jueves, 1 de marzo de 2012

MILITANTE DE LA UES: “Siempre pensé que llegaría al juicio”




El único juzgado por el secuestro de Froilán 
Aguirre es el comisario Martínez Dorr.
Tenía apenas 17 años y militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) cuando fue secuestrado. Logró identificar a su captor, Roberto José Martínez Dorr, un comisario retirado que goza de prisión domiciliaria por “razones de salud”. 



Por Alejandra Dandan


Froilán Aguirre está convencido de que el juicio no es sólo una reparación para un “damnificado”, sino una extensión de su rol de militante político: “Desde siempre pensé que alguna vez iba a llegar a esta instancia de justicia, memoria y verdad”, dice. “Uno lo vive como un granito de arena más en este proceso de búsqueda que mejora la institucionalidad de este país y de todo lo que hemos buscado durante tantos años.”

Hoy empezará el juicio por su secuestro, en septiembre de 1976, cuando militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios y tenía 17 años. El Tribunal Oral de Santa Fe integrado por María Ivón Vella, José María Escobar Cello y Roberto López Arango llevará adelante el debate en el que el único acusado es el ex comisario Roberto José Martínez Dorr, conocido como Morrongo, de 64 años, que era parte del Comando Radioeléctrico de la Unidad Regional 1 de la policía de la provincia de Santa Fe y a quien Froilán logró ver, y con los años reconocer, entre la patota que lo golpeó en la comisaría 1ª. A esta altura, Martínez Dorr está con prisión domiciliaria por razones de salud, gracias a un beneficio que le dio la Cámara de Casación. En su legajo de servicio figura una felicitación por participar de un operativo que terminó con dos militantes fusilados. Y en los años ’90 ganó varios ascensos. El comienzo del juicio se pospuso varias veces porque el ex comisario presentó varios recursos que incluyeron hasta el pedido de una probation. El pedido fue rechazado y apelado una y otra vez hasta que en diciembre la Corte Suprema lo rechazó definitivamente. Entre sus estrategias de defensa, suele decir que él no es la persona que Froilán dice que es, pese a sus antecedentes, el legajo de servicios o los dichos de varios testigos que lo mencionan en la comisaría 1ª.

Justamente por esas dilaciones, la causa que originalmente incluía a otras víctimas y a otros acusados se fraccionó y Froilán llega al juicio solo: a enfrentarse, y acusar, solo, a uno de sus victimarios. “No es miedo lo que tengo, no”, intenta explicar. “Pero en algún momento tuve cierta inseguridad de que fuera consistente la acusación, pero después aparecieron otras víctimas que también lo identificaron y aparece en varios momentos, eso me da tranquilidad.”

A Froilán lo secuestraron el 8 de septiembre de 1976 en el Hospital Iturraspe de Santa Fe mientras esperaba a Juan Alberto “Beto” Osuna, uno de sus compañeros. Una patota se los llevó a los dos a una casa de campo en San José del Rincón. Los torturaron durante horas. A la madrugada, a Froilán se lo llevaron a la comisaría 1ª; pasó 29 días en una celda de un metro cuadrado y lo golpearon “tremendamente”, dice, entre varias personas, de las cuales reconoció a Martínez Dorr. Del Beto Osuna, su compañero, supo poco y nada con el paso de los años y es otra de las cosas que espera saber todavía. Sabe que Osuna apareció acribillado en el interior de una casa, en Paraná, en un episodio revestido con la supuesta cobertura de los enfrentamientos, que se llamó La Masacre de la Tapera.

“Después no supe más nada de él”, dice Froilán. “Siempre me quedé con la espina de saber qué pasó, de que se haga justicia con él, tenía esperanza de saber cómo realmente fueron las cosas, y de otros compañeros, porque alrededor de mi militancia hay decenas de compañeros muertos, y uno los lleva en la memoria.”

Hasta la intervención, la escuela era una usina de trabajo político y compromiso militante. El día que intervinieron las facultades, los estudiantes del secundario se fueron hasta el edificio de al lado donde funcionaba Ingeniería. Entraron en medio de una asamblea, pero las patotas del nuevo rector los corrieron a los tiros. En su escuela asumió un nuevo rector, llamado Raúl Calvo. Pese a que era septiembre, cerró la escuela apenas llegó por el grado de movilización y activismo. Dio por aprobadas todas la materias y la abrió recién en marzo de 1975.

“Cuando se inicia el ciclo lectivo de 1975 con todo el mundo eximido, en la escuela había entre 60 y 70 preceptores nuevos, todos gendarmes retirados, policías retirados y pibes jóvenes manejados por ellos”, dice Froilán. “En la puerta de entrada pusieron una mesa con un personal de policía femenina y otro masculino que nos pedían documentos y te los devolvían al salir de la escuela.”

Froilán terminó ese año, pero en 1976 dejó la escuela. “La cosa venía muy densa y la cosas no daban para que yo fuera otro año. Una vez volví a ver a un compañero, habrá sido a principios de abril, ya había sido el golpe y cuando quiero salir, unos minutos después, la policía que está en la puerta me detiene porque alguien me había identificado. Me llevan a dirección y me vienen a buscar en patrullero. Esa vez se enteraron mis familiares y me fueron a buscar, pero al poco tiempo, en junio, hubo una gran represión en la que cae todo el mundo de la UES y a mí me allanan la casa.”

Durante unos ocho meses estuvo escondiéndose, pero en septiembre lo secuestraron en el hospital: “En ese momento, durante unos diez días, fueron bastantes los que cayeron de los nuestros, uno tras otro, reventaron las casas”.

Antes de todo eso, la UES había alcanzado un desarrollo político importante en esa escuela. En septiembre de 1974, habían ganado el centro de estudiantes en una alianza con la Fede pero nunca lograron asumir. Hasta entonces, en la escuela, cada agrupación tenía lo que le decían “la casilla”, un espacio físico para el trabajo. “Nosotros teníamos una biblioteca en el hall, le habíamos puesto José Gervasio Artigas, y además de literatura hacíamos producción de apuntes y material de estudio.”

Froilán empieza hoy su juicio por él mismo como víctima de la dictadura, y un juicio que a la vez es colectivo. La querella la llevará adelante el mismo abogado de siempre, Horacio Coutaz, que como ahora es secretario de Derechos Humanos de Santa Fe se tomará unos días de licencia para asistirlo.

Fuente: Pagina12


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