domingo, 24 de marzo de 2013

HORACIO VERBITSKY: Se equivocó la paloma

En 2005, Pérez Esquivel dijo que el “ambiguo” Bergoglio creía que el trabajo con los pobres era cosa de “comunistas, subversivos, terroristas” y rogó al Espíritu Santo que estuviera bien despierto en el cónclave y no se equivocara. Esta semana, alguien muy parecido a él se abrazó con el papa Francisco y consideró erróneas mis afirmaciones sobre Bergoglio. Un rapto de unanimidad sin espacio para argumentos o disidencias, como en el Mundial o Malvinas. La prensa mundial divulga lo que aquí es tabú.

Por Horacio Verbitsky

El 15 de abril de 2005, los cardenales llegaban desde todo el mundo a Roma, convocados para elegir al sucesor de Juan Pablo II como obispo de Roma. En el canal América, los periodistas Rolando Graña, Román Lejtman y Facundo Pastor citaron para su programa, Informe central, a la Madre de Plaza de Mayo Marta Ocampo de Vázquez, al Premio Nobel de la Paz de 1980, Adolfo Pérez Esquivel, y a mí. Las imágenes son acompañadas por la leyenda “El Papable. El oscuro pasado de Jorge Bergoglio”. Aparecen los documentos de mi investigación, con la firma y el sello de Bergoglio, mientras yo explico lo mismo que vengo repitiendo desde entonces. Pérez Esquivel recuerda que muchos obispos tenían un doble discurso, que cuando estaba detenido los obispos le decían a su esposa que intercederían por él “y después hacían todo lo contrario”. La pregunta concreta es sobre el desempeño del cardenal argentino. Sin dudar, Pérez Esquivel responde que “la actitud de Bergoglio se inscribe dentro de todas estas políticas de pensar que todos aquellos que trabajaban socialmente con los sectores más pobres, más necesitados, eran comunistas, subversivos, terroristas”. Marta Vázquez niega que Bergoglio haya hecho algo por la libertad de los sacerdotes Orlando Yorio y Franz Jalics. “El quería que desaparecieran totalmente.” Los periodistas piden opiniones sobre la posible elección del ex jefe jesuita. Pérez Esquivel responde con seguridad: “Un papa tiene que tener definiciones muy claras, muy concretas. Bergoglio es un hombre inteligente, es un hombre capaz, pero es una persona ambigua. Espero que el Espíritu Santo ese día esté despierto, y no se equivoque”.

El 18 de abril, los 115 cardenales se encierran en la Capilla Sixtina. Los temores de Pérez Esquivel están cerca de concretarse. Según su autobiografía, El Jesuita, Bergoglio fue el principal competidor de Joseph Ratzinger, quien resultó electo cuando el argentino decidió “dar un paso al costado” y pedir a todos que votaran por el alemán. Pérez Esquivel puede respirar tranquilo. El Espíritu Santo se mantuvo despierto, y el cardenal ambiguo que consideraba comunistas, subversivos, terroristas a quienes hacían trabajo social, vuelve a Buenos Aires como Arzobispo y presidente de la Conferencia Episcopal, mientras Ratzinger comienza su pontificado como Benedicto XVI.

Ocho años no es nada

En 2010, la revista alemana Der Spiegel proclama “el papado fallido” de Benedicto XVI y anticipa su posible alejamiento y retiro a un monasterio, para hacer penitencia por su fracaso. Al mismo tiempo, en Buenos Aires, Bergoglio publica su libro de autoalabanzas, en respuesta a las acusaciones que yo documenté y que Pérez Esquivel le formuló en aquel programa. El 11 de febrero de este año, el anticipo se concreta. Ratzinger anuncia en latín desde San Pedro que carece de vigor tanto del cuerpo como del espíritu para ejercer su ministerio y que lo abandonará a partir del 28. El 12 de marzo los cardenales se encierran bajo los frescos bíblicos de Miguel Angel y al día siguiente la chimenea arroja el esperado humo blanco. Bergoglio se asoma a la ventana histórica y anuncia en un italiano campechano que ha elegido el nombre de Francisco, porque un cardenal amigo le pidió que no se olvidara de los pobres. Ahora que el Espíritu Santo se distrajo como él temía, ¿qué dirá Pérez Esquivel? Su primera declaración afirma que otros obispos colaboraron con la dictadura, pero no Bergoglio, que a lo sumo no fue demasiado enérgico en la defensa de los derechos humanos. El Papa lo invita a visitarlo. Alguien muy parecido a Pérez Esquivel se reúne con Francisco en el Vaticano, el jueves 21. Hablan de la pobreza y de los derechos humanos, que no se agotan en los juicios por los crímenes dictatoriales, y se despiden con un porteño abrazo. Al salir, con la cúpula de San Pedro a sus espaldas, el visitante recibe a los periodistas. Está radiante de satisfacción. “Quizá Bergoglio no acompañó en la lucha, pero sí hizo una diplomacia silenciosa. Creo que Verbitsky comete muchos errores con acusaciones de ese tipo”, dice. ¿Qué ha ocurrido? ¿Es posible que un impostor se haya hecho pasar por el Premio Nobel de la Paz y haya engañado a la seguridad vaticana, al Papa y a los periodistas y que imite tan bien la voz característica del fundador del Serpaj? Mientras se esclarece si era él o no, son útiles algunas precisiones. Los cargos los formularon las víctimas de los secuestros de mayo de 1976. Yo me limité a reproducir lo que los tres escribieron (Yorio en una carta dirigida en 1977 al superior general de la Compañía de Jesús a través de su asistente; Mignone en su libro Iglesia y dictadura, de 1986, y Jalics en su obra de 1994, Ejercicios de Contemplación. Introducción a la forma de vida contemplativa y a la invocación a Jesús). También publiqué la versión autoindulgente de Bergoglio y entrevisté a Yorio, a Jalics y a la viuda de Mignone, Angélica Sosa, de modo que mi presunto error no estaría en los hechos, sino en haberlos publicado. Entramos en el terreno del delito de opinión. Distinto es el caso de Alicia Oliveira, que siempre ha dicho lo mismo de su amigo, padrino de bautismo de uno de sus hijos, porque vio a Bergoglio ayudando a sacerdotes en riesgo, está convencida de que en todos los casos actuó del mismo modo y considera infame cualquier demostración en contrario. Para estar a tono con el momento, perdono todo lo que ha dicho, pero no puedo tomarlo como un aporte al debate. Ella ya sostuvo la misma polémica con Mignone y cuando escribí sobre el tema consigné con todo detalle la posición de cada uno, con el respeto que ambos me merecen, igual que Pérez Esquivel. Para salir de dudas, se incluye aquí el link a la entrevista de 2005 en la que Pérez Esquivel reza para que no sea electo ese hombre ambiguo que denuncia el trabajo social como subversivo y terrorista (http://youtu.be/Qu2iET8fc5s). No hay mucho más que decir.

Tras un manto de neblina

De tanto en tanto, la sociedad argentina es atacada por raptos de euforia en los que un tema central reclama la unanimidad de las voluntades y la exclusión de los disidentes, como si su mera existencia ofendiera la exaltada sensibilidad colectiva. Ese poder hipnótico parece capaz de abolir diferencias, historias personales e intereses sociales. El que no salta es un inglés, o un holandés, o un cuerpo extraño a la Nación y enemigo del pueblo.

Los hijos de dos queridos compañeros pasaron en mi casa la tarde del invierno de 1978 en que terminó el campeonato mundial de fútbol. Una oleada humana con banderas bloqueaba las calles y en gran parte de la ciudad no circulaba el transporte. El nene, de cuatro años, caminaba aferrado a mi mano. Desde abajo miraba con recelo ese espectáculo desconocido. La nena, de un año y medio, pidió una banderita, con la que montada sobre mis hombros se sumó a la algarabía. Cuando llegamos caminando a la casa donde vivían, estaba el televisor prendido y la abuela repetía pasos de comparsa con una vincha y una bandera.

–Ahora que llegaron voy a salir yo a festejar, para que en Europa vean que aquí no corren ríos de sangre –dijo.

Sólo atiné a responder:

–¿No corren?

El hechizo se disipó y reaparecieron los contornos de la realidad brutal: el altar en la ventana, consagrado al padre de los chicos, asesinado nueve meses antes por el Ejército, velas encendidas y la carta de la madre, con el cuento infantil que le permitieron dibujar en el campo de concentración del que jamás regresó.

El obispo José Miguel Medina defendió los miles de millones de dólares que costó organizar el torneo, por “haber reflotado la argentinidad”. Sobre todo le entusiasmaba el uso de los colores de la bandera, que hizo “brillar por su ausencia los símbolos extraños de cierto rojo y de ciertas estrellas”. 1 Los católicos liberales de la revista Criterio (que dirigía el sacerdote Rafael Braun Cantilo, amigo de la familia Zorreguieta y confesor de la princesa Máxima, y en cuyo consejo asesor participaban el crítico de arte de Clarín, Fermín Fèvre, y el ahora columnista de La Nación Natalio Botana) objetaron que las denuncias sobre los campos clandestinos de concentración eran parte “de una batalla sobre la opinión pública”. 2 Interpretaron los festejos como “una opinión colectiva respecto de la forma en que era tratada, y maltratada, la patria en el extranjero. Una suerte de razón pública expresó su hartazgo por la crítica grosera, interesada o de mala fe”. 3 El ex decano de la Facultad de Teología de Buenos Aires y luego obispo Carmelo Giaquinta reflexionó en forma implacable sobre su conducta de aquel día, cuando festejó en la calle con sus alumnos al grito de El que no salta es un holandés. “¿Posible? Yo, que en mi vida fui sólo dos veces a la cancha, que apenas entiendo una pizca de fútbol, gritando como un estúpido, haciéndome cómplice del silencio que con ese triunfo se tendía sobre todos los crímenes de lesa humanidad. Merecería un tribunal como el de Nüremberg. [...] La misma Comisión episcopal de Migraciones y Turismo, ¿cómo no fue más crítica de la situación y sacó, en cambio, una declaración de apoyo al Mundial? [...] No tuvo que haber olvidado jamás que el escenario del Mundial era esta Argentina que tenía la obligación de estar de luto”. 4

No sólo en las calles se gozó la fiesta de todos. El 29 de junio, el nuncio apostólico Pio Laghi reunió al Episcopado con la Junta Militar, algunos generales de la represión y dirigentes políticos. –Es la resurrección de la clase media –comentó el cardenal Raúl Primatesta.

–Es que antes la calle era de otros –completó Videla. 5 Varias veces, Laghi usó esos contactos para interceder por algunos casos especiales, como el licenciado en Letras Carlos Grosso, profesor en la Universidad jesuita de El Salvador. Grosso fue secuestrado durante el campeonato mundial y su empleador, Franco Macrì, intercedió por él ante el nuncio. Luego de una consulta, Laghi respondió que Grosso sería liberado en cuanto se borraran las huellas de las torturas que había padecido. Así fue. 6

Aquella locura colectiva se repitió en 1982 con el desembarco en las islas Malvinas, apenas dos días después del salvaje castigo a una manifestación por pan, paz y trabajo. Hasta los perseguidos por la dictadura festejaron y ofrecieron su colaboración para la empresa patriótica, sin importar que el Comandante-Presidente fuera el ex jefe del campo de concentración rosarino de la Quinta de Funes y que los oficiales jefes que condujeron a las tropas hubieran participado en la represión clandestina, entre ellos Alfredo Ignacio Astiz y Mohamed Alí Seineldín, sobre quienes los apologistas inventaron historias conmovedoras, como la resistencia clandestina de los inexistentes Lagartos o los rezos que detuvieron la tempestad y llevaron a bautizar el operativo bélico como Virgen del Rosario. Mientras aquí se celebraba un ficticio reencuentro de pueblo y Fuerzas Armadas, desde su exilio europeo Raimundo Ongaro hacía llegar advertencias sobre lo que estaba por ocurrir, que nadie tenía interés en escuchar. Quienes sentían en forma más aguda ese extravío eran los soldados que fueron expedidos a las Malvinas sin vestimenta ni equipamiento adecuados, cuando escuchaban por la radio las versiones triunfalistas sobre lo que estaban padeciendo e incluso el entusiasmo que se extendía a los partidos del nuevo campeonato mundial, que se jugó en los días de la batalla. Pero llegó la resaca, como llegará ahora, y lo que quedó de aquellas jornadas fue la foto de una solitaria Madre de Plaza de Mayo en medio de la muchedumbre con un cartel que decía: “Las Malvinas son argentinas. Los desaparecidos también”.

1 AICA, Boletín 1128, 3 de agosto de 1978, p. 10.
2 “Vivir el Mundial”, Criterio, N 1789, 8 de junio de 1978.
3 “Un triunfo para la paz”, Criterio, N 1791, 13 de julio de 1978.
4 Carmelo Giaquinta, “Un obispo se confiesa”, revista Umbrales, editada por los padres dahonianos, Nº 62, mayo de 1996.
5 “La calle era de otros”, Extra, Nº 157, julio de 1978.
6 Luis Majul, Los dueños de la Argentina, Sudamericana, Buenos Aires, 1992, p. 139.

Fuente: Pagina12

miércoles, 20 de marzo de 2013

ATILIO BORON: De Bergoglio a Francisco

Por Atilio A. Boron

Poco nuevo hay por agregar a lo mucho que ya se ha dicho sobre el papa Francisco desde su sorpresiva elevación al trono de San Pedro. Trataré de sintetizar esta breve nota en torno de tres ejes: a) las acusaciones sobre su actuación durante la dictadura genocida cívico-militar; b) su política como arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal; c) el posible impacto de su pontificado sobre la realidad sociopolítica de América latina.

En relación con el primer punto es indiscutible que su conducta se encuadró, en términos generales, en las deplorables líneas establecidas por la jerarquía católica. No fue un monstruo como Christian von Wernich, activo participante en la comisión de delitos de lesa humanidad y por ello condenado por la Justicia argentina; o un troglodita medieval como el obispo castrense Antonio Baseotto, que propuso colgarle una piedra de molino al cuello y tirar al mar al ministro de Salud Ginés González García por haber recomendado la utilización de preservativos. Pero tampoco fue un cristiano ejemplar como los obispos Enrique Angelelli y Carlos Horacio Ponce de León, el padre Carlos Mugica, los sacerdotes palotinos o las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domon, todos asesinados por la dictadura, o como los obispos Miguel Hesayne, Jorge Novak y Jaime de Nevares, duros críticos del régimen militar. El por entonces Provincial de la Compañía de Jesús tuvo una conducta reprobable en relación con dos de sus directos subordinados, los sacerdotes Francisco Jalics y Orlando Virgilio Yorio, quienes ejercían su labor pastoral en una villa del Bajo Flores y fueron secuestrados y torturados por la dictadura ante la inacción de su superior, que los privó de su protección. Algunos testimonios, como el de Alicia Oliveira, rechazan estas críticas señalando su activa colaboración para salvar la vida de clérigos y laicos en peligro. Pero la evidencia documental –que no es lo mismo que una opinión– aportada en estos días por Horacio Verbitsky en Página/12 o lo que escribiera un eminente católico como Emilio F. Mignone lo tipifican como un pastor que entregó “sus ovejas al enemigo sin defenderlas ni rescatarlas”, en un caso al menos de un nieto que fue apropiado por los represores manteniendo oculta esta información por años. Lo más probable es que ambas actitudes sean ciertas, pero los buenos gestos destacados por algunos no alcanzan para opacar la gravedad de los otros. En un país en donde todos sabían de los crímenes perpetrados por el terrorismo de Estado no se puede aducir ignorancia, menos que menos un sacerdote que administraba el sacramento de la confesión y en permanente contacto con el común de la gente. En su momento, Bergoglio pidió perdón en nombre de la Iglesia “por no haber hecho lo suficiente” para preservar los derechos humanos ante la barbarie del terrorismo de Estado; debería haberlo pedido, en cambio, por el explícito apoyo que la jerarquía les brindó a los genocidas y no por lo poco que hizo para combatirlos. ¿Neutralidad o tolerancia ante el terrorismo de Estado? ¡Hum!, recordemos lo que dice el Dante en La Divina Comedia: “El círculo más horrendo del infierno está reservado para quienes en tiempos de crisis moral optan por la neutralidad”.

Pero supongamos que un examen exhaustivo e imparcial dictamine la absoluta inocencia de Bergoglio en los años de plomo. ¿Qué podemos decir de su actuación durante la reconstitución democrática posterior a la dictadura? A tono con la contrarreforma lanzada por Juan Pablo II con el apoyo y beneplácito de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, Bergoglio se asoció a las tendencias más reaccionarias de la Iglesia argentina, lo que no es poco decir. Formado en el peronismo de derecha, militante de Guardia de Hierro en su juventud, durante su gestión como cardenal primado de la Argentina se alineó inequívoca y sistemáticamente en contra de todas las buenas causas: se opuso –sin éxito– al matrimonio igualitario; reaccionó con el furioso fanatismo de Tomás de Torquemada ante la muestra del artista plástico León Ferrari, que tuvo que ser levantada antes de tiempo; ha combatido con fiereza todo lo relacionado con la educación sexual, el control de la natalidad, la despenalización del aborto y los derechos de las minorías sexuales; mantiene dentro de la Iglesia (y así les extiende su protección) a criminales como Von Wernich y Julio César Grassi (condenados los dos últimos por pedofilia); atenta contra el carácter laico del Estado democrático y defiende con enjundia los privilegios que tiene la Iglesia en materia financiera y en el control sobre el proceso educacional, en abierta violación a lo dispuesto por la Constitución de 1994.

En conclusión, un papa austero y alejado del boato del Vaticano con una marcada preocupación por la suerte de los pobres, pero sumamente conservador. ¿Es esto novedoso? Para nada. El conservadurismo popular tiene larga historia, y no sólo en América latina. A diferencia de su variante elitista y aristocratizante, los valores e intereses tradicionales que sostienen un orden social injusto se refuerzan, aprovechándose de la ignorancia y credulidad de los sujetos populares ganados por la prédica eclesiástica. Es un conservadurismo plebeyo, excéntrico en sus formas, pero que presta un valioso servicio a las clases dominantes, como lo prueba la obscena explosión de júbilo de los genocidas en los juzgados cuando se conoció la designación de Bergoglio como pontífice, o la desbordante alegría de las más diversas expresiones y variados representantes de la derecha argentina, o la fenomenal campaña apologética de los diarios de la burguesía y del imperio –principalmente Clarín y La Nación, este último marcando la penosa involución moral de un periódico fundado por Bartolomé Mitre, un masón probado y confeso– ante las noticias procedentes de Roma. Con semejantes amigos, ¿cómo creer que Francisco va a imitar al santo de Asís, cuya renuncia a la riqueza y los bienes materiales fue total y absoluta? En compañía de estos ricos cofrades, la “opción por los pobres” difícilmente pueda ser algo más que un lejano acompañamiento de sus sufrimientos y privaciones, pero cuidándose de enseñarles quién es el que los condena a transitar por este valle de lágrimas, padecimientos e infortunios. Hace casi medio siglo que don Helder Cámara, obispo de Olinda y Recife, explicó muy bien esta contradicción: “Si les doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista”. No basta con la humildad ni con la confraternización con los pobres: de lo que se trata es de enseñarles que la pobreza no es resultado de un designio divino o de un capricho de la naturaleza, sino un producto histórico de una sociedad llamada capitalista, máquina implacable de fabricar pobreza y miseria y a la cual la Iglesia jamás tuvo la osadía de condenar a pesar de su intrínseca malignidad.

De los dichos y los hechos de Francisco no se desprende que esto vaya a ocurrir. Es bueno que el esclavo se rebele contra su amo, pero como decía Lenin, el cambio sólo se producirá cuando aquél se rebele contra la esclavitud, contra el sistema y no sólo contra uno de sus agentes. ¿Alentará Francisco la rebelión anticapitalista de los pobres, dado que dentro del capitalismo su suerte está echada? Nada en su biografía autoriza a pensar en ese curso de acción; lo más probable será que estimule su mansedumbre y eternice su sumisión. Es que la “opción por los pobres” de la Iglesia que surge de la contrarreforma liderada por Juan Pablo II y que barrió con los avances del Concilio Vaticano II no es la que proponía la Iglesia de Carlos Mugica, Jaime de Nevares, Miguel Hesayne, Oscar Arnulfo Romero (arzobispo de San Salvador), Sergio Méndez Arceo (obispo de Cuernavaca, México), Samuel Ruiz García (obispo de San Cristóbal, Chiapas), Pedro Casaldáliga y don Helder Cámara (Brasil) y Ernesto Cardenal (Nicaragua) o, en nuestros días, los teólogos de la liberación como Frei Betto, Leonardo Boff, Gustavo Gutiérres o Jon Sobrino.

¿Será su pontificado una remake del de Juan Pablo II? Es muy poco probable. El papa Wojtila fue un producto de finales de los setenta, cuando el mundo era muy diferente del de hoy. Fue el ariete que la burguesía imperial necesitaba para derrumbar a la Unión Soviética y los países el Este europeo. Pero esa estrategia fue eficaz porque aquellos regímenes padecían de un avanzado estado de descomposición moral, política, económica y social. En realidad, Juan Pablo se limitó a desencadenar la embestida final a un inmenso edificio que ya se venía abajo producto de sus propias contradicciones. Hoy el mundo ha cambiado mucho: el imperialismo ya no tiene, tal como lo reconocen sus propios intelectuales orgánicos, la gravitación del pasado. Los rivales son más numerosos y diversificados, y económicamente mucho más fuertes que lo que eran la URSS y los países de Europa Oriental. Sus aliados, además, son más débiles y vacilantes. La Iglesia, a su vez, se ha visto debilitada por una interminable sucesión de escándalos y carece de la credibilidad que había ganado en los años de Juan XXIII. Además, si se quisiera lanzar todo su peso para desestabilizar los procesos bolivarianos en Venezuela, Bolivia y Ecuador o las experiencias de transformación política en curso en otros países de la región, la respuesta será muy diferente de la que hace más de treinta años se verificara en el Este europeo. Aquí se trata de procesos que cuentan con un enorme apoyo popular que ni remotamente existía allá, y por consiguiente el proyecto de las derechas latinoamericanas –organizadas, orientadas y financiadas por el imperio– de reutilizar el ariete eclesiástico que tan buenos resultados le diera en Europa Oriental para acabar con los gobiernos progresistas y de izquierda en la región terminaría en un rotundo fracaso. La “revolución de terciopelo” de Checoslovaquia nada tiene que ver con la Revolución Bolivariana de Venezuela, Evo Morales no es Lech Walesa, y Correa no es Ceaucescu. No sólo los procesos y la época histórica son distintos: los enormes problemas que enfrenta hoy la Iglesia (crisis financiera, delitos económicos del Banco Vaticano, alianzas con intereses mafiosos, pedofilia y sus juicios, el celibato sacerdotal, la incorporación de la mujer al sacerdocio y el postergado aggiornamiento reclamado por Juan XXIII) difícilmente le permitirán a Francisco dedicarle mucha atención a lo que ocurra en los países de Nuestra América. Es un buen administrador y tendrá que poner la casa en orden. Es también un muy hábil político, y sabe que muy pronto deberá convocar a un Concilio que permita destrabar viejas disputas que están corroyendo la Iglesia y aislándola cada vez más del mundo real. Hace exactamente quinientos años Nicolás Maquiavelo diagnosticaba en El Príncipe que, para salvarse, la Iglesia necesitaba una revolución. Tal cosa no ocurrió. Cuatro años más tarde, en 1517, estallaba la Reforma Protestante de Martín Lutero, y la revolución quedó congelada. Ahora, la revolución es muchísimo más urgente y necesaria que antes.

Si Francisco fracasa en este empeño, la suerte de la dos veces milenaria institución se verá muy seriamente comprometida. No hay que engañarse con las cifras manejadas por la prensa en estos días: de esos mil doscientos millones de católicos en todo el mundo, los realmente practicantes son una ínfima minoría, que además se achica cada día. Pretender socavar los procesos emancipatorios en curso en América Latina y el Caribe sería una pérdida de tiempo, el pasaporte para una segura derrota y un esfuerzo que desviaría al papado de su desafío fundamental. Tal vez por eso Leonardo Boff confía en que, pese a sus antecedentes, Francisco se abstendrá de seguir el curso que la derecha y el imperialismo le instan a seguir y elegirá, en cambio, el camino de la reforma. En pocos años la historia ofrecerá su veredicto.

* Politólogo, director del PLED, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.

Fuente: Pagina12

domingo, 17 de marzo de 2013

HORACIO VERBITSKY: Cambio de Piel

La primera conferencia de prensa del vocero del papa Francisco fue para desprenderse de Jorge Mario Bergoglio, acusado por la entrega de dos sacerdotes a la ESMA. Como los testimonios y los documentos son incontestables, el camino elegido fue desacreditar a quien los difundió, señalando a este diario como izquierdista. Las tradiciones se conservan: es lo mismo que Bergoglio dijo de Jalics y Yorio ante quienes los secuestraron.

Por Horacio Verbitsky

En su primer encuentro con la prensa luego de la elección del jesuita Jorge Mario Bergoglio como Papa de la Iglesia Católica Apostólica Romana, su vocero también jesuita Federico Lombardi descartó como viejas calumnias de la izquierda anticlerical, difundidas por un diario caracterizado por las campañas difamatorias, las alegaciones sobre el desempeño del ex provincial de la Compañía de Jesús durante la dictadura argentina y sobre todo, el papel que desempeñó en la desaparición de dos sacerdotes que dependían de él, Orlando Yorio y Francisco Jalics. Al mismo tiempo, medios y políticos argentinos de oposición incluyeron la nota “Un ersatz”, publicada aquí al día siguiente de la elección papal, entre las reacciones del kirchnerismo por la entronización de Bergoglio. También un sector del oficialismo prefirió aclamarlo como “Argentino y peronista” (la misma consigna con que cada septiembre se recuerda a José Rucci) y negar los hechos incontestables.

La reconciliación

Desde Alemania, donde Jalics vive retirado en un monasterio, el provincial jesuita germano dijo que el sacerdote se había reconciliado con Bergoglio. En cambio el anciano Jalics, hoy de 85 años, aclaró que se sentía reconciliado con “aquellos acontecimientos, que para mí son asunto terminado”. Pero aún así reiteró que no haría comentarios sobre la actuación de Bergoglio en el caso. La reconciliación, para los católicos, es un sacramento. En palabras de uno de los mayores teólogos argentinos, Carmelo Giaquinta, consiste en “perdonar de corazón al prójimo por las ofensas recibidas” 1, con lo cual sólo indica que Jalics ya perdonó el mal que le hicieron. Esto dice más de él que de Bergoglio. Jalics no niega los hechos, que narró en su libro Ejercicios de meditación, de 1994: “Mucha gente que sostenía convicciones políticas de extrema derecha veía con malos ojos nuestra presencia en las villas miseria. Interpretaban el hecho de que viviéramos allí como un apoyo a la guerrilla y se propusieron denunciarnos como terroristas. Nosotros sabíamos de dónde soplaba el viento y quién era responsable por estas calumnias. De modo que fui a hablar con la persona en cuestión y le expliqué que estaba jugando con nuestras vidas. El hombre me prometió que haría saber a los militares que no éramos terroristas. Por declaraciones posteriores de un oficial y treinta documentos a los que pude acceder más tarde pudimos comprobar sin lugar a dudas que este hombre no había cumplido su promesa sino que, por el contrario, había presentado una falsa denuncia ante los militares”. En otra parte del libro agrega que esa persona hizo “creíble la calumnia valiéndose de su autoridad” y “testificó ante los oficiales que nos secuestraron que habíamos trabajado en la escena de la acción terrorista. Poco antes yo le había manifestado a dicha persona que estaba jugando con nuestras vidas. Debió tener conciencia de que nos mandaba a una muerte segura con sus declaraciones”.

En una carta que escribió en Roma en noviembre de 1977, dirigida al asistente general de la Compañía de Jesús, padre Moura, Orlando Yorio cuenta lo mismo, pero reemplazando “una persona” por Jorge Mario Bergoglio. Nueve años antes que el libro de Mignone y 17 años antes que el de Jalics, Yorio cuenta que Jalics habló dos veces con el provincial, quien “se comprometió a frenar los rumores dentro de la Compañía y a adelantarse a hablar con gente de las Fuerzas Armadas para testimoniar nuestra inocencia”. También menciona las críticas que circulaban en la Compañía de Jesús en contra de él y de Jalics: “Hacer oraciones extrañas, convivir con mujeres, herejías, compromiso con la guerrilla”. Jalics también cuenta en su libro que en 1980 quemó aquellos documentos probatorios de lo que llama “el delito” de sus perseguidores. Hasta entonces los había conservado con la secreta intención de utilizarlos. “Desde entonces me siento verdaderamente libre y puedo decir que he perdonado de todo corazón.” En 1990, durante una de sus visitas al país, Jalics se reunió en el instituto Fe y Oración, de la calle Oro 2760, con Emilio Fermín Mignone y su mujer, Angélica Sosa. Les dijo que “Bergoglio se opuso a que una vez puesto en libertad permaneciera en la Argentina y habló con todos los obispos para que no lo aceptaran en sus diócesis en caso que se retirara de la Compañía de Jesús”. Todo esto no lo dice Página/12, sino Orlando Yorio y Francisco Jalics. ¿Quién quiere destruir la Iglesia, entonces? Cada tomo de mi Historia Política de la Iglesia en la Argentina incluye una advertencia: “Estas páginas no contienen juicios de valor sobre el dogma ni el culto de la Iglesia Católica Apostólica Romana sino un análisis de su comportamiento en la Argentina entre 1976 y 1983 como ‘realidad sociológica de pueblo concreto en un mundo concreto’, según los términos de su propia Conferencia Episcopal. En cambio, su ‘realidad teológica de misterio’ 2 sólo corresponde a los creyentes, que merecen todo mi respeto”.

En defensa de la tradición

La calificación de este diario por el vocero de Bergoglio como de izquierda anticlerical revela la continuidad de arraigadas tradiciones. Es lo mismo que el ahora pontífice hizo hace 37 años con sus sacerdotes, aunque entonces implicaba un grave peligro. Las acusaciones contra Bergoglio fueron formuladas por primera vez antes de que existiera Página/12. Su autor fue Mignone, director del órgano oficial de la Acción Católica, Antorcha, fundador de la Unión Federal Demócrata Cristiana y viceministro de Educación en la provincia de Buenos Aires y en la Nación. Ninguno de esos cargos podía alcanzarse sin la bendición episcopal. En su libro Iglesia y dictadura, de 1986, Mignone escribió que los militares limpiaron “el patio interior de la Iglesia, con la aquiescencia de los prelados”. El vicepresidente de la Conferencia Episcopal, Vicente Zazpe, le reveló que poco después del golpe la Iglesia acordó con la Junta Militar que antes de detener a un sacerdote las Fuerzas Armadas avisarían al obispo respectivo. Mignone escribió que “en algunas ocasiones la luz verde fue dada por los mismos obispos” y que la Armada interpretó el retiro de las licencias a Yorio y Jalics y las “manifestaciones críticas de su provincial jesuita, Jorge Bergoglio, como una autorización para proceder”. Para Mignone, Bergoglio es uno de los “pastores que entregaron sus ovejas al enemigo sin defenderlas ni rescatarlas”.

Dos décadas después encontré por azar las pruebas documentales que Mignone no conoció y que confirman su enfoque del caso. Que Bergoglio haya ayudado a otros perseguidos no es una contradicción: lo mismo hicieron Pío Laghi e incluso Adolfo Tortolo y Victorio Bonamín.

Cronos

En estas páginas se profundizó el caso cuatro años antes de que el kirchnerismo llegara al gobierno. La primera nota, publicada en abril de 1999, “Con el mazo dando”, decía que el flamante Arzobispo porteño “según la fuente que se consulte es el hombre más generoso e inteligente que alguna haya vez haya dicho misa en la Argentina o un maquiavélico felón que traicionó a sus hermanos en aras de una insaciable ambición de poder. Tal vez la explicación resida en que Bergoglio reúne en sí dos rasgos que no siempre van juntos: es un conservador extremo en materias dogmáticas y posee una manifiesta inquietud social. En ambos aspectos se parece a quien lo designó al frente de la principal diócesis del país, el papa Karol Wojtyla”. El concepto es el mismo que expresé el jueves cuando la fumarola blanquiceleste conmovió a todas las hinchadas, de La Quiaca a Tierra del Fuego. Aquella nota contraponía la versión de Mignone con la de Alicia Oliveira, abogada del CELS y amiga de Bergoglio, cuya hermana trabajaba en la villa de Flores junto con la hija de Mignone y con los dos curas. “Les dijo que tenían que levantarse y no le hicieron caso. Cuando los secuestraron, Jorge averiguó que los tenía la Armada y fue a hablar con Massera, a quien le dijo que si no pone en libertad a los sacerdotes, yo como Provincial voy a denunciar lo que pasó. Al día siguiente aparecieron en libertad.” También incluía la refutación de un sacerdote de la Compañía de Jesús: “La Marina no se metía con nadie de la Iglesia que no molestara a la Iglesia. La Compañía no tuvo un papel profético y de denuncia, a diferencia de los palotinos o los pasionistas, porque Bergoglio tenía vinculación con Massera. No son sólo los casos de Yorio, Jalics y Mónica Mignone, de cuyo secuestro la Compañía nunca formuló la denuncia pública. Otros dos curas, Luis Dourrón, que luego dejó los hábitos, y Enrique Rastellini, también actuaban en el Bajo Flores. Bergoglio les pidió que se fueran de allí y cuando se negaron hizo saber a los militares que no los protegía más, y con ese guiño los secuestraron”. Ese sacerdote, que murió hace seis años, era Juan Luis Moyano Walker, quien había sido íntimo amigo de Bergoglio. A raíz de la nota, Bergoglio me ofreció su propia versión de los hechos, en la que aparecía como un superhéroe. Tanto él como Jalics, a quien llamé por teléfono a su retiro alemán, me pidieron que atribuyera sus declaraciones a un sacerdote muy próximo a cada uno de ellos. Bergoglio dijo que vio dos veces a Videla y otras dos a Massera. En la primera reunión con cada uno, ambos le dijeron que no sabían qué había ocurrido y que iban a averiguar. “En la segunda reunión, Massera estaba fastidiado con ese jovencito de 37 años que se atrevía a insistir.” Según Bergoglio, tuvieron este diálogo:

“–Ya le dije a Tortolo lo que sabía –dijo Massera.

–A monseñor Tortolo –corrigió Bergoglio.

–Mire Bergoglio... –comenzó Massera, molesto por la corrección.

–Mire Massera...–le respondió en el mismo tono Bergoglio, antes de reiterarle que sabía dónde estaban los sacerdotes y reclamarle por su libertad”.

Me limité a transcribir lo que Bergoglio dijo, con la atribución que me pidió. Pero hasta hoy no me parece verosímil ese diálogo con uno de los gobernantes más poderosos y más crueles, que lo hubiera hecho desaparecer sin ningún escrúpulo. Ambos tenían en común la relación con Guardia de Hierro, el grupo de la derecha peronista en el que Bergoglio militó en su juventud y al que Massera le designó un interventor a partir del golpe, con el propósito de sumarlo a su campaña por la herencia del peronismo. En 1977 la Universidad jesuítica del Salvador recibió como Profesor Honorario a Massera, quien objetó a Marx, Freud y Einstein, por cuestionar el carácter inviolable de la propiedad privada, agredir el “espacio sagrado del fuero íntimo”, y poner en crisis la condición “estática e inerte de la materia”. Massera indicó que la Universidad era “el instrumento más hábil para iniciar una contraofensiva” de Occidente, como si Marx, Freud y Einstein no formaran parte de esa tradición. Bergoglio se cuidó de subir al estrado ese día, de modo que nadie ha visto una foto suya con Massera. Pero es inimaginable que el dictador haya recibido la distinción sin que la ceremonia fuera autorizada por el provincial jesuita que delegó la gestión diaria en una asociación civil conducida por Guardia de Hierro, pero retuvo su conducción espiritual. Luego, Massera fue invitado a exponer en la universidad jesuítica de Georgetown, en Washington. El sacerdote irlandés Patrick Rice, quien pudo dejar la Argentina luego de ser secuestrado y golpeado, interrumpió esa conferencia exigiendo explicaciones sobre los crímenes de la dictadura. Según Rice, el provincial estadounidense no hubiera invitado a un personaje semejante sin la aprobación, o el pedido, del provincial argentino. Estos hechos comprobables desmienten el diálogo fantasioso en el que el jovencito Bergoglio desafía al amo de la ESMA.

Una muerte cristiana

En 1995, un año después que el libro de Jalics se publicó El Vuelo, donde el capitán de fragata Adolfo Scilingo confiesa que arrojó a treinta personas aún vivas al mar desde aviones de la Armada y la Prefectura, luego de drogarlas. Además dice que ese método fue aprobado por la jerarquía eclesiástica por considerar el vuelo como una forma cristiana de muerte, y que los capellanes de la Armada consolaban a quienes volvían perturbados de esas misiones, con parábolas bíblicas sobre la separación de la cizaña del trigo. Impresionado, retomé una investigación que había iniciado años antes sobre la isla del Tigre “El Silencio”, en la que la Armada escondió a 60 detenidos-desaparecidos para que no los encontrara en la ESMA la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Era propiedad del Arzobispado de Buenos Aires y allí celebraban su graduación los seminaristas que egresaban cada año y descansaba los fines de semana el cardenal Juan Aramburu. El sacerdote Emilio Grasselli la había vendido al grupo de tareas de la ESMA, que la compró con un documento falso a nombre de uno de sus prisioneros. Pero no había visto los títulos de propiedad hasta que Bergoglio me dio los datos precisos sobre el expediente sucesorio de Antonio Arbelaiz, el solterón administrador de la Curia que figuraba como dueño. Esto muestra que con aquel episodio no tuvo relación. Arbelaiz hizo testamento a favor de la Curia, que es donde fue a parar el dinero que la Armada le pagó a Grasselli por la isla, donde los 60 prisioneros pasaron dos meses encadenados. Parece el camino típico de una operación de lavado: Arbelaiz vende a Grasselli que vende a la ESMA que compra con un documento falso y la hipoteca se levanta pagándole a la Curia, que es la heredera de Arbelaiz. En uno de sus testimonios judiciales, Bergoglio reconoció que habló conmigo sobre el secuestro de Yorio y Jalics. Pero dijo que nunca oyó hablar de la isla “El Silencio”. Siempre el doble juego, la admisión privada y la negativa pública.

Por la espalda

Durante la investigación encontré por azar en el archivo del ministerio de Relaciones Exteriores una carpeta con documentos que a mi juicio terminan con la discusión sobre el rol de Bergoglio en relación con Yorio y Jalics. Busqué una escribana que certificó su ubicación en el archivo, cuyo director de entonces, ministro Carlos Dellepiane, los guardó en la caja fuerte para impedir que fueran robados o destruidos. La historia que cuenta esa carpeta suena familiar. Al quedar en libertad, en noviembre de 1976, Jalics se marchó a Alemania. En 1979 su pasaporte había vencido y Bergoglio pidió a la Cancillería que fuera renovado sin que volviera al país. El Director de Culto Católico de la Cancillería, Anselmo Orcoyen, recomendó rechazar el pedido “en atención a los antecedentes del peticionante”, que le fueron suministrados “por el propio padre Bergoglio, firmante de la nota, con especial recomendación de que no se hiciera lugar a lo que solicita”. Decía que Jalics tuvo conflictos de obediencia y una actividad disolvente en congregaciones religiosas femeninas, y que estuvo “detenido” en la ESMA junto con Yorio, “sospechoso contacto guerrilleros”. Es decir, los mismos cargos que le habían formulado Yorio y Jalics (y que corroboraron muchos sacerdotes y laicos que entrevisté): mientras aparentaba ayudarlos, Bergoglio los acusaba a sus espaldas. Es lógico que este hecho de 1979 no alcance para una condena legal por el secuestro de 1976. El documento firmado por Orcoyen ni siquiera fue incorporado al expediente, pero perfila una línea de conducta. Sumar al Director de Culto Católico de la dictadura a una conspiración contra la Iglesia sería demasiado. Por eso, Bergoglio y su portavoz callan sobre estos documentos y prefieren descalificar a quien los encontró, preservó y publicó.

1 Carmelo Giaquinta: “Reconciliándonos con nuestra Historia”, organizado por el Proyecto “Setenta veces siete” y Editorial San Pablo, en la 36ª Feria Internacional del Libro, Salón Roberto Arlt, 8 de mayo de 2010.

2 Conferencia Episcopal Argentina (CEA), Plan Nacional de Pastoral, Buenos Aires, 1967, p. 14, cfr. Luis O. Liberti, Monseñor Enrique Angelelli. Pastor que evangeliza promoviendo integralmente al hombre, Editorial Guadalupe, Buenos Aires, 2005, p. 164.

Fuente: Pagina12

De puño y letra de Bergoglio, sobre la isla de la Curia.
El manuscrito en el que identifica el expediente sucesorio de la propiedad.


Bergoglio imputa a sus sacerdotes contactos con guerrilleros.
 El documento que ridiculiza la acusación de campaña anticlerical.




sábado, 16 de marzo de 2013

PAPA FRANCISCO I: “Hay una nube negra sobre él”

“La Iglesia Católica argentina no ha dado ni un paso para colaborar con la verdad, la memoria y la justicia”, dijo Carlotto. Habló de las dificultades de las Abuelas para acercarse a la jerarquía eclesiástica y del caso De la Cuadra.

”Le damos un voto de confianza pero no olvidamos esa nube negra que todavía está sobre Bergoglio.” Lo dijo Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, al referirse a la relación del ahora Papa con la dictadura cívico-militar. Según Carlotto, Jorge Bergoglio, ahora Francisco, pertenece a “una Iglesia que oscureció al país” porque “su jerarquía fue partícipe, cómplice y ocultadora, directa o indirectamente”. La titular de Abuelas habló con representantes de medios extranjeros en la sede del organismo de derechos humanos acompañada por Estela de la Cuadra, cuya familia hizo gestiones infructuosas ante el ahora Papa para conocer el destino de la niña que su hermana Elena parió en cautiverio.

“Es una historia muy triste, que entinta a toda la Iglesia Católica argentina, que no ha dado ni un paso para colaborar con la verdad, la memoria y la justicia. Bergoglio pertenece, y hoy representa, a esa institución”, dijo Carlotto. Al tiempo que agregó que “ahora es Papa y hay una especie de satisfacción porque la Argentina figura como país civilizado, conocido y reconocido”. Carlotto enfatizó que “esa satisfacción nacional confunde un poco, una razona que Bergoglio nunca habló ni se nos acercó a las Abuelas para ayudarnos, ha ayudado en otros temas, muy lacerantes, pero no en el nuestro”.

Respecto de la actitud de la Iglesia en los primeros años de la búsqueda de su hija Laura, recordó que cuando su marido acudió a monseñor Antonio Plaza, “uno de sus secretarios le pidió una fortuna”. También mencionó que en las visitas del Papa a la Argentina “las Abuelas fuimos a las avenidas por donde iba a circular el papamóvil, esperando su bendición y que nos viera, el pañuelo blanco era el símbolo, y el Papa miraba para otro lado. Y les daba la comunión y la confesión a los genocidas. Recién el papa Juan Pablo II nos recibió en 1998 a las Abuelas. No fue fácil pero hubo un grupo de la Iglesia que posibilitó ese encuentro, monseñor Estanislao Karlic, José María Arancedo, Jorge Casaretto, Justo Laguna, ellos nos llevaron para dejarle al Papa la carpeta, darle la mano y pedirle por los niños. La respuesta fue que sabía de este drama y que ‘todos oramos por ellos’”.

Carlotto dijo que “con esa oración volvimos para ver qué oración hacía la Iglesia, si la Iglesia de acá hablaba de una vez de estos chicos, y no escuchamos nada. Entonces llegamos al día de hoy, que tenemos el papa argentino, que es miembro de esa Iglesia que nunca habló, nunca nos convocó. A esa satisfacción de que sea un argentino, por el optimismo y el respeto que tenemos las Abuelas, le deseamos que sea un buen Papa, que cumpla con el apostolado y que no se olvide que es argentino y latinoamericano, que no se olvide de dónde viene, él viene de una familia humilde y no puede haber ignorado lo que pasó en nuestro país”.

En relación con las denuncias puntuales que implican al ahora papa Francisco, Carlotto dijo que “hay sombras sobre Bergoglio, que están en dos libros, uno del fundador del CELS Emilio Mignone sobre la Iglesia y la dictadura, y otro del periodista Horacio Verbitsky. Se lo acusa de haber entregado a dos sacerdotes, también dicen que los salvó, dado que sobrevivieron, pero Bergoglio los habría entregado”. Agregó que en el caso de la desaparecida Elena de la Cuadra, se lo acusa de haber dicho a sus familiares que “no busquen más a aquella niña (el bebé que tuvo en cautiverio) porque está en buenas manos, que dejen a esos niños porque se pagó mucho por ellos”, recordó Carlotto. Destacó que “en el testimonio que tuvo que dar hace muy poco tiempo niega esa conversación. Y dice que hasta el año ’90 no sabía lo que pasaba en el país, lo cual nos resulta un poco increíble siendo que en 1985 hubo un juicio fenomenal en Argentina donde se juzgó y condenó a las juntas de la dictadura cívico-militar. Esto fue más que público, entonces cómo puede decir que ignoraba lo que pasaba”.

Pero Carlotto manifestó que espera que “ahora que es Papa haga honor al lugar que ocupa y haga cosas que debe y tiene que hacer. Quienes lo eligieron evidentemente hacen abstracción de que acá, si bien no lo vamos a comparar con otros obispos, como (el secretario del vicariato castrense Emilio) Graselli, que convivían con la dictadura, a él se lo acusa de decir que ignoró, que no sabía, y de que habría entregado a algunos sacerdotes. Pero no está condenado”. Y destacó que “la sociedad argentina registra méritos de humildad, de solidaridad con las víctimas de Cromañón y de la trata de personas, que compra el diario, que toma el subte, que es un ciudadano sin protocolo y simple, además del predicamento que tiene entre los católicos argentinos”.

Fuente: Pagina12

jueves, 14 de marzo de 2013

BERGOGLIO PAPA: ¿Será capaz?

Por Adrián Vitali *

Benedicto XVI decidió conservar en secreto el informe sobre el caso Vatileaks (la filtración masiva de documentos secretos papales y que habría decidido la renuncia del pontífice) y resolvió dejarle a su sucesor las conclusiones de la investigación y que sea él quien decida cómo actuar.

Los cardenales descubrieron una red clandestina de homosexuales integrada por cardenales, obispos, sacerdotes y seminaristas, que organizaban encuentros sexuales en algunos lugares en las afueras de Roma, como en habitaciones de la Ciudad del Vaticano.

¿El nuevo papa Francisco I profundizará en estas denuncias? ¿Las hará públicas? ¿Expulsará a los responsables? ¿O simplemente lo archivará en los cajones de la negación y el olvido?

¿Será capaz de renunciar a la infabilidad que le dio el Concilio Vaticano I, para lograr un verdadero diálogo ecuménico?

¿Será capaz de renunciar a la monarquía absoluta vaticana y volver a la fuente de la Iglesia horizontal, fraterna y democrática?

¿Será capaz de renunciar al territorio vaticano como sede de poder y trasladarse al Tercer Mundo?

¿Será capaz de renunciar al Banco Vaticano y a los fondos de inversión, para confiar un poco más en la providencia, como los pobres?

¿Será capaz de renunciar a los prejuicios dogmáticos contra los divorciados y los homosexuales y sentarse a una mesa de diálogo con ellos?

¿Será capaz de llevar a la Justicia a los pederastas que tanto daño le hicieron a los más vulnerables?

¿Será capaz de hacer público el informe sobre la corrupción dentro del Vaticano?

¿Será capaz de investigar las muertes dudosas dentro de los muros vaticanos del papa Juan Pablo I, Anabella Orlandi (una joven de 15 años que desapareció dentro del Vaticano y que nunca más se supo de ella), el jefe de la guardia suiza que fue asesinado junto a su mujer?

¿Será capaz de renunciar al celibato obligatorio y dejar que las mujeres puedan acceder al ministerio ordenado?

¿Será capaz de renunciar a la pena de muerte y derogarla para darle paso al perdón?

¿Será capaz de renunciar a la persecución de los teólogos y teólogas que Juan Pablo II y Benedicto XVI emprendieron como los inquisidores?

Si el nuevo Papa se dedica a eximir a Benedicto XVI y a Juan Pablo II de todas sus responsabilidades, de sus errores, de sus autoritarismos, de sus irregularidades económicas, de los malos gobiernos, sólo tendremos un Papa más en el anecdotario de la larga historia de la Iglesia que dice tener la franquicia de Dios en la tierra, para salvar y condenar.

* Ex sacerdote.

Fuente: Pagina12

EDUARDO DE LA SERNA: “Maneja muy bien el poder”

El coordinador del grupo de Curas en Opción por los Pobres reconoce su capacidad para acercarse a la gente, aunque no cree que impulse cambios en cuestiones de doctrina. Su relación con la ultraderecha eclesial y lo que puede pasar en la Iglesia argentina.

Por Pedro Lipcovich

“Jorge Bergoglio sabe manejar muy bien los hilos del poder”, sostiene el sacerdote Eduardo de la Serna, del secretariado de Curas en Opción por los Pobres (OPP). Esa capacidad política sería el hilo que vincula las muy diversas facetas que De la Serna señala en el flamante papa: su conflicto con sectores considerados ultraderechistas de la Iglesia argentina, como el arzobispo Héctor Aguer o el Instituto El Verbo Encarnado; pero también su “participación activa” en la desaparición de dos sacerdotes durante la dictadura militar; por otra parte, “su capacidad para acercarse a la gente, su insistencia en que los curas vayan a los barrios, a las villas”; al mismo tiempo, “no es probable que impulse cambios en cuestiones de doctrina, como el lugar de la mujer en la Iglesia o la comunión de los divorciados”; pero, sin embargo, “bien podría ser que, sin cambiar la doctrina, tuviera gestos de acercamiento a divorciados o aun a travestis”. Los primeros indicadores de su gestión deberían discernirse en “la realización o no de cambios en la curia romana y, en la Argentina, la designación del nuevo arzobispo de Buenos Aires”.

–¿Por qué le parece que los cardenales eligieron a Jorge Bergoglio?

–Bergoglio sabe manejar muy bien los hilos del poder. Ya había sido muy votado en el cónclave anterior, cuando se eligió a Josef Ratzinger; y, en 2007, todos los obispos latinoamericanos lo eligieron presidente de la comisión de redacción del Documento de Aparecida. En cuanto a los criterios que los cardenales priorizaron con esta elección, desde ya no es probable que sea un papa de avanzada. Hay cosas que a muchos preocupan y que no creo sean para él temas principales, como la comunión de los divorciados, los temas de la homosexualidad y el aborto. En cambio, podemos esperar de su parte gestos de cercanía. Por imaginar un ejemplo: no me extrañaría que en Jueves Santo lavara los pies de un grupo de travestis: no digo que vaya a hacerlo pero sí que sería capaz de algo así, como para dejar en claro que de ningún modo los excomulga, aunque no aplauda su accionar. Entonces, no creo que promueva cambios importantes a nivel doctrinal, pero puede tener gestos importantes en el nivel pastoral –contestó el representante de OPP, que hace pocos meses cuestionó al Episcopado por aceptar la vinculación de la Iglesia con la última dictadura militar–.

–¿Podría darnos un ejemplo de esta diferencia entre lo doctrinal y lo pastoral?

–La doctrina oficial de la Iglesia dice que quienes viven juntos sin estar casados por Iglesia no pueden comulgar; pero, para muchos teólogos, eso no tiene fundamento. Bien: no me extrañaría que Bergoglio designara a un grupo de teólogos para estudiar esos argumentos: a nivel pastoral, sería un gesto de cercanía respecto de esas personas que hoy no pueden comulgar; pero crear esa comisión no implicaría en sí mismo un cambio en la doctrina de la Iglesia al respecto. Tampoco creo que con Bergoglio haya cambios en el rol de la mujer dentro de la Iglesia.

–¿Qué incidencia tendrá sobre la Iglesia argentina la designación de Bergoglio?

–Empiezo por recordar la importancia que en la Iglesia tienen los nuncios. El nuncio es el embajador del Vaticano, pero es mucho más: termina decidiendo qué candidatos a obispos figurarán en las ternas que se elevan a Roma. Hasta hace un año y medio, el nuncio era el italiano Adriano Bernardini, que propuso muchos candidatos cercanos a Héctor Aguer, arzobispo de La Plata. Pero sucedió algo muy interesante: cuando Bergoglio se acercaba a los 75 años y debía presentar su renuncia como arzobispo de Buenos Aires, el nuncio cambió; a principios del año pasado entró el suizo Emil Tscherrig, con distinta disposición. Puedo suponer que el cambio de nuncio fue una jugada de Bergoglio porque, si no, cuando renunciara, Bernardini iba a nombrar arzobispo de Buenos Aires a Aguer. Bergoglio sabe manejar el poder. Y sería ingenuo pensar que, como papa, no tomará en sus manos decisiones concernientes a la Iglesia argentina. De hecho, manifestó una actitud crítica respecto de grupos muy de derecha, como el Instituto El Verbo Encarnado. Pero en su momento fue frenado por la curia vaticana, que no debería poder frenarlo ahora.

–¿Cómo fue el conflicto de Bergoglio con el instituto El Verbo Encarnado?

–Ese grupo nació en San Rafael, Mendoza, fundado por el sacerdote Carlos Miguel Buela, que había llegado desde Buenos Aires. Es una congregación terriblemente de derecha que, por lo tanto, tiene muchas vocaciones sacerdotales: en todas partes, las derechas suelen tener muchísimas vocaciones. Pero este grupo es tan de derecha que tuvo enfrentamientos con casi todos los obispos argentinos, al punto de que la Conferencia Episcopal en pleno fue a ver a Juan Pablo II para pedirle que actuara sobre ese Instituto. Pero intervino un laico argentino, ex embajador en la Santa Sede durante el gobierno de Carlos Menem y con muchos contactos en la curia romana, y el secretario de Estado, Angelo Sodano, no sólo ignoró el pedido de los obispos, sino que en San Rafael fue designado un obispo amigo del Instituto; se autorizaron ordenaciones sacerdotales de ese grupo en Buenos Aires, que fueron hechas por Aguer, y se nombró arzobispo de Rosario a José Luis Mollaghan, el único que no había condenado al grupo. En la Conferencia Episcopal, tuvieron que renunciar el obispo Estanislao Karlic y Guillermo Rodríguez Melgarejo, que era secretario de la Conferencia. No creo que los de El Verbo Encarnado estén festejando la designación de Bergoglio.

–¿Qué otros pros o contras destaca en el nuevo papa?

–Bergoglio tiene aspectos muy negativos. En el tema derechos humanos, pesa sobre él la sombra de los dos jesuitas desaparecidos en la ESMA: hay firmes sospechas de que participó activamente en eso, tal como se detalló en notas periodísticas de Horacio Verbitsky (en Página/12). Esto no parece haberles importado a los cardenales. Tampoco vamos a esperar que Bergoglio aliente la Teología de la Liberación. Pero, sin embargo, en la diócesis de Buenos Aires ha sabido ser pastor. Después de arzobispos que eran “príncipes de la Iglesia” como Caggiano, Aramburu o Quarracino, Bergoglio está dispuesto a acercarse a la gente: ha lavado los pies de enfermos de sida, de embarazadas en la Maternidad Sardá, bendijo a cartoneros en plaza Constitución. Son cosas positivas, después de un papa tan lejano como Benedicto XVI, que nunca vio un pobre en su vida. Políticamente, Bergoglio viene de la agrupación peronista Guardia de Hierro; a diferencia de Aguer, es capaz de tomar mate con la gente, insiste en que los curas vayan a los barrios, pone curas villeros. Ahora habrá que prestar atención a dos cosas. Una: a quiénes nombrará Bergoglio en la curia vaticana, que es un antro mafioso; suele pasar que inicialmente se confirmen los que están, pero puede ser que lentamente empiece a haber cambios. La segunda cuestión es quién será designado arzobispo de Buenos Aires: es de esperar que Héctor Aguer haya concluido su carrera eclesiástica.

Fuente: Pagina12

sábado, 9 de marzo de 2013

HUGO CHAVEZ: LA DIMENSION HUMANA

Por Carlos Raimundi *


Los grandes medios hegemónicos de habla hispana, esos que el pensador mexicano Fernando Buen Abad caracteriza como el nuevo sujeto del golpismo regional en reemplazo de las asonadas militares, no tuvieron más remedio que dar al fallecimiento de Hugo Chávez el espacio central que merecía.

Pero, acto seguido, priorizaron tres puntos de análisis, coherentes con su objetivo de debilitar los procesos populares de la región. El primero es el presunto autoritarismo de Chávez, desmentido por las catorce elecciones en que el voto popular lo proclamara victorioso. La conclusión es que quien califica a la expresión popular como autoritaria, no dudaría, como no han dudado, en destituir a los gobiernos plebiscitados por sus pueblos.

El segundo fue resaltar las eventuales internas del frente bolivariano, aun cuando los principales involucrados como adversarios en esa interna no han hecho otra cosa que dar señales y testimonio de unidad.

El tercer punto, tratado por los medios opositores de nuestro país, absolutamente secundario e irrelevante, es la extensión de la delegación argentina para despedir a Hugo Chávez. Era previsible que lo hicieran, porque lo que buscan es, insisto, debilitar la unidad regional. En momentos de tanto impacto, como la muerte de un líder, tiene un valor fundamental para las personas y para los procesos haber hecho explícito un sólido apoyo de nuestro país. ¿Cómo se hubiera leído una delegación encabezada por nuestra Presidenta, pero escuálida desde la representación social e institucional?

Estas cadenas de medios han escondido, históricamente, la dimensión humana de la política. Yo miraba a Cristina, a pocos metros del cuerpo del presidente Chávez, y compartí mi pensamiento con algunos compañeros: todo lo que debe removerle interiormente un episodio como éste, a poco tiempo de haber vivido ella misma una pérdida similar. Pensaba que los grandes hitos de la historia de América del Sur no tienen por qué despojarse de su enorme dimensión humana. Como aquellos días de zozobra financiera para la Argentina, cuando el presidente Chávez, como hacen los amigos, puso lo que nuestro país necesitaba. O cuando, con Lula y Néstor, en noviembre de 2005, dieron aquel batacazo antiimperialista en las propias narices del emperador.

Hay algunos acuerdos de dirigentes que sólo están basados en cuentas y negocios. Otros construyen patria. Y los pueblos lo perciben en la mirada de sus líderes. Y los sienten en carne propia, hechos realidad en los delantales para el colegio de sus hijas e hijos, en la casa que hoy poseen en lugar de la casilla, en el salario que antes no tenían, en el pavimento y la vereda donde estaba el pantano, en sus dientes arreglados...

Y lo devuelven en amor, en horas de espera bajo el sol, el rocío o la llovizna; en cuadras y cuadras de lenta caminata con chiquitos alzados, o en sillas de ruedas. Nadie lo exige. Lo hacen desde la espontaneidad y el recogimiento a los que los mueven el respeto, el cariño y la gratitud, forjados durante años de derechos conquistados, de esa sensación de justicia largamente postergada... Hablo de esa dimensión humana –de los líderes y de los pueblos– que, quienes históricamente apostaron a dividir para reinar, o no entienden, o están empeñados en ocultar.

Con el pesar de la pérdida, agradezco haber estado en Caracas, la capital bolivariana que, a poco de llegar, a uno lo recibe con un gigantesco mural que dice: “Para nosotros, la Patria es América”.

* Diputado nacional del Bloque Nuevo Encuentro.

Fuente: Pagina12

viernes, 8 de marzo de 2013

EDUARDO DE LA SERNA: ¿Dónde están? ¿Dónde estamos?

Por Eduardo de la Serna *

Debo comenzar con una serie de sensaciones personales, me parece que es justo:

- Nunca me consideré “chavista”, había cosas del Comandante que no me “cerraban del todo”: a lo mejor su estilo caribeño, exuberante; a lo mejor cosas que “sabía de oídas”; a lo mejor saber que algún teólogo de la liberación al que respeto enormemente era muy crítico;

- Sin duda alguna en las elecciones lo hubiera votado; no se me hubiera ni por asomo ocurrido votar a Capriles (no sé cómo puede durar un segundo más en el “Partido Socialista” Hermes Binner... o a lo mejor lo sé, porque también allí estuvo Américo Ghioldi);

- Había cosas que me caían muy bien (aun en su exuberancia), por ejemplo en la gravísima reunión en Dominicana, cuando la tensión entre Ecuador y Colombia amenazaba por todos lados con romper la paz, el discurso de Chávez me pareció brillante, y fundamental para descomprimir la tensión (hasta hizo chistes, y hasta cantó). A pesar de su clara postura en favor de Correa (la cual comparto en un 100%) fue fundamental en la construcción de la paz.

- Por encima de todo esto, creo que fue un factor decisivo (si no el principal) en la actual unidad latinoamericana. Unidad que es evidentemente molesta para los poderosos de fuera (y los cipayos de dentro), y que intentan e intentarán romper por todos los medios. Basta recordar Honduras y Paraguay para tener memoria y saber. Y debo reconocer que la “unidad latinoamericana” me parece (y pareció desde mis 18 años, cuando decidí empezar a conocerla) un paso fundamental y decisivo de independencia, de identidad, de paz.

Dicho esto, miro otros lugares. Miro a los gusanos de Miami celebrar la muerte de Chávez, miro las declaraciones de Macri o de Binner (teñidas de patético anticristinismo, por otra parte), miro nuestra historia (cuando “estalló” la Argentina, y nadie ¡nadie! prestaba un centavo, por aplicar las políticas de los que dicen que “ahora” estamos “fuera del mundo”) y quien se acercó y ayudó a la Argentina fue Chávez (como después lo hizo en otras partes, debemos reconocerlo) [y por si no se entiende, repito: ayudó a la Argentina, no a “los K”]; miro la prensa hegemónica (hoy el diario El Tiempo, de Bogotá, en primera plana pone “Marea roja” en las calles de Caracas... basta saber lo que es la “marea roja” y lo que es el “rojo” para entender lo que ellos quieren decir)...

Mirando –entonces– a unos y otros, voy sabiendo dónde pararme. Pero hay más:

Estando cerca de Caracas se escucha más, hay más repercusiones. Y escuchando ambientes eclesiales se me paran los pelos de la nuca. De espanto. “¿Se habrá ido al infierno?”, “Que Dios le perdone sus pecados”... y por el otro lado (y para mí, esto es lo principal), veo dónde están los pobres de Venezuela. ¡Los pobres están en la calle, llorando! ¡Listo! Para mí está claro, y sin ninguna duda, dónde tengo que estar. Podré no estar de acuerdo con esto o con aquello, pero los pobres están llorando. Y mientras crea que allí estaría Jesús, no tengo dudas. El que nació en un pesebre, se anunció a pastores, predicaba a los pobres, comía con despreciados, elegía desclasados, y lo mataron como a un esclavo, ese no estaría ni en el hotel 5 estrellas de Las Termas ni festejando en Miami. Estaría confundido con la gente, llorando. Puede ser que a Chávez le hubiera dicho “no peques más”, pero después de haberle dicho “no te condeno”. Y mientras tanto, estaría llorando con los que lloran.

¿Dónde están los pobres? ¿Dónde estamos nosotros? Basta con mirar las calles de Caracas y mirar a quiénes festejan (pública o silenciosamente, porque a algunos se les escapa el rictus de la alegría por los poros, y eso Duran Barba no lo puede controlar).

¿Dónde están los pobres? ¿Dónde estamos? Y esto vale para Caracas, La Paz, Quito, Bogotá, Buenos Aires, Asunción y Santiago de Chile (por nombrar sólo algunas capitales). ¿Dónde está nuestro corazón? ¿De dónde salen nuestras palabras? ¿Para dónde se dirigen nuestras opciones?

* Coordinador del Grupo de Sacerdotes en Opción por los Pobres.

Fuente: Pagina12

jueves, 7 de marzo de 2013

FALLECIO HUGO CHAVEZ - TIRANO ES VIDELA

Hugo Chavez Frias, el niño vendedor de dulces.
(MDT) Definitivamente, la derecha miserable latinoamericana jamas tolerará el amor de los pobres y excluidos por quienes, como Hugo Chavez, defienden su causa y sus intereses.

En el mismo dia de su muerte lo tildan de tirano... justo a el, que ganó 14 elecciones transparentes. Para los saqueadores de los pueblos, la "tiranía" es no ser neoliberal, no defender los intereses de las multinacionales y los de cinco vivos.

A los exiliados cubanos de Miami, a los venezolanos que abandonaron Venezuela y se fueron a estudiar a Estados Unidos, a los contras nicaragüenses  los une ese odio por el pueblo, como históricamente en la Argentina los une el antiperonismo.

"Tirano".... tirano fue Aramburu, Videla, Massera, Viola, Bignone, Somoza, Batista, Carlos Andres Perez, Pinochet... todos ellos admirados por estas basuras que hoy festejan mientras en todas las barriadas pobres de la America Morena se llora a uno de los mejores hijos de la Patria Grande.

Venezuela vencera. Continuará construyendo ese socialismo del Siglo XXI, de rostro indígena, cristiano de la liberación, de Bolivar y el Che.

En todos los fogones de campesinos, las rondas indigenas, las asambleas fabriles, en la espalda escandalosa de las grandes ciudades, los patriotas y revolucionarios lloran la partida de uno de los hombres mas preclaros de la America Morena. 

Patria o Muerte Comandante.

martes, 5 de marzo de 2013

ATILIO BORON: Chavez.

Cuesta muchísimo asimilar la dolorosa noticia del fallecimiento de Hugo Chávez Frías. No puede uno dejar de maldecir el infortunio que priva a Nuestra América de uno de los pocos "imprescindibles", al decir de Bertolt Brecht, en la inconclusa lucha por nuestra segunda y definitiva independencia. La historia dará su veredicto, que no dudamos será positivo.

Más allá de cualquier discusión que legítimamente puede darse al interior del campo antiimperialista, el líder bolivariano dio vuelta una página en la historia venezolana. Desde hoy se hablará de una Venezuela anterior y de otra posterior a Chávez, y no sería temerario conjeturar que los cambios que impulsó y protagonizó parecen tener el sello de la irreversibilidad. Los resultados de las dos recientes elecciones reflejos de la maduración de la conciencia política de un pueblo otorgan un cierto sustento a este pronóstico.

Este genuino líder popular, representante insuperable de su pueblo con quien se comunicaba como nunca nadie antes lo había hecho, sentía un visceral repudio por la oligarquía y al imperialismo. Ese talante fue luego evolucionando hasta plasmarse en un proyecto racional y muy pensado: el socialismo del siglo veintiuno. Fue Chávez quien reinstaló en el debate público latinoamericano, y en menor medida a nivel internacional, la actualidad del socialismo; más aún, la necesidad del socialismo como única alternativa real ante la inexorable descomposición del capitalismo y las falacias de las políticas que procuran solucionar una crisis que es sistémica con políticas que no cuestionan los parámetros fundamentales de un orden económico social en descomposición. Y fue también Chávez el mariscal de campo que permitió propinarle al imperialismo la histórica derrota del ALCA en Mar del Plata, en Noviembre del 2005. Si Fidel fue el estratega general de esta larga batalla, la concreción de esta victoria habría sido imposible sin el protagonismo del líder bolivariano, cuya arrolladora personalidad concitó la adhesión del anfitrión de la Cumbre de Presidentes de las Américas, Néstor Kirchner, de Luiz Inacio "Lula" da Silva y de la mayoría de los jefes de estado allí presentes. ¿Quién si no Chávez podría haber logrado tan inesperado resultado? Por eso su muerte deja un hueco difícil, si no imposible, de llenar.

A su extraordinaria estatura como líder popular se le unía la clarividencia de quien, como muy pocos, supo descifrar el entramado geopolítico del imperio y la subordinación que éste imponía para América Latina. Subordinación que sólo podía neutralizarse afianzando en línea con las ideas de Bolívar, San Martín, Artigas, Morazán y Martí la unión de los pueblos de América Latina y el Caribe. De allí su torrente de propuestas integracionistas: desde el ALBA hasta Telesur; desde Petrocaribe hasta el Banco del Sur; desde la UNASUR hasta la CELAC. Iniciativas, todas ellas, que tienen un ADN indeleble: su ferviente e inclaudicable antiimperialismo. Chávez ya no está, pero confiamos en que los pueblos de Nuestra América inspirados por su ejemplo seguirán transitando por la senda que el bolivariano supo señalar. ¡Hasta la victoria, siempre, Comandante!

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