domingo, 24 de octubre de 2010

Cómo funciona la pujante industria de la intimidación

Ricardo Ragendorfer
 
La agresión sufrida por Apablaza y una carta intimidatoria a su abogado desnudan la nueva estrategia de los apologistas de la última dictadura. 
 
El incidente ocurrió durante la tarde del martes 7 de octubre en un micro de La Lujanera que iba hacia la localidad bonaerense de Moreno. En el vehículo ya no cabía un alfiler. El primer asiento estaba ocupado por un suboficial de la Policía Federal que conversaba animadamente con el chofer. Hasta que, de pronto, se llamó a silencio, mientras clavaba los ojos sobre uno de los pasajeros. Se trataba de un hombre alto, ya mayor, de bigote y cabello renegrido. El policía, sin quitarle la mirada de encima, saltó de su asiento, al grito de “¡Asesino!”. El aludido no atinó a pronunciar palabra alguna; el resto de los presentes, tampoco. En tanto, el uniformado seguía vomitando agravios que parecían salidos de un manual de contrainsurgencia, antes de pasar a una suerte de interrogatorio in situ: “¿Quién te banca, terrorista hijo de puta?”. El aludido, entonces, sólo musitó: “Me banca la Justicia”. Esas cuatro palabras enardecieron aún más al servidor del orden, quien ahora dirigiéndose a los pasajeros, vociferó: “¡Este tipo pone bombas, igual que los de la ETA!”. Ya a la altura de la autopista y la ruta 23, descendió del micro. Y desenfundando la reglamentaria, terminaría su acting con la siguiente frase: “¡A vos te arreglo con ésta!”. En ese instante, al hombre agredido le bajó desde la sien una gota de sudor.

Éste no era otro que el ex guerrillero chileno Sergio Galvarino Apablaza Guerra, requerido por la Justicia trasandina por dos operaciones armadas –la ejecución de un ideólogo del golpe militar de 1973, el senador Jaime Guzmán, y el secuestro de uno de los dueños del diario El Mercurio, Cristián Edwards– cometidas en 1991 por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (Fpmr). En esa época ya gobernaba Patricio Aylwin, pero el general Augusto Pinochet aún detentaba la jefatura del Ejército y gran parte de su poder. Ya se sabe que el asunto concluyó cuando el juez federal Claudio Bonadío dio por extinguido el proceso de extradición contra Apablaza, después de que la Comisión Nacional para los Refugiados (Conare), un organismo interministerial con atribuciones vinculantes, le concediera status de asilado. Como ya se vio, esa circunstancia no causaría gran beneplácito en el suboficial que amenazó al antiguo militante antipinochetista. Pero la suya no sería la única amenaza proferida en el marco de esta historia.

En la tarde del 11 de octubre, el abogado Rodolfo Yanzón, quien tuvo a su cargo la defensa de Apablaza, recibió en su correo electrónico un mensaje por demás intimidante, en cuyos párrafos sobresalientes su hacedor señala: “Tus deseos, expresados ayer en Perfil, de que ‘el pueblo chileno se sacuda la legislación antiterrorista’ no hace más que situarte en la veredita adonde estás para hacerte unos pesitos: el terrorismo criminal y cobarde. Y como sos sólo defensor de terroristas, porque parece que no te dieron los huevitos para, en los ’70, agarrar un fierro, te voy a recordar cómo llamó a tus defendidos el general Juan Perón, en democracia (Enero de 1974): ‘Reducido número de sicópatas a los que hay que exterminar uno a uno para el bien de la República’. Enterate, gil (…). Y todavía no pagaron sus crímenes. Se van por el agujero del inodoro, Yanzón. Tratá de agarrarte de algún tereso kirchnerista para por lo menos poder ir a Venezuela, si las cosas se complican en 2011. Salud Yanzón”.

Semejante misiva lleva la rúbrica de un tal José D’angelo Rodríguez, quien además adjuntó el número 12.258.460, correspondiente a su DNI.

Si bien es plausible suponer que la agresión sufrida por Apablaza no fue fruto de la indignación espontánea de un simple uniformado, hay que destacar que el mensaje recibido por Yanzón tampoco fue redactado por un ciudadano común. Tal como informó Miradas al Sur en su edición del 10 de octubre, todo indica la existencia de una estructura clandestina integrada por sectores afines a la última dictadura, entre cuyas tareas se contabilizan intimidaciones a testigos de juicios por delitos de lesa humanidad, el desvío de pruebas y operaciones psicológicas de diversa envergadura, además de brindar financiamiento y cobijo a los represores prófugos de la Justicia. En semejante contexto se inscribe la violenta agitación desplegada en torno de la decisión del Estado argentino de otorgar asilo a Apablaza. Y, en ello, el hombre apellidado D’angelo Rodríguez no es una pieza menor.

Rostro con betún. La voz irradiada desde los estudios de Radiocadena Eco no dudó en dedicar al entrevistado las siguientes palabras:

–Lo queremos felicitar por su labor patriótica.
–Gracias –dijo la otra voz.
Pertenecía, justamente, a D’angelo Rodríguez.
El conductor del programa arremetió, entonces, con un nuevo elogio:
–En estos tiempos tan difíciles, donde impera la mentira y el autoritarismo, el abnegado accionar de personas como usted se transforma en el meridiano a seguir para los argentinos de bien.

El conductor pronunció esa frase con una exaltación algo forzada. Era nada menos que el dirigente nazi Alejandro Biondini.

Dicho diálogo fue irradiado por el eter hace ya dos años; días después, el 6 de octubre de 2008, Biondini fue especialmente invitado por D’angelo Rodríguez al acto que la Asociación de Familiares y Amigos de los Presos Políticos de Argentina (Afyappa), organizó en Plaza San Martín para homenajear a los militares muertos durante el ataque de Montoneros a un cuartel de Formosa, en 1975. Lo cierto es que el führer criollo, quien acudió allí junto a un puñado de cabezas rapadas, se exhibió en el palco, parado entre Cecilia Pando y D’angelo Rodríguez. No menos cierto es que éste es el lugarteniente más dilecto de la señora esposa del ex mayor Rafael Mercado.

Dicen que, desde niño, este sujeto de cabellera cebosa y bigote cano sintió el llamado de las armas. Tanto es así que integró la promoción 111 del Ejército. Dicho dato significa que egresó del Colegio Militar en 1975, aunque nada se sabe sobre las tareas que desarrolló este oficial de Infantería durante la llamada “lucha antisubversiva”. En parte, porque su incontinencia verbal suele frenarse en este punto. En cambio, llama la atención que en su vida de soldado sólo haya alcanzado el módico rango de teniente primero, antes de ser condenado y, luego, indultado por su participación como carapintada en los levantamientos de 1987 liderados por el ex coronel Aldo Rico. A partir de entonces, se convirtió en una suerte de provocador profesional. Tal es así que suele desparramar amenazas por doquier, tanto en programas marginales de radio y cable como en actos públicos y –como ya se vio– también a través del correo electrónico. Reclutado oportunamente por el ex teniente coronel Héctor Schwab para integrar las huestes de la señora Pando, acostumbra desde entonces a protagonizar trifulcas con periodistas y simples peatones, durante las actividades callejeras de la Afyappa. Actualmente es uno de los responsables editoriales de las revistas B1, Vitamina para la memoria de los ’70 y Madriz, dos publicaciones apologéticas del terrorismo de Estado. Y se sospecha que su figura no es ajena a dos sitios procesistas de la web: Política y Desarrollo (www.políticaydesarrollo.com.ar) y Presos políticos de la Argentina (http//presospoliticosargentina.blogspot.com). Éste último, por cierto, está en el ojo de la tormenta.

El emporio de la advertencia. En el citado blog, sin otro propósito que el de intimidar, se publicaron cuatro listas con nombres y direcciones de más de 260 militantes y testigos en causas sobre el terrorismo de Estado. La Justicia ya empezó a actuar: a mediados de julio, el juez federal Rodolfo Canicoba Corral escuchó al ingeniero en Telecomunicaciones, Ariel Garbarz, que hizo la denuncia. También los organismos de derechos humanos agrupados en Justicia Ya! se metieron en el tema y, el mismo día, reclamaron mediante un escrito medidas urgentes que permitan la captura, enjuiciamiento y castigo de todos los responsables.

Se recuerda: tal como en su momento informó Miradas al Sur en exclusiva, en un post blog divulgó nombres, apellidos y direcciones postales de decenas de testigos de juicios de lesa humanidad. La introducción invita a conocer los “nombres de terroristas y sus lugares de residencia: pueden ser sus vecinos, profesores, arrimarse a usted como amigos. Ellos conviven entre nosotros”. La mayoría de los datos divulgados pertenecen a personas domiciliadas en la Capital Federal, Córdoba y otras ciudades del interior.

Sobre ellas dicen: “Deseamos aclarar a los argentinos que estos terroristas (llamados hoy ‘perseguidos políticos’), son los pseudo testigos que testifican en los ‘juicios’. ¡Sepa quiénes son!: pueden ser sus vecinos, docentes, parientes, animadores televisivos, locutores radiales, periodistas, empresarios”, se consignaba. Y se invita a los lectores a darle a las listas “la mayor difusión posible: publicar en Facebook, enviar a todos los amigos”.

No es una novedad afirmar que las amenazas y agresiones a testigos son una de las claves de los represores para intentar entorpecer los juicios por delitos de lesa humanidad. En ese marco, la desaparición de Julio López y el asesinato de Silvia Suppo, quien fuera testigo del juicio contra el ex juez Víctor Brusa, junto a muchos otros testigos intimidados o secuestrados por horas, son las manifestaciones más extremas de semejante accionar.

Lo cierto es que la agresión sufrida por el chileno Apablaza y el mensaje electrónico destinado a su defensor –hechos no relacionados específicamente con juicios a represores– marcan una ampliación de semejante accionar hacia otros tópicos irritantes para los apologistas del terrorismo de Estado.
titulado “Los terroristas entre nosotros” ese.

El gran titiritero. Una fuente vinculada al mundillo de los militares retirados señaló a Miradas al Sur que en algunos de estos episodios estaría el largo brazo de Schwab. Pese a que el ex teniente coronel se encuentra prófugo en algún lugar de Miami, se cree que desde las sombras aún continúa impartiendo directivas.

Requerido por la Justicia por secuestros, torturas y asesinatos cometidos en Tucumán bajo las órdenes del ex general Antonio Bussi, este individuo de 65 años, ex cabeza visible de la agencia de seguridad Scanner y factótum de Cecilia Pando como estrella de la derecha procesista, aún es el que todo lo decide en la Unión de Promociones, una organización creada por él para agrupar a militares retirados que reivindican a la última dictadura. Su actual jefe nominal, el general Heriberto Auel, minimiza el rol de ese sindicato de represores. “La Unión de Promociones sólo apoya con heladeras, microondas y colchones a nuestros presos”, manifestó recientemente en un juicio.

Dicho esto, no pudo evitar una sonrisa.

Miradas al Sur
 

HORACIO VERBITSKY: Las vías del hecho

Por Horacio Verbitsky
 
El asesinato de Mariano Ferreyra por matones de la Unión Ferroviaria está llamado a tener profundas consecuencias porque el umbral de tolerancia de la sociedad argentina a la muerte joven por razones políticas o gremiales es muy bajo, sin distinción de partidos o tendencias. Tal aversión obedece tanto a hechos históricos (como los enfrentamientos entre fracciones internas peronistas entre 1973 y 1975 y los crímenes del Estado Terrorista a partir de 1976) cuanto recientes (los 38 asesinatos policiales con que se despidió el último gobierno de la UCR, las ejecuciones de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán por la policía bonaerense de Felipe Solá, que obligaron a que el ex senador Eduardo Duhalde acortara su interinato al frente del Poder Ejecutivo, y el disparo de una granada de gases a la cabeza del maestro Carlos Fuentealba por la policía de Jorge Sobisch en Neuquén). Atentos a esa sensibilidad colectiva, los gobiernos de Néstor Kirchner y CFK adoptaron como uno de los rasgos centrales de su identidad la decisión de no reprimir la protesta en el espacio público, que los diferencia de todas las administraciones precedentes y de las ofertas electorales de quienes aspiran a sustituirlos. En 2004, incluso, Kirchner despidió al jefe de la Policía Federal, al secretario de Seguridad Interior y al ministro de Justicia y Seguridad porque resistieron la directiva de que el personal policial dejara de portar armas letales ante manifestaciones. En ese contexto era inevitable que el crimen de Barracas, en el que debe analizarse por qué las policías federal y bonaerense no impidieron la agresión, pasara a ocupar el centro de la disputa política y sindical. La tragedia sucedió apenas una semana después del imponente acto de River Plate, en el que Hugo Moyano comprometió su apoyo electoral a Néstor o Cristina y descalificó al gobernador bonaerense Daniel Scioli, y de la decisión de la Coordinadora Interpatronal de boicotear la ley reglamentaria del artículo 14 bis de la Constitución, que dispone la participación de los trabajadores “en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección”. La fiscal Cristina Caamaño tomó declaraciones durante toda la noche del jueves y el viernes la jueza Susana López ordenó allanamientos y detenciones que esclarecerían por completo lo sucedido.

La batalla por la interpretación

Con una coherencia admirable los diarios y los políticos opositores señalaron una presunta responsabilidad del gobierno, con títulos como “cosecha de sangre desde el poder” o “Instrucciones para armar un polvorín”, y referencias a los “discursos incendiarios” de “los Kirchner” que “crisparon al país fomentando antagonismos”, a “la alianza del kirchnerismo con la CGT de Hugo Moyano” y al país que cayó “en manos de la mafia sindical”. Tan ostensible mistificación sólo se sostiene desde el prejuicio clasista contra los feos, sucios y malos. En 2003, el sindicato de camioneros tenía 65.960 afiliados, hoy son l07.6l8. Esto no refleja sólo el crecimiento de la economía y del transporte por ruta, sino también el reencuadramiento de trabajadores que estaban afiliados a otros gremios, como la Federación de Comercio y Servicios. El pase a Camioneros implicó una mejora salarial sustantiva: de 2.566 a 4.l35 pesos mensuales en el gremio de los Moyano, con jubilación a los 55 años y semana laboral de 44 horas. Todo lo contrario ocurre con los tercerizados por las empresas ferroviarias, con la complicidad abierta de José Pedraza: las cooperativas truchas que los emplean, en varias de las cuales participan familiares de dirigentes del gremio, les pagan no más de 2.500 pesos mensuales, cuando un ferroviario legal no cobra menos del doble. La diferencia la paga el subsidio estatal y la embolsan los sindicalistas empresarios. Tampoco es pertinente la comparación del despeje de vías cortadas, que la Unión Ferroviaria admitió haber realizado en forma conjunta con la empresa y la policía, con las asambleas de camioneros en la puerta de los grandes diarios o siderúrgicas para reclamar que se terminara con la precarización laboral de parte de sus trabajadores. Esos conflictos concluyeron en cuanto Clarín, La Nación y Siderar legalizaron la situación de esa parte del personal. ¿Es necesario precisar la diferencia entre una medida de fuerza sindical contra grandes empresas y el asesinato alevoso de trabajadores y/o militantes políticos que los acompañan?

Antagonismo o confluencia

Algunos trabajadores tercerizados del Roca consultaron el año pasado su situación con el abogado de la CGT, Héctor Recalde, quien presentó junto con el judicial Julio Piumato un proyecto de ley que modificaría los artículos 30 y 31 de la Ley de Contrato de Trabajo para acentuar la responsabilidad de las empresas principales, como ya declaró en varios casos la justicia. Esos proyectos tienen dictamen de comisión, por lo que podrían tratarse en la Cámara de Diputados la semana próxima. Desde la izquierda se ha insinuado alguna responsabilidad de la presidente CFK, por haber lucido durante el acto en River una camiseta de la Juventud Sindical, como si los infelices antagonismos de hace 35 años, que constituyeron el más trágico de-sencuentro en las filas populares, debieran repetirse hoy. La realidad no procede de ese modo. Militantes de la Juventud Sindical han participado en las últimas movilizaciones por los Derechos Humanos y su secretario general, Facundo Moyano, participó de una visita a la ex ESMA junto con el hijo de Enrique Juárez, ex secretario general de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), detenido-desaparecido desde diciembre de 1976. Es comprensible que los Biolcati, los Méndez y sus tribunas de doctrina prefieran la repetición de aquellos combates y no las luchas que hoy libran muchos trabajadores por mejorar sus salarios y democratizar la representación sindical, ya sea desde la CGT o desde la CTA, a las que también les gustaría ver enfrentadas. La anulación de los comicios de la CTA en diez provincias dispuesta por el tribunal arbitral que acordaron las dos listas, al constatar graves irregularidades en perjuicio del actual secretario general Hugo Yasky, muestra que la limpieza en los procedimientos y el respeto por la voluntad de los trabajadores no son un sueño imposible, que no es fatal que prevalezcan la prepotencia y el fraude, aunque se adornen con los colores ideológicos más estridentes. Falsear los resultados es repudiable, lo hagan Guillermo Moreno o Pablo Micheli. Era inverosímil que quienes apuestan a reducir la central alternativa a un micropartido de izquierda como hay tantos, marginándose del debate crucial sobre profundización del proceso de cambio iniciado en 2003 o regresión a los años del neoliberalismo, hubieran vencido en buena ley a la conducción que puso a la CTA en el mapa político y social del país, como actor valioso en la pugna con los poderes fácticos que detestan la democracia porque limita su imperio.

Una trayectoria

Pedraza era un joven delegado de los trabajadores ferroportuarios, que en 1968 se sumó a la resistencia contra la dictadura de Juan Carlos Onganía. Ese gobierno desconoció el Congreso Normalizador de la CGT pretextando que habían participado gremios sin su cuota al día, dada la intervención estatal y el alto número de trabajadores despedidos. Surgieron así la CGT Azopardo, conducida entre bastidores por el metalúrgico, Augusto T. Vandor, y la CGT de los Argentinos, cuyos principales líderes eran Raimundo Ongaro y Agustín Tosco. Pedraza formó parte de esta CGTA rebelde. Allí conoció al joven escritor y periodista Rodolfo J. Walsh, de 41 años, convocado para dirigir el Semanario CGT. En ese periódico, Walsh publicó por entregas su investigación “¿Quién mató a Rosendo?”, donde radiografió la situación de la clase obrera: “Se echa a los más combatientes, previamente calificados de ‘comunistas’ o de peronistas revolucionarios. Se disuelven las comisiones internas, si es necesario se las compra”. Cuando los trabajadores recurren al sindicato “allí también fastidian, allí también cuestionan, allí también resultan ‘comunistas’. Patrones y dirigentes han descubierto al fin que tienen un enemigo común: esa es la verdadera esencia del acuerdo celebrado por el vandorismo con las federaciones industriales. Para llevarlo a la práctica, el gremio se convierte en aparato. Todos sus recursos, económicos y políticos, creados para enfrentar a la patronal, se vuelven contra los trabajadores. La violencia que se ejercía hacia afuera, ahora se ejerce hacia adentro. Al principio el aparato es la simple patota, formada en parte por elementos desclasados de la Resistencia, en parte por delincuentes. A medida que las alianzas se perfeccionan, a medida que el vandorismo se expande a todo el campo gremial y disputa la hegemonía política, el aparato es todo: se confunde con el régimen, es la CGT y la federación patronal, los jefes de policía y el secretario de trabajo, los jueces cómplices y el periodismo elogioso”. Walsh contabiliza el resultado: la pérdida de 50.000 puestos de trabajo en apenas tres años para que las empresas metalúrgicas pudieran “producir más con menos operarios”. Lo ilustra con los índices de productividad, que crecieron 50 por ciento entre 1950 y 1961.

Cuarenta años después

Han pasado más de cuarenta años y con ellos otra dictadura y un gobierno electo por el voto popular que perfeccionó aquello que iniciaron los de facto. Pero aunque muchas otras cosas hayan cambiado, aquellas páginas no perdieron su potencia descriptiva. Pedraza llegó a la conducción de la Unión Ferroviaria durante la presidencia de Raúl Alfonsín. Cuando Carlos Menem asumió la presidencia, dos asesores de Pedraza, Julio Savón y Fernando Carlos Frediani, fueron designados administrador y subadministrador de Ferrocarriles y su tesorero, Santos Reale, quedó a cargo de los ferrocarriles metropolitanos, que fueron saqueados como paso previo a la privatización. El entonces vicepresidente Duhalde controlaba, a través de su asesor Mario Masciotra, el departamento Explotaciones e Inmuebles Colaterales de Ferrocarriles. Una mutual fantasma de viviendas ferroviarias formada por Pedraza recibió 66 espacios y locales en las estaciones Federico Lacroze, Retiro, Once, Constitución, Liniers, Castelar, José C. Paz, Morón, Merlo, Moreno, Lanús, Lomas, Temperley, Monte Grande, Mar del Plata, Padua y terrenos en la calle Yerbal, en Rojas y Bacacay y en Belgrano C, por un alquiler promedio mensual sin indexación alguna de 15 dólares cada uno. En los mismos meses de 1989 en que decidió apoyar el plan racionalizador y privatizador del Banco Mundial, que Menem impuso bajo la amable consigna “Ramal que para, ramal que cierra”, Pedraza se mudó a una casa de un millón y medio de dólares en Villa Devoto. Paradigma del sindicalismo empresario, también recibió los 11.000 kilómetros del Belgrano Cargas y obtuvo luz verde de la mayoría automática menemista en la Corte Suprema de Justicia para controlar el gremio con mandato vencido desde 1991 y sin elecciones.

Los pesados

Para ello consiguió excluir a la opositora Lista Celeste mediante un ardid estatutario. Utilizó como único medio para comunicar las condiciones del comicio un aviso en la página de Finanzas de La Nación, que como todo el mundo sabe es la lectura habitual de fin de semana en el hogar de los entonces 90.000 ferroviarios de todo el país. Ahora, sólo quedan 9000. En proporción, hubo pocos aportes tan significativos a la de-socupación. Peor fue el siguiente proceso electoral, en 1996. Uno de los líderes celestes, Jorge De Nápoli, fue despedido de su trabajo en el ferrocarril San Martín y citado en un bar por el jefe de custodia y operaciones de Pedraza, Rubén Norberto Carrizo, quien le dio a elegir entre aceptar plata para desistir o vérsela “con los pesados”. La disyuntiva fue reiterada por los propios pesados: el mayor Osvaldo Zacarías (que había participado con De Nápoli en un alzamiento carapintada) y el capitán Héctor Pedro Vergez se presentaron en el galpón de la Lista Celeste, cedido a De Nápoli por el automovilista Rubén Valentini, nieto, hijo y sobrino de ferroviarios y ex copiloto en competencias de rally de Menem y de su hijo. Vergez le explicó a Nelson Castro que habían ido por encargo del jefe de seguridad de Pedraza, aunque negó haber apretado a De Nápoli. Ambos militares trabajaban entonces para la SIDE. Valentini encontró en la ventana de su casa en Pinamar un pan de una libra de trotyl cuya mecha se apagó cuando sólo faltaban dos centímetros para que llegara al detonador. El juez federal Norberto Oyarbide allanó la sede de la Unión Ferroviaria, donde personal de la Gendarmería secuestró panes de trotyl, mechas lentas, detonadores y cintas de empaque idénticos a los que se emplearon para el fallido atentado y un plano del centro de Pinamar, del cual faltaba la parte que corresponde a la casa de Valentini.

Durante el interinato presidencial de Duhalde, Pedraza negoció un nuevo convenio que redujo los derechos de los pocos miles de trabajadores ferroviarios que quedaban. Acordó con las empresas América Latina Logística Central SA y América Latina Logística Mesopotámica SA el convenio 612/03 en el que se admite la Polivalencia Funcional (o cláusula del fregado y el barrido), la ampliación del periodo de prueba a seis meses, la asignación de las vacaciones en cualquier momento del año a voluntad del empleador y la aceptación del transporte ferroviario como un servicio público esencial, que en caso de huelga debe acatar la intimación ministerial a mantenerlo en funcionamiento, criterio que ni los gremios del transporte ni la OIT admiten. La actual viceministra de Trabajo Noemí Rial asesoraba a Pedraza en la disputa electoral. Héctor Recalde y el actual secretario de Relaciones Laborales, Alvaro Ruiz, a la oposición proscripta. ¿Será por eso que Ruiz y no Rial intervino en la negociación con los trabajadores tercerizados por la UGOFE, en catorce cooperativas en las cuales tiene fuerte participación el propio Pedraza?

Morir por Pedraza

Pedraza también fue procesado por administración fraudulenta del fondo de sepelios de los trabajadores ferroviarios y embargado por 50 millones de pesos, en 2006. Los aportes de los trabajadores eran derivados a una mutual supuestamente sin fines de lucro, cuyo presidente era Héctor Horacio Amigo [de Pedraza]. Gracias a ese artificio, a los afiliados a la Unión Ferroviaria morirse les salía cuatro veces más caro que a sus colegas de la Asociación de Señaleros. A medida que las privatizaciones redujeron el padrón de afiliados, los descuentos compulsivos se extendieron de los trabajadores activos a las viudas pensionadas y el valor de la cuota se incrementó. Según la fiscal Graciela Gils Carbó el contrato celebrado entre la UF y la mutual, que a su vez subcontrató con la empresa Parcelas Argentinas la compra de espacio en cementerios privados era “una fachada para cubrir el fabuloso desvío de fondos sindicales en provecho propio de los enjuiciados”. Por la recusación de Pedraza a un juez, la causa rebotó de cámara en cámara sin ser elevada nunca a juicio oral, hasta que en mayo de 2008 la Sala III de la Cámara Nacional de Casación Penal (Eduardo Riggi, Angela Ledesma y Guillermo Tragant) dictaron la nulidad de todo lo dispuesto con la firma del juez recusado y la prescripción de la causa. Como se ve, el trayecto de la bala que mató a Mariano comenzó antes de que él naciera y contó con una extensa cadena de complicidades.

Pagina12

sábado, 23 de octubre de 2010

TORNADO EN POZO DEL TIGRE - FORMOSA - 800 VIVIENDAS DESTRUIDAS

DESPUES DEL TORNADO... LA SOLIDARIDAD 

(De Agencia Padre Santiago Renevot - Formosa)

Pozo del Tigre.
La presencia oficial y comunitaria no se hizo esperar ante un fenómeno inusual y trágico en esta localidad del centro oeste formoseño. Se trata también de organizar canales solidarios para iniciar la reconstrucción de los daños.

Solidaridad en Formosa. Un tornado, con viento agua y granizo, a su paso por Pozo del Tigre (localidad de unos 10 mil habitantes distante unos 270 km de la ciudad capital) dejó hasta ahora un saldo de 4 muertos, algunos por aplastamiento de sus moradas, según datos
oficiales. Se están atendiendo en el hospital del lugar a más de sesenta heridos, 10 de los cuales de gravedad. Un problema grave y masivo son las cantidad de casas sin techos y destruidas.

Se van a necesitar manos solidarias para reconstruir las viviendas de esa gente humilde. Según un poblador “el pueblo está por el suelo” En medio del caos, los rescatistas buscan a personas que pudieran estar atrapadas bajo las casas.

Tras el temporal, se activó la inmediata atención de los heridos, ya que se confirmaron casos de vecinos que sufrieron fracturas de brazos y piernas, producto de la caída de postes y vigas de techos que colapsaron.

El jefe comunal, Reimundo Castillo no descartó más víctimas porque “hay lugares inaccesibles, donde no hay luz. El hospital y la comisaría operan con grupo electrógeno” agregó.

Los hospitales vecinos de Las Lomitas e Ibarreta ya comenzaron a atender heridos, y se conformó un inmediato comando de emergencia, encabezado por los ministros de Salud, Aníbal Gómez; Gobierno, Jorge González y de la Comunidad, Alberto Zorrilla.

Ambulancias y médicos se trasladan hacia la zona, para socorrer a los heridos. Se preparan distintos dispositivos solidarios para canalizar la solidaridad de otras localidades y de distintos lugares del país, al haberse conocido el fenómeno por la prensa nacional.

Fuente: Memorias de la Tierra.

 

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El día después del tornado

La mitad del pueblo está refugiado. Cientos de casas quedaron con los techos arrancados y los interiores arrasados. Ayer finalmente dejó de llover. No hay luz,falta agua y el hospital está sobrepasado. Confirman que los muertos fueron cuatro.
Cuando amanece, Pozo del Tigre parece un pueblo bombardeado. Norma Ríos, integrante de una cooperativa de trabajo, describe con angustia cómo quedó todo desde el tornado del jueves. “Es un caos. Hay árboles arrancados de raíz, las chapas de los techos están retorcidas en el piso, no hay luz y falta agua y el hospital está sobrepasado. La mitad del pueblo se refugió en un jardín de infantes, una iglesia, una escuela y en otras casas”, dice. 

Además de las cuatro personas fallecidas, hubo más de 200 heridos. Ayer llegó a este pueblo formoseño la ayuda del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. Hoy, cuando se cumplan 48 horas del desastre, se evaluarán las necesidades primordiales de las víctimas y sus pedidos puntuales.

La lluvia se detuvo recién al mediodía en Pozo del Tigre, a 260 kilómetros de la ciudad de Formosa, sin embargo el cielo sigue nublado. En este pueblo de 6 mil habitantes hay una sola calle de asfalto, el resto es barro y lodo. En diálogo con Página/12, el ministro de Gobierno de Formosa, Jorge González, lee la lista de los fallecidos: “Josué Sosa, de un año y cuatro meses; Sergio Madregal, de 19, Roxana Taloba, de 29; y Paulo Espinosa, de 86, todos murieron por aplastamiento”. En total, agrega González, 220 personas precisaron atención por cortes y fracturas.

El tornado trajo piedras más grandes que un huevo, que rompieron todo a su paso. El viento descorchó el tinglado de un club que ocupaba un cuarto de manzana y volteó casas con 30 centímetros de pared. “Muchos habían empezado a construir sus casas, gracias a la llegada de algunos planes sociales, y el tornado se las derribó. De las 80 casas nuevas que se habían levantado por programas de vivienda, sólo tres quedaron con techo”, dice Norma Ríos, que nació en este pueblo y regresó a vivir hace cinco años. “Todo el pueblo es pobre, toda las casas tienen techo de chapas”, agrega. De a poco aparece la ayuda proveniente de Buenos Aires. Por la tarde llegan desde el Ministerio de Salud el director nacional de Emergencias Sanitarias, Gabriel Ive, y un equipo de ese área, para asistir a los damnificados. La misma cartera también envía dos unidades sanitarias móviles del Programa de Abordaje Territorial, cada una con diez profesionales, medicamentos y equipamiento tecnológico en odontología, pediatría, tocoginecología, radiología, sistema de imágenes, ecografías, mamografías y sala de rayos X, entre otras especialidades.

Es la primera atención directa para temas complejas. Ocho de los 35 heridos más graves están en el Hospital Central de Formosa, el resto se atiende en Las Lomitas, a 30 kilómetros. Paralelamente desde el Programa Remediar, que distribuye gratuitamente medicamentos esenciales, se dispuso el envío adicional de varios botiquines para afrontar la emergencia. Mientras tanto, los empleados de la planta eléctrica Refsa reponen los postes y cables caídos para que pronto haya luz en todo el pueblo, ya que por la mañana sólo tienen luz en la comisaría y el centro médico de Pozo del Tigre, gracias a dos generadores eléctricos.

Desde el Ministerio de Desarrollo Social están haciendo llegar toneladas de alimentos y distintos recursos de emergencias como colchones, mudas de ropa y zapatillas, además de productos de limpieza y techos suplementarios para las viviendas dañadas, entre otras cosas. “Por indicación de la ministra Alicia Kirchner estamos articulando las tareas con autoridades locales para resolver los problemas y atender de manera rápida a los ciudadanos de la mejor forma posible”, asegura el viceministro, Carlos Castagneto.

Las autoridades locales distribuyeron por la mañana techos de plástico y de cartón duro para pasar la emergencia. Por la mañana, según comenta el ministro de Gobierno de Formosa, se logró restablecer el suministro de agua en toda la localidad, mientras el gobernador Gildo Insfrán visitaba el lugar. Más tarde, pasada la hora de la siesta, llegó la luz al hospital. “También conseguimos al menos iluminar gran parte de las calles del pueblo y con las horas iremos recuperando la electricidad en los lugares más vitales. La noche después del tornado la pasamos totalmente a oscuras”, recuerda Jorge González.

Entre las situaciones más desesperantes, está la de las comunidades indígenas pilagá y wichí. Según las autoridades formoseñas, en la noche del jueves se les pudo acercar víveres, frazadas, chapas, colchones y atención médica, pese a que viven en lugares de difícil acceso porque los caminos son de tierra. Gracias a la solidaridad de los empleados municipales de los pueblos vecinos se pudo limpiar el pueblo durante el día. Se levantaron árboles y postes para que puedan transitar los vehículos que traían ayuda y se removieron gran parte de los escombros en busca de personas heridas o muertas.

“Por suerte, ya terminamos de buscar y puedo decir que no vamos a tener que lamentar más muertes”, dice el funcionario, que pasó los dos últimos días yendo y viniendo a Pozo del Tigre. Cuando pase la emergencia atendida también por Gendarmería, Defensa Civil y Vialidad empezará el trabajo de reconstrucción del pueblo.

Pagina12

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Memorias de la Tierra TV en Pozo del Tigre antes del tornado.

jueves, 21 de octubre de 2010

HASTA SIEMPRE SABALERO - FALLECIO JOSE CARBAJAL

El cantautor uruguayo falleció a los 66 años en una vivienda del balneario Villa Argentina, en la costa atlántica uruguaya. Carbajal era una de las figuras emblemáticas de la música popular del país vecino, integrante de una generación destacada junto con Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Los Olimareños y Héctor Numa Moraes.

Carbajal fue encontrado por allegados y su deceso aparentemente se debió a un paro cardíaco, según informa la agencia DPA basada en medios locales.

Por estos días, el popular artista se encontraba realizando un ciclo de conciertos en un bar de Montevideo y estaba embarcado en un proyecto artístico para desarrollar en escuelas primarias de todo el país.

Desde que se exilió, como consecuencia de la dictadura que se instaló en su país en 1973, "El Sabalero" vivió alternadamente entre Uruguay y Holanda.

Había nacido el 8 de diciembre de 1943 en Juan Lacaze, un pequeño pueblo obrero del departamento de Colonia, a unos 160 kilómetros al oeste de Montevideo y estaba casado con una holandesa con quien tuvo un hijo que también se ha dedicado a la música.

Entre sus composiciones más conocidas se encuentran "Chiquillada", grabada por varios artistas sudamericanos, "A mi gente" y "La sencillita". Grabó 21 discos con varias reediciones y recopilaciones como solista o en conjunto con otros artistas. (Pagina12).


MARIANO FERREYRA: La carga de la prueba

Por Mario Wainfeld
 
Mariano Ferreyra, un estudiante y militante popular de 23 años, fue asesinado a plena luz del día ante cientos de personas, en la Capital, con policías federales cerca o al lado. Demasiada sangre ha corrido en la Argentina, en especial de jóvenes. Estremece la repetición, induce a pensar en regresiones eternas, en prioridades absolutas que no se garantizan. Un homicidio tiene autores materiales y eventuales instigadores, urge identificarlos. En ese sentido fueron correctas las prontas declaraciones de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández. El Gobierno condenó inmediatamente el crimen y se comprometió a dar pronto con sus “autores materiales e intelectuales”. De cualquier manera, esa respuesta, imprescindible, sería parcial e imperfecta. Cumplir con la ley penal no bastará: no ocurrió un crimen común, sino uno político, respecto del cual rigen otras reglas, presunciones y exigencias.
Claro que es imperioso dar con los autores del homicidio y someterlos a proceso, en el que regirán la presunción de inocencia y todas las garantías para los acusados.

Pero también estarán bajo la lupa los sospechosos de responsabilidades gremiales, empresariales, públicas o de gestión. Para ellos no valen las normas penales: si se los acusa con algún fundamento deben probar su inocencia. En la arena pública se invierte la carga de la prueba. Los líderes de la Unión Ferroviaria (UF), los sindicalistas que son sus aliados, la Policía Federal y las autoridades que la conducen deben demostrar que obraron con apego a la ley, que no coadyuvaron ni instigaron el ataque armado, que no fueron negligentes para evitarlo.
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Al cierre de esta nota es prematuro individualizar culpables, pero todas las pruebas conducen a la patota de la Unión Ferroviaria (UF). Los testigos, las imágenes difundidas por televisión, las crónicas periodísticas, los muestran en plan de ataque. Un dirigente de la UF, Pablo Díaz, se autoinculpó con brutal franqueza, seguramente sin quererlo. Reivindicó para un gremio el uso de la violencia legítima (que es monopolio del Estado) al proclamar que no dejarán cortar las vías. Esa conducta es ilegal, un ejercicio “justiciero” por mano propia. El comunicado de la UF también perjudica a sus firmantes. Nula contrición y autocrítica, sólo para empezar. Y una “confesión” inverosímil: se asume haber portado elementos agresivos pero no armas de fuego. La excusa es, a la luz de los hechos, una cínica afrenta a la inteligencia. Se pretende que hubo un enfrentamiento entre dos grupos: uno calzado, el otro con palos. Pero todas las balas (lanzadas con ímpetu homicida, como que hay otras dos víctimas en grave estado) impactaron en el cuerpo de los presuntos agresores. El sentido común, que hace sinergia con la trayectoria de los sospechosos, pone en el banquillo a los hombres de la UF. ¿Militantes, barrabravas, trabajadores puestos a matones? A veces la línea entre esas categorías es menos clara que su enumeración. De cualquier forma, tanto da: en ese trance obraron como una patota más profesional que enardecida.

Como no hay un imputado, sospechoso o procesado, la investigación es llevada por la fiscal Cristina Caamaño, que tiene buena reputación entre sus pares y en Tribunales. Corre contra reloj. Cuenta con elementos de prueba abundantes: muchos testigos, material fílmico de varias procedencias.

Los popes de la UF, empezando por su secretario general José Pedraza, son sospechosos de primer nivel. Es la suya una historia de decadencia. Los llevó del sindicalismo combativo contra la dictadura al entreguismo en los noventa, de la presencia en las calles a sillones de directorio, de poner el cuerpo a escudarse en grupos de choque. De ser representativos a perder legitimidad, defendiéndola con chicanas legales o con manoplas, para empezar.

Cuesta creer, porque es disparatado, que los “muchachos” de pechera verde que se dejaron ver, ostentando prepotencia y aguante, fueran una patrulla perdida. La conducción gremial es responsable por las personas que encuadra, por quienes la representan o invocan su autoridad.
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Menos ostensibles, los empresarios del sector también deben ser escudriñados. La tercerización, la supresión de garantías legales básicas son herramientas habituales, de las que se valen para potenciar su lucro y disminuir sus responsabilidades legales y sociales. Sus cómplices y eventuales socios, los sindicatos amarillos y vaciados, tienen más culpa porque abandonan a sus compañeros de clase. Pero las patronales que se valen de ilegalidad y apañan la violencia que los favorece también deben ser puestas en cuestión.
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Muchos manifestantes denunciaron que hubo una “zona liberada” por la Policía Federal para dejar hacer a los atacantes homicidas. Otros observadores, más cautelosos, mencionan una grave negligencia al no tener efectivos suficientes para impedir el enfrentamiento, como sí se hizo en las vías, en provincia.

Pronunciarse ahora sobre las denuncias sería aventurado. No lo es que la negligencia o las zonas liberadas son conductas recurrentes de los uniformados. Las fuerzas de seguridad dejan mucho que desear en su comportamiento cotidiano, las sospechas aluden a conductas preexistentes, no a una fantasía ocasional.

Los federales deben ser investigados, seguramente por autoridades ajenas a la fuerza donde prima un nefasto espíritu de cuerpo. El propio Gobierno, que en general le concede a la Federal una confianza que no se corresponde con sus desempeños visibles, deberá extremar el activismo y comprender que, cuando se derrama sangre de argentinos, rige la máxima de la mujer del César.
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Toda muerte joven es una tragedia, todo asesinato lo es por partida doble. Ninguno cobra sentido merced a acciones ulteriores, porque cada persona es única y cada vida irreparable. Pero conmociones atroces suscitan, en sociedades complejas y vivaces como la Argentina, cambios postergados. Así sucedió con el asesinato del conscripto Omar Carrasco y el servicio militar obligatorio, por ejemplo. El homicidio del joven Ferreyra debe, necesariamente, reavivar el debate sobre el sistema sindical argentino, la dudosa legitimidad de algunos de sus emergentes, la imperiosidad de reconocer nuevas formas de representación o agremiación, centrales alternativas. Y también desmadejar la perversa trama de la actividad del transporte de pasajeros, en la que gremialistas, patrones y empresarios suelen usar “los tres sombreros”, demasiado entreverados, demasiado cercanos.

Hoy será una jornada de recogimiento, emoción, lucha y movilizaciones, que debería transgredir las tradicionales fronteras del oficialismo y la oposición. La vida humana es un límite infranqueable, deslinda fronteras.

En momentos tales, las autoridades y las fuerzas de seguridad tienen la obligación de redoblar su contención y su templanza. El dolor, la bronca, los desbordes incluso, forman parte de las pasiones democráticas a custodiar por los poderes públicos. Quienes pararán, cortarán vías, marcharán o formularán protestas de todo tipo tienen, en principio, derechos y motivos. Mientras no vulneren leyes esenciales, es imprescindible dejarlos, cuanto menos, expresarse y demandar.

Al mismo tiempo será necesario revisar todas las responsabilidades en danza.

mwainfeld@pagina12.com.ar

Pagina12

miércoles, 20 de octubre de 2010

MARCELA SANTUCHO: Historia de una mujer que creció en tiempos de revolución.

Por Jimena Arnolfi
jarnolfi@miradasalsur.com



Entrevista a Marcela Eva Santucho. La hija de Mario Roberto Santucho presenta nuevo libro y asegura: “Estamos cada vez más cerca de encontrar el cuerpo de mi padre”.


El suboficial retirado Victor Ibañez fue uno de los principales testimonios que aseguró que el cuerpo de Mario Roberto Santucho, líder del ERP, había sido expuesto por los militares en el Museo de la Subversión Juan Carlos Leonetti -inaugurado en 1979- junto a las pertenencias de otros caídos; libros, panfletos, objetos y armas incautadas a los guerrilleros. El genocida Antonio Domingo Bussi, creador de dicho Museo y quien exhibió el cadáver de Santucho, armaba escenas que representaban la actividad guerrillera con maniquíes, vestidos según cada caso. En el caso de Santucho, no se trataba de un maniquí, sino, de su propio cuerpo embalsamado.


Marcela Eva (47 años) es la segunda hija de las tres que tuvo Santucho con Ana María Villarreal. A 34 años del secuestro de su padre y a dos de su regreso del exilio, se encuentra presentando Santucho, organizador del contrapoder, su reciente libro en donde intenta retratar la militancia del PRT-ERP en el período que va desde 1972 a 1976. Marcela Eva habló con Miradas al Sur de la búsqueda del cuerpo de su padre Mario Roberto Santucho en el marco de una causa que se reabre: buscando el cadáver de Santucho, se realizó la primera excavación en El Campito, uno de los mayores centros clandestinos que existió en la Argentina durante el terrorismo de Estado -se estima que por ahí pasaron entre tres mil y cinco mil presos políticos de los cuales sólo sobrevivieron cien.


“Estoy convencida que estamos cada vez más cerca de encontrar el cuerpo de mi padre. Ya pude bajar al sótano donde operaba el Museo de la Subversión. Me acompañó Pablo Llonto -abogado de la familia-. En el museo encontraron su diploma de contador público nacional y una foto de Santucho vivo y otra en donde estaba muerto”, cuenta la hija de Santucho.

–¿Cuándo es demolido el Museo de la Subversión?

–Lo sacaron en el ’81 porque venía un grupo de la Organización de los Estados Americanos (OEA) de afuera a investigar los campos de concentración de la última dictadura militar argentina. Ellos venían a inspeccionar y ahí fue que barrieron con todo. No sé que hicieron después con los restos de mi padre, como dicen ellos, mi padre es un trofeo de guerra. Saben muy pocos quién lo guardó. No era algo que todos podían saber. Ahora están empezando a llamar a los colimbas frente a la falta de testimonios, quién sabe si alguno de esos colimbas no desfiló frente al cuerpo, actualmente ellos no pueden ser juzgados porque eran civiles.


–¿Quién se presume que fue la autoridad que saca el cuerpo de Santucho del lugar?

–El testimonio más significativo es el del suboficial retirado Victor Ibañez. Él asegura que fue Martín Balza, en ese entonces Balza era el jefe del Estado Mayor y fue el encargado de demoler las instalaciones del Museo. Este Ibañez fue el que declaró que todos los días había un desfile militar que terminaba en la puerta del Museo, donde estaba el cuerpo de mi padre, los efectivos tenían que rendirle honores, se dice que algunos oficiales se cuadraban frente a él y le gritaban “¡Viva la patria!”.


“Te voy a matar/derrota./
nunca me faltará un rostro amado para matarte otra vez./ vivo o muerto/ un rostro
amado./ hasta que mueras/
dolida como estás/
ya lo sé/ te voy a matar/
yo/ te voy a matar”
(Nota I, Juan Gelman).


Entre 1974 y 1975 Marcela Eva empezó a vivir en casas operativas. Tenía 11 años y jugaba con la hija de Gorriarán Merlo. Sus padres ya no estaban pero la cuidaban “los compañeros”. A su mamá Ana María Villarreal ya la habían matado en la Masacre de Trelew en el 1972. En ese entonces Marcela Eva tenía nueve años. Santucho estaba fuera del país pero antes de irse había manifestado el deseo de que sus hijos sean cuidados por los compañeros de militancia, y no por su madre, con quien tenía una buena relación pero indefectiblemente los iba a terminar criando de acuerdo a su formación “pequeña burguesa y cristiana”.


–¿Cómo te enterás de la muerte de tu mamá?

–Me enteré por televisión. Mis familiares estaban un poco perdidos, no estaban al tanto de la fuga. Seguían las noticias y ahí se enteraban de todo, no podían preguntarle nada a nadie. Así fue como un día estaban mirando la tele y se enteraron. Como no se animaron a decirnos que habían matado a mi mamá, nos sentaron en frente del televisor. Los cables con los caídos se pasaban a cada rato. Ellos nos dijeron que iban a dar noticias de nuestros padres y ahí escuché el nombre de mi madre, estaban informando que se había muerto. A todo esto, Santucho se estaba por ir a Cuba, le dieron permiso para llamar y hablar con la madre primero y después con nosotros, los hijos. Estaba triste y nos dijo que iba a volver, que seamos fuertes. Recuerdo que le pregunté cuándo iba a volver y me dijo que pronto.

–¿En ningún momento le recriminaste algo a tus padres?

–Durante la adolescencia, que es cuando uno está en rebelde, me hacía muchas preguntas, todo me dolía. Les recriminé que hayan muerto por un ideal colectivo, por un país y me hayan dejado a mí, sola, a mí y a mis hermanos, que éramos lo más importante desde mi punto de vista… Nosotros no habíamos podido aprovechar ni de la educación de ellos ni de su presencia. Yo decía: “¿Y ahora qué hago?” porque no me gustaba estar donde estaba. Cuando fuimos a Cuba, yo no le podía decir a nadie que me quería volver. Nos mandaron a una escuela en el campo. Estábamos ahí toda la semana, salíamos el sábado y entrábamos el domingo. No me gustaba pero nadie me podía sacar de ahí. Era huérfana.


–¿En esa época quién te ayudaba a reconstruir la historia?

–Cierta noción de quien había sido nuestro padre, teníamos, los cubanos nos explicaban. Estuvimos politizadas desde muy chicas. En ese momento, por emociones, por ser adolescente, fui la única que recriminé, que dije: “¿yo qué hago? ¿quién me va a sacar de acá? Muy bien, hicieron lo que tenían que hacer por el país, pero…”. Eso me lo preguntaba todo el tiempo.


–¿Cuándo decidiste empezar a investigar?

–A los veintipico me fui a Suiza a estudiar. Después de la democracia volví varias veces al país. Vine en el ’89 la primera vez y seguí viniendo cada tanto: veía que nadie se acordaba de nada. En la época de Menem me decían: “Nosotros también estamos yendo al primer mundo, tenemos el dólar 1 a 1, vamos a ser como Suiza”, y nadie se acordaba, pero para nada, de los 30 mil desaparecidos. Yo dije: “No, tengo que decir algo”. Escuchaba que la derecha tenía su voz, estaba la teoría de los dos demonios con Alfonsín, la derecha seguía diciendo “subversión” todos los años después de la dictadura y había muy pocas voces del otro lado. Tarde o temprano, como hija, tenía que escribir. Logré hacerlo en 2008 con el primer libro ( Mario Roberto Santucho, el revolucionario místico) cuando ya me venía a quedar acá. Por supuesto que ayudó el momento político del país, el actual gobierno democrático que tenemos. Ahora, en este libro (Santucho, organizador del contrapoder), me siento con la conciencia más tranquila, no sólo por mis padres, sino por todos los compañeros que conocí bien, por toda la sangre derramada en este país.


–¿Hay algo que te separe de otros militantes compañeros de tu padre?

–Lo único que me puede chocar hoy en día de los militantes -algunos, no todos, por supuesto- es que algunos hablan de “derrota” y para mí no se trata de una derrota. Para mí no es una derrota enfrentarse a un poder más grande y pasar a la pelea. Para mí eso es una victoria. Hay gente que dice que no se puede reivindicar todo, pero sí se puede. Te estoy hablando de jóvenes de los ’70 que debatieron un proyecto común de sociedad, que sacrificaron sus bienes, que quedaron en la clandestinidad, y todo por una consigna social. Para mí hay que revindicar eso, no hay forma de decir que se equivocaron en nada. Algunos se asombran ante tanta reivindicación. 


Yo pienso que ya hemos pasado la etapa de las críticas, algunos sobrevivientes han hecho un congreso en Italia, han dicho que todo estaba mal, que las acciones contra Cámpora estaban mal a pesar de que duró sólo tres meses y que era un gobierno títere porque enseguida la derecha lo sacó. Algunos sobrevivientes se fueron al exterior y ya está, ya hicieron la crítica de esa etapa, pero estamos en 2010, yo no tengo por qué estar buscando los errores de estos compañeros. Estamos hablando de muertos que en aquel momento creyeron una cosa y murieron por eso. Si hoy en día una persona que en su momento aceptó todas las resoluciones y la lucha armada, viene a decir hoy que estuvo todo mal. ¿Por qué no lo dijo en ese momento? ¿O qué tenían que esperar? Que les digan “bueno, está bien, tomen un rato el poder porque nos da lástima, tienen razón, la explotación, los monopolios, la multinacionales…". No, el poder no lo entregan así.


• Santucho, organizador del contrapoder
Autora: M. E. Santucho
Editorial: Venceremos


Miradas al Sur
 

CEFERINO REATO Y OTRAS YERBAS - Operando se conoce gente

Por Miguel Russo

El 25 de septiembre de 2008 se cumplían 35 años del asesinato de José Ignacio Rucci. Pocos días después, hace dos años exactos, en octubre de 2008, Ceferino Reato disfrutaba las mieles de encabezar la lista de best sellers de los diarios con su Operación Traviata. Y decía, exultante: “Montoneros no era una asociación no gubernamental que propiciaba la democracia, sino que era un proyecto de poder. Un grupo que quería tomar el poder lo más rápido posible y tenía una idea de qué hacer con eso. Según me dijeron Perdía y Villanueva y muchos de ellos, Montoneros creía que la revolución estaba a la vuelta de la esquina. Y me dijeron también, que varias veces, desde la cúpula, quisieron frenar esa idea. Eso es lo que trato de contar en el libro”.

El libro, subtitulado ¿Quién mató a Rucci?, abrió las puertas de par en par de las editoriales para muchos títulos que, bajo el rubro “investigación periodística”, parecen acercarse a otro ítem: “operación política”, que nunca se deja escuchar en voz alta en los pasillos de los grandes sellos. Para Reato, ese momento era el óptimo para tratar de abrir lo que fueron los ’70 pero, por supuesto, cambiando aquellos paradigmas esgrimidos en la cita mencionada y que el editor jefe de Perfil ubica en los postulados por Horacio Verbitsky. No fue en vano preguntarle en una entrevista a Reato si al cambiar los paradigmas sobre un asesinato cometido en 1973, no cambiaba la forma de ver los 35 años posteriores. El autor confirmó que se trataba sólo de una interpretación de los años ’70 y negó que cambiando los ’70 cambiaba toda la Argentina con el siguiente argumento: “Los Kirchner toman los ’70 como algo fundamental en su discurso. Cada vez más. Dicen ser los herederos de esa generación. Que son la voluntad virtuosa que va a concretar lo que esa generación no pudo o no le dejaron hacer. Pero me da la impresión de que sería interesante ver la complejidad de la generación y de la época. Todo eso derivó en una tragedia, en el terrorismo de Estado. Aquí murió un montón de gente, hubo torturas, bebés desaparecidos. Podemos seguir tratando de verla de manera maniquea, podemos seguir creyendo que la solución final es juzgar a todos los militares”.


La puerta estaba abierta. Y por si quedaban dudas, Reato las disipaba. En aquel libro aparecían, sin demasiado sentido, pero con la certera descripción de las tareas desempeñadas en la actualidad, Carlos Kunkel, Julio Bárbaro, Nilda Garré, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, entre otros. “Las referencias al kirchnerismo en el asesinato de Rucci son inevitables: ellos son símbolos de una generación. Y mucho de su activo político es haber pertenecido a esa generación. No es una crítica, sino una ubicación de los personajes de entonces que están ahora.” Como cualquier hijo de vecino que allá por los ’70 tenía la fortuna o la desgracia de estar entre los 0 y los 130 años o, mejor aún, como la prédica de otro bestsellero, Juan Bautista Yofre, que afirmaba en 2006 Nadie fue y un año después Fuimos todos. Bestsellero que (aprovechando ese ida y vuelta entre ambos autores), siguiendo la forma de reconocer a los personajes, fue designado al frente de la SIDE en 1989 por el entonces presidente Carlos Saúl I.


Mojar la galletita

Como si se tratara de la famosa magdalena de Proust, la traviata le hace recordar a Reato algunas cosas con relación a nada. De otro modo no se entiende bien, por más “pertenencia a una generación” zamarreada por el autor, que en un libro que investiga un asesinato a un líder sindical ocurrido tres décadas y media atrás, de arranque nomás (página 23), como para dejar blanco sobre negro una posición política, se lea: “El estilo político del kirchnerismo se basa en la división artificial del universo político en amigos y enemigos a través de asuntos que le aseguren la victoria en cada pulseada. (...) Es un estilo político elitista (pocos toman decisiones que afectan a muchos) y verticalista (de arriba hacia abajo) que muchas veces tiene un aire de familia con los aprietes de la cúpula de Montoneros, con esa táctica de tensar las cosas al límite, de forzar una opción de Todo o Nada, Patria o Muerte o bien, Nosotros o el Caos”.


“En ese marco –sigue Reato–, la Justicia corre el riesgo de transformarse en un ámbito para arreglar las cuentas del pasado, para mandar a prisión a los verdugos del Terrorismo de Estado y a sus cómplices y para proteger a los compañeros que abrazaron la lucha armada. ¿Un ejemplo? Cierto uso de una categoría jurídica en desarrollo en varios países, los delitos de lesa humanidad, que a veces parece invocada para encontrar en ella los elementos que, por un lado, sirvan para juzgar y castigar a los autores de graves violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura, y, por el otro, mantengan a salvo de la Justicia a los guerrilleros que secuestraron, mataron y colocaron bombas.”


Las editoriales, ante el éxito que pregonan los cinco o diez más vendidos de una lista que ningún lector lee ni atiende, comprendieron rápidamente el mensaje del mercado: ya había pasado el furor de los ’80 con la teoría de los dos demonios enarbolada por Ernesto Sabato en el prólogo al Nunca más. Ya había pasado el de los ’90, con el largo encolumnamiento de progres ante el reinado de la pizza con champán (por mencionar el título insignia de cuando era tan cómodo estar en la vereda de enfrente del que ostentaba el poder). Y ya había pasado el temblor 2001. Ahora había un nuevo discurso: el de la derecha (con el debido permiso para utilizar una antigualla como referencia ideológica) corriendo por izquierda. “Derechos humanos para todos.” ¿O, acaso –parecen preguntar–, hay terrorismo con coronita? La idea era volver a los ’70, embarrando la cancha, pero volver. Lo que vendía, dicho con todas las letras, era el poder que no hacía cara de asco ante los ’70. Había que escribir sobre eso. Y, de paso, cargar contra el que defendiera algo, por mínimo que sea, de aquellas utopías. Y todo servía para el caso.


Qué pasa, qué pasa, qué pasa General

El “yo no fui” Yofre volvió a la carga, entonces, con un nuevo libro: El escarmiento, pomposamente subtitulado “La ofensiva de Perón contra Cámpora y los Montoneros, 1973-1974”. Los Montoneros, por supuesto, eran el tema predilecto. Y nada mejor, para que no haya demasiada claridad, que endilgarle a Perón la derrota de toda organización revolucionaria, restando importancia a las órdenes extranjeras, a los consentimientos vernáculos y a la implementación de un proyecto económico que necesitaba muertos y silenciados y aterrorizados. Escribe Yofre: “Es sabido que los montoneros daban la impresión de ser militares frustrados. Que hubieran querido pasar bajo el arco de entrada del Colegio Militar de la Nación, en El Palomar, pero no pudieron. Algunos sí se graduaron en los liceos militares de la época. Pero como no eran oficiales en funciones, intentaron imitarlos: se fijaron grados, uniformes, códigos, reglamentos como los de aquellos a quienes combatían. Y como el Ejército Argentino tenía sus códigos y reglamentos y su ‘Biblia’, ellos, los montoneros, también se hicieron la suya en septiembre de 1973”.


En ese documento (al que según el autor “pocos han accedido y del que nadie parece tener copia”), alerta Yofre ciertas intentonas montoneras más peligrosas que una yarará: “Ese documento, si se quiere, sería el vademécum de las ideas recibidas en los campos de entrenamiento de la ‘perla del Caribe’ o de intelectuales del ‘nuevo peronismo’, el ‘revolucionario’, que proclamaba la ‘patria socialista’. También, entre los textos de lectura y debate, figuraba Los conceptos elementales del materialismo histórico, de Marta Harnecker, la socióloga chilena que tras su paso por el catolicismo se volcó de lleno en el marxismo-leninismo que irradiaba el proceso castrista. Tal sería su compromiso militante que, además, brindó su apoyo incondicional al gobierno de Salvador Allende Gossens, para terminar en Cuba casándose con Manuel Piñeiro Losada, el conocido “Barbarroja”, jefe del Departamento América del Comité Central del Partido Comunista Cubano, desde donde se daban directivas a todos los movimientos guerrilleros de América Latina y África portuguesa. Al enviudar en 1998, Harnecker se trasladó a Venezuela, donde se convirtió en asesora calificada del presidente Hugo Chávez Frías. Así, de un plumazo, se carga al marxismo, Cuba y Venezuela. Eso es puntería. Y, entonces, le apunta a Firmenich: “Mario Eduardo Firmenich viajó a la Unión Soviética en septiembre de 1974, llevado de la mano por la Inteligencia cubana. En el periplo se suscitó un inconveniente que fue salvado por hombres de Fidel Castro. Sus documentos falsos eran tan falsos que estuvo a punto de ser detenido en Praga. Falsos hasta el infinito, como la ‘Biblia’. A su vuelta dio una conferencia clandestina en una casa abandonada del barrio de Belgrano donde se reconoció ‘marxista leninista’. ¡Había encontrado su verdad! Verdad que estaba contenida, de manera solapada, en su ‘Biblia’. Lo espantoso no fue eso, sino el haber escondido su adscripción al comunismo a jóvenes seguidores que en su gran mayoría caían en nombre del peronismo. Una estafa sangrienta”.


Una estafa sangrienta, como la llama Yofre, pretendiendo desvanecer la lucha (muchas veces hasta la muerte) de miles y miles de personas que podrían tener muchos defectos, pero el de dejarse engañar no estaba entre ellos.


Como para emparentar peras y manzanas, allá por la página 365, Yofre no decae y, con el fondo de una Plaza de Mayo que marcó un quiebre en la historia, mezcla, ironiza con nombres y apellidos coincidentes, planta el “dijo” como una duda artera y toma para sí aquel viejo refrán de “a río revuelto”: “Cuando el animador Antonio Carrizo anunció que la vicepresidente coronaría entre veinticuatro princesas provinciales a la Reina Nacional del Trabajo, María Cristina Fernández (cualquier semejanza en nombre y apellido con una futura presidenta que dijo haberse ido de la plaza con su pareja en aquel histórico día es pura coincidencia), la Tendencia reclamó: ‘No queremos carnaval. Asamblea popular!’”.


Por la vuelta

Reato, no conforme con presidir aquellas listas de best sellers, volvió dispuesto a superarse con otra operación. Esta vez, Operación Primicia, donde negando centenares de estudios sobre el golpe de marzo de 1976, adjudica al frustrado intento de copamiento del Regimiento de Infantería de Monte 29, en Formosa, la decisión de tomar el poder por parte de Videla/Massera/Agosti/Martínez de Hoz y sus esbirros. De paso, carga contra las indemnizaciones que el Estado otorga a las víctimas de la dictadura y, en un final absolutamente indigno, predica: “La defensa de los derechos humanos nunca debió haber sido usada como una continuación de la lucha política por otros medios”.


Antes, no se priva de usar a José Pablo Feinmann para llevar agua a su molino de confusiones: “Yo siempre estuve en contra de los Montoneros. Yo y todos los de la revista Envido. Lo de Rucci (que ellos asumieron) fue imperdonable. Y luego esa guerrita sucia que libraron con la Triple A fue el preludio del golpe. Ahí sí que podría hablarse de los dos demonios. Porque en el ’75 los montos no representan a nadie, ya hubo un reflujo de masas decisivo, la pobre militancia juvenil se había ido a su casa y elaboraba la terrible derrota de sus mejores sueños, y estos imbéciles al mando del canalla de Firmenich salen a matar policías, a guerrear con los fachos de la Triple A y el país se vuelve un infierno. (...) La imbecilidad de Firmenich y la de Santucho era, en efecto, el ‘cuanto peor, mejor’. No eran originales, eh. Fanon había dicho lo mismo. Y el intocable Che, en el Mensaje a la Tricontinental, también, más otras barbaridades”.


Pero quizás el título honorífico se lo lleve quien supo embanderar una década con los cien mil ejemplares vendidos de su Pizza con champán. Como reza la solapa de su Cristina. De legisladora combativa a presidenta fashion, la trayectoria y el estilo mordaz de Sylvina Walger son una marca registrada en el periodismo argentino. No dice esa solapa que, en su trayectoria, supo sentarse a la mesa de Gerardo Sofovich en el dudoso honor de ser la única dama en la historia de ese programa. Pero ataca, Walger, como si una vieja deuda no le permitiera descansar: “Gente proclive a ganar socios más que amigos, la yunta que conforman los K no resistiría un interrogatorio en serio sobre algunos temas de los que, hasta el momento y protegidos por sus cargos y la Justicia, han logrado escapar. (...) Su logro más admirable es haber logrado acallar, además de dividir, las voces de las organizaciones de derechos humanos que tan poco tolerantes fueron en otras épocas mucho menos indecentes que el kirchnerato que nos tocó en suerte. (...) Por ahora, lo que le espera a la señora Fernández de Kirchner es la dura realidad: seguir presidiendo un país en el que su único rol es obedecer lo que le ordena un marido con el que desde hace ya mucho tiempo no la une más que una fortuna para dividir”.


Operaciones: Traviata, Primicia, Perón, Cristina, Montoneros. Detalles cruzados, nombres adosados con cinta scotch, patchwork de una historia que pasó por varias aproximaciones al tema derechos humanos y que ahora, como profetizó en su “Desencuentro” Cátulo Castillo, “no sabés que trole hay que tomar para seguir”.

El Argentino.com

Si había unos 3.000 guerrilleros ¿Por qué hay 30.000 desaparecidos? 

El periodista Ceferino Reato escribió el libro "Operación Primicia" en el que relata el ataque de Montoneros al Regimiento de Formosa y fue entrevistado por La Gaceta Literaria. En el reportaje, se señala que el ataque guerrillero es la causa por la cual los militares dan el golpe del 24 de Marzo de 1976.

Un lector de
eldiario24.com mantuvo un intercambio de mails con un amigo en el que hace un análisis de los hechos y agrega anécdotas de su paso por el servicio militar obligatorio de aquellos años.

A continuación, el mail escrito por Jorge Dietrich:


Querido amigo, gracias por enviarme la entrevista a Ceferino Reato (editor del diario Perfil y redactor del diario Clarín) en La Gaceta. No bien ví la referencia al Regimiento de Monte 29 de Formosa (Reato no menciona la palabra Infantería, que es lo que corresponde: RIMte 29), me trajo como un flash a la memoria mis pasos como soldado por el RIMte 30 en Apóstoles, Misiones.


Perdona si me abuso de tu paciencia, pero ya casi no me acordaba de aquellas vivencias que disparaste en mi memoria y que te pido me hagas el honor y las comparta contigo y con algunos amigos. Al final volveré a Ceferino Reato, por lo que puedes saltear mi relato si así te parece.


La primera vez que escuché RIMte 29, fue en la primera noche que pasé en el RIMte 30 luego de un día completo de viajar desde el RI 19 de Tucumán. Los soldados estábamos preparándonos para ir a "dormir", cuando un Sargento 1º me llamó desde un extremo de la "cuadra" de la Compañía "B" del RIMte 30. Su rostro era lo mas parecido al Inodoro Pereyra que ví en mi vida (le decían el "Mataco", pero no recuerdo su nombre). Allí me preguntó por lo sucedido en el RIMte 29, de lo cual no tenía yo la menor idea, ni siquiera que existiera, y eso le molestó mucho. Me ordenó "Firmeee" y se paró y dió una vuelta a mi alrededor. Y me dijo: "yo te reconozco de los cerros tucumanos, a mi no me engañás. ¿no es así?", a lo que le respondí: "con todo respeto mi Sargento 1º (teníamos que decir "mi" antes del rango) pero creo que con el pelo rapado y sin bigotes, dudo siquiera que mi padre me reconozca". Me pegó con un llavero y me mandó a dormir.


Con el tiempo, mi situación en el Regimiento fue mejorando. En parte por hechos fortuitos y en parte por mis habilidades manuales y mis conocimientos que me permitieron sobrevivir adecuadamente. El hecho es que me llevaba muy bien con los tres estamentos: soldados, suboficiales y oficiales, salvo con el "Mataco" (con perdón a los pueblos originarios). En otra ocasión, en que se nos ordenó tomar las armas en una simulación de combate, este sujeto aprovechó que pasaba a su lado para golpearme nuevamente con su llavero. Esta vez, yo tenía mas familiaridad con la tropa y profesionales y le advertí: "Usted me puede ordenar lo que quiera, pero de pegar, no lo vuelva a hacer".


Dicen los que saben, que no hay dos sin tres (y tienen razón, al menos en mi caso).


Mi relación con el Jefe de la Compañia de Infantería "B" General Belgrano, el Teniente 1º "P" (confidencial) era exelente. Yo había resuelto fallas en los equipos de comunicación, creado un software en una TI57 para los morteros (reemplacé las tablas e indicaba el ángulo y la carga de explosivos con rapidez y precisión durante los ejercicios), dibujaba letras góticas, hice planos y escudos en yeso en relieve (¡qué todavía están!: "Oñangorecó tenondé ñandé reta": Centinela Adelantado de la Patria, en guaraní), puse en funcionamiento viejas calderas después de años sin uso (para bañarnos con agua caliente) y otras tantas cosas que me destacaron para bien y para mal... y además siempre tenía buen humor.


El hecho es que un día en que teníamos que partir de campaña, el Jefe me encomendó una tarea, pero le comenté que debía preparar el equipo junto con la tropa. Me dijo que no me preocupara y que luego lo podía hacer sin ninguna consecuencia... ¿Adivina quién estaba a cargo de proveernos el equipo? ¡Bingo! No bien me vió el "Mataco" me insultó por mi retraso y me ordenó salto rana y otras yerbas (que yo las hacía gustoso ya que me mantenían en buen estado físico) y luego me pegó. Me levanté y le dije simplemente: "se lo advertí" y me marché.


En el camino para ver al Teniente 1º "P", pensaba sobre la conveniencia de mi denuncia. Me preocupaba fundamentalmente resentir mi cómoda relación con los suboficiales (en particular con un Suboficial Principal y un Sargento 1º Veterinario a quienes quería). Sabía que había criminales entre ellos y que muchos otros eran buena gente. Pero lo denuncié. El Teniente 1º "P" lo puso en calabozo por 5 días. No solo que el "Mataco" no me jodió mas, sino que el resto de sus camaradas me felicitaron.


La segunda vez que me hablaron del RIMte 29 fue cuando me encomendaron (tal vez para chequearme) de transcribir en un nuevo libro, los partes diarios de ese Regimiento de la época en que sucedió el ataque de los Montoneros. Lo hacía en soledad, bajo un quincho durante las siestas del subtrópico amazónico, embriagado por el sopor selvático, por los cantos de los pájaros y por mi imaginación extrañando a mi novia (hoy mi mujer). No le presté mucha atención, lo hacía mecánicamente. Sólo recuerdo que cada parte comenzaba con códigos como 751005 y pregunté que significaban (en el ejemplo es el 5 de octubre del 75) y desde entonces lo uso para nombrar los archivos en mi computadora.


Son tantos los recuerdos y algunos tan presentes aún hoy que te abrumaría de historias (y tú ya tienes las tuyas). Tantos hermanos desaparecidos como Ricardo Somaini, Gustavo Santillán, Fiaca Gonzales, Ricardo Salinas y tantos otros, todos brillantes y solidarios con el prójimo y que llevo en mi corazón. Y recuerdos de colimba como el Teniente 1º "P" (que me envió una tarjeta de agradecimiento, ya de civil a mi casa, por mis trabajos para que nuestra Compañía de Infantería "B" fuera premiada como la mejor del II Cuerpo de Ejército), o el Teniente "S" tucumano que fue a combatir valientemente a Malvinas, o el Subteniente "A" que salió de la formación (en un día de gala por la visita del Obispo de Misiones) y vino a abrazarme porque me despedía de la colimba (nunca los olvidaré).


Bueno, tampoco me olvidé de la entrevista en La Gaceta. Ceferino Reato tiene, como todo el mundo (tú y yo entre otros), una posición asumida referente a esta administración democrática y referente al poder fáctico. Es lo normal y aceptable. Lo más valioso de la nota es el rescate de la necesidad de la Memoria, que contradice a aquellos "gorilas" y "progres" que proponen olvidar los 70's ya que pasó hace 34 años (¿?). Ceferino rescata la memoria como fuente de su relato. Pero los otros 2 componentes importantes para una sociedad sana y pujante son la Verdad y la Justicia. Sin estos tres componentes tus hijos y los míos están perdidos.


Los datos de la realidad (la Verdad), afortunadamente gran parte está documentada y se puede reconstruir. Por ejemplo los documentos desclasificados de la CIA, donde salió a luz el Plan Cóndor para nuestros paises "soberanos". Desde el cobarde asesinato al presidente democrático Salvador Allende, hasta la coordinación y el control de los fundamentalismos como herramienta de poder sobre la población.


Nunca te olvides que en los 70's se impuso el modelo dictatorial y en los 80-90's las "democracias" neo-conservadoras para toda latinoamérica. No es ni casual ni fruto de aventureros, y tú ya padeciste sus resultados. Ceferino Reato obvia en su relato todo este plan criminal coordinado (te recomiendo "El Poder de las Pesadillas" de la BBC de Londres) y reduce el origen del golpe cívico-militar del 76 a un ataque de los Montoneros. Su relato tiene una intencionalidad expuesta que te la dejo a tu consideración si relees la nota de La Gaceta.


Y el tercer gran pilar es la Justicia. A esta altura, si no te cansé te agradezco. Lo sintetizo basado en dos datos y sus respectivas preguntas.


1.- Aceptemos -para el caso- como sostienen los terroristas de estado, que el ERP y Montoneros eran terroristas criminales. La suma del total de sus miembros guerrilleros no superaban los 3.000 integrantes, entonces ¿por qué hay 30.000 desaparecidos? (¿por algo será...?).


2.- Supongamos que los 30.000 son culpables de "subversión" (así calificaba la corona española a San Martín), entonces ¿la pena a aplicarles estando ya indefensos y en los campos clandestinos, era torturarlos, tirarlos al mar y robarles sus hijos? ¿o someterlos a la Justicia? Entre ellos estaban nuestro amigo Miguel Ángel Estrella, incapaz de matar una mosca. Horrendo sólo justificable en la lógica perversa de un Capo Mafia como Magnetto y Cia. Nuevamente Ceferino lo obvia.


Ceferino Reato trabaja para el grupo monopólico cuyo CEO es Magnetto. Este representa unos intereses económicos espúreos y malhabidos durante el período de crimen organizado al que desgraciadamente se sometió a nuestra patria y a nuestros hermanos de continente. Es esperable de Ceferino que defienda a su empleador y recurre a la vanalización del origen del golpe cívico-militar del 76. Su óptica no es casual y es compartida por los mandos superiores para quien trabaja. Él minimiza el terrorismo de estado a una lógica y patriótica reacción de los "Salvadores de la Patria" (Videla-Magnetto-Ernestina-Massera) en defensa de las buenas costumbres y de nuestro estilo de vida (los extremos ideológicos, son herramientas del mismo demonio). Un abrazo.

Diario24

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