Por Eduardo Aliverti
Hay que retroceder hasta el conflicto con “el campo” para encontrar algo semejante. Pero aun así, en cierto aspecto, lo de ahora es incluso más significativo.
En 2008, tras la 125 con sus horrores gubernamentales de manejo político y comunicacional, hubo una articulación clara, sostenida, en el frente opositor. El periodismo y los figurones de esa facción, ayudados por el clima que el kirchnerismo alimentó, fueron una sola pieza. Ganaron. “Extendieron el triunfo en las elecciones del año siguiente. Y se pensó que ya no habría retorno de esa atmósfera. Fue al revés, pero no es el punto. En esta ocasión, hay algo llamativo acerca de lo cual, no tan extrañamente, pocos repararon: excepto los gurkas que no tienen nada que perder, como Carrió y Duhalde, el conjunto de la oposición se llamó a lo que la propia comandancia mediática denomina “tibieza”. Algunos miembros de los organismos de derechos humanos fustigaron con mayor dureza, con un sentido de la oportunidad que merece ser cuestionado al margen de aclaraciones que se impusieron con el correr de las horas. Pero en la dirigencia política no se pliegan, así como así, a lo bruto de la mascarada de prensa contra las Madres. Si les preguntan, desde ya que hacen usufructo. Pero en forma tímida, es cierto. No alientan. Recién estos últimos días subieron el tono, ¿quizá por las advertencias de la prensa montada en campaña? No les da para cargarse a Hebe. Sí, y como mucho, para aludir a un Estado laxo en los controles de la acción social promovida. Todo un tema, de paso sea dicho, porque resulta que lo único que cuenta en este espectáculo de agresividad descomunal son las artimañas repugnantes de Schoklender; y no la satisfacción de necesidades básicas para miles y miles de gentes que pasaron a vivir mucho mejor gracias a las Madres. ¿No era que los derechos humanos son también el acceso a la vivienda, a la salud, a la seguridad, a quedar incluidos los excluidos? ¿Cómo es? ¿Si los organismos de DD.HH. se remiten a lo tribunalicio ya basta con la dictadura de hace más de 30 años? ¿Y si intentan y ejecutan otra cosa ya basta con querer morder? Háganse cargo de su cinismo. Estas no son jornadas de carencia informativa, por el propio peso del tablero electoral. Binner candidato presidencial; Das Neves resucitado por El Padrino; Cristina, que sigue generando nerviosismo al no formalizar su postulación; Macri con su aceptación definitiva de que habrá segunda vuelta en la ciudad; el hijo de Alfonsín jugado a captar voto sibarita. ¿Schoklender es lo único que pasa?
Podrá ser o parecer obvio, pero no está de más remarcarlo. La bestialidad de esta campaña mediática es inversamente proporcional al vacío del terreno opositor. Un escándalo de semejante tamaño, en tanto afecta la imagen de ese símbolo universal que son las Madres, hubiera merecido en cualquier circunstancia el amplio despliegue de la prensa del establishment. Pero de ninguna manera habría llegado a este nivel de obsesión alucinante, en que lo veraz o verosímil se entremezcla con la crueldad de la falacia, si no fuera porque son, casi, las últimas balas aprovechables para horadar al Gobierno. Corresponde la autocrítica porque todos –absolutamente todos– los del palo progre, los del que nunca se termina de saber muy bien qué son y hasta los del contrario, supimos comentar en voz más baja o más alta que esa relación de Hebe con Schoklender se prestaría en algún momento a conflicto o terremoto. No de este volumen, desde ya. La excepción, sobresaliente, fue Vicente Zito Lema, cuando hace ya varios años renunció a seguir colaborando con las Madres y habló con pelos y señales del monje negro. Los demás nos callamos, todos, incluyendo quienes hoy muestran patéticamente lo larga que tienen la ética neutral. Nos callamos porque se trataba de proteger a las Madres. La diferencia, de ser por eso, es que habemos los seguros de que continúa tratándose de lo mismo, porque cualquier opción contraria es confundir al enemigo. Y servírsela en bandeja, vamos. ¿Y qué pasa? ¿No habría que decir “el enemigo”? Puede ser. No es políticamente correcto, por lo pronto. Pero cuidado, porque en la vereda de enfrente no tienen prurito alguno para designar a sus adversarios como cultores del “periodismo militante”. La obra simbólica que intentan establecer es asimilar “militante” a “subversivo”, finalmente. Y nunca faltará el tonto capaz de pensar que sus operaciones de prensa no son militantes. Que son ascetas. Que detrás de ubicar a los celulares como cancerígenos, en título central de portada, no hay la guerra corporativa contra las compañías telefónicas, por el negocio del soporte y la provisión de contenidos. Que no aprovechan pulverizar a las Madres para licuar el impacto de poder saberse que Marcela y Felipe, o uno de los dos, son hijos de desaparecidos.
Al cabo, hay una paradoja formidable. La prensa ya no tan dominante milita por acabar con un emblema intocado, y en alguna medida está yéndole bien. Pero el producto que buscan con esa balacera no reacciona. Están disparándose a los pies, porque no encuentran la forma de que lo que destruyen se convierta en construcción. Según refieren todos los indicios, el rumor corrido el jueves pasado al mediodía, acerca de que Cristina se bajaba de la candidatura, fue una opereta para maniobrar en la Bolsa. Pero haya sido lo que fuere, incluso alguna verosimilitud, lo portentoso es que deben o deberían operar sobre la base de que si no es Cristina se pudre todo. ¿Por qué? Porque en la suma de todos los candidatos de la oposición no se saca ninguno que en realidad quiera ganar. Solamente desean testimoniar. Y lo último que se les ocurre es mirar hacia dentro para corroborar su carencia de proyecto, de cuadros, de organización, de credibilidad dirigente. De nuevo: ¿con qué pudieron o intentaron asustar a través de la versión del jueves? Con que Cristina se baja. Es confesión de parte y relevo de pruebas así fuera cierto que Cristina se corre, porque está explicitado que si lo hace se agarran la cabeza sus propios contrincantes.
Ahí la paradoja. Tiran con Schoklender, pero tiran a un bulto esquemático. De modo que sin perjuicio de lo dolorosísimo de los ataques, porque no debe negarse que pegan en lo que más duele; porque sabíamos o intuíamos y nos silenciamos; porque parece no alcanzar con el apunte de la hijaputez conllevada en pulverizar mediáticamente a una mujer de 83 años, que sigue viviendo en su modesta casa de La Plata. Esa mujer a la que debemos, todos, haber transitado esta democracia en mejores condiciones que las que habrían regido si no hubiese estado. Sin renegar de nada de todo eso; de todos los errores, de todos los silencios, de todas las veces que (nos) dijimos que Hebe se equivocaba con ese tipo al lado, están mátandola a ella pero no pueden edificar una gloria adversa. Son el intento de cimentar una épica de la derrota.
En la medida de que se tenga claridad ideológica, no van a poder.
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