Durante un año y medio, más de 500 testigos contarán cómo fue el
operativo en el que se secuestró a la hija de Chicha Mariani, cómo se
torturó a los chicos de la Noche de los Lápices, qué le hicieron a
Jacobo Timerman, entre otras causas emblemáticas.
Esas
palabras que podían llegar a perforarles los oídos a medida que bajaban
esposados de los móviles del Servicio Penitenciario Federal se
potenciaron, abrumadoras, dentro de la sala, acaso acentuadas por las
escenográficas formas del Teatro platense de la AMIA. Víctimas y sus
victimarios se juntaron cuando todo estaba listo para comenzar un juicio
histórico: el primero oral por los crímenes cometidos durante la
dictadura en los centros clandestinos que integraron el llamado Circuito
Camps. Pese a eso, a que todo estaba listo, algo pasó. Durante veinte
minutos la sala estuvo sin los jueces del Tribunal Oral Criminal Federal
1. Como en un ritual en el que de pronto se alteran todas las rutinas,
las víctimas, solas, frente a las espaldas de los acusados, soltaron lo
único que tenían a mano: sus palabras. ¡Cobardessss!, gritó alguien.
¡Asesino! ¡Hijos de putaaaa!, decía la sala convertida en una única voz.
¡Abusadores! ¡Violadores! ¡Pervertidos!, seguían. Y empezaron a
pronunciar el nombre mántrico de los caídos: Jorge Julio López, Adriana
Calvo. “¡Pónganle esposas al segundo que se hace el rengooo!”, dijeron.
“¡Contestá dónde está López!”, se oyó. Dijeron y cantaron “Como a los
nazis...”. Dijeron presente por los 30 mil desaparecidos. Volvieron a
cantar hasta que entonces sí, dos horas después del comienzo previsto, y
mucho después de que cada uno haya ocupado su lugar, el presidente del
TOCF 1 Carlos Rozanski entró a empezar con el juicio.
En el centro el médico Berges |
El proceso que comenzó en La Plata tiene las dimensiones de una
megacausa. Varios tramos de seis centros clandestinos que integraron el
circuito de la Jefatura de Policía bonaerense a cargo del brutal Ramón
Camps confluyeron en este juicio que reunirá durante un año y medio el
tránsito de más de 500 testigos, por 281 víctimas, entre las que hay
menores de edad y embarazadas, en contra de 26 represores, entre los
cuales están las figuras negras de la represión de la provincia.
El jefe de la Brigada de Inteligencia de la Policía Bonaerense –el
primer lugar al que llegaban las víctimas secuestradas y espacio de
distribución de los prisioneros–, el policía Miguel Etchecolatz todavía
no había llegado a la sala cuando empezó la audiencia. En ese comienzo,
en cambio, se habían sentado los otros acusados, tres de los cuales
subieron al escenario arrastrados en sillas de ruedas. Entre ellos, dos
de los tres militares juzgados: Ibérico Saint Jean, ex gobernador
bonaerense que llegó al juicio defendido por su hijo. Agustín Arias
Duval, el ex jefe del Destacamento de Inteligencia 101 del Ejército y
entre los dos se sentó el médico de policía Jorge Bergés, también
reducido a la silla de ruedas. El resto ocupó otras tres tumultuosas
hileras. En un extremo, se sentó el primer civil con rango de ministro
que llega a ser juzgado por delitos de lesa humanidad: Jaime Lamont
Smart, ex ministro de Gobierno de Saint Jean, pero además abogado que
consiguió poco más tarde la autorización del Tribunal para asumir su
propia defensa. La decisión, complicada, criticada en otras
jurisdicciones porque de ese modo puede preguntar a los testigos y
convertir el interrogatorio en una suerte de careo, le permitió
rápidamente desplazarse, maletín en mano, de la silla de acusado a la
mesa de los abogados. Los otros acusados son mayoritariamente los ex
policías de la Bonaerense que libraron la batalla en nombre de la
represión. Entre ellos, Norberto Cozzani, mano derecha de Etchecolatz, y
Hugo Alberto Gullana, su chofer, acusado de robarse a Clara Anahí, la
nieta de María Isabel “Chicha” Chorobick de Mariani.
Chicha también estaba ahí. Pese a sus ojos casi ciegos, a su bastón,
se sentó a la espera, como en cada comienzo de juicio, de que, a lo
mejor, alguno de ellos, esta vez, diga algo. “Para mí es muy distinto
este juicio de los otros porque se va a juzgar el caso de Clara Anahí”,
dijo Chicha. “No tengo muchas esperanzas porque los veo tan crueles, tan
duros, pero uno siempre espera en un rincón del corazón que uno de
ellos diga la verdad, es cierto que ya se murieron muchos, pero tengo la
esperanza de que alguno hable.”
Franca Jarach - UES. |
El hijo de Saint Jean en calidad de abogado dijo que su padre de 89
años tiene problemas de salud avalados por informes de tres peritos
forenses: “¡Es estéril e ilegal que esté presenciando el debate en esta
sala!”, clamó. La abogada de Arias Duval pidió lo mismo e invocó un
cuadro de cáncer terminal. Se sumó el abogado de Rodolfo Campos, el
tercer militar juzgado, subjefe de policía de Camps.
Rozanski reprendió al Servicio Penitenciario por las demoras. Y el
más demorado fue Etchecolatz, que llegó después de la una de la tarde.
Ante la ausencia, el juicio empezó con la lectura de los dos únicos
tramos que no lo tienen de acusado. Uno, contra Bergés por falsificación
de documentos en la apropiación de Pedro Luis Nadal García, y el otro
contra el policía retirado Santiago Antonini por el secuestro de Chicha
Mariani el 10 de diciembre de 1976, en su casa, durante media hora, pero
cuando la patota que integraba buscaba a su hijo, a días del ataque a
la casa de la calle 30. Ese comienzo azaroso por la ausencia de
Etchecolatz se convirtió sin embargo en una entrada simbólica porque
plantó en medio de la sala el ataque a la imprenta de Montoneros y el
asesinato de los militantes de la calle 30.
Antonini estuvo en la casa de Chicha Mariani después del ataque.
Ella lo reconoció en una audiencia de los Juicios por la Verdad, pero él
participó a su vez del ataque a la casa de la calle 30, como surge de
sus fojas de servicio. La Jefatura lo felicitó después del ataque “por
haber participado” y abatir a quienes mantenían ocultas armas y hacer un
hallazgo que calificaron de “sorprendente”, por la imprenta de
Montoneros. El ataque, se recordó en la sala, buscó “anular el
funcionamiento de una imprenta oculta ingeniosamente en la pared, donde
se imprimía material de Montoneros”. Y “el objetivo principal fue
exterminar a los ocupantes de la casa”. Recordaron el impresionante
despliegue de fuerzas militares y policiales, la presencia anticipada de
morgueros: “Esta es una muestra de la brutalidad que tenía quien
comandó ese ataque, que fue Miguel Etchecolatz”, recordó la elevación.
Hubo despliegue de todo tipo de armamentos, explosivos, lanzacohetes.
“De allí que no hubo un enfrentamiento, sino una verdadera masacre
planificada que cumplió con su objetivo de eliminar a los ocupantes para
hacer tronar el escarmiento a implantar en La Plata y en el país y
llevarse como trofeo a la pequeña hija de dos militantes de Montoneros.”
Ese será un eje al que volverá el debate en los primeros tiempos. De
acuerdo con el cronograma, el debate comenzará con los casos que
rodearon el ataque de la calle 30, el robo de Clara Anahí y el secuestro
de Chicha. Esa escala permitirá ingresar a uno de los microcircuitos
integrado por la Brigada de Investigaciones de La Plata, Comisaría V con
jurisdicción en el lugar y el Pozo de Arana.
Claudia Belingieri es perito de la causa, investigadora a cargo de
los archivos de la ex Dipba, la Dirección de Inteligencia de la
Bonaerense. “Los 29 centros clandestinos que incluyó el Circuito Camps
funcionaron en comisarías, puestos y destacamentos, es decir –dice–,
estaban montados sobre la estructura de la Policía Bonaerense que
conducía Camps y Camps militarizó a la policía para ponerla al servicio
de la represión.”
El debate avanzará así en causas emblemáticas que tuvieron lugar en
ese tramo: el secuestro de los Graiver, el de Jacobo Timerman, Julio
López y Adriana Calvo, quien seguramente encontrará la forma de estar
presente pese a su muerte, porque la fiscalía pidió que se incorpore uno
de sus últimos testimonios filmados. Lo mismo se hará con Julio López.
Emilce Moler era estudiante de Bellas Artes cuando empezó a militar
en la Unión de Estudiantes Secundarios. Parte de los jóvenes
secuestrados en la llamada Noche de los Lápices, otro de los casos que
integrarán la primera parte del juicio. Emilce, que estuvo ayer en la
sala, aclaró que no los secuestraron por la pelea del boleto
estudiantil, que eso sucedió un año antes, que los secuestraron por la
UES. Ella pasó el primer tramo de su secuestro en el Pozo de Arana, de
ahí pasó a la Brigada de Quilmes, luego a la Comisaría de Valentín
Alsina y luego quedó blanqueada en el Penal de Devoto hasta 1978, en que
salió en libertad vigilada. “Yo siento que éste es un juicio bueno y
reparador”, dijo al comienzo, todavía en la entrada. “Un juicio de esta
magnitud es muy emblemático porque se puede centralizar el Circuito
Camps, pero porque también aparece un civil, policías y militares: es
una muestra de lo que pasaba con los distintos actores que intervinieron
desde distintos lugares para que la represión de una dictadura
cívico-militar pudiera darse en los distintos grados.”
Afuera, mientras tanto, estaban los que todavía no iban a entrar.
Las banderas de HIJOS La Plata y de las agrupaciones que montaron una
radio abierta. Las fotos de Jorge Julio López. El paso raudo de
Etchecolatz más tarde bajando en medio de nuevos gritos de cobarde y de
asesino. Las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo. Vera Jarach, Carmen
Lapacó, Enriqueta Maroni, Mirta Baravalle, Elsa Pavón, Adelina de Alaye,
Alba “Nieca” Martino. Las querellantes de la Secretaría de Derechos
Humanos de Nación, Justicia Ya!, Abuelas de Plaza de Mayo y Alejo Ramos
Padilla, que acompañó por última vez a Chicha Mariani porque asumirá de
juez en los próximos días. Entre el público, hubo sobrevivientes de
todos los centros. La audiencia seguirá hoy y se hará lunes y martes en
La Plata.
1 comentarios:
Ver la imagen de los ancianos podría generar alguna conmiseración.El director Costa Gavras recuerdaba que estaba mirando en un diario una foto enternecedora de un anciano pescando con un niño en un bote. Ambos podrían ser un abuelo y su nieto.Hasta que leyó que se trataba de una foto tomada a Menguele.Esa fue la inspiración para la película que aquí se llamó "Mucho más que un crimen".La escena del juicio a estos ancianos y en sillas de ruedas que no nos confunda.Es la imagen de que existe justicia.No nos engañemos por su atuendo cuando se los juzga por sus torturas, perversiones, asesinatos a hombres, mujeres y jóvenes.Son los representantes de ese momento histórico que permitió que psicópatas y sociópatas como estos tuvieran poder y realizaran sus crímenes sin justicia que los detenga.Es cierto que podrían haber sido juzgados antes.La ley de PUNTO FINAL,OBEDIENCIA DEBIDA E INDULTO les dió un respiro que sus víctimas, la sociedad argentina, no tuvieron.Que se haga justicia. Mas temprano que tarde
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