viernes, 7 de mayo de 2010

GRECIA: Los días que vivimos en peligro

Pagina 12

Escasa confianza en Europa en la solución instrumentada por el BCE y el Fondo Monetario para Grecia. El temor a que el estallido social termine bloqueando el pago de la deuda. Cayeron todas las Bolsas. Wall Street, al borde del pánico por un error.


Por Raúl Dellatorre

Fue la reacción del “día después”. La histeria se apoderó de los mercados. Las escenas del miércoles de una multitud colmando las calles de Atenas, la bronca expresada en rostros y consignas y la noticia de las primeras tres víctimas fatales por el clima de agitación que vive Grecia cambiaron las expectativas de los compradores de activos financieros. Ya no están convencidos de que el gobierno de George Papandreu pueda seguir adelante con el severo plan de ajuste impuesto por el FMI y el Banco Central Europeo, por más que ayer haya conseguido el respaldo parlamentario (ver aparte). Ayer, la desconfianza ganó la partida, que se disputará cada día. Hubo caídas generalizadas en las Bolsas europeas, se derrumbó Wall Street, sufrió pérdidas el euro frente a las demás monedas y la Bolsa porteña no pudo despegarse del desánimo respecto del futuro inmediato de la crisis en Grecia. Más que al contagio, el temor es a que los sucesos en Atenas no sean más que un emergente de la misma crisis que empezó en Estados Unidos, sigue un recorrido sinuoso golpeando en diferentes puntos del planeta y avanza con destino incierto.

Al repasar los resultados de la jornada bursátil de ayer, Buenos Aires aparece como una de las plazas que registraron mayor retroceso. El índice Merval (empresas líderes) cayó un 5,4 por ciento, acumulando en tres ruedas consecutivas a la baja un descenso del 10,4 por ciento. El impacto probable del hundimiento de Grecia sobre la salud de las empresas que cotizan en Bolsa tiene poco o nada que ver con estos vaivenes en las cotizaciones, que suelen amplificar en la plaza local lo que sucede afuera. La fuga de inversores también afectó los títulos de la deuda (ver página 5). El resto de Latinoamérica acompañó el deslizamiento por el tobogán con menos aceleración. San Pablo perdió 2,3 por ciento; México 1,9; Bogotá cedió 2,8 por ciento y Santiago, poco más del uno por ciento.

Las Bolsas europeas fueron las primeras en dar testimonio de una jornada negativa, quizás dándole el puntapié inicial al clima de desconfianza que se irradió a todo el mundo. El indicador bursátil madrileño tuvo un retroceso de 2,9 por ciento, superada por el 4,3 por ciento de caída en Milán. Londres bajó 1,5 por ciento, París un 2,2 y Francfort, la de mejor performance entre las más importantes, cayó tan sólo un 0,8 por ciento. En Portugal, el mercado de Lisboa registró una caída del 2,6 por ciento.

Ni siquiera las declaraciones del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, lograron infundir ánimo. “Para mí, la cesación de pagos de Grecia está descartada”, sentenció en una conferencia de prensa que dio al término de un encuentro de la entidad en Lisboa. No alcanzó el efecto buscado, sino todo lo contrario. La sensación entre los financistas era de “decepción” por los dichos de Trichet, de quien esperaban argumentos más sólidos en vez de una apreciación a título personal. Algunos analistas le atribuían al jefe de la autoridad monetaria continental haber provocado el desplome de las Bolsas europeas, que habían iniciado la jornada con tendencia moderadamente favorable. La impresión generalizada en los mercados financieros europeos es que Grecia sigue amenazada de quiebra.


La Unión Europea no sólo está comprometida por ser uno de sus miembros el que está en el centro de la crisis. Sus dos socios mayores, Alemania y Francia, son los países de origen de los principales acreedores de la deuda griega. El Banco Central Europeo es el eje de la estrategia de sostenimiento de Grecia y, a la vez, garante de la estabilidad del euro. Todos ellos, incluso Alemania como estratega mayor, se juegan en la resolución de esta crisis algo más que una pérdida de valor en sus activos financieros.

La Bolsa de Nueva York resultó el espejo de lo que puede la histeria ante la inseguridad, en especial cuando afecta a quienes hasta hace poco se creían invencibles. El índice Dow Jones llegó a registrar a media jornada una caída del 9 por ciento. A esa altura, nadie podía eludir la calificación de “pánico” a lo que se vivía en la mayor plaza financiera mundial. En apenas 15 minutos, el principal termómetro de los valores accionarios se desplomó en un 9 por ciento, para luego ir recortando la pérdida hasta cerrar con una baja neta en la jornada del 3,2 por ciento.

La cadena de información financiera CNBC señaló posteriormente, haciendo referencia a “múltiples fuentes”, que el momentáneo hundimiento podría haber comenzado por el error de un broker al ejecutar una orden de venta de acciones, posiblemente de Procter & Gamble, agregándole tres ceros a la cantidad vendida (multiplicándola por 1000). El papel perdió de inmediato un 23 por ciento de su valor.

Bank of America, con una caída del 7,1 por ciento, y Hewlett-Packard, con el 5,1, se anotaron las pérdidas más agudas entre los treinta papeles que componen el Dow, donde General Electric, American Express, JP Morgan Chase, Boeing y Alcoa tuvieron descensos superiores al 4 por ciento. El mercado estadounidense está pendiente de las cifras oficiales de desempleo en abril que se difundirán hoy, lo que podría influir en el tono con que Wall Street concluya esta primera semana de mayo.


El mercado de Tokio arrancó la jornada de este viernes con una caída del 4 por ciento, que se suma a la baja del 3,3 por ciento registrada en la jornada anterior.

Las imágenes valen más que mil palabras, pero las de los disturbios en Atenas ni siquiera tuvieron contrapeso en las insípidas declaraciones de Trichet. Sobre las primeras, los comentarios de los principales brokers y analistas europeos era que sigue sin estar en claro quién toma las decisiones en ese hoy castigado país europeo. “Los disturbios en las calles muestran que la decisión de pagar la deuda no la va a tomar el pueblo alemán, el francés o el suizo, sino el pueblo griego, que ya ha decidido no pagarla”, opinó un consultor entrevistado por la cadena de información financiera CNBC. Otros la comparten, muchos dudan. Casi nadie la desestima.


A Trichet y al BCE, en tanto, se les reclaman medidas más audaces, que demuestren actitud de liderazgo en medio de la crisis. No declaraciones de autoconformismo, como se leyó ayer que fue el tono que les dio el jefe de la autoridad monetaria a sus palabras. Al ratificar y defender las políticas del BCE en materia de tasas de interés y las operaciones de mercado que viene realizando, Trichet mostró que no tiene más para ofrecer. Para los observadores, demasiado poco para enfrentar no sólo una crisis mayúscula, sino además acciones especulativas en la plaza financiera que podrían acelerar las peores consecuencias.


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