domingo, 12 de diciembre de 2010

INMIGRACION: Datos versus prejuicios

Por Raúl Kollmann
 
Cuando Mauricio Macri le echa la culpa de lo ocurrido en Villa Soldati a “una política migratoria descontrolada”, lo que está reclamando es un modelo que, además de injusto, fracasó en todo el mundo: las políticas migratorias restrictivas. Estados Unidos, por ejemplo, tiene una sola frontera compleja, con México. Cuenta con tecnología de punta, satélites, muros, cercos, helicópteros. Y aun así, en territorio norteamericano hay dos millones de inmigrantes en situación irregular. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) hace rato que llegó a la conclusión de que el migrante que necesita o desea ir a otro país, sobre todo por desesperación económica o porque tiene un familiar allí, lo consigue indefectiblemente. Así sea a Estados Unidos, España, Francia, la Argentina o el país que fuere. “Cerrar las fronteras es ineficaz”, consideran los expertos. Para colmo, Macri se afirma en una distorsión total de la realidad. En la Argentina no hay más inmigrantes que antes, sino menos. Y ni hablemos si se comparan las proporciones actuales con las del siglo pasado, cuando hubo tiempos, como en 1910, en que vivían en Buenos Aires más extranjeros que personas nacidas en el país. De acuerdo con el censo de 1960, un 13 por ciento de los habitantes de la Argentina eran extranjeros. En el censo de 2001 el porcentaje de extranjeros bajó al 4,2 por ciento y se calcula que hoy en día –habrá que ver el reciente censo– la proporción bajó aún más. También la asociación de inmigración con delito, además de fomentar la xenofobia, es falsa: en las cárceles bonaerenses hay 902 extranjeros sobre una población total de 30.100 presos, es decir el tres por ciento, menos que la proporción de extranjeros que viven la Argentina.

Mercosur

Mauricio Macri es hijo de un inmigrante que aún hoy habla mitad castellano, mitad italiano. No es aquella inmigración la que cuestiona, sino la de los países limítrofes. Sin embargo, esto pega en el centro de la mayor estrategia de desarrollo del país en las últimas décadas, el Mercosur. De la misma manera que la Unión Europea implicó necesariamente la libertad absoluta de tránsito y residencia entre los países, el Mercosur y, tarde o temprano, la Unasur, también implican la libertad de tránsito y asentamiento de los ciudadanos de todos los países miembros. El Plan Nacional de Normalización Documentaria Migratoria, denominado Patria Grande, permitió que 423.000 personas, originarias de los países del Mercosur y asociados, presentaran la documentación para lograr la residencia en la Argentina. Esto está incluido explícitamente en un acuerdo de residencia firmado en 2002, antes del gobierno de Néstor Kirchner, que permite a los nacionales de los integrantes del bloque obtener la radicación en cualquiera de los países del Mercosur o asociados. No es casual que los tres fallecidos en Villa Soldati, Bernardo Salgueiro, Rosemary Chura Puña y Juan Castañares Quispe, tuvieran una situación regularizada como inmigrantes, con los papeles presentados –incluyendo certificados de buena conducta– ante la Dirección Nacional de Migraciones (DNM).

Hablar de una “política migratoria descontrolada” no sólo es echarles la culpa de lo ocurrido a los ciudadanos originarios de los países limítrofes, sino rechazar la política acordada por el Mercosur e ir a contramano de las estrategias de integración que se están desplegando en varias regiones del mundo. Es más, el Mercosur todavía está lejos de lo logrado en la Unión Europea, donde lo único que hace falta para que un nacional de España, por ejemplo, pase a residir en Alemania, es que registre su dirección en el pago de impuestos. Como cualquiera sabe, el ciudadano de la UE puede trabajar en todos los países que integran la Unión.

Mano de obra barata

Las políticas de inmigración restrictivas, como la que ahora sugiere el jefe de Gobierno porteño y era el espíritu de la anterior ley, conocida como la Ley Videla, en honor al dictador del Proceso, no frenaron ni frenan la inmigración. El efecto real que producen es que los extranjeros que llegan al país se convierten en ilegales y, por lo tanto, en mano de obra barata, superexplotada y condenada a trabajar en negro en las peores condiciones.

Según coinciden los especialistas, durante el Proceso la política migratoria era restrictiva, resultaba muy difícil conseguir la residencia en el país y al mismo tiempo tampoco se impulsaba la expulsión de los inmigrantes ilegales. “¿Usted cree que en Estados Unidos quieren expulsar a los dos millones de mexicanos y latinoamericanos que están residiendo allí sin papeles? La realidad es que no. Los quieren como mano de obra barata. Lo mismo que sucedía aquí. Un inmigrante con documentación tiene derechos y está en condiciones de reclamar condiciones normales de trabajo”, analiza uno de los máximos responsables de la Dirección Nacional de Migraciones.

Presos extranjeros

Los datos de 2009 establecen que en los establecimientos del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) había 902 presos nacidos en otro país, sobre una población total de 26.092 internos y unas 4040 personas alojadas en comisarías.

Esto ya está indicando que no es como dice Macri que hay una proporción altísima de delincuentes extranjeros: el porcentaje está en el tres por ciento de la población carcelaria; es decir algo por debajo de la proporción de extranjeros en el total de habitantes del país.

Otro dato que lo contradice es que, curiosamente, hay muy pocos bolivianos presos, apenas 58. En las cárceles bonaerenses, por ejemplo, hay más uruguayos que bolivianos. En total, en 2009 el SPB alojaba 341 paraguayos, 219 uruguayos, 132 chilenos, 62 peruanos, 58 bolivianos, 21 brasileños y 69 ciudadanos de otros países.

El SPB tiene la mitad de la población carcelaria del país. Mucho más chico es el Servicio Penitenciario Federal (SPF), que aloja a algo más de 9000. Allí, la proporción de extranjeros detenidos trepa al 25 por ciento, pero sucede que en el SPF se alojan los que cometen delitos también en las fronteras. “Buena parte de los que están en las cárceles del SPF no son residentes en ningún barrio argentino, sino mulas que trataron de ingresar al país con distintas cantidades de drogas”, explica Alejandro Marambio, titular del SPF. Si se promedia lo del SPF con los servicios penitenciarios provinciales en la mayoría de los cuales casi no hay extranjeros, se llegará al promedio que –según los expertos– lo marcan las cárceles bonaerenses.

“En las cárceles tenemos ciudadanos bolivianos, peruanos o paraguayos imputados en causas que tienen que ver con drogas. Pero el mayor nivel del narcotráfico está en los otros presos que tenemos: holandeses, españoles, sudafricanos”, le explicó a este diario el funcionario de Migraciones.

Restrictiva

La crisis económica norteamericana y europea hizo crecer los niveles de xenofobia y los reclamos de políticas migratorias restrictivas. Aunque surgieron en forma reciente, las leyes al estilo de la de Arizona, en la que se persigue al inmigrante, lo cierto es que en Estados Unidos viven dos millones de personas que atravesaron las fronteras y residen allí sin papeles. Y, supuestamente, se trata del país más avanzado técnicamente y con una sola frontera caliente, la que comparte con México.

Argentina tiene 9400 kilómetros de fronteras y limita con Uruguay, Brasil, Paraguay, Bolivia y Chile. El único límite natural es la cordillera de los Andes, con Chile. Con el resto de los países hay fronteras secas o, a lo sumo, ríos que se cruzan en balsas y en muchas ocasiones están secos y se puede cruzar hasta caminando. La consecuencia de una política inmigratoria restrictiva sería sólo que habrá más extranjeros indocumentados y con menos control: porque quienes quieren llegar, llegarán igual. Tal cual lo que sucede con los mexicanos en Estados Unidos o los africanos en Europa.

En la DNM afirman que, justamente, lo que permitió el plan Patria Grande es ordenar las migraciones, identificar a las personas que viven en la Argentina, saber con precisión cuántas entran y cuántas salen.

Descontrol o restricción

Cuando Mauricio Macri habla de “inmigración descontrolada” y que “la ciudad no puede absorber a los que vienen”, algo que se equipara a que “la ciudad no puede recibir en los hospitales a los que vienen del Gran Buenos Aires”, lo que está planteando, de hecho, es cerrar las fronteras, violar el acuerdo del Mercosur y, de paso, poner en cuestión la misma existencia del Mercosur.

Las premisas son, en sí mismas falsas:

- No llegan más extranjeros que antes, sino menos.

- En la zona de Soldati, la mayoría de los inmigrantes son bolivianos. Según los registros de Migraciones, la inmigración boliviana bajó en forma abrupta por la mejora en la situación en Bolivia. La migración de Paraguay no tiene picos de crecimiento, se mantiene constante.

- La crisis de la Villa 20, tal cual señala el padre Francisco Pablo Punturo, de la parroquia María Madre de la Esperanza de la Villa 20, no deviene de problemas migratorios. “La gente está con la situación bastante regularizada. Migraciones facilita mucho la residencia. Y la regularización también pasa por los argentinos, que ahora tienen un fácil acceso al DNI. Acá el problema principal es que no hay avances en ningún terreno: ni en las viviendas ni en la salud ni en la educación. Según sostienen los religiosos, no se construyó ni un milímetro nuevo en la escuela que atiende a los hijos de los habitantes de la villa, con lo cual hay demasiados chicos por aula y, por ejemplo, hay chicos en sexto grado que todavía no saben leer.” La toma del parque –diagnostican los religiosos de la parroquia, en diálogo con Página/12– no tiene que ver con temas migratorios sino que “hay una parte de los habitantes desesperados por los altísimos alquileres que pagan, casi del mismo nivel que en Barrio Norte y, por supuesto, unos cuantos vivos que quieren nuevos terrenos para alquilarlos. En esto, el Gobierno de la Ciudad no hizo nada de nada. Está todo abandonado”.

- La antropóloga María Inés Pacecca, investigadora del Conicet y de la UBA en temas migratorios, afirma que “no existe ni explosión ni descontrol migratorio. Estamos esperando las cifras del reciente censo, pero, con toda la furia, podría haber 1.500.000 inmigrantes en todo el país. La misma proporción de extranjeros que en 1991. Lo que sucede es que no cuestionaban la inmigración anterior, la de europeos, con un criterio casi racista. Y les parece natural pensar así, como en algún momento pareció natural que las mujeres no votaran. De hecho hablan de una inmigración buena y una inmigración mala”.
El director nacional de Migraciones, Martín Arias Duval, en el discurso del Día del Inmigrante, recordó a los japoneses que llegaban y ponían tintorerías, como los ciudadanos chinos o coreanos que vienen ahora y ponen supermercados; los llamados turcos que ponían bazares, con los bolivianos que hoy plantan ajo, se dedican a la floricultura o ponen una verdulería; los españoles que trabajaban en bares o eran porteros, en paralelo con los paraguayos que son magníficos albañiles y son claves en la construcción. “¿Acaso los europeos no vivieron en conventillos de ‘mala muerte’ donde había peleas, borrachos, estafas y robos? ¿Acaso podían pagar religiosamente el alquiler?”

Pagina12

viernes, 10 de diciembre de 2010

RABINO DANY GOLDMAN: El extranjero.

Por Daniel Goldman *
 
No hay duda de que siempre que se produce una pelea en donde hay que echar a los pobres de la tierra, los supuestamente más elevados, los que moran en el olimpo vuelven a poner en el tapete los argumentos que responden a modelos sociales y económicos que replican las condiciones xenófobas de la vida y resucitan las lógicas del prejuicio.

Este país que sostuvo como bandera la idea del crisol de razas, cíclicamente en el hoy expresa en boca de funcionarios la suerte de la intolerancia que resurge como parte del discurso neoliberal y que conlleva la intención de excluir a todo aquel que no sea blanco, apuesto y exitoso. Esta atribución de los paladines platinados, padres del progreso, que cargan la mítica idea de poblar estas latitudes desde la época de Neanderthal, esgrimen el argumento del indocumentalismo racista cuando la piel les es frotada por el conflicto irresuelto de una sociedad en la que se ven amenazados en la concentración de sus riquezas mixturadas con la frivolidad asociada a lo perverso.

Siendo así, me permito brevemente traer la reflexión teológica acerca de las palabras del patriarca Abraham cuando dice “Extranjero y habitante soy ante ustedes”. La exégesis se detiene en este versículo, insistiendo en la profunda idea de que todo hombre en su calidad humana habita únicamente la extranjería. Dicho de otro modo, acusar al otro de extranjero implica no reconocer la frágil condición de haber sido colonizado en los propios hábitos enajenantes, establecidos por los límites autoritarios de la condición discriminatoria. Inculpar al otro de extranjero es poner al descubierto nuestra propia alienación y asumir nuestra propia extranjería es dejar de ser extraños ante nosotros mismos.

Como hijo de polizontes indocumentados que llegaron a la Argentina en el año 1948, recomiendo la lectura de El extranjero, de Albert Camus, quien nos recuerda que los estigmas sociales denotan la insensibilidad, la desidia y el absurdo.



* Rabino.

Pagina12

miércoles, 8 de diciembre de 2010

MARIO BOFIL - LOS PUEBLEROS DEL GRAN CHACO SUDAMERICANO

Con música de Mario Bofill.. Bar y Pista... una aproximación al poblador del Gran Chaco Sudamericano.

domingo, 5 de diciembre de 2010

CURITAS DEL PUEBLO: La huella del obispo Angelelli

Los monumentos populares que recuerdan al obispo Enrique Angelelli en La Rioja son visitados como si fueran un tesoro. Es que allí, el Pelado, como lo llamaban, es considerado un santo. A 34 años de su asesinato, el miércoles, la presidenta Cristina Fernández fue allí a homenajearlo. “Su compromiso con los pobres no era de discurso, era de todos los días. Y lo llevó a enfrentar los intereses de los que necesitan tener pobres para seguir explotándolos. Por eso fue asesinado”, dijo, y remarcó que su historia es bandera “no sólo para los riojanos, sino para los argentinos”.

Al obispo Angelelli le faltaban cuatro meses y nueve días para que lo mataran cuando las Fuerzas Armadas tomaron el poder en el país. La provincia de La Rioja, que antes del golpe había sido gobernada por Carlos Menem, ya era un paradigma en la persecución de sectores progresistas de la Iglesia. La Triple A había expandido sus olas represivas en todo el país, y la cacería allí era comandada por el jefe provincial del Batallón 141, coronel Héctor Battaglia. Esa estructura criminal no tardaría en incorporarse a los servicios de inteligencia, en especial, la Side y el Batallón 601. Angelelli, que había formado parte de las listas negras de José López Rega y que ahora era un blanco de la dictadura, vivía denunciando el terror que se vivía. Meses antes, habían detenido a monseñor Esteban Inestal, el vicario de la Diócesis riojana junto a dos dirigentes agrarios. “Es hora de que la Iglesia de Cristo discierna a nivel nacional nuestra misión y que no guarde silencio ante hechos graves”, escribía en abril de 1976 a monseñor Vicente Zaspe, el vicepresidente del Episcopado, y luego haría lo mismo ante la Conferencia Extraordinaria del Episcopado. Poco después, viajaba a Buenos Aires para ver al ministro del Interior, Álbano Harguindeguy. Aquella vez, lo curioso había sucedido en su regreso. Ya en el aeropuerto, y con su equipaje despachado, el avión despegó sin previo aviso. Angelelli, desconcertado, terminó viajando en micro hacia La Rioja. Cuando llegó, enseguida, fue a recuperar sus cosas. Su valija había aparecido, pero la documentación que llevaba adentro no estaba. Se la habían robado. Al general Benjamín Menéndez lo fue a ver directamente a Córdoba. Ya en su despacho, el comandante del Tercer Cuerpo se levantó de su silla, camino tres pasos hacia él y, sin titubear, con la voz en alto le dijo: “El que se tiene que cuidar es usted”. La preocupación del obispo, día a día, era mayor. “¿No tienes miedo, tío?”, le preguntaba su sobrina María Elena Cosean. Angelelli la miró, y guardó silencio por un instante. “Sí –contestó–. Tremendo. Pero no puedo esconder mi mensaje debajo de una cama.” En la tarde del 20 de julio, a cinco kilómetros de la ciudad de Chamical, una cuadrilla de obreros ferroviarios hallaba los cadáveres de los padres Gabriel Longueville y Fray Carlos de Dios Murias. Los habían maniatado, torturado y acribillado a balazos. “El próximo soy yo”. Angelelli no dudada. Se lo decía al médico de Chamical, César Abdala. Sus amigos insistían en que se exilie. “Eso es lo que buscan, para que se cumpla el Evangelio: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”, contestaba. Por entonces, el obispo había elaborado un informe que, curiosamente, aparecería después de muerto en el despacho de Harguindeguy. La casa de Angelelli días después era ametrallada. Y el 4 de agosto llegaba su hora. En su última homilía, había denunciado los asesinatos de los padres Ruiz, Oltra, Mecca, Longeville y Murias. Angelelli invitaba a orar por quienes los habían matado. “¿Cómo no vamos a llorar al que es carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre, afecto de nuestro afecto, miembro de nuestra familia, hijo del cuerpo de cristo, miembro de su pueblo, testigo de su pueblo? ¡Cómo no los va a llorar Chamical!. No hay ninguna página del Evangelio que nos mande ser tontos. Nos manda ser humildes como la paloma y astutos como la serpiente. Nos manda tener alma y corazón de pobres.”

En medio de la bruma y de frente a la cadena de sierras, boca abajo y en forma de cruz, el cadáver ensangrentado del obispo permanecía tirado al costado de la ruta camino a La Rioja, a la altura de Punta de Los Llanos. Había viajado junto al padre Artuto Pinto en su camioneta Fiat cuando se produjo una especie de explosión. Pinto, que fue gravemente herido, sobrevivió y contó que vio cómo un Peugeot los seguía. Hoy es testigo querellante en la causa. El reloj de Angelelli marcaba las tres de la tarde y recién a las 9 su cuerpo fue retirado. La versión oficial no tardaría en circular. Hablaba de un accidente. El coronel Battaglia ese mismo día llamó a los directivos del diario El Independiente, cuyo principal interventor era el capitán Alfredo Marcó.

–¡Publiquen que fue un accidente. Que reventó la goma de atrás!– Ordenaba desde un teléfono del casino militar del Batallón 141. En el diario El Sol ya festejaban con champagne su cierre.

Las órdenes habían sido cumplidas. La Santa Sede hablaba de un extraño accidente. Por entonces, ya había 40 muertos y 120 desaparecidos de la Iglesia. La agencia Ancla, al mes, se convertía en el primero en hablar de un asesinato. “Fuentes eclesiásticas dignas de crédito afirmaron que tenían la convicción de que el accidente en el que perdiera la vida monseñor Angelelli, obispo de La Rioja, hace aproximadamente un mes, no fue casual, sino provocada intencionalmente”.

El crimen había sido “fríamente premeditado y esperado por la víctima”. Así lo establecería en 1986 el juez Aldo Morales que en 1983 había reabierto la causa, la que sería luego paralizada con las leyes de impunidad y otra vez abierta en 2006, ante el juzgado federal de esa provincia. Los imputados, que están siendo ahora citados a indagatoria, son: Rafael Videla, Harguindeguy, Menéndez, Battaglia, Luis Estrella, el interventor de la provincia, Roberto Nanziot, el jefe de la policía Edilio Di Cesare, el subinspector Vicente Herrera, el jefe de Gendarmería, Cerruti, y el agente de inteligencia del Ejército Antonio Todarelli. Todos son citados ahora por la Justicia.

En el libro Como los nazis, como en Vietnam, Alipio Paoletti narra que “Harguindeguy se encargaba en forma directa y personal de todos los hechos vinculados con el sector progresista de la Iglesia Católica, cuya jerarquía –con apenas algunas pocas excepciones– dio apoyo irrestricto y sostenido a la tiranía. En el ministerio se disponía en archivo de una lista con los nombres de unos 300 clérigos considerados miembros o simpatizantes del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo”. Esa información forma parte de una de las pruebas presentadas por la querella –de las cuatro que hay– de la secretaría de derechos humanos.

Con un oído en el Evangelio y otro en el pueblo. Angelelli fue el primer hijo de Juan Angelelli y Celina Carletti, una pareja de inmigrantes italianos que vivía en las afueras de la ciudad de Córdoba. Había nacido el 17 de julio de 1923. A los 15, ingresó al seminario y terminó sus estudios en Roma. De vuelta en Córdoba, fundó un movimiento juvenil desde donde trabajó en barrios junto a los pobres. Fue el 12 de diciembre de 1960, cuando el Papa Juan XXIII lo nombró obispo auxiliar de la arquidócesis de allí. Participó en conflictos gremiales, defendiendo y protegiendo a los humildes. Quería que la Iglesia reconquiste su lugar de protección por ellos. Y eso le costó grandes sacrificios. Tanto es así que, en 1964, ante la resistencia del conservadurismo eclesial, fue removido. Pero él siguió visitando, con más intensidad, las parroquias. En1968, fue nombrado obispo de la diócesis de La Rioja. “No vengo a ser servido, sino a servir sin distinción alguna de clase”, decía. Angelelli ya era historia. Colaboró en la creación de sindicatos de mineros, trabajadores rurales y de domésticas, cooperativas, entre otros. Su consigna ya era célebre: “Con un oído en el Evangelio y otro en el pueblo”. En los ’70, mientras crecían las catequesis populares y movimientos rurales, sufría distintos ataques, de quienes lo acusaban de comunista. En el ’71 fue prohibida su misa radial. Durante la campaña de Cámpora y Solano Lima, el obispo promovía el derecho al voto. Cámpora ganaba la presidencia, Menem la gobernación. Era democracia. Pero la represión se haría insostenible hasta sus últimos días.
La dictadura se lo llevaría para siempre.

Colaboró: Stella Segado (Coordinadora del Fondo Documental Conadep).

Miradas al Sur.

EDUARDO ANGUITA: CUANDO MORALES SOLÁ NO TENIA MIEDO

 
La fotografía que encabeza la portada de la edición de hoy de Miradas al Sur es un documento inédito. Esta imagen nítida fue tomada a fines de 1975, en pleno desarrollo de la eliminación física de la militancia popular tucumana a manos del general Acdel Vilas, el jefe del Operativo Independencia y defensor confeso de la tortura y el exterminio físico de quienes consideraba sus enemigos. Vilas puso especial énfasis en la persecución de maestros, profesores, psicólogos y cualquiera que pudiera ser un ideólogo.

Por entonces, Joaquín Morales Solá trabajaba en La Gaceta de Tucumán y era corresponsal de Clarín en esa provincia. Se publicaron varias informaciones que daban cuenta de la estrecha relación del actual columnista estrella de La Nación con el represor Vilas y con quien lo sucedió en sus genocidas tareas, Antonio Domingo Bussi. Sin embargo, nunca pudo verse, como ahora y por primera vez, a Morales Solá de paisano, con una comitiva de militares con uniforme y casco de combate en pleno operativo.


Esta foto, que fue guardada celosamente durante años por quien la registró, habría sido tomada en el lugar más escabroso del exterminio en Tucumán. En efecto, según dos fuentes calificadas, el edificio al cual va a ingresar la comitiva es la tenebrosa Escuelita de Famaillá, el principal centro de exterminio por entonces. Una tercera fuente calificada también consultada por Miradas al Sur, considera, en cambio, que se trata de otro lugar de torturas y eliminación de detenidos, ubicado en las instalaciones del Ingenio Santa Lucía. Quedará en manos de la Justicia Federal tucumana definir el lugar y tratar de averiguar las circunstancias que llevaron a Morales Solá a acompañar al carnicero Vilas a un operativo. El trabajo de los periodistas es buscar aquellos documentos que contribuyan a echar luz sobre lo actuado por personas e instituciones. También el de consultar fuentes confiables para orientar el esclarecimiento de la verdad. Lo que no puede ni debe hacer el periodismo es intentar reemplazar las actuaciones periciales que sí puede la Justicia.


Dicho esto, es preciso encuadrar lo que se vivía 35 años atrás en el llamado Jardín de la República. En su informe final, la Conadep puntualiza: “A la provincia de Tucumán le cupo el siniestro privilegio de haber inaugurado la ‘institución’ Centro Clandestino de Detención, como una de las herramientas fundamentales del sistema de represión montado en la Argentina. La ‘Escuelita’ de Famaillá fue el primero de estos lugares de tormento y exterminio…”. Una escuela en construcción fue el lugar elegido por el primer jefe de la Operación Independencia, Acdel Edgardo Vilas, para instalar el campo de concentración por el que pasaron –entre febrero y diciembre de 1975- más de 1.500 personas. La mayoría fueron asesinados, todos bárbaramente torturados.


La escuela está a unas cuatro cuadras de la plaza principal de Famaillá, en el camino que une a esa población con el ingenio Fronterita. Ahora se llama Diego de Rojas y a ella concurren cientos de alumnos de primaria. En 1975 la escuela era apenas una obra en construcción. Solo existían una galería, un patio y cinco aulas. Todo estaba cercado por una alambrada y la galería y las aulas no eran visibles desde el exterior porque estaban tapadas por lonas y plásticos, a la manera de cortinas. En dos aulas los militares mantenían en las peores condiciones a grupos que oscilaban entre 20 y 40 prisioneros. Otra aula era utilizada para descanso de las guardias, la cuarta estaba destinada a tareas administrativas y para fotografiar a los secuestrados. La quinta aula era el lugar de los tormentos.


En noviembre de 1975 La Escuelita y otros centros clandestinos de detención ya habían sido visitados por funcionarios civiles y militares de la Nación y de la Provincia, por legisladores. Algunos sobrevivientes señalaron que fueron varios obispos y sacerdotes. Sería muy útil saber si Joaquín Morales Solá estuvo en ese lugar de exterminio y, si es así, en carácter de qué fue. Cualquiera que recorra una hemeroteca y se detenga en las ediciones de La Gaceta y de Clarín encontrará gran cantidad de artículos firmados por el periodista mencionado. En ningún caso dando cuenta de la verdad que, de modo incontrastable, fue relatada en el Nunca Más y que luego encontró muchos más testimonios en los juicios que actualmente se sustancian en Tucumán.


Los militares, en 1975, ejercían un férreo control sobre lo que se publicaba en relación al Operativo Independencia. Por ejemplo, hicieron echar al corresponsal de Télam en la provincia y pusieron en su reemplazo a dos hombres de Inteligencia del Ejército, comandados por uno de los fundadores de Fasta, la organización del cura dominico filo nazi Aníbal Fósbery. En ese momento, los artículos de Morales Solá, tal como puede constatarse ahora, eran una caja de resonancia de la acción psicológica de los militares. Un artículo publicado en Clarín el 12 de noviembre –que lleva la firma del corresponsal Morales Solá- es elocuente. Se valió de la vieja metáfora de la parición, del alumbramiento, de la vida para explicar lo que era, en realidad, la matanza que llevaban a cabo las hordas de Vilas: “Han pasado ya 36 semanas, el tiempo de una gestación”. Se trataba de “el primer síntoma de que las Fuerzas Armadas adoptaban una posición ofensiva frente a la intolerancia ideológica”. También expresó su apoyo incondicional: “Ha cambiado, sin duda, la imagen revoltosa, rebelde y disconforme que Tucumán supo formarse a través de largos años”. Más adelante agrega: “La presencia militar ha aquietado las aguas siempre turbulentas y, como barridas por un fuerte viento, han desaparecido huelgas, manifestaciones y disturbios”. El informe de la Comisión Bicameral que investigó las violaciones de los derechos humanos en Tucumán dedicó un párrafo muy elocuente a esa desaparición de huelgas, manifestaciones y disturbios a los que se refiere Morales Solá, al señalar que se montó “un vasto aparato represivo, que orienta su verdadero accionar a arrasar con las dirigencias sindicales, políticas y estudiantiles”. La Comisión Bicameral concluyó, en su informe, que “nueve de cada 10 personas, fueron secuestradas en sus domicilios, lugares de trabajo o en la vía pública” y que “en la mayoría de los casos, estas acciones se desarrollaron en horas de la noche”.


Como muestra la foto que da soporte a este artículo, Morales Solá fue tomado in fraganti
En aquel Tucumán desangrado día a día, con centenares de destacados dirigentes políticos, gremiales y estudiantiles secuestrados y desaparecidos, donde noche a noche las bandas de Vilas y el comisario Roberto -el Tuerto- Albornoz -recientemente condenado a prisión perpetua- colocaban explosivos y hacían volar por los aires locales partidarios, casas de familias y sedes de la Universidad, Morales Solá no tenía miedo.


Hasta ahora, Morales Solá eludió hablar de su vida en esos años. Las pocas veces que hizo referencias, quedó en evidencia que no está dispuesto a decir la verdad. En una polémica con el periodista Hernán López Echagüe dijo que en 1976 ya no estaba en Tucumán, por lo cual mal se lo podía acusar de cercanía con Antonio Domingo Bussi. El sitio Diarios sobre Diarios probó, con fotografías, que no era verdad lo que decía. Es más, él mismo escribió, en una nota en el diario El País de Madrid, que había asistido a la asunción de Bussi la noche del 24 de marzo de 1976. También dijo, en esa nota en el diario español, que había huido de Tucumán por haber sido amenazado por la Triple A. Los dirigentes de la Asociación de Prensa tucumana de aquellos tiempos, que sufrieron persecución y atentados terroristas, lo desmintieron. Ellos llevaban un registro diario de las amenazas y agresiones y aseguraron que Morales Solá nunca fue molestado. En realidad, su viaje a Buenos Aires fue una combinación que conjugó las necesidades de flamantes autoridades periodísticas de Claríny la recomendación de un importante general, mano derecha de Videla. Se trataba de José Rogelio Villarreal, quien estuvo al frente de la Quinta Brigada del Ejército en la última fase del Operativo Independencia y que luego saltó a jefe de Operaciones del Estado Mayor General por pedido expreso de Jorge Videla, que lo necesitaba a su lado en el momento de consumar el golpe de marzo de 1976. Villarreal jugó un papel muy importante en la política de integración de los grupos empresariales de medios y los jerarcas militares, tal como lo prueban los documentos que hoy están en sede judicial y que surgen de la comisión Papel Prensa – La verdad.
con los militares en por lo menos un operativo. Alguien consideró que ya era hora de que tanto cinismo sea confrontado con documentos gráficos incontrastables.
*FOTOS: El jueves se cumplieron 35 años de la voladura de la casa de la familia Lea Place por una patota integrada por militares y policías. Después del atentado, los encapuchados asesinaron a balazos en medio de los escombros a Arturo Lea Place, padre de Clarisa, uno de los mártires de Trelew, y de Luis, preso en Rawson.
 
Miradas al Sur

LULA Y NESTOR KIRCHNER: “Compañero de todas las horas”

Por Nicolás Lantos
Desde Mar del Plata

De todos los homenajes que se hicieron a Néstor Kirchner desde su muerte, hace ya más de un mes, el que protagonizó ayer el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva fue, tal vez, el más intenso. No sólo por el peso específico de su autor, el hombre que, codo a codo con el santacruceño, le cambió la cara al continente en menos de una década, sino por los términos que eligió para recordar a su “compañero de todas las horas”, como lo definió. Futbolero como pocos, Lula comparó al ex presidente con Maradona sabiendo perfectamente lo que decía: “Kirchner le permitió al pueblo argentino recuperar la autoestima: fueron Maradona en el fútbol y Kirchner en la política”, propuso, nada menos. Luego fue todavía más allá y lo puso (junto a su viuda y sucesora, Cristina Fernández) a la altura de Juan Perón: “Argentina podía ser medida antes de Perón y después de Perón. Ahora se puede hablar de antes de los Kirchner y después de los Kirchner”, aseguró. Después de semejante despliegue, el discurso del rey Juan Carlos de España sonó tibio, por lo que el secretario general iberoamericano, Enrique Iglesias, que tenía el uso de la palabra a continuación, optó en su lugar por pedir un minuto de aplausos.

“En los ocho años de mi mandato, cinco conviví con el presidente Kirchner. Yo no creo que en ningún otro momento de la historia las relaciones entre Brasil y Argentina hayan tenido un dinamismo tan extraordinario”, apreció Lula para luego recordar sus primeros encuentros con el argentino, cuando todavía era un candidato más a la presidencia, en 2003. “Empezamos una relación que fue respetuosa pero al mismo tiempo muy intensa, fuerte”, confesó. Pronto, terminaron armando un tándem inédito en la historia latinoamericana “para cambiar el comportamiento de los empresarios y de los diplomáticos, porque había mucha divergencia entre Brasil y Argentina, inclusive una gran disputa”.

De hecho, en un primer momento, la relación entre ambos no fue la mejor, pero a partir de la Cumbre de las Américas en esta misma ciudad, en 2005, cuando el santacruceño decidió asumir un rol más fuerte en la política regional, junto a Lula conformaron el equipo que fue, en gran parte, responsable del fortalecimiento de la región durante el último lustro: “Kirchner fue fundamental para que pudiéramos recuperar el Mercosur y derrotar definitivamente el ALCA y luego crear la Unasur –reconoció el brasileño–. Muchas veces teníamos divergencias y Kirchner era quien surgía como mediador”.

El mandatario brasileño observó que “incluso quienes no gustaban de él debían respetar la osadía” del patagónico. “Digo esto con el corazón abierto –agregó–: no sé si alguna otra persona que no haya tenido la osadía y el coraje que tenía Néstor Kirchner hubiera podido recuperar la economía argentina con la rapidez con la que él lo hizo, enfrentando al FMI, al mercado y a los analistas europeos, que sabían todo cuando la crisis sucedía en América latina y ahora no saben nada cuando lo mismo sucede en los países ricos.”
Para finalizar, el dirigente del PT destacó “la más extraordinaria amistad” que lo unía al primer secretario general de Unasur. “No recuerdo un presidente sino un compañero de todas las horas”, se emocionó. También sostuvo que “Kirchner murió porque vivió demasiado la política” y dirigiéndose a Cristina Fernández, que presidía la Cumbre, le dijo: “Gracias a Dios, a Kirchner y a vos, nosotros descubrimos que Brasil y Argentina deben estar juntos; que no somos adversarios sino compañeros. Con Dilma y contigo, van a ser una mejor asociación todavía”.

A continuación, era el turno para que el rey Juan Carlos continuara con el homenaje. Manifestó su “más profundo afecto y solidaridad” con la Presidenta, su familia y todo el pueblo argentino y una “sincera gratitud por sus generosas muestras de amistad personal y hacia España”. Luego sostuvo que “Néstor Kichner ocupa un lugar destacado en la historia argentina” y en “la construcción de una región más próspera y solidaria, defensora de los derechos humanos, la libertad y la justicia”.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

ESPIONAJE NORTEAMERICANO: SERGIO MASSA CONTRA EL "MATÓN"

El diario El País reveló nuevos cables acerca de la Argentina que comprometen a dos ex funcionarios


Según Soledad Gallego-Díaz "el testimonio más crudo es el de Sergio Massa, el actual alcalde de Tigre, quien se manifestó con tanta dureza en una cena celebrada en noviembre de 2009, en casa de un amigo financiero, que, según explica la embajadora norteamericana, su propia esposa, Malena Galmarini, alarmada, le hizo, sin éxito, repetidas señas para que se callase.

"El despacho diplomático -agrega El País- asegura que el ex jefe de Gabinete dijo que consideraba que los Kirchner no tenían ni la menor oportunidad de ganar las elecciones presidenciales de 2011. Massa, explica la embajadora de Estados Unidos, Vilma Martínez, descarta de plano cualquier posibilidad de que Argentina se deslice por un camino parecido al de Venezuela. 'Cree que, con todos sus problemas, Argentina no es Venezuela. Su sociedad es demasiado educada, tiene una amplia clase media y su economía es mucho más compleja que el monocultivo petrolero de Caracas. Argentina, explicó, no permitirá a los Kirchner consolidar su poder con mayor gobierno autocrático'.

"La alarma de Malena Galmarini llegó, según el documento, cuando su marido calificó a Néstor Kirchner de 'psicópata', un 'monstruo' cuya 'aproximación matona' a la política refleja su sentido de inferioridad. Massa estaba tan relajado, según el testimonio de la diplomática norteamericana, que le pidió a su mujer que dejara de hacerle muecas. Cuando solo han pasado cinco meses desde que abandonó el puesto de jefe de gabinete de Cristina Fernández, el supuesto 'mano derecha' asegura que ha tenido que lidiar con una presidenta 'sometida' a su marido y que 'la presidenta trabajaría mucho mejor sin Néstor que con él'. Siempre según el relato norteamericano, Massa ya había dicho algo parecido en septiembre: 'Nos asegura que CFK remite casi todos los asuntos a su marido y que en la práctica solo obedece órdenes'".

Para la corresponsal del diario español "es curiosa, por ejemplo, la opinión de la actual embajadora sobre el alcalde de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri: 'La reunión sirvió para recordarnos su brusquedad, su maniquea visión del mundo y su incomodidad con las sutilezas de las comunicaciones interpersonales. Cortó la reunión abruptamente a los 20 minutos', explica en un documento fechado en noviembre de 2009. 'Son cualidades que comparte con Néstor Kirchner, su gran rival político', escribe Vilma Martínez.

"Alberto Fernández, que también fue jefe de Gabinete entre mayo de 2003 y julio de 2008, aparece igualmente como muy crítico con los Kirchner, aunque mucho más discreto. 'Afirma que Néstor Kirchner tiene mejor reputación de competencia que su esposa, pero que no podrá ganar las elecciones de 2011', asegura un telegrama. Fernández predice que el ex presidente no puede esperar más de un 20 por ciento de los votos en una primera ronda y que esos votos son 'fundamentalistas', que reflejan afinidad ideológica con las variadas maquinarias políticas fieles al proyecto Kirchner. El ex jefe de gabinete expresa su temor a que 'CFK gobierne progresivamente más desde la izquierda, que es el único sector que les permanece fiel', pero que esa estrategia será finalmente fallida porque 'la izquierda por sí misma no es capaz de llevar a nadie a la presidencia en este país', explica el despacho enviado a Washington".

La nota firmada por Gallego-Díaz y publicada esta tarde en el sitio de El País agrega que "la preocupación por la situación política argentina se refleja también en un telegrama de la Embajada de Estados Unidos en Santiago de Chile, que recoge comentarios de la presidenta Michelle Bachelet al secretario de Estado adjunto, Arturo Valenzuela, durante su visita en enero de 2010. La presidenta chilena pasa revista a la actualidad latinoamericana en su conjunto y, en el caso de Argentina, afirma el documento, 'expresa francamente los retos que enfrenta ese país, desde sus débiles instituciones y su falta de una democracia robusta a su inestable presidente'. El texto no entrecomilla ni atribuye palabras exactas a Bachelet sino que resume una conversación.

"Tampoco se entrecomillan los comentarios sobre el Gobierno argentino que formuló el secretario general de la Oficina del presidente del Gobierno español, Bernardino León, durante su entrevista con el entonces secretario de Estado adjunto, Thomas Shannon, en mayo de 2008. El despacho de la Embajada norteamericana en Madrid asegura que León califica a Argentina de muy preocupante y que les explica que las empresas españolas están inquietas por el tono populista de su Gobierno y el nivel de corrupción. 'Hay gente complicada y movimientos en torno a la presidencia (argentina)', resume el telegrama. 'León sugiere que algunos viven de acuerdo con el viejo dicho de que un político que es pobre es un pobre político', relata el diplomático norteamericano que firma el despacho.

"Según se explica, León cree que el Gobierno argentino ha comprendido mejor los costes de una asociación con Venezuela a raíz de la decisión de Chávez de nacionalizar la empresa Sidor, de capital italiano y argentino", concluye el artículo.

Pagina12

martes, 30 de noviembre de 2010

MUJERES INDIGENAS - BOLIVIA

domingo, 28 de noviembre de 2010

VUELTA DE OBLIGADO: La historia oficial encadenada.



La Argentina cambió de paradigma y va consiguiendo márgenes de soberanía que son motivo de orgullo del pueblo y también de consolidación de vínculos con otras naciones.
  Luis Alberto Romero, hijo del historiador oficial José Luis Romero, descargó unos buenos castañazos contra la formidable decisión de recordar Vuelta de Obligado como una gesta. Romero hijo publicó en Perfil un artículo titulado “Epopeya, soberbia y paranoia”, destinado a refutar la brillante idea de afirmar la soberanía. Lo interesante es que Romero hijo no ahonda en el debate historiográfico o de interpretación de los datos de la época, sino que dispara sus cañones contra cualquier intento de revisar las verdades de la ideología mitrista. Dice Romero: “En el año del Bicentenario, el actual Gobierno, las empresas editoriales y muchos medios se unen para dar nuevo brillo a este viejo mito del revisionismo argentino, que en la década del ’70 estuvo unido a la militancia juvenil, el ‘antizurdismo’ y la violencia. Todo esto reaparece hoy, aunque ‘la zurda’ es remplazada por los más pacíficos demócratas republicanos.” Tan confuso es el párrafo que uno no sabe, honestamente, quién es la zurda y mucho menos el antizurdismo.
En verdad, Romero ocupa un lugar marginal en el debate de historia, pero no deja de destilar veneno cada vez que se publica algún texto de la historia que provenga del pensamiento nacional.
Así como otras veces lo hace con Felipe Pigna –por quien debe sentir una envidia completa dada la acogida que tienen sus libros entre los estudiantes–, en esta oportunidad Romero pretende desacreditar a Pacho O’Donnell, a quien Norma acaba de publicarle un trabajo imprescindible como La gran epopeya y que fue un estímulo a la magnífica celebración que encabezó la presidenta Cristina Kirchner el sábado en las riberas del Paraná, en el lugar exacto donde el general Lucio N. Mansilla y su concuñado, Juan Manuel de Rosas habían decidido presentarle batalla a la flota anglofrancesa y obstruir el camino a las decenas de naves que llegaban desde Europa para disponer la diplomacia de los cañones e imponer el mal llamado libre comercio. Curiosamente, Romero se refiere a Rosas como gobernador de Buenos Aires y deja de lado que presidía la Confederación Argentina. Una serie de pactos interprovinciales daban a Rosas no sólo facultades para el manejo del puerto de Buenos Aires sino también las relaciones internacionales. Una de ellas era la defensa de la integridad ante la agresión externa.
Es muy justo el nombre que dio O’Donnell a su libro, porque la idea de la Vuelta de Obligado como un acontecimiento epopéyico lo pone en el lugar de cómo recordamos los hechos fundacionales. “Epopeya” –según definición del Diccionario María Moliner– remite a la poética de los relatos de la Grecia antigua donde “interviene lo sobrenatural o maravilloso o sus hechos rebasan la medida ordinaria de las virtudes humanas”. Es decir, O’Donnell no pretende una épica militarista de esa batalla, por el contrario arranca el libro dando datos necesarios para entender la Europa post Bonaparte, incluyendo la relación entre los buques a vapor y las normas del comercio fluvial que, curiosamente, dejaban fuera de navegabilidad al Támesis y al Sena. Es decir, Inglaterra y Francia se eximían de las reglas que imponían a otros. En el contexto de un mundo con hegemonía colonial tiene sentido revalorizar la idea de soberanía no como un hecho geográfico sino como el gran acontecimiento cultural. En aquellos años, la idea de la construcción de una Nación tenía un correlato en las luchas civiles. Así se entiende que la escuadra que venía al Paraná tenía un plan político: separar la Mesopotamia de la Confederación. Además de ello, quería separar definitivamente la Banda Oriental, que en ese entonces estaba gobernada por Fructuoso Rivera, aliado clave de los unitarios porteños, mientras que el oriental Manuel Oribe quería retomar el poder y tenía cercada a Buenos Aires con apoyo franco de los federales.
Romero, en su artículo, no refuta a O’Donnell, pero se alarma por la mirada que orienta la defensa de lo nacional: “Eso es lo que está ocurriendo con esta celebración de la Vuelta de Obligado, el combate librado el 20 de noviembre de 1845 por las fuerzas de Rosas contra la escuadra inglesa que quería navegar por el Paraná hacia Corrientes. A la larga, la Confederación Argentina derrotó a la ‘diplomacia de las cañoneras’ británica y la obligó a negociar. Pero en el campo de batalla, Goliat venció a David: la flota británica cortó las cadenas que cerraban el río y navegó hasta Corrientes, donde fue recibida con cordialidad por la sociedad local. Es cierto que fue una derrota honrosa, y que una guerrilla de retaguardia infligió daños a la escuadra británica, algo que contribuyó, entre otros factores, a que Gran Bretaña abriera negociaciones con Rosas.”
Es decir, la historia oficial, que ninguneó esta epopeya, a la que Romero define –sin vergüenza alguna– como “derrota honrosa”, ahora pretende darle como premio consuelo que la gesta de Mansilla sirvió para “abrir negociaciones” que, dicho sea de paso, terminaron con la capitulación de ambas potencias.
PASADO Y PRESENTE. Lo que importa es qué rescatamos de los hechos pasados. Y lo que señala Romero es precisamente una buena medida para pensar en la Unasur, en el Club de París o en el desendeudamiento del FMI, por ejemplo, que son algunas de las marcas de identidad fundamentales de la etapa abierta desde el 25 de mayo de 2003. La Argentina cambió de paradigma y va consiguiendo márgenes de soberanía que son motivo de orgullo del pueblo y también de consolidación de vínculos con otras naciones. Algo que Romero no puede entender es la madurez de la conducción de esta etapa –Néstor y Cristina Kirchner– que tuvo una lectura de la relación de fuerzas para avanzar con realismo y, a la vez, con audacia y dignidad. Por algo la presidenta recordó el sábado que el colonialismo cultural es más grave que el de los cañones. Porque en estos años se registra una maduración extendida. Por todo lo que se sembró y se siembra en materia de pensamiento nacional y también por el trabajo de desmalezar. Sí, de ir poniendo negro sobre blanco cuál fue y es el rol de los académicos de la historiografía oficial.


Ayer, Pacho O’Donnell fue consultado por Víctor Hugo Morales en su programa de radio sobre quién es Romero. El gran periodista uruguayo tuvo la delicadeza, además, de pasar en la voz de Alfredo Zitarrosa “Aijuna por el repecho”. Y de leer párrafos de una carta de San Martín a Tomás Guido donde elogió la Vuelta de Obligado, recordando que era “del partido americano”.
Pacho mencionó en el programa no sólo los espacios de poder que Romero hijo tiene para la asignación de becas o recursos para investigación, sino que heredó el supuesto prestigio de su padre, José Luis Romero, que fue puesto al frente de la intervención de la Universidad de Buenos Aires por el golpe de Estado que derrocó a Juan Domingo Perón. Romero padre fue un gorila importante, que desparramó la ira contra las ideas nacionales y desalojó de las cátedras a quienes las defendían.
Los Romero cumplen con la santificación de la historia mitrista. Tal como lo hizo también Ricardo Levene, tantas veces presidente de la mitrista Academia Nacional de la Historia. El gran problema es que el fundador de esa nada aséptica academia fue una pieza clave del genocidio del pueblo paraguayo y no sólo un escritor prolífico o fundador de un diario todavía vigente. El año próximo Paraguay conmemorará su Bicentenario. Seguramente una buena oportunidad para que Uruguay, Brasil y la Argentina –ahora con presidentes populares y defensores de la soberanía– promuevan el conocimiento y el debate de lo que fue llamada Guerra de la Triple Alianza, y que exterminó a una comunidad entera. Paraguay tenía, en 1864, antes de la invasión promovida por la corona británica, alrededor de un millón y medio de habitantes. Seis años después quedaba sólo un tercio de esa población. De esos sobrevivientes, sólo uno de cada diez eran hombres adultos.
Estas historias, tan ocultadas como escalofriantes, tuvieron correlatos en los años setenta de los cuales Romero habla difusamente con la idea de “la zurda”. Las historias silenciadas de los crímenes y los campos de concentración no son motivo de interés histórico para académicos como Romero. En su artículo habla de la soberbia y la paranoia. Esta última debe ser atribuida, quizá, a la idea de que los poderosos no abandonan sus intereses. Así como los pueblos viven la soberanía como la recuperación de lo propio, los poderosos creen que eso fue un despojo, que les quitaron algo que les pertenecía. Por eso, el pensamiento nacional le da importancia al genocidio paraguayo y también al de la dictadura cívico militar de 1976-1984. Porque es una manera de advertir que con una sociedad unida, que conoce y debate sus raíces y sus intereses, no es más fácil conjurar nuevos crímenes y atropellos. Por todo ello, que viva la memoria y que vivan los historiadores que nos ayudan a conocer nuestras raíces.

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