
Los argentinos estamos siendo ingratos con los recuerdos. Los olvidamos. Como si una década nos pesara como un siglo y ya fueran humo y leyenda los patacones, el corralito, las ferias del trueque y los salarios impagos, y el desempleo y el hambre.
Lo que hoy les está pasando a Grecia, y casi a España -y ahí anda Silvio Berlusconi exprimiendo hasta el último moho del Renacimiento- es como una copia que leemos con una mirada evasiva. La del que ha vuelto a salvo de un naufragio y pisa tierra...