó su cosecha en 28.525. Esto señala el fuerte carácter antikirchnerista, con especial anclaje en los sectores más acomodados, del Frente Antiinflacionario Progresista, lo cual desmiente la alarmada presunción de que sus votos en el Congreso se sumarían a los del gobierno. Tal vez ocurra en algún caso, pero nunca como norma. En la provincia de Buenos Aires, CFK obtuvo el 56,28 por ciento de los votos válidos emitidos para la presidencia y Scioli poco más de un punto menos, el 55,06 por ciento para la gobernación. La distancia real es aún mayor, ya que para gobernador hubo 1,1 millón votos en blanco y para presidente apenas 299.000. Cristina fue votada por 4.704.016 bonaerenses, esto es 538.467 más que Scioli, y 48.502 más que la suma de Scioli (4.165.549) y Martín Sabbatella (489.965). Sobre el total de los votos emitidos la diferencia entre la presidente y el gobernador alcanza al 6,17 por ciento. Minimizar su importancia es una clara toma de posición política. Destacarla, también. Cuando habla de las elecciones, Cristina no se detiene en Buenos Aires sino en Santa Cruz y no por razones políticas sino afectivas. “Si Eduardo Costa nos hubiera quitado la gobernación, él se levantaba y nos llamaba inútiles a todos”, bromea muy en serio. Partida de dolor en el aniversario, su consuelo es sentir que no le falló a Kirchner (ver cuadro 2).

La pulseada

La dimensión del triunfo electoral no ha servido como disuasivo para los sectores dominantes, a los que cualquier ocasión les parece propicia para pujar por un cambio de política. Lo plantearon en 2005 luego de la renegociación de la deuda, en 2007 cuando CFK sucedió a Kirchner, en 2008 luego del voto de Cobos a favor de las cámaras patronales agropecuarias, en 2009 al terminar el escrutinio de las elecciones legislativas, en mayo de 2010 ante la masividad de los festejos del Bicentenario y en octubre apenas dos horas después de la muerte de Kirchner. De nuevo después de las primarias del 14 de agosto y otra vez ahora. El propósito invariable es forzar el abandono de las políticas plebiscitadas el domingo 23. El fracaso de la estrategia de demolición intentado por la Sociedad Rural, Techint, el Grupo Clarín y el resto de la oligarquía diversificada dio paso a un acercamiento sinuoso: incidir desde adentro en vez de confrontar, como postula el ex empresario José Mendiguren. El miércoles comenzó la desilusión, ante la respuesta contundente y una vez más sorpresiva a la escalada contra el peso, que pretende forzar su devaluación, para licuar los salarios, incrementar rentabilidad sin inversión e imponer el ajuste sobre el gasto público y una nueva salida al mercado de capitales. Ese no es el programa del gobierno, sino el de las propuestas electorales derrotadas. Como de costumbre, el kirchnerismo subió la apuesta para que no queden dudas sobre su decisión de ejercer el poder político que, en defensa propia, le confirió la sociedad. El nivel de reservas es más que suficiente para copar la parada y volverá a crecer en 2012, debido a la estacionalidad de las liquidaciones de la cosecha de granos. Cristina, su ministro de Economía y vicepresidente electo, Amado Boudou, la presidente del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray y la ministra de Seguridad, Nilda Garré, son personas poco impresionables por la combinación de amenazas y seducciones y harán todo lo necesario para que quienes se negaron a escuchar el mensaje de las urnas no puedan ignorar los aullidos de lo que Perón llamaba la víscera más sensible del hombre (y de la mujer, como diría si viviera hoy). Los banqueros deberían saber mejor que nadie que las espaldas del Estado son las más anchas y que si no rectifican su conducta de los últimos meses, serán ellos los que entrarán en dificultades, por más divagaciones sobre presuntas “inconsistencias del modelo” con que intenten encubrir su apuesta perdedora. En el mes que termina mañana los plazos fijos en pesos dieron más rendimiento que el dólar y nada sugiere que esto vaya a cambiar ahora. Todas las medidas adoptadas en estos días son de inobjetable legalidad y perfeccionan la calidad institucional. La obligación a presuntos capitales extranjeros, que en realidad son fondos argentinos fugados, de liquidar divisas por compras de activos en el país es un golpe mortal al circuito en negro en el que se mueven esos capitales especulativos. Desde mañana, además, cuando alguien vaya a un banco a comprar dólares le pedirán el número de su clave única de identificación tributaria o laboral y la base de datos de la AFIP indicará en tiempo real si con sus ingresos puede justificar la operación. La inteligencia financiera que está perfeccionando el gobierno le permite detectar en tiempo real quiénes realizan cada operación con divisas. Con el pragmatismo habitual, Cristina tiene en preparación nuevas medidas que se aplicarán en el momento menos pensado, de ser necesarias. Algunas podrían coordinarse con Brasil, como ya ocurrió durante los gobiernos de Kirchner y Lula. Los ministros de Economía y de Industria y el secretario de Comercio Interior visitaron en San Nicolás la planta de Techint, que luego de otra pulseada similar debió resignarse a integrar a los directores por la minoría que designó el Estado. El debate prosigue ahora sobre los proyectos de inversión, que el Estado quiere canalizar en función del interés nacional. Los funcionarios discutieron in situ acerca de esas inversiones y saludaron a los trabajadores. La gerencia expuso estadísticas de producción de todo el mundo. Guillermo Moreno los chanceó:
Ah, ustedes cuestionan nuestras estadísticas, pero dan por buenas las de China.
El mensaje es que sólo habrá sonrisas con quienes vayan por las buenas y respeten las decisiones institucionales que procuran garantizar la seguridad jurídica, no para cuarenta empresas sino para cuarenta millones de argentinos.

Tirar el camión

Los históricos socios sindicales del poder económico, cómplices de las privatizaciones del menemismo, procuran aprovechar el momento para recuperar la conducción de la CGT, desplazando a Hugo Moyano, que las resistió entonces junto con la CTA. La exasperación del moyanismo frente al gobierno no es eficiente para la defensa de su posición. La detención del delegado ferroviario Rubén Sobrero y la penosa injerencia del jefe saliente de gabinete, Aníbal Fernández, merecían el firme repudio que cosecharon, pero la afirmación de que sólo los sindicalistas van presos machaca en el mismo clavo corporativo que se puso incandescente cuando llegó la rogatoria judicial suiza. El anuncio de Pablo Moyano de movilizaciones callejeras para exigir la elevación del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias conduce a los camiones a un callejón sin salida. En Estados Unidos y los países más prósperos de Europa el impuesto a los ingresos de las personas oscila entre 8 y 11 por ciento. En la Argentina apenas llega al 1,6 por ciento. Es un impuesto progresivo, porque sólo afecta a los trabajadores de altos ingresos y su tasa se eleva según el nivel de las remuneraciones en un mercado de trabajo formal muy desparejo. El tercio de trabajadores de mayores ingresos recibe casi dos tercios de la masa salarial total, en tanto el tercio que menos gana no llega al 10 por ciento. A esto debe sumarse la persistencia de niveles de informalidad que aún superan un tercio del empleo total y una estructura tributaria volcada sobre el consumo popular. Es improbable que el gobierno realice concesiones en este tema, en plena pugna por el valor del peso, cuando ha detectado un crecimiento vertical de las compras de dólares en torno de los días de pago. El problema es, una vez más, político, y se centra en la racionalidad de las opciones y alianzas de cada uno. Plantear como tema prioritario el mínimo no imponible es una reivindicación lógica de los bien pagos camioneros, no de la CGT. Si alguna experiencia de la historia debería estudiar Moyano, para no repetirla, es la de la tendencia revolucionaria que intentó disputarle el liderazgo a Perón en 1974. Sin duda, la acción frontal con que amenazó su hijo Pablo incomodaría al gobierno, pero a nadie le haría más daño ni tan rápido como a él mismo. La fortaleza sindical es imprescindible para la defensa de los trabajadores, cuya participación en el ingreso debe seguir en ascenso, pero volverla contra el gobierno popular que lo hace posible, protestar apoyo y atropellar con el camión, sería suicida.

Fuente: Pagina12

Kirchner en el ranking de quitas de deuda



Daniel y Cristina



viernes, 28 de octubre de 2011

MARCELO KOENIG: La patria de la primavera

Por Marcelo Koenig *

El peronismo florece. Cuando está seco, cuando parece haber dado ya todos sus frutos, siempre vuelve a florecer. La capacidad del peronismo de reinventarse, repensarse, reformularse a sí mismo, es la clave de su permanencia a lo largo del tiempo, a lo largo de más de medio siglo. A nadie le puede caber duda de las profundas diferencias entre la sociedad argentina de la década del cuarenta del siglo XX y la actual. En la primera comenzaba el proceso de sustitución de importaciones que generaba el incipiente surgimiento de una clase trabajadora. En la actual, millones de argentinos se reintegran al trabajo, se vuelven a incluir, luego de un tiempo donde la exclusión fue el modo particular de opresión del neoliberalismo instaurado a sangre y fuego por la dictadura genocida. Y una de las pocas conexiones entre estos tiempos disímiles es a través de quien las mayorías populares se sienten expresadas: el peronismo. El peronismo en tanto movimiento nacional y popular pudo reformularse, reconstruirse, relanzarse para seguir latiendo al ritmo de nuestro pueblo. Aun cuando éste parecía haber sido sepultado por derecha con una lápida que decía “la gente” y por izquierda, cuando los situacionistas (marxistas de vuelta del camino) hablaban de la “multitud”. Lo nacional vuelve a tener sentido después de años de pensamiento único que sacrificó al Estado nacional en el altar de la globalización como sistema de dominación.

El peronismo históricamente recupera su capacidad aluvional en primavera. Florece. Así fue el 17 de octubre cuando todos creían que esa experiencia iniciada en la Secretaría de Trabajo y Previsión por un oscuro coronel estaba terminada. Cuando los medios masivos de la época extendieron un apresurado certificado de defunción a esa todavía embrional experiencia de los trabajadores. El pueblo en la calle, primero, y en las urnas, después, marcó el rumbo de la historia. No fue la única vez. También en la década del sesenta dieron al peronismo por muerto a fuerza de exilio, fusilamientos, cárceles, represión, persecución, proscripción, intentos de cooptación, desviaciones de burocratización. Y otra vez en primavera, un 17 de noviembre, una multitud que como un río que busca su cauce se fue acercando a Ezeiza para ser testigos del retorno del General a su Patria. El peronismo se había reinventado a sí mismo, se había forjado su temple en la resistencia y había construido su organización en la ofensiva. La dictadura jaqueada veía naufragar su GAN (Gran Acuerdo Nacional). El gran consenso de la continuidad, el inverosímil acuerdo entre opresores y oprimidos, se vio frustrado una vez más por la acción militante, por la contundente presencia popular en las calles, porque el peronismo luego de 18 años de persecución seguía vivo.

Ese movimiento fundado por Juan Perón y Eva Perón volvió también del lugar más duro de su historia, de su propia negación, de la traición a su proyecto histórico, de la desvirtuación como fuerza de cambio, que se dio de la mano de Menem y Duhalde.

Con Kirchner, con menos votos que desocupados, partiendo de la crisis más profunda, con más dudas que certezas, con el último resquicio de sus propias fuerzas, el pueblo se volvió a poner de pie. El peronismo logró interpelar a mucho más que su anquilosada fuerza partidaria. Recupera así la marcha como movimiento, como dinámica de participación, traducida en una nueva militancia que convoca a miles de jóvenes de cada uno de los rincones del país. El movimiento nacional y popular vuelve a convidar a una gesta inconclusa, perfectible, en constante construcción, pero al mismo tiempo transgresora, irreverente, transformadora.

Como en los primeros días de octubre del ’45, en 2009, con la rebelión de las patronales sojeras y las apelaciones de los oligopolios mediáticos al consenso de los poderosos, volvieron a dar por terminada una experiencia popular. Sin embargo, había llegado para quedarse.
Un funeral de primavera, el 27 de octubre, fue el punto de inflexión de la continuidad de este movimiento. En la calle, en la Plaza, las mayorías fueron a despedirse del hombre que por no dejar las banderas en la puerta de la Rosada se convirtió en el restaurador de la esperanza. El pueblo jamás regala tanta devoción. Sólo tres funerales fueron comparables por su masividad al de Néstor Kirchner: el de Yrigoyen, el de Evita y el de Perón. El movimiento estaba vivo. Otra vez a guardar los refutadores de leyendas, y los profetas del odio, sus apresurados certificados del fin de la historia.

El proyecto nacional y popular tuvo el 23 de octubre una nueva ratificación de su vocación de mayorías. Un voto de confianza que otra vez se da en primavera. Cristina Fernández en las urnas le dio el tercer triunfo presidencial consecutivo a este proyecto nacional en marcha. Cristina está dispuesta a hacer historia. El peronismo sigue siendo el hecho maldito del país burgués. El peronismo, en primavera, sigue enamorando.

Quizás por eso Sabina, en su canción, nombra a la Argentina como la patria de la primavera.
* Conducción Nacional, Corriente Peronista Nacional, Popular y Revolucionaria.

Fuente: Pagina12

lunes, 24 de octubre de 2011

Macarena Gelman declaró como testigo en el juicio por el plan sistemático de robo de bebés

La nieta recuperada del poeta argentino Juan Gelman afirmó que conocer su identidad le permitió sentirse "más completa". "Puedo decir que entendí muchas cosas que antes no entendía y vacíos que no sabía de dónde salían”, reflexionó Macarena al final de la videoconferencia desde la sede del MERCOSUR, en Montevideo.

La joven que recuperó su identidad en 2000, gracias a una investigación de su abuelo, quien la encontró apropiada por un policía retirado uruguayo -ya fallecido- y su esposa, reconstruyó lo ocurrido con sus padres biológicos, secuestrados en el centro clandestino de detención "Automotores Orletti". Su madre, pese a ser argentina, fue llevada a Uruguay en el segundo vuelo que transportó detenidos desaparecidos desde Buenos Aires a Montevideo -donde nació Macarena- en el marco del Plan Cóndor.

Macarena declaró, ante el Tribunal Oral Federal 6, que juzga al dictador Jorge Videla, entre otros, por el plan sistemático de sustracción de bebés, y que analiza lo ocurrido con los niños víctimas del Cóndor, que su madre, María Claudia García Iruretagoyena, "estuvo detenida clandestinamente en el Servicio de Información de Defensa, en Montevideo, y mi nacimiento fue a fines de octubre o principios de noviembre del 76. (...) La última vez que ella fue vista con vida conmigo fue el 22 de diciembre de 1976, cuando -según declaró un exsoldado que cumplía tareas allí- vio que se la llevaron dos funcionarios militares con rumbo desconocido y conmigo en una canastita”, precisó.

La joven, quien vive en Uruguay, recordó que el soldado "escuchó el comentario de un oficial que me llevaba diciendo 'a veces hay que hacer cosas embromadas'". La nieta de Gelman creció como hija biológica del policía retirado y expresidente de la Asociación Nacional de Policías retirados de Uruguay, Ángel Tauriño, quien en democracia llegó a ser jefe de la fuerza en un municipio por decisión del partido Colorado.

"Cuatro días antes de morir, internado, me pedía perdón, una y otra vez, llorando. Yo no me imaginé en ese momento porqué”, recordó Macarena, quien sigue refiriéndose a Tauriño y a su esposa, Esmeralda, como sus padres. Ante el tribunal declaró que fue criada con mucho cariño, que siempre la trataron bien y que la mujer nunca supo de dónde provenía y por eso nunca quedó imputada en las causas judiciales abiertas por su caso.

El 31 de marzo de 2000 Macarena conoció personalmente a su abuelo Juan, quien le dio los detalles de lo ocurrido con ella. Hasta entonces había pensado que era hija biológica del matrimonio que la crió y sólo a mediados del 2000 su presunta madre le reveló que fue dejada en la puerta de la casa de Tauriño en 1977, con una nota en la que su mamá biológica decía que no podía cuidarla. Dos estudios de ADN confirmaron que es hija de Marcelo Gelman y María Claudia .

Macarena aludió también a las referencias acerca de las visitas de varios represores argentinos al centro de detención de Montevideo, entre ellos, Honorio Martínez Ruiz y el fallecido Aníbal Gordon. "Como había habido un primer vuelo de uruguayos trasladados, que habían sobrevivido y no los habían matado en Uruguay, se decía que había desconfianza y viajaron para verificar que los del segundo vuelo fueran asesinados. Permanecen todos desaparecidos”, añadió. Macarena, por último, sostuvo que sus padres "eran de la Unión de Estudiantes Secundarios y no se habían ido de la Argentina porque querían que yo naciera ahí, esperaban mi nacimiento”.

El Tribunal escuchó además a Anatole Larrabeti Manis, quien a los cuatro años compartió el lugar de cautiverio con la nuera de Gelman, su hermana de un año y medio y presumiblemente Macarena. Los dos hermanos fueron llevados en un taxi desde Buenos Aires a Montevideo tras la detención de sus padres, estuvieron en el SID y luego se los trasladó a Chile, donde quedaron abandonados en una plaza antes de ser adoptados por la familia que los crió. En 1979 fueron hallados por una de sus abuelas y desde entonces vivieron en contacto con su familia biológica en Uruguay.

Fuente: Pagina12

EDUARDO ALIVERTI: Hallazgos argentinos

Por Eduardo Aliverti

Con la contundencia de las urnas ratificada y extendida hasta límites impresionantes, la primera certeza es que debe festejarse semejante apoyo del pueblo a un proyecto que remó contracorriente. Sucedió algo inédito, de lo cual es probable que todavía no haya una conciencia cabal generalizada. Ni siquiera los opositores más acérrimos podrían negar que la apabullante victoria del Gobierno desmintió al manual del posibilismo.

Los Kirchner desobedecieron. No acordaron con el establishment punto por punto, retrajeron las relaciones carnales, articularon con sectores desplazados, reactivaron los juicios por el genocidio, impulsaron la reestatización del sistema jubilatorio y la ley de medios. Nada de todo eso formaba parte de lo esperable y el decurso electoral argentino era virgen en tal aspecto, si se lo mira desde cambios producidos hacia la izquierda. Por tanto, estamos ante un suceso histórico porque esas transformaciones acaban de ser respaldadas por segunda vez consecutiva. Una de las preguntas que se reimpone tras tamaña paliza es acerca de su componente profundo. ¿Cuánto tiene de soporte entusiasta y cuánto de que el mamarracho opositor no dejó opciones? Cualquier respuesta al respecto estará teñida de subjetividad; pero difícil equivocarse si, en lugar de adjudicar porcentajes terminantes a una y otra variante, se concede que hay de las dos cosas. Lo cierto es que, sean cuales fueren sus motivaciones, el voto aplastante es el que fue. Y con una participación notable. Este último detalle no debe ser pasado por alto. La concurrencia está en línea con la media histórica, pero luego de que las primarias clausuraran toda posibilidad de sorpresa se pensó en una apatía de asistencia. Todo lo contrario: la oposición abandonó, la gente no. Eso significa que no hay derecho opositor a ampararse en su ultradivisión, para justificar la extraordinaria elección de Cristina. Los deméritos propios forman parte de las virtudes ajenas. Ahí vamos en las líneas que siguen.

Hace unos días, quien esto firma charlaba, en forma circunstancial, con un alto referente del kirchnerismo. El punto obvio y monotemático, al comienzo del diálogo, fue el porcentaje que alcanzaría Cristina. ¿Más cerca del 50 largo o de arrimar al 60? Culminada alguna referencia, breve, en torno de la ligera inquietud que generan las profecías elementales (¿será cierto que vamos a ganar por robo semejante?), el hombre dijo: “La verdad es que ni (se) esperaba que pasáramos el 50 por ciento en las primarias. Ponele que calculábamos un 45; 47 como mucho”. Uno ya había escuchado eso en boca pública de Aníbal Fernández. “Pero, ¿por qué no lo esperaban?”, se permitió interpelar el firmante para insistir con su hipótesis de que la oposición jamás tuvo intenciones serias de ganar. Dejaron todo servido en bandeja no por impotencia, no por incapacidad individual. Se entregaron por haber asimilado que no pueden ofertar nada mejor, a la derecha de esta izquierda. “Lo que pasa es que mientras esta gente no se dé cuenta de que la corporación mediática les fija lo que tienen que hacer y decir, van al muere”, dijo el hombre del oficialismo. A esta altura del partido, cree el periodista, no es que no advierten que el dietario se los fija “la corpo” ni que no les sirve prosternarse frente a ella, a cambio de ganar centímetros y minutaje. Es que el kirchnerismo los corrió por izquierda eficaz. Les demostró que su capitalismo es mejor que el de ellos. Los dejó sin discurso, ni ganas. El único salvador de ropa volvió a ser Binner, protagonista de una gestión con buena fama y locatario de un gorilismo clasemediero que no encontró mejor refugio. Alrededor de un 15/17 por ciento de los votos para el santafesino no es moco de pavo si se toma nota de que arrancó en carácter de perfecto desconocido, por fuera de su distrito. Pero, de momento, no expresa más que el haberle puesto fichas a una figura con imagen de honestidad, como para licuarse la conciencia culposa de saber que a este país sólo puede gobernarlo el peronismo. O el kirchnerismo como su etapa superadora, aunque nunca prescindiendo de sus aparatos todavía vigentes. Puede decírselo de otra forma: sólo el peronismo tiene vocación de poder. Lo demás, ya se sabe, está constituido por comentaristas que hablan de abstracciones.

La ventaja que sacó ayer el Gobierno trae esa excelente noticia de una gestión respaldada por las urnas, en cantidad y calidad, como nunca se vio. Es una ventaja de sentido mucho más grande que la del Perón retornado del ’73. Porque aquello se asentaba en expectativas míticas y esto, en realidad concreta. Y porque significa respaldar una administración al cabo de 8 años. Los números de este domingo eximirían de mayores comentarios, pero lo cualitativo obliga a repasar cómo se constituyó la cantidad. Fue contra viento y marea. Fue contra todas las recetas que quiso imponer la derecha. Fue contra el pliego de condiciones que el diario La Nación puso blanco sobre negro a horas de asumido Kirchner, en 2003. Fue contra la bestialidad destituyente de los campestres vencedores de 2008, que en agosto y ayer votaron al oficialismo porque las náuseas que les da la yegua se rinden ante la prepotencia de una capacidad de mando que los manda, los ordena, los agenda. Que les demostró que pueden ganar un vagón de plata sin necesidad de cagarse en el resto así nomás. Fue contra que ningún gobierno es capaz de resistir cuatro tapas negativas de Clarín. Fue que una vez llegó un tipo y dijo: “No vengo a dejar las convicciones en la puerta de la Casa Rosada”. Y es que su pareja demostró igual cosa contra el mismo viento y marea que la sindicaba como una mera portadora de zapatos y carteras exclusivas. Ganó Cristina, por robo. Y es un dato enorme que lo haya hecho tras ocho años de recostarse en la confianza popular, incluso cuando le fue adversa. Versus Cobos, cadenas mediáticas privadas, fondos monetarios, ortodoxias fiscales y sus etcéteras.

Cuando parece que la distancia descomunal lograda por la Presidenta no deja espacio para análisis mayores, paradójicamente el capítulo que se abre es apasionante a dos puntas. De la oposición sólo sobrevive Binner, con una alianza que ante todo semeja a un rejuntado complejo, testimonial, cuyo perfil socialdemócrata moderado tiene la “infiltración” de un peronismo resentido vaya a saberse por qué (ni tampoco importa mucho que digamos). Hay quienes se tientan mentando a Binner como el líder “natural” del espacio opositor, pero en este caso las matemáticas secas no serían buenas amigas de la profundidad analítica. Al margen de que el santafesino es el peor segundo de la historia, ¿cómo podrían “integrársele” los votos del Padrino y del pretendiente a Steve Jobs de San Luis? Hasta los del hijo de Alfonsín, sobrevivientes-núcleo duro del radicalismo tradicional, no son inmediatamente asimilables a un liderazgo extrapartidario. Es claro que despunta Macri, con la salvedad de que crecer a nivel nacional requiere de trabajo a tiempo completo y no es chicana. Podría ponerle todo el cuerpo a construir la alternativa explícita de la derecha. Pero para eso hace falta una convicción que le queda arriba de su creatividad y, encima, necesita fuertes personalidades acompañantes que ayer resultaron demolidas sin reemplazo a la vista.

Con ese panorama en la vereda de enfrente, la revalidación del liderazgo cristinista y del kirchnerismo como única opción conductiva del país vienen de la mano con la seguridad de que todo lo que vaya a suceder será por lo que ocurra dentro de la esfera oficial. En lo estrictamente “político”, los K disponen de una integración vertical que se asienta en el comando de una mujer excepcional. Y la pregunta es hasta qué punto abrirán la mano para el surgimiento de nuevos cuadros, capaces de sostener la mística y de mostrarse como el recambio que asegure el proyecto inclusivo. Esto viene a cuento de que, tal vez, las probabilidades de que este modelo se clausure por derecha, a largo plazo, provienen desde dentro del propio peronismo. Hoy suena poco menos a extravagancia; mañana no es descartable por obra de que afuera quedó la nada, y hace rato. Pero, ¿cómo es que podría pasar eso en medio de esta demostración de algarabía o aceptación populares, traducida en cifras arrolladoras? Hay varios factores: desgaste en el ejercicio del poder; un mundo de crisis financiera que se presenta más hostil que amigable, excepto por el precio de las materias primas; las tensiones de la sucesión; los riesgos de que avanzar en la profundización del modelo supongan enfrentamientos neo-125, y la muñeca y el coraje que se necesitarán para sortearlos.

Pero está bien. Ya habrá tiempo de preocuparse por eso. Ahora hay que gozar de la condición necesaria, que es un pueblo feliz y tan festejante como la Plaza reveló anoche. Esa fuerza permite diagnosticar que basta con mantenerla para que nada sea imposible. La secuencia de votos a Presidente, desde 2003, en porcentajes, es 22, 45, 50 y más de un 50 largo, al momento de escribirse esta nota. Convengamos: Cristina reelecta con estas cifras, un socialista segundo y la izquierda clasista evitando el último lugar, es una particularidad argentina. Con estos números es inverosímil que haya lugar para quebrarse. Que así sea.

Fuente: Pagina12

LUIS BRUCHSTEIN: El tren de la historia, abollado, sucio y repleto

Por Luis Bruschtein

El triunfo arrasador de Cristina Kirchner escribe hacia adelante, pero también hacia atrás. Resignifica una historia. Crea un clima, la sensación de que el que se quedó fuera no participó en uno de los principales relatos políticos de la democracia argentina. Cristina se convirtió en la presidenta más votada desde el retorno a la democracia, en la presidenta que sacó mayor diferencia a sus competidores en toda la historia del país, en la cabeza del único proyecto político que fue votado por tercera vez consecutiva en toda la historia de la democracia argentina.

Hay una resonancia poderosa en esas marcas. La cantidad no da la razón, pero se la quita a las lecturas cerradas de la oposición. Tiene que obligar a la reflexión, a buscar nuevas explicaciones, nuevas conclusiones sobre los hechos, por lo menos a no negarlos. El gobierno que reestatizó las jubilaciones en un acto estratégico de soberanía y justicia social no puede ser la continuidad del menemismo, como dijeron. El gobierno que anuló la legislación de impunidad y encarceló después de tantos años a los criminales de la dictadura no puede ser la continuidad de la impunidad, como se dijo. El gobierno que se hermanó con otros gobiernos populares de la región e impulsó un proceso de integración como nunca antes en Sudamérica no puede ser el gobierno de los aislados. Todas esas explicaciones y muchas más fueron pompas de jabón.

Y es más, el que alguna vez soñó con meter presos a los asesinos, con participar en un proceso de unidad de los pueblos latinoamericanos o con darle capacidad de decisión soberana al Estado frente a las corporaciones y los organismos financieros internacionales, el que soñó todo eso y más, pero se quedó a un costado, se quedó a un costado, perdió el tren de la historia abollado, sucio y repleto de pasajeros. Las oportunidades de la vida siempre son imperfectas, como se lamentan las solteronas.

Escribe hacia atrás, resignifica, y donde había supuesta cooptación de tradiciones y culturas, hay continuidad, por ejemplo. “Somos de la gloriosa, Juventud Peronista(...) y a pesar de los golpes, a pesar de los muertos, de los desaparecidos, no nos han vencido”, fue la primera canción que recibió Cristina al entrar ayer al bunker del Intercontinental. Lo que parecía cooptación era un puente, el espíritu de una Argentina rebelde, noble y generosa que encarnó en una generación masacrada y repudiada, que encontraba un lugar, se completaba en la historia, cerraba su propia tragedia en una continuidad que para esa generación es culminación, la paz de encontrar la posta que la contiene y la continúa.

Eso que se resignifica hacia atrás abre ventanas al futuro, remueve conciencias, atrae a las Madres, crea enemigos de poder, pero compromete, tiene costos políticos pero conecta con las nuevas generaciones. Crea el vínculo dorado con la juventud y la proyección en el tiempo. Tuvo la capacidad de provocar el reconocimiento tan difícil y exigente de los jóvenes. Reconocer a aquellos jóvenes del pasado fue uno de los pilares del puente hacia los nuevos jóvenes. Es la única fuerza que promovió a la política a hijos de desaparecidos, a nietos restituidos, que dio protagonismo a las Madres y eso la diferencia de otras fuerzas de centroizquierda. Ninguna otra fuerza progresista o de derecha lo hizo. Ni siquiera la izquierda que, por el contrario, disputó espacios con ellas. Nadie quiso reivindicar a una generación, algunos escuchaban a las Madres, pero las mantenían lejos, no se mezclaron, ninguno les ofreció que fueran parte de ellos, porque nadie quiso comprometerse con sus reclamos ni contagiarse la lepra setentista.

Son decisiones que tienen consecuencias. En este caso fue avanzar contra el sentido común de una época y eso les evitó caer cuando se derrumbaron esos axiomas de la posdictadura. Ese paso que parecía al vacío creó ciudadanía porque derrumbó los mitos del miedo y los implícitos que perduraban de la dictadura, y porque fue salir del discurso progresista para ser progresista en la acción política, algo que hasta entonces parecía imposible. Son méritos que otras fuerzas progresistas deberán esforzarse para alcanzar y superar.

El significado histórico de esa catarata de votos abarca también al espíritu de aquella generación masacrada y repudiada, la incluye, nadie la aparta. Está votando también ese espíritu y eso es construcción de ciudadanía porque es reparación a una generación que fue lo que la sociedad quiso que fuera y que después le dio la espalda. No están votando a las organizaciones políticas de los ’70, sino a una generación que fue protagonista, víctima y producto de una circunstancia histórica. Es un voto que respalda los juicios y la cárcel a los asesinos de la dictadura. El kirchnerismo fue la fuerza política que lo hizo y fue la fuerza que se votó.

Este recorrido que hace el kirchnerismo a través del movimiento de derechos humanos lo repitió a través de todos los nuevos relatos de la Argentina de los últimos treinta o cuarenta años. Tanto el movimiento de los derechos humanos como el de los piqueteros y desocupados, como el de los nuevos trabajadores y los sindicatos combativos, impulsó políticas democratizantes de igualdad de género y antidiscriminatorios de los pueblos originarios y creó ciudadanía por esos caminos. Dio espacio, abrió lugares, mucho antes que alguna otra fuerza se diera cuenta. Todos esos movimientos fueron representados en las listas del Frente para la Victoria, mientras la oposición seguía tratando de pensar que enfrentaba sólo al viejo tronco justicialista heredado del menemismo.

Esa dificultad para ver la transformación que se producía en el kirchnerismo que estaba generando todas esas aperturas, y ver el espejismo de una imagen congelada en el pasado fue la misma dificultad para entender su incapacidad de dar cuenta de una sociedad nueva. Una sociedad que cambió desde la dictadura y los ’90, hasta la crisis del 2001-2002 y las gestiones kirchneristas.

Hay una sociedad nueva, que tiene sus nuevos relatos, que nunca son generales, pero que son tomados por el conjunto para formar el nuevo mosaico. Ese mosaico apenas se ve reflejado en las fuerzas políticas de la oposición. Sin un respaldo mediático que fue cuestionado y relativizado, la oposición se reveló esquelética como a través de una máquina de rayos X. Esa fue la imagen que revelaron estas elecciones. Estas fuerzas no dan cuenta del nuevo país o no han sabido integrar a su discurso esa realidad cotidiana, aunque a veces puedan sentirla.

El resultado escribe hacia adelante porque demuestra que esa política económica, cultural, social, internacional y demás fue aceptada, generó consecuencias positivas que la sociedad pudo percibir. Esa retrospectiva está diciendo entonces que es sobre esas políticas que se tiene que insistir y profundizar. Se resignifica el futuro porque la experiencia del pasado permitió la concepción del proyecto o del modelo o de la propuesta, como se le quiera decir. Es el modelo que surge de una experiencia y que se consolida por la aprobación de la sociedad en esta elección abrumadora. Es un proceso que se da muy cada tanto, que tiene todas las condiciones para que cuaje una experiencia política que trascienda en el tiempo. Y la mejor forma de ayudar a su trascendencia en el tiempo y en un territorio bien definido en el campo del progresismo nacional y popular será que la oposición asuma, como lo viene haciendo, la misma actitud que tuvo con el primer peronismo. El kirchnerismo podrá meter la pata, pero aun así tendrá garantizada su supervivencia con una oposición que vive metiendo la pata.

Fuente: Pagina12

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails