Por Atilio A. Boron
Al momento de escribir estas líneas, los “conteos rápidos” de todas las encuestadoras daban como ganador a Ollanta Humala. De confirmarse estos anticipos, el clima de renovación política y social instalado en América latina desde fines del siglo pasado se verá considerablemente fortalecido. Un Perú que presuntamente abandonaría con el nuevo gobierno su postura de incondicional peón del imperio –lamentable situación a la que llegó no de la mano del conservador Alejandro Toledo sino del ex líder aprista Alan García–, sería una bocanada de aire fresco para los gobiernos de izquierda y progresistas de América del Sur.
No es un misterio para nadie que Washington desplegó todo su arsenal financiero, político y propagandístico para impedir el triunfo de Humala. El nerviosismo evidenciado la semana pasada por la “comunidad de negocios” del Perú, que al igual que sus homólogas de otras partes del mundo tiene acceso a información que los demás no tienen, reflejaba la preocupación que causaba en sus filas la eventual derrota del fujimorismo: a causa de ello, la Bolsa de Lima registró una baja del 6 por ciento. El establishment peruano, personificado desde el siglo XIX por su intelectual orgánico, el diario El Comercio, asumió con tal descaro su rol de organizador del anti-humalismo que el mismísimo Mario Vargas Llosa renunció a seguir escribiendo en sus páginas. La CNN no le fue en zaga: el viernes pasado, su principal presentadora, Patricia Janiot, sometió al candidato de Gana Perú a un interrogatorio que por su forma y por su contenido la descalifican, por enésima vez, como periodista y la confirman en cambio como operadora política al servicio de la Casa Blanca. El gobierno de Alan García, por supuesto, no se quedó atrás en esta cruzada derechista.
Conviene en todo caso descartar hipótesis maximalistas: Perú firmó un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, puesto en marcha el 1º de febrero de 2009, y los condicionamientos de este acuerdo no deberían ser subestimados. Por otra parte, la coalición electoral forjada por Humala será otro elemento restrictivo en caso de que se despierte en el nuevo presidente la vocación “bolivariana” que muchos le atribuyen, pero que se cuidó de agitar durante el curso de su campaña. Y sus enemigos –la oligarquía y las transnacionales, ambas sostenidas por Washington– son demasiado poderosos como para desafiarlos sin preparar cuidadosamente la batalla. Pero es un hombre que ha denunciado como pocos las injusticias que desde tiempos inmemoriales se perpetran en el Perú, y hay razones para suponer que será fiel a tan nobles sentimientos. Además, las enseñanzas que dejan recientes elecciones –Chile en 2010, España hace dos semanas, y Portugal ayer– son un sobrio recordatorio de que ante la gravedad de la crisis capitalista y la acentuación de la congénita incapacidad de ese sistema para repartir, siquiera con un mínimo de equidad, los frutos del crecimiento económico (más que evidente en el “milagro peruano”), la adopción de una política resignada y “posibilista” que continúe por el sendero no precisamente luminoso trazado por sus antecesores es el seguro camino para una resonante derrota al cabo de unos pocos años. Hay un viejo dictum de la teoría política que dice que los pueblos prefieren el original a la copia: eso lo sufrieron en carne propia la Concertación en Chile, el PSOE en España, y el (mal llamado) Partido Socialista en Portugal.
Pero, más allá de estas notas llamando a la cautela, es de celebrar que en un momento en que en América latina el imperialismo y la reacción están pasando a la contraofensiva con inusitada agresividad, cercando a la región con bases militares, el triunfo de Ollanta bien podría marcar un hito, anunciando la reversión de esa nefasta tendencia. Por lo pronto, la liga reaccionaria del Pacífico, pacientemente construida por Washington para neutralizar la Unasur y el ALBA, y que tenía como puntales a México, Colombia, Perú y Chile, perdió una de sus dos piezas vitales para el control de la Amazonia, nada menos. ¡No es poca cosa!
* Director del PLED/Centro Cultural de la Cooperación.
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