“Las Madres de Plaza de Mayo jamás cobraron una indemnización, llevan una vida muy austera, prácticamente no veranean, viven para la política y para preservar la memoria de sus hijos; a mí me gusta pasear, veranear y disfrutar.” De ese modo, y con un tono relajado, el ex apoderado de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Sergio Schoklender, se presentó anoche en televisión mostrando su costado de emprendedor interesado en el desarrollo de tecnología. “Soy un ingeniero e inventor frustrado”, dijo durante la entrevista en el canal C5N. “El dinero de las Madres no alcanza para pagar lo que hay que pagar, puedo justificar mis ingresos mucho más que algunos funcionarios públicos”, aseguró, cuando se le preguntó si se había enriquecido durante los últimos años. El jefe de Gabinete Aníbal Fernández separó de toda sospecha a Bonafini, dijo que “si hay algo para investigar, hay que dejar que la Justicia lo haga”, y reiteró que “no es el Gobierno el que tenga que preocuparse por este tema”.
Por la mañana, en una entrevista con el periodista Daniel Tognetti, el abogado consideró que el intento de descalificar el trabajo de las Madres y de este proyecto (en referencia a la Fundación Sueños Compartidos), para pegarle por elevación al gobierno nacional o extorsionarlo, “es una canallada”. Durante el reportaje aseguró que puso a disposición su renuncia cuando se produjo la toma del Club Albariños. Destacó, a su vez, que durante dieciséis años le había puesto el cuerpo y todo su tiempo a la lucha de las Madres, y que no podía continuar con su tarea en la fundación. Consultado sobre la cantidad de viviendas que Sueños Compartidos había construido, el ex apoderado señaló que se trataría de cinco mil viviendas, con la ayuda de seis mil trabajadores de la construcción, en unos 40 obradores ubicados en todo el país.
Asimismo, se definió como un apasionado por la investigación y las nuevas tecnologías, y que sus ingresos provenían de la aplicación y desarrollo de patentes y royalties, del asesoramiento jurídico y en ingeniería, pero subrayó que “para la fundación mi trabajo es gratuito”. Sin hablar de su alejamiento de Madres –que se concretó el 6 de mayo, pero se difundió el viernes pasado–, Schoklender señaló que la tarea de formar un equipo que lo reemplazara había comenzado hace dos años, y que desde ese tiempo ya no firmaba ningún tipo de documentos. “Jamás eludo mis responsabilidades en nada en la vida. Al principio firmaba desde las cartas documento hasta los cheques. Pero esto fue tomando una envergadura que necesitó del trabajo de otras personas.”
“Necesitaba tiempo para mí, para mi familia y para mis cosas”, dijo. Sobre el financiamiento de las viviendas que construye Sueños Compartidos, recordó que cada jurisdicción va pagándole a la fundación “por estricto avance de obra. En muchas obras la fundación estaba trabajando con precios de hace tres años”, agregó. Según el abogado, a la fundación se le paga lo mismo que el gobierno nacional asigna por medio del Plan Federal de Vivienda, “con la diferencia de que las viviendas que nosotros construimos son de mejor calidad”. ¿Por qué decidió hablar primero con Clarín?, preguntó el periodista. “Porque fue el primero que me llamó. Mi hijo me preguntó: ‘¿Por qué vas a ese diario que escribe todo mal?’.”
También contó los detalles sobre el acuerdo para ser entrevistado por ese medio. “Exigí que la entrevista se filmara completa. El compromiso de ellos fue que no iban a editorializarla ni a cortarla. Por supuesto, hicieron un cambalache, como de costumbre.” Schoklender aseguró que no “existe nada turbio ni oscuro”, y que quien dude de la honestidad de las Madres “es un canalla”. Respecto de la vivienda a su nombre ubicada en José C. Paz (de 12.000 metros cuadrados y 19 habitaciones), volvió a afirmar que la había comprado con su propio dinero.
“Jamás viví ahí. Esa casa no está en condiciones de ser habitada. Compramos varias hectáreas donde estaban asentadas 80 familias que las iban a desalojar”, afirmó. Como condición, los dueños del terreno habían pedido que también compraran la quinta que estaba frente al predio. Se iba a pagar el valor fiscal de esa casa. “Cuando fui a verla descubrí que ése era el lugar de jodas y de fiesta durante el menemismo –recordó–. Me pareció significativo darle un fin social a un emblema de la corrupción y ponerlo al servicio de la gente”, destacó.
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