Polémica. Vicente Battista, Mariana Moyano, Quito Burgos, Mario Goloboff y Pablo López analizan la injerencia de la autocrítica realizada por Carta Abierta y el manejo oportunista con el que algunos medios reflejaron el tema.
Desde el 13 de mayo de 2008, cuando acuñó la palabra “destituyente” al fragor de la discusión por las retenciones agropecuarias, Carta Abierta constituye un espacio imprescindible como polo de debate para tratar de comprender y, en lo posible, elaborar ciertas pautas intelectuales para modificar lo disfuncional de la realidad nacional y apoyar los esfuerzos por consolidar las políticas transformadoras. Sus encuentros (sábado tras sábado desde aquella fecha inicial), subidos a internet en formato video, jamás tuvieron algún tipo de repercusión en los medios monopólicos. Ni los más vehementes ni los más suaves. Pero bastó que el pasado sábado 16 el término “autocrítica” –perfilado luego de la primera vuelta de las elecciones porteñas– sobrevolara el salón de la Biblioteca Nacional donde se reunieron para que Clarín, La Nación y Perfil vieran allí una inmejorable oportunidad para plantear confusión. “Lo que nadie se anima decirle a Cristina”, “Filmus busca despegarse de las críticas”, “Duro ataque de Carta Abierta al Gobierno”, titularon esos medios en sus tapas.
Las causas que defiende Carta Abierta son un costado del debate desatado luego de las repercusiones. Pero hay otro: el de los efectos; la oportunidad y la picardía necesarias a la hora de subir a la red discursos que se convirtieron en un bumerán cuando el poderoso sistema de medios opositores lo aprovechó.
Con estas consignas, Miradas al Sur pidió a Vicente Battista y Mario Goloboff –miembros de Carta Abierta– y a Mariana Moyano (periodista y docente de la UBA), Quito Aragón (secretario general de la Corriente Nacional Martín Fierro) y Pablo López (director de proyectos de la consultora Ibarómetro) que analizaran la cuestión.
–¿Cuáles son las particularidades de la autocrítica de Carta Abierta?
Vicente Battista: –Cualquier autocrítica está lejos de ser masoquista. Nadie la hace para castigarse, sino para verificar cuáles fueron los errores cometidos para no volver a cometerlos. Carta Abierta es un organismo colectivo, y cada uno de sus participantes propuso un discurso autocrítico con el propósito de, colectivamente, corregir errores.
Mario Goloboff: –En términos generales, la autocrítica es siempre necesaria y enriquecedora. En términos un tanto más particulares o, como se sugiere, directamente políticos, no en todos los momentos: no entre dos competencias electorales o en medio de una batalla electoral.
Quito Burgos: –Hay un método de construcción en la política que es el método de crítica, autocrítica y síntesis, que permite evaluar lo hecho y plantearse nuevos objetivos o continuar con los ya planteados. En cuanto a la de Carta Abierta habría que comprender que no es sólo una disputa electoral lo que está en juego. También hay una disputa en el orden de qué se quiere, qué pensamos, hacia dónde vamos, cuál es la forma en que lo hacemos y por qué. En ese marco me parece perfecto el método de crítica y autocrítica.
Pablo López: –Yo no creo que haya un tiempo específico para una autocrítica que mejore o redireccione cualquier acción desempeñada.
Mariana Moyano: –Carta Abierta siempre trató de ir a la médula del problema. Fue así cuando el conflicto de la 125, cuando trató de explicar que no era una decisión de caja de un gobierno. En este caso, cuestiona algunas políticas de la campaña del FpV en la ciudad. Y la intención es la misma: ir de frente y hasta el fondo del problema.
–Si bien Carta Abierta subió todas sus reuniones a la red, ¿era inevitable hacer circular el material de la autocrítica por internet?
M.G.: –Si por un principio de transparencia democrática siempre se hizo así, no veo por qué en este caso debía cometerse una excepción.
P.L.: –Carta Abierta es un fenómeno intelectual que atraviesa a toda la Argentina. La única posibilidad de direccionar las discusiones es socializándolas, y la red da esa posibilidad. Y como su nombre lo indica es “abierta”, con lo cual no presupone necesidad de cerrar el debate sólo para los participantes asiduos.
M.M.: –Claro que con el diario del lunes en la mano, diríamos que no, que era mejor evitarlo. Pero también es cierto que para que la prensa hegemónica no te pegue tenés que dejar de hacer lo que hagas. Me pregunto si lo que ocurre tiene la gravedad del hecho o, en realidad, lo que pasa está sobredimensionado por la intencionalidad política de los medios que lo difunden.
–¿Qué piensan que se criticó: la campaña de Filmus o las carencias de un corpus político?
V.B.: –A la campaña y a ciertas carencias en el cuerpo político que la articuló.
Q.B.: –El peronismo es un movimiento de difusos límites, y de un sinnúmero de formas organizativas que responden en términos generales a la conducción estratégica y/o hegemónica del movimiento. Esto refleja una lógica de construcción frentista, una composición de distintos componentes con perfiles políticos e ideológicos. Esta cantidad de formas organizativas tiene capacidad para analizar, plantear y disputar cómo y hacia adónde se va. Desde este punto de vista, los compañeros de Carta Abierta están dando esa discusión e intentan hacer ver sus diferencias con alguna de las cosas planteadas para la campaña en la Ciudad de Buenos Aires, pero viendo la discusión más amplia, esto quiere decir del país y de la continuidad de este proceso político.
P.L.: –Me parece que se criticaron ambas cosas, pero desde un lugar cercano, como quien también se hace cargo de las limitaciones.
M.M.: –Es cierto. Yo vengo del campo de la comunicación y siempre me peleé con esta idea de tener una campaña o una política de comunicación y llevarla adelante más allá de lo que se tenga en el terreno político: es un error y así le fue al Frepaso. Los errores de una campaña parten de problemas que tienen que ver con otra cosa. Es interesante lo que dijo María Pía López: con el discurso de la antipolítica, Macri tocó timbre por timbre en toda la ciudad. Ocultó que él hizo política, en el sentido más tradicional del término, no dijo que timbreó como un puntero, sino que dijo “hablé con los vecinos”. Despolitizó todo. Quienes queremos que Macri no siga siendo jefe de Gobierno tenemos que pensar cómo una persona con su discurso de antipolítica y desideologización logra hacer política en el sentido más tradicional.
–Se criticó mucho el recorte que realiza el programa 6, 7, 8 con argumentos como “mirada sesgada de la realidad”. ¿Cómo toma la repercusión que la autocrítica tuvo en medios como Clarín o La Nación?
M.G.: –La crítica al programa me parece pertinente; más que una mirada “sesgada”, ha ido convirtiéndose en alegremente dogmática y sin la menor plasticidad. En cuanto a la repercusión en los medios, era tan previsible como una lluvia de verano en el Trópico.
Q.B.: –La visión de 6, 7, 8 es sesgada como la de cualquier programa de tele o de radio, o nota en medio gráfico y porque quien la hace es quien define ese sesgo. Clarín, La Nación y Perfil toman la realidad desde el lugar de defender lo que ellos creen que es suyo y utilizan todo lo que nosotros digamos en nuestra contra, lo transforman, sesgan la información intentando hacernos creer que es la verdad.
P.L.: –La utilización de algunos medios es maliciosa. Critican al Gobierno por autoritario, y después cuando dentro del amplio espacio de apoyo del Gobierno hay autocrítica, se la aprovecha para decir que el Gobierno es criticado por los propios. Creo que es necesario llamar a un equilibrio editorial de dichos medios.
M.M.: –No conozco medio de comunicación ni periodista en el mundo que no tenga una mirada sesgada. Porque no tener una mirada sesgada sería por ejemplo que un ser humano, un sujeto social, pudiera tener todas las perspectivas en su cabeza y las pueda relatar. Imposible.
–¿En Carta Abierta deberían haber pensado que esos medios hegemónicos iban a tomar las declaraciones para fustigar al Gobierno?
V.B.: –Entiendo que no podemos caminar políticamente atentos a lo que los medios hegemónicos puedan decir de lo que nosotros decimos. Somos conscientes de que en todos los casos dirán lo que a ellos les convenga decir.
M.G.: –¿Y para qué otra cosa habrían de tomarlo? ¿Para luchar contra la desigualdad, contra la exclusión, contra el dominio de los ricos en detrimento de los pobres?
Q.B.: –Claro. Clarín y La Nación van a jugar todas sus cartas y las nuestras para hacernos daño.
M.M.: –Supongo que se debería haber planteado esa posibilidad. Pero Carta Abierta siempre dijo a qué hora y dónde se reunía para que cualquiera pueda ir. Los riesgos de tener un espacio abierto son esos.
–¿Es sensata la discusión entre lo que se debe y lo que no se debe decir cuando se está en un colectivo intelectual?
V.B.: –Toda discusión siempre es sensata, si es sensato el tema a discutirse. En cuanto a lo qué debería decirse y lo que no, dependerá, creo, del tema en discusión.
M.G.: –Yo no creo que sea sensato. El atractivo y el sentido de la existencia de un colectivo intelectual son justamente los de su libertad de pensamiento y expresión. De no ser así, no hay elaboración intelectual.
–Las críticas realizadas ante el documento de Carta Abierta, ¿no reflota de manera peligrosa aquello de “la duda es la jactancia de los intelectuales”?
V.B.: –La duda es el motor que nos mueve en tanto seres humanos. Es natural que dudemos de todo, incluso los místicos ortodoxos, signados por la fe tienen sus momentos de duda.
M.G.: –Hay numerosos malentendidos en esa frase. ¿Los periodistas no son intelectuales, a qué clase o capa social pertenecen? ¿Son obreros, campesinos, empleados burocráticos, comerciantes, industriales? ¿No trabajan fundamentalmente con la cabeza y el lenguaje? Y, aparte, ¿a quiénes se refieren los intelectuales periodistas o los intelectuales políticos cuando hablan así de “los intelectuales”? Hay toda una larga y lamentable historia de prejuicios antiintelectuales que viene desde el affaire Dreyfus y que atraviesa el siglo XX con todos los regímenes que subordinan el pensamiento a la acción, y dan por el suelo con aquél cuando no justifica sus acciones. Desde el campo que se dice progresista, hay que tener, en cambio, un poco más de cuidado: Antonio Gramsci los llamaba “el tejido conjuntivo de la nación”.
Q.B.: –Sí, habría que preguntarse qué es ser progresista, quién es un periodista y qué implica serlo. En la década del ’90, Carrió era progresista. ¿Hoy qué sería? En otra época Ernesto Tenembaun era un periodista progresista. ¿Y hoy? Cuando se “habían acabado las ideologías”, el progresismo era todo aquello que tuviera una crítica por más ínfima que fuera. Hoy deberíamos empezar a definir algunas cuestiones ideológicas que sí existen, y después cuestiones materiales como en qué empresa trabaja ese “periodista”. Si pudiéramos definirlos en los dos aspectos, descubriríamos que puede ser parte de alguna posición político-ideológica que no es abstracta y que defiende intereses determinados y que es tendencioso, con lo que también descubriríamos que no verifica datos, que se los dan masticados o que el libro de estilo del medio en que trabaja lo condiciona y no lo cuestiona.
P.L.: –Creo que Carta Abierta siempre intentó participar políticamente, aunque no partidariamente. De modo que no sólo dudan, sino que actúan.
–¿Podrían realizar una autocrítica de lo ocurrido con la autocrítica y su repercusión en los medios?
V.B.: –No se me ocurre, porque entiendo que fue correcto dar a conocer ese documento. No debe preocuparnos lo que digan los medios hegemónicos. Si tuviéramos que buscar un saldo, no dudo que fue positivo. Los medios hegemónicos se encontraron hablando de Carta Abierta y para aquellos lectores ajenos a Carta Abierta quedó muy claro que nuestro espacio no vacila en criticar lo que ve criticable, venga de donde venga.
M.G.: –Podría decir, con Walt Whitman, “Canto la canción del crecimiento y del orgullo. (Ya nos hemos arrastrado y escondido bastante)”.
Q.B.: –Los compañeros de Carta Abierta podrían realizarla viendo si lograron sus objetivos en la discusión y en el hecho de publicarla. No podría realizar una autocrítica de cómo los medios trataron al tema ya que no defiendo los mismos intereses. El método de crítica, autocrítica y síntesis lo realizan grupos, organizaciones con objetivos comunes para lograr esa síntesis que les permite llegar a sus objetivos. Nosotros buscamos los de la liberación de nuestro pueblo y nuestra patria. Otros buscan otras cosas.
P.L.: –Creo que corresponde la discusión en Carta Abierta, creo que lo que busca el espacio son disparadores para acompañar pero también para proponer cuestiones superadoras. La respuesta de los medios creo que fue agrandar una discusión para mostrar fisuras entre el oficialismo y aquellos que lo acompañan.
M.M.: –Insisto: me parece que nos coparon la agenda por una semana porque uno estuvo discutiendo en los términos del otro y no en los propios. En los términos propios hubiera sido decir “miren, ustedes dicen que no se discute, miren cómo sí discutimos”. Hablar del mismo tema pero desde otra mirada. Con la forma en que se trató el tema, hubo una cosa como de desangrarse. Y si alguien quiere hacer un cuestionamiento en el futuro lo va a pensar seis veces y eso no estaría bueno. Me acuerdo cuando el FpV perdió las elecciones en 2009 y Cristina lanzó la iniciativa de ir a discutir la ley de medios audiovisuales. Muchos propios dijeron que no era el momento. Y lo era. A veces el momento no es y uno lo construye. Néstor y Cristina nos dieron y nos siguen dando una lección con eso de que el momento es cuando uno lo decide. Yo diría que tenemos que tratar de prever o intentar pensar una jugada por adelantado para poder frenar a quienes están jugando en contra y utilizan todo a su favor.
Fuente: Miradas al Sur
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