Soria con el genocida nazi Priebke. |
En las últimas elecciones provinciales previas a la presidencial,
justicialistas y radicales disputan la gobernación de Río Negro con los
colores nacionales de la presidente CFK. Uno de los candidatos, Carlos
Soria, simboliza lo peor de la década menem-duhaldista, reciclado de
ocasión. Su candidatura plantea cuáles son los límites de lo tolerable
para el kirchnerismo, mientras la UCR retrograda hacia el carácter de un
partido municipal.
Por Horacio Verbitsky
Hoy se realizará en Río Negro la última elección provincial previa a
las presidenciales. Las restantes serán el mismo 23 de octubre, en
Buenos Aires, Entre Ríos, Formosa, Jujuy, La Pampa, Mendoza, San Juan,
San Luis y Santa Cruz. Con la solitaria excepción de Catamarca, en todas
las anteriores se impusieron los respectivos oficialismos. Río Negro es
la única provincia que el radicalismo gobierna sin pausa desde 1983 y
una de las últimas cuatro administradas por ese partido, que se
reducirán a tres en diciembre por la derrota en Catamarca, o a dos según
los resultados de hoy en el Comahue. En cualquier caso, parece en vías
de reconversión a poco más que un partido municipal, con sus victorias
en las capitales de Córdoba y Mendoza, mientras retrocede en la Nación y
las provincias. La mitad de las que gobierna, Río Negro y Santiago del
Estero, adhirieron al kirchnerismo desde la UCR en 2007 y no
defeccionaron junto con Julio Cobos. De las que retiene, sólo Corrientes
tiene un gobierno radical puro, el de Ricardo Colombi.
La dentadura del Gringo
Un padrón de 440.134 personas votarán en 1312 mesas mixtas
instaladas en 232 colegios de Río Negro, para escoger gobernador y vice,
46 diputados provinciales titulares y sus respectivos suplentes e
intendentes en 20 municipios. Tanto el candidato radical César Barbeito
(con el sello Concertación para el Desarrollo), como el justicialista
Carlos Soria (Frente para la Victoria), apoyan a la presidente CFK, que
en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias del mes pasado,
obtuvo allí el 60 por ciento de los votos, seguida por Ricardo Alfonsín
con el 13,4. Los dos candidatos han hecho campaña con fotografías de
Cristina, que nunca se pronunció sobre las elecciones provinciales,
aunque a fines del año pasado y a principios de éste recibió a Soria, a
quien acompañaba su resignado rival interno, Miguel Pichetto. Otro
kirchnerista de Río Negro, Osvaldo Nemirovsci, recibió un cordial pedido
de permanecer en la coordinación general del Sistema de Televisión
Digital Argentina. La cuñada de Cristina, Alicia Kirchner, sus vices
nacional y bonaerense, Amado Boudou y Gabriel Mariotto, realizaron actos
en Río Negro en favor de Soria, a quien le encontraron una dentadura
más perfecta que la de Felipe Solá. Desde un punto de vista
cuantitativo, el gobierno nacional no pone nada en juego, en una
provincia cuya incidencia en el padrón nacional no pasa del 1,3 por
ciento del total y en la que ambas fórmulas apoyan a Cristina. Pero en
cambio la proximidad con Soria marca un serio déficit cualitativo. El
candidato, y actual intendente de General Roca, es uno de los personajes
más oscuros de la larga década menemista-duhaldista y pesan sobre él
cargos éticos y políticos ilevantables. También tiene pendiente una
gravísima causa en los tribunales, que no ha avanzado por el manifiesto
desinterés judicial. Es cierto que el primer deber de un liderazgo
político cuando hay elecciones es ganarlas. Pero no a cualquier precio.
Además, si el resultado fuera distinto, cosa que puede ocurrir cuando se
trata del voto popular, podría darse una temible combinación
gardeliana: la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser.
Un chanta
Hijo de un dirigente peronista bonaerense que se radicó en General
Roca luego de su detención por la dictadura de 1955, Soria hizo en esa
ciudad su carrera política. Con el triunfo de la fórmula Menem-Duhalde
se convirtió en uno de los hombres de mayor confianza de José Luis
Manzano en el Congreso y lo asesoró sobre inversiones en tierras en el
Comahue. Por esta vía llegó a integrar y/o presidir las importantes
comisiones de Asuntos Constitucionales, Justicia y Juicio Político, las
que investigaron la mafia en aeropuertos y correos, el lavado de dinero y
los contratos con IBM y la Bicameral que hizo el seguimiento a la
investigación de los atentados a la embajada de Israel y a la sede de la
DAIA y la AMIA. Esta última le valió una imputación por encubrimiento.
Con la voz rasposa de la noche porteña, se ganó la confianza de Menem,
para quien cantó tangos en el Polideportivo de Olivos. Como es de
palabra fácil, lo cual no quiere decir que tenga facilidad de palabra,
también le encargaron misiones más delicadas. En 1996, cuando el juez
español Baltasar Garzón decidió indagar por crímenes de lesa humanidad a
un centenar de militares y marinos argentinos, Menem dijo que era una
vedette empeñada en acosar a las Fuerzas Armadas con el apoyo de
“argentinos de ultraizquierda”, y Soria integró una delegación
parlamentaria que partió a Madrid para provocar al magistrado. La
excursión terminó en un incidente diplomático. Soria y sus acompañantes
le exigieron que sólo investigara el asesinato de la señora Noemí
Gianotti de Molfino, una argentina secuestrada en Perú en 1980,
trasladada en forma clandestina a Madrid y asesinada allí. De ese modo
cuestionaron la jurisdicción universal invocada por el juez. Garzón los
citó a declarar como testigos y huyeron de España con el rabo entre las
patas. La delegación incluyó a Gustavo Molfino, hijo de la víctima, que
trabajaba en la Cámara de Diputados. Pero una vez en Madrid, Molfino se
distanció de la estrategia de sus empleadores y por el contrario avaló
la actuación del juez español. Soria había descalificado a Garzón como
“un chanta al que vamos a reclamarle que respete el derecho a la
territorialidad argentina”. Pero cuando en el territorio nacional los
jueces argentinos salieron del letargo, también se opuso. En 1998,
Roberto Marquevich ordenó la detención del ex dictador Jorge Videla por
apropiación de hijos de personas detenidas-desaparecidas. Soria lo
cuestionó con una referencia al ex fiscal Luis Moreno Ocampo, quien
alegó que la Cámara Federal que condenó a las Juntas Militares no
encontró pruebas sobre la sustracción de menores. Cierto, pero debido a
la deficiente investigación del propio Moreno Ocampo, subsanada en años
posteriores. También en 1998, Soria firmó un proyecto de ley por el cual
la inmunidad de un legislador en juicios penales y civiles lo
protegería no sólo durante su mandato sino aún después de concluido,
como un fuero personal. En 1999, Soria reclamó una consulta vinculante
sobre un conjunto de leyes de endurecimiento de penas y ablandamiento de
garantías procesales para combatir “los hechos delictivos que tienen en
vilo a todo el pueblo”. El paquete debía votarse, a libro cerrado, por
sí o por no.
Tachuelas en el camino
Como no consiguió la candidatura del justicialismo rionegrino para
renovar su banca, Duhalde le dio asilo en las listas bonaerenses. Pronto
le pidió que se tomara licencia para asumir como ministro de Justicia y
Seguridad de la provincia de Buenos Aires. Su primera medida fue dar
marcha atrás con las bajas en la policía bonaerense que había dispuesto
su predecesor, Carlos Arslanian. “Me pregunto si esos efectivos tenían
de verdad malos antecedentes, porque me juego la cabeza que los
verdaderos delincuentes quedaron adentro de la policía y que echamos a
los que ponen el pecho diariamente”, se justificó.
Al asumir la presidencia interina, Duhalde lo designó Secretario de
Inteligencia y le encomendó que negociara con la Corte Suprema de
Justicia para impedir que declarara inconstitucional el corralito. No es
un buen negociador: luego de firmar el fallo temido uno de los supremos
lo caracterizó como “un muchacho conflictivo y prepotente”. Aplicó la
misma técnica, en enero de 2002, para amenazar con el juicio político a
un grupo de jueces y camaristas federales de la Capital si no aceptaban
su exigencia de encarcelar al ex ministro de Economía Domingo Cavallo y a
los banqueros Eduardo Escasany, José y Carlos Rohm, a quienes Duhalde
quería arrojar como lastre para que su gobierno no se hundiera. La
ofrenda de esa banda de los cuatro a la vindicta pública fue concebida
para apaciguar las protestas callejeras que atronaban bajo la consigna
“que se vayan todos”. La historia fue publicada en esta página y dio
lugar a una causa judicial. Curiosidad suprema, la instruyó uno de los
jueces que asistieron a la reunión, quien tomó declaración a sus
colegas. Todos confirmaron que la reunión mencionada se realizó en el
domicilio de una camarista pero sólo Jorge Urso ratificó lo sucedido. El
resto acudió a una versión que describe bien el clima de época. Dijeron
que Soria llegó sin que lo esperaran y que sólo hablaron de la
participación del fuero en el control del orden, amenazado por los
piqueteros. Urso agregó que Soria sostuvo que en los piquetes había
infiltrados de las FARC. Usó para ello los informes del Estado Mayor
Conjunto de las Fuerzas Armadas. La sala II de la Cámara Federal
consideró lo sucedido “un verdadero agravio a la independencia que
debería regir la conducta de los jueces en su relación con otros poderes
del Estado”, pero ante la omisión de los testigos no pudo dar los
hechos por probados. Aquella versión castrense fue retomada por Soria
meses después en un informe que sirvió de justificación para prohibir
las movilizaciones piqueteras y disponer un gigantesco operativo de
control que culminó, en junio de 2002, con el asesinato en la estación
Avellaneda de los jóvenes Darío Santillán y Maximiliano Kosteki.
Brutos e inútiles
La acusación de un presunto complot para derrocar a las autoridades
se basó en la grabación de los discursos y ponencias en la Segunda
Asamblea Nacional de Piqueteros. Proponían la toma del poder mediante un
nuevo 19 y 20 de diciembre, porque “o los echamos o nos destruyen”.
Nada que no estuviera al alcance de cualquier interesado en la prensa
partidaria y en los comunicados de las propias organizaciones. Hace más
de un siglo Juan Bautista Alberdi escribió en Facundo y su biógrafo que
“no es terrorista todo el que quiere serlo. Sólo aterra en realidad el
que tiene el poder efectivo de infligir el mal impunemente”. Un
comisario y un suboficial de la policía bonaerense fueron condenados a
prisión perpetua por esos crímenes. Alberto Santillán exigió que también
fueran procesados los responsables intelectuales del asesinato de su
hijo, entre ellos Duhalde y Soria. Pocos días después de la emboscada de
Avellaneda, la entonces senadora CFK reveló que Soria había ordenado un
seguimiento e investigación sobre todas las actividades suyas y de
Néstor Kirchner, e identificó inclusive a los tres agentes encargados de
la tarea. Luego de los asesinatos y de la denuncia de Cristina, Soria
renunció a la SI y Duhalde adelantó para abril los comicios de octubre
de 2003. Desde entonces Duhalde y Soria mantienen una relación
indestructible. Inclusive el año pasado y ya en campaña por la
gobernación. Soria dijo que coincidía con muchas políticas del gobierno,
pero que su corazón estaba con Duhalde. Esto no fue obstáculo para que
homenajeara a Kirchner en los actos en apoyo de su candidatura
intragable, en presencia de Alicia, Boudou, Mariotto y Pichetto. Con
pudor por el pasado, la hermana del ex presidente dijo que Soria tenía
un compromiso con el futuro, y que “para el proyecto nacional y popular
nos necesita a todos y a todas, con la fuerza de Cristina”.
En 2009 Soria dijo que la máxima autoridad judicial de la provincia
era “un tribunal de brutos” y sus miembros tres “inútiles”. En una frase
de campaña, Soria se dirigió a la fórmula rival con jactancia por el
apoyo nacional: “Ellos no van a tener ni la foto, que la tenemos con
Cristina, ni el apoyo que lo tenemos hoy y no tendrán más la provincia
ya que triunfaremos nosotros”, balbuceó. En febrero Cristina lo recibió
unos minutos y permitió que les tomaran la foto, que la Presidencia no
incluye en su página electrónica.
Una buena persona
En mayo de 1994, Menem dijo que “por opiniones que recibo pareciera
que Erich Priebke es una buena persona”. Su corresponsal privilegiado en
la zona era Soria. Este y otros diarios publicaron una foto histórica,
en la que Soria comparte buena mesa y sonrisas con ese criminal de
guerra nazi, acusado por el asesinato de 335 personas en las Fosas
Ardeatinas de Roma. La Cámara de Apelaciones de General Roca negó la
extradición del ex capitán de las SS por considerar que aquellos
homicidios constituían un crimen prescripto. Pero la Corte Suprema
revocó ese fallo y consignó que ningún plazo impide juzgar los delitos
contra la humanidad. Priebke fue enviado a Italia, donde recibió una
condena a prisión perpetua que, a sus 98 años, cumple en arresto
domiciliario. Ese fallo de 1995 abrió el camino para los que diez años
después confirmarían la reapertura de los procesos contra los ejecutores
de la dictadura argentina. Según Soria, la publicación de la foto fue
una operación sucia del radicalismo, pero no explicó en qué consistía.
“No me arrepiento de esa foto, sacada con una intendenta de Bariloche”,
dijo en El Bolsón, donde él y su hijo, el legislador provincial Martín
Soria, agredieron a dos periodistas que inquirían sobre el tema. Agregó
que había estudiado en la escuela de Bariloche que dirigía Priebke, y
que cuando fue diputado nacional le regaló una bandera de ceremonias.
“Te voy a romper el culo, así te lo voy a dejar, te falta poco, a partir
del 10 de diciembre te vas a tener que buscar otro laburo. Deberías
tirarte al lago y tomar toda esa mierda que tiene”, dice el periodista
Fabián Balasz que le contestó Soria ante una pregunta por la foto con
Priebke. Agregó que además lo hizo sacar del lugar. Durante su escala en
Viedma de la misma gira dijo que el gobernador Saiz era “un pelotudo”.
El ex gobernador Pablo Verani replicó que no se trataba de exabruptos,
sino de un estilo de vida. Parece hereditario. El legislador provincial
Martín Soria, hijo del candidato, fue denunciado por el cronista de FM
Líder Darío Chavarría por tomarlo del cuello desde atrás amenazarlo con
que “cuando fueran gobierno me cerrarían la radio”. Las amenazas no se
quedaron en palabras. La candidata a la Legislatura en la lista de
Soria, Ana Piccinini, mandó a espiar a 300 personas, entre ellas
periodistas. Según la subsecretaria de Derechos Humanos provincial,
Gladys Cofré, la Defensoría del Pueblo confirmó que Nosis había sido
contratada por su ex titular Piccinini, quien poseía las claves de
ingreso y realizaba las consultas para investigar a legisladores,
funcionarios, periodistas y sus familiares. La ex defensora admitió en
una entrevista radial haber investigado a varios periodistas que se
refirieron en forma crítica a Soria y reprodujeron la foto con Priebke.
Según su curiosa explicación, lo hizo porque consideró malsana y mal
intencionada “la publicación de la foto porque en realidad Priebke está
con la intendenta de Bariloche y no con el candidato a gobernador Carlos
Soria” (sic). Esto tendría “una intencionalidad manifiesta en desmedro
de la imagen del candidato. No me parece ni delictivo ni una tarea de
espionaje. Yo no fui a seguirlo, porque no va con mi ideología ni con mi
manera de comportarme. Lo que sí me parece importante es saber quiénes
son los actores de los procesos, tener toda la información disponible y
eso es lo que nosotros consideramos que nos dio un éxito muy importante
en nuestra gestión”, concluyó.
Fuente: Pagina12
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