Por Victoria Ginzberg
Desde París
“Abuelas de la Plaza, el mundo las abraza.” La frase resonó en el
gran salón de la Unesco en el momento en que la directora del organismo
internacional, Irina Bokova, y el ex presidente de Portugal Mario Soares
concretaban la entrega formal a Estela de Carlo-tto del premio Félix
Houphouët-Boigny de Fomento de la Paz. “No somos heroínas ni diferentes,
sólo somos mujeres, madres, abuelas”, resumió después la presidenta de
Abuelas de Plaza de Mayo. Y le contestó una ovación.
Desde temprano, los alrededores de la Place de Fontenoy, donde queda
la sede de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura (Unesco), se fue llenando de gente que hacía fila
bajo un estricto operativo de seguridad. La parte superior de la torre
Eiffel se podía ver con solo levantar la cabeza. Túnicas brillantes,
pañuelos, vestidos y sombreros de colores fuertes poblaban el lugar, ya
que la distinción otorgada a las Abuelas fue establecida por los países
africanos (lleva el nombre del primer presidente de Costa de Marfil
independiente) y sus delegaciones eran mayoría.
Adentro, los argentinos se ubicaron en las primeras filas del
auditorio. Allí estaban las abuelas Rosa Roisinblit, Elsa Oesterheld y
Buscarita Roa, los nietos que recuperaron su identidad y los
funcionarios que habían acompañado a la Presidenta en su viaje a París.
En el escenario, delante de una pared con el logo de la Unesco y las
banderas de todos los países miembro, se sentaron Estela de Carlo-tto,
Cristina Kirchner, Bokova, Soares (fue el presidente del jurado), el
ministro de Justicia y Libertades francés, Michel Mercier, y una decena
de representantes de naciones africanas. En un costado se ubicó el coro
de la Unesco, que dio inicio a la ceremonia con el “Laudate Dominum” de
Mozart.
El acto continuó con los discursos de casi todos los que estaban en
el escenario, empezando por los presidentes de los países que habían
impulsado la creación del premio y que dedicaban varios minutos a
agradecerse una y otra vez entre ellos. Pero el lugar distaba de ser
solemne. Cada vez que uno de los jefes de Estado se acercaba al
micrófono, una barra lo vivaba con melodías de cancha, chiflidos y agite
de banderines. “Son los groupies”, describió una persona del lugar.
Cuando le tocó el turno a Cristina Kirchner, los argentinos no
fueron menos y alentaron y aplaudieron de pie. “Hoy estoy aquí en mi
doble condición. No solamente como presidenta de la República Argentina,
sino como una ciudadana más”, comenzó CFK. “Quiero hacer un homenaje
–dijo– en la figura de Estela a todos aquellos que durante muchísimos
años reclamaron justicia. Estas mujeres jamás preconizaron o hicieron
uso de la violencia. Al contrario, aun cuando casi todos habían perdido
las esperanzas, siguieron reclamando ante los tribunales, ante los
jueces del país, ante el Parlamento argentino, ante los distintos
Poderes Ejecutivos, justicia, memoria y verdad. Recuerdo haber dicho en
mi intervención en la Cámara de Senadores (en el debate por la anulación
de las leyes de punto final y obediencia debida) que no sé si a mí me
hubieran arrebatado un hijo y no lo hubiera podido ni siquiera llorar o
llevar una flor a su tumba, si hubiera tenido la entereza y la fortaleza
para reclamar justicia, memoria, verdad en el tono y en la forma en que
estas mujeres lo hicieron. Creo que esto es lo distintivo de ellas. No
es solamente haber logrado recuperar identidad, sino haber podido
persistir sin caer en esas falencias de la condición humana, que son
muchas veces los instintos de venganza o de querer hacer justicia por la
propia mano. Nada más alejado de estas mujeres que parecían muy
débiles, que algunos calificaron de locas y creo que eran las más
cuerdas y las más racionales en aquellos momentos en la Argentina.”
También describió al país como “un modelo de lo que debe ser un
estado de derecho respetuoso de la vigencia de los derechos humanos en
forma irrestricta” y recordó al ex presidente Néstor Kirchner. “Quiero
decirles–-agregó– que la Argentina necesita de la memoria, necesita de
la verdad, necesita de la justicia para dar vuelta esa página dolorosa
que vivimos. Queremos dar vuelta esa página dolorosa, queremos recuperar
a los nietos que nos faltan todavía y queremos, además, que,
finalmente, se termine dando justicia a todos aquellos que la han
reclamado.”
Antes, la directora de la Unesco dijo que como madre y como abuela
saludaba la lucha de las Abuelas y su valentía: “A través de sus
gestiones, ustedes han abierto el camino para una nueva Argentina”. La
última en hablar fue Carlotto, que agradeció a la Unesco en nombre de
todas las Abuelas y también elogió a Néstor y Cristina Kirchner.
Dijo que las mujeres que integran la organización que preside están
lejos de ser el prototipo de la abuela de cabello blanco y anteojos
caídos sobre la nariz que se abraza a su nieto en un sillón mientras le
cuenta historias: “No estamos sentadas, el sillón está tan vacío como
los brazos. En constante peregrinaje por el mundo en busca de nuestros
hijos y nietos nació una lucha colectiva de Madres, Abuelas y Familiares
que reclamaban por sus seres queridos”. Carlotto señaló que su tarea
está guiada por amor y sentimientos pacíficos, pero que eran implacables
en la convicción de buscar la verdad y la justicia y que, por su tarea,
que tiene repercusiones en diferentes ámbitos, las llaman “abridoras de
caminos”. “Tenemos el compromiso de no renunciar a la lucha. Y la
advertencia de que este despojo no podrá repetirse en ningún lugar del
mundo porque habrá mujeres que, como nosotras, se levanten para defender
el cachorro. Se sabrá que hay lucha en paz para que nunca más sea
posible tal despojo. No somos heroínas ni somos diferentes, sólo somos
mujeres, madres, abuelas”, cerró su discurso y fue aplaudida por todo el
auditorio, del que formaban parte, entre otros, la ex primera dama
francesa Danielle Mitterrand, el ex primer ministro Lionel Jospin y el
actual alcalde de París, Bertrand Delanoe.
Como cierre de la ceremonia del premio que ya recibieron Lula,
Nelson Mandela, Yasser Arafat, Yitzhak Rabin y Shimon Peres, entre
otros, el pianista y embajador Miguel Angel Estrella tocó con su
cuarteto cuatro ritmos del Unasur, entre ellos “Alfonsina y el mar”. CFK
y Carlotto escuchaban desde el escenario. La presidenta de Abuelas
miraba al público. La sala estaba oscura, pero sabía que allí cerca
estaban ocho de los 105 chicos que habían recuperado su identidad. Uno
de ellos, Horacio Pietragalla, la miraba y lloraba.
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