Los colonizadores impusieron a las autoridades tradicionales pilagá, un pueblo originario asentado en el centro-oeste formoseño, y de otros pueblos la palabra “Cacique” (liderazgos tradicionales del pueblo Taíno en el Caribe, donde llegó Colón) para definir al líder. Ello no era así antes de los dolores que los pilagá debieron sufrir. Los abuelos y los antiguos llamaban a sus líderes nase’, es decir vocero o representante.
En los albores del siglo XX el nase’ principal del pueblo pilagá se llamaba QANESOKIE’N, conocido por entonces como Juan Garcete o Vencete, un líder sabio y fornido, gran defensor de su gente y un gran cazador. Precisamente por esto también lo llamaban Aichak cuya traducción es que “tenía puntería”.
Llegó a liderar inclusive a otros pueblos y su fama no tenía límites en el territorio del Gran Chaco.
Los pilagá y otros pueblos chaquenses tenían por entonces un lugar de reunión que denominaban yomaqá o yomqá. Nos dicen Sbardella y Braunstein que allí se juntaban en la época de maduración de la algarroba para celebrar las fiestas de la aloja. Se realizaban también alianzas matrimoniales, políticas y económicas.
Desde 1884, a raíz de la campaña del General Victorica contra el pueblo Qom (Toba) del Chaco, numerosos indígenas tobas son obligados cruzar el Río Bermejo hacia la actual Formosa. Para defenderse, los tobas de la actual Formosa celebran una alianza con los pilagá de Garcete y con grupos Maká, que actualmente residen en el Paraguay, quienes en ese momento convivían con los pilagá.
En 1912, se establece el Fortín Yunká, palabra deformada del Yomaqá de los pilagá, es decir, en ese centro sagrado y ceremonial. En ese entonces los pilagá coexistían pacíficamente con los blancos y con el ejército. Nótese que el Fortín fue instalado precisa y no casualmente, en este sitio sagrado de reunión. El respeto de la época no se caracterizaba precisamente por tener en cuenta la cultura de los pueblos originarios.
En marzo de 1919, se rompe la alianza de los pilagá con los grupos maká y estos, liderados por el Cacique Capote parten desde lo que hoy es la comunidad pilagá Chico Dawagan y San Martin II hacia el Paraguay. Al llegar al Fortín Yunká lo atacan, matando a su guarnición. De esto dan cuenta numerosos testimonios e inclusive una placa conmemorativa instalada en la hoy localidad de Cabo Primero Leyes.
En ese ataque fue muerta a garrote y cuchillo la guarnición del Fortín Yunká y sus familias.
En su libro “Historia de la Conquista del Chaco” (editado durante la dictadura militar), cuyo autor es el coronel Orlando Mario Punzi, dedica al ataque al Fortín Yunká las dos últimas páginas de su libro denominándolo “el último malón”. Si despojamos esta obra de los abundantes adjetivos calificativos hacia los indígenas (tales como salvajes, enfervorizados, asesinos y tantos otros) podemos sacar algunas conclusiones.
Narra Punzi que en la tarde de la trágica jornada del 19 de marzo de 1919, “40 leguas al oeste, en la Laguna Yema, nutridos contingentes de indios enfervorizados – acaso pilagaes del Cacique Garcete o macaes – unidos a los infaltables aventureros blancos, son acorralados por tropas nacionales y huyen hacia el Pilcomayo Medio. Expresa, citando a Graciela Lapido y Beatriz Spota (el último Malón – Todo es Historia Nro. 215) que se trata de bandas remanentes que aprovechan la impunidad del “desierto” y que en grupos de 10 a 12 individuos, totalizando unos 250 llegan al Fortín Yunká y lo atacan desnudos y feroces, desfigurados los rostros por la fiereza y las pinturas rituales”.
He aquí una primera contradicción de estos historiadores: ¿cómo puede afirmarse seriamente que Garcete y su pueblo se hallaban en dos lugares distantes a 40 leguas al mismo tiempo? Quien conoce Formosa, también conoce la distancia que separa Laguna Yema del Fortín Yunká (hoy Sargento Primero Leyes). O en otros términos, ¿de que ignoto medio se valieron los pilagá para trasladarse 40 leguas al Pilcomayo medio en el mismo día del ataque?.
Citando también la obra de Lapido y Spota expresa Punzi que en la ciudad de Formosa la “opinión generalizada era la de que los indios estaban encabezados por el Cacique Garcete y pertenecían a las tribus pilagás”. Se trataba con toda evidencia de una mera opinión. Hasta aquí el relato de Punzi. Nada dice de la represalia perpetrada con posterioridad.
Por una simple sospecha como quedó demostrado, , 120 familias pilagá lideradas por Garcete fueron asesinadas por las tropas de línea. Se trataba de hombres, mujeres, niños, ancianos.
Apenas conocido el ataque al fortín, se comisionó un grupo de militares encabezado por el teniente primero Narciso del Valle Jiménez, Ramírez y Juan Ciriaco quienes arribados al lugar confeccionaron un sumario e inhumaron los restos de los soldados y sus familias. La furia vengadora comenzaba. Fue detenido y fusilado el hermano de Garcete y se persiguió a los pilagá de la zona asesinando a muchos de ellos.
Otra comisión encabezada por el Capitan Enrique Gil Boy, sale de Formosa en un tren llevando consigo suboficiales, soldados y mulas.
Sbardella dice al respecto que: “el 30 por la tarde, luego de una penosa marcha, llegaron a Yunká ... el 1ro. De abril continuaron la marcha en busca de los asaltantes en la dirección NO. Durante el trayecto hacia el Estero Patiño mataron al cacique Chimagascoy y a otro indio y batieron la toldería. El día 5 llegaron al sitio donde vivía Garcete, mataron a varios indios y secuestraron ganado vacuno, ovino, caprino, asnal y yeguarizo. En un nuevo ataque a la toldería la quemaron, muriendo entre las llamas un pequeño indiecito de pocos meses de edad”. Cita luego a Lapido y Spota quienes dicen: “la destrucción de la toldería principal del Cacique Garcete les proporcionó una satisfacción, pero no habían encontrado las armas, las monturas, ni las mulas robadas en Yunká y esto contrarió al capitan, ya que su principal empeño era recuperarlas”.
El diario Clarín, en su edición viernes 21 de marzo de 1986, en un artículo denominado “Aniversario de la Tragedia de Fortín Yunká” señala al final que: “Testimonios posteriores señalan que en la zona próxima al Pilcomayo 120 familias aborígenes fueron masacradas por una tropa enfurecida”. En la memoria de los pilagá la matanza en el asentamiento territorial de Garcete está presente por transmisión oral. La importancia del apresamiento de este líder y la matanza de los pilagá aún resuenan en el centro-oeste de Formosa. Garcete lideraba las hoy denominadas comunidades pilagá y grupos afines qom (tobas) desde Clorinda, Misión Taacaglé, La Primavera, Bartolomé de las Casas, grupos qom del oeste formoseño y grupos maká que constituye también un pueblo originario de lo que hoy es Argentina a pesar que por diversas circunstancias se asientan exclusivamente hoy en la República del Paraguay. La relación con el qoselec “blanco” cambió a partir de entonces convirtiéndose en una rivalidad interétnica aún no resuelta.
Garcete fue apresado y llevado detenido a Fontana y Formosa. Al ser liberado volvió caminando desnudo hasta su gente.
Resulta interesante consignar que una de las autoras del artículo citado de la Revista Todo es Historia Nro. 215, Graciela Lapido, es sobrina del Capitan Boy.
Expresa José Braunstein que “Para finalizar, y a modo de conclusión, debemos asentar un testimonio personal sobre el tema. Hicimos referencia a nuestro informante Siyayú de Pozo de Navagan, de quien escuchamos en el verano de 1974, por primera vez, algunas palabras en maká. El nos contó que fueron precisamente sus parientes maká quienes asaltaron el Fortín al tiempo de separarse de los pilagá de Garcete, con quienes vivían. Pocos meses después tuvimos nuestro primer encuentro con los maká de Asunción y entablamos con ellos una relación indeleble.
En confianza, no solo los maká reconocían la veracidad del relato, sino que pudieron mostrarme alguna de las armas tomadas del fortín.. No puede decirse, en rigor, que los asaltantes fueron los maká, sino una banda que hablaba una variante de esa lengua la que lo hizo, porque los maká mismos no eran por entonces una unidad sociopolítica. Nunca pudimos aclarar los motivos que condujeron a la matanza. Consideramos probable que la fisión de la banda maká del cacique Capote, que se separaba del cacique Garcete y abandonaba – sin duda en muy malos términos con los pilagá – por algún motivo ignoto, el antiguo asentamiento maká de Pozo de Navagán – Tololón en esa lengua – es uno de los antecedentes inmediatos que mas debe haber pesado en la actitud de los asaltantes.
Esta información testimonial pretende ser una reivindicación siempre solicitada por los pilagá pero no implica una actitud hostil para con los maká. Nadie con menos interés de acusar a los maká que quien forma, que mantiene con muchos de ellos una relación que puede traducirse como “hermandad”. Han pasado los años y una actitud desapasionada indica la conveniencia de considerar prescritas las culpas. Sin embargo queremos resaltar la importancia de conocer la historia que explica nuestra realidad cotidiana y, sobre todo, reconocer la historia de los otros, como único camino de pluralismo que puede permitir la fundación de un proyecto común”.
Esta trágica historia es mucho mas rica en matices. Dice una conocida canción que “si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia”. Esa que la historia oficial neoliberal y autoritaria nos robó a los argentinos. También la historia de una Argentina y una Formosa indígena y mestiza que le da, a este lugar irrepetible del mundo, una impronta pluricultural que es la garantía de su futuro.
Eduardo, donde quiera que estés (2)
Hace 1 año
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