viernes, 22 de julio de 2011

RUPERT MURDOCH: EL REY ESTA DESNUDO

Por Sergio Fernández Novoa*

Algunos, dueños de buena parte de este mundo, deben imaginar lejana toda posibilidad de agresión hacia su persona.
 
Guardaespaldas de todo tipo suelen darles protección. Sin embargo, el joven de camisa a cuadros y pantalón negro se abrió paso de manera sigilosa.
 
Tal fue su cuidado, y la velocidad de la maniobra, que todos se percataron de su presencia cuando el plato con crema que llevaba en la mano iba directo a la cara de Rupert Murdoch, quien declaraba en el Parlamento británico por las escuchas telefónicas de sus empresas periodísticas. Un oscuro día de justicia, podríamos decir parafraseando a Rodolfo Walsh.
A esta altura de los acontecimientos, léase de la concentración de poder político-económico-mediático, parece muy difícil que al octogenario dueño de News Corporation pueda ocurrirle algo peor que la transmisión en vivo y en directo de un pastel viajando hacia su rostro.
 
El imperio comunicacional más grande del mundo, y sus estrechas relaciones con el poder político (fundamentalmente con los republicanos en EEUU y los conservadores en el Reino Unido) otorga impunidad, aún después de las denuncias por escuchas ilegales y sobornos contra uno de sus diarios ingleses, el News of the World, cerrado el domingo pasado después de 168 años en la calle y una tirada de 2.500.000 ejemplares.
 
Para comprender cómo se conjuga “imperio comunicacional” con “impunidad” conviene recordar que los ingresos declarados en 2010 por el propio emporio Murdoch fueron de 32.800 millones de dólares, cifra que supera el PBI de países como Bolivia, Paraguay o Panamá.
 
Además, la News Corporation emplea a más 50.000 personas en todo el mundo y opera en Estados Unidos, Reino Unido, China, India, Alemania, Rusia, Canadá, Italia, Australia y Nueva Zelanda. Su negocio atraviesa el cine y entretenimiento (20th Century Fox), programación por cable (Fox News), televisión (FOX), televisión satelital (Sky), diarios y revistas (desde The Wall Street Journal hasta The Sun; sólo en Australia, de donde es oriundo Murdoch, posee 146 publicaciones), edición de libros (Harper Collins) y publicidad.
 
Al poder del dinero se suman los vínculos con el poder político, que lo venera y le teme. Durante su comparecencia ante el Parlamento, Murdoch recordó, casi como una advertencia, que el Primer Ministro inglés David Cameron lo invitó a tomar el té para agradecerle su apoyo en las elecciones de mayo del año pasado, práctica a la que también, dijo, era afecto su antecesor en el cargo, el ex premier Gordon Brown.
    
Y si Mudorch sigue haciendo memoria, algo más que probable si es citado por el Congreso norteamericano para saber si sus periodistas también interfirieron llamadas a víctimas de los atentados del 11 de septiembre, quizás recuerde cómo la cadena FOX volcó la reñida elección presidencial del año 2000 en los Estados Unidos, dando ganador al republicano George Bush sobre el demócrata Al Gore.
 
Para comprender lo que está en juego habría que agregar la renuncia del Jefe de Scotland Yard, a cuya fuerza se acusa de cobrar sobornos para dar información a periodistas del grupo Murdoch; la misteriosa muerte de Sean Hoare, antiguo reportero de The Sun y News of the World que destapó el escándalo de las escuchas, y la complicidad con este delito de Andy Coulson, ex Consejero de Comunicación del Primer Ministro Cameron y responsable de la edición de News of the World en tiempos de las escuchas.
 
Todos estos ingredientes sobrarían para que Sherlock Holmes protagonice otra estupenda historia en las neblinosas calles de Londres, si no fuera porque la literatura quedó superada por la realidad.
 
La concentración en la propiedad de los medios de comunicación, los intereses comunes entre las empresas periodísticas y el poder económico, la resignación del poder político ante el mediático, que en algunos casos es complicidad o, hasta sumisión, es un fenómeno que excede a Murdoch y su tiranía trasnacional.
 
En la Argentina vemos a diario cómo las corporaciones mediáticas apelan a cualquier cosa por maximizar sus ganancias. Todo vale: desde mujeres semidesnudas bailando en un caño hasta la publicación de fotos íntimas de una celebridad provenientes de un celular robado. Puede argumentarse que se trata de aquello que el público pide, pero la complejidad del proceso de la comunicación no habilita semejante reduccionismo.
 
Es llamativa la obediencia mayoritaria de la clase política para no interferir en sus negocios y aceptar sin chistar la agenda temática que establece qué debe discutirse cada día.
 
El escándalo que envuelve a Murdoch devuelve como un cachetazo los valores y la lógica de las corporaciones de la comunicación. El rey está desnudo, aunque sus cortesanos, columnistas y editores se empeñen en disimularlo. El rey está desnudo mientras con sus carnes rojizas y flácidas también deambula por la Argentina.(Télam)
 
*Presidente de ULAN y del Consejo Mundial de Agencias de Noticias. Vicepresidente de Tèlam. 

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