La verdadera discusión sobre el premio Martin Fierro que el autocirco mediático le otorgó al opositor Luis Majul. La dignidad y la ética de Liliana López Foresi, Eduardo Aliverti y las antighuas denuncias de Guillermo Patricio Kelly, frente al lloriqueo de Luis Majul.
Entre este lunes y el siguiente martes, tres escuelas técnicas formoseñas se convertirán en las primeras del país cuyos alumnos reciban las netbooks que forman parte del programa nacional: “Un alumno, una computadora”. Los aparatos que van acompañados de otros instrumentos en un total de 960 se entregaran –de acuerdo a la matrícula correspondiente- mañana lunes a los estudiantes de las EPET Nº1 y EPET Nº 2 de esta capital, mientras que el martes será el turno para los de la EPT Nº3 de Pirané.
Estos equipos se encuentran depositados en el Regimiento de Infantería de Monte 29, cuyo personal será el encargado de la distribución, constituyéndose así la provincia en ser la primera de Argentina en poner en manos de los alumnos esta tecnología, de acuerdo a lo aseverado por el jefe del departamento de Educación Técnica, ingeniero Mario Urbieta.
Se trata de un primer paso, que de acuerdo a lo explicado por el coordinador pedagógico de programas nacionales y provinciales, contador Domingo Ferreira, comprende 960 netbooks y los accesorios como los pendrives y routers o dispositivo para la interconexión de redes informáticas. Luego de esta primera remesa, vendrán otras 2500 para las restantes escuelas técnicas, entre ellas las agro-técnicas.
Estas valiosas herramientas pedagógicas, como las computadoras portátiles, se trata de “un instrumento válido e importante para la inclusión”, aunque aclaró que otro paso fundamental será la capacitación de los docentes “porque es la polea de transmisión del conocimiento. Si los docentes no tienen la capacitación adecuada es muy difícil creer que vamos a tener una mejor educación”, se insistió.
Se trata de capacitar a los docentes, para ayudarlos a decidir cómo transmitir los mismos contenidos que enseñaban con manuales o fotocopias ahora con una herramienta más sofisticada que muchos desconocen: la computadora portátil.
Los cambios empiezan por una escuela técnica que ya tiene aulas tecnológicas, pizarras digitales y, en muchos casos, conexión a Internet.
Sí, habría que tener un poco más de respeto por las palabras. Por algunas de ellas, mejor dicho. Y mejor todavía, por lo que connotan.
Estamos en democracia, para empezar por una perogrullada que, sin embargo, alguna gente parece perder de vista con extrema facilidad. Buena, mala, perfeccionada, empeorada, carente de demasiados derechos básicos, avanzando en otros. Pero estamos en democracia. Si en lugar de eso se prefiere hablar de “el régimen”, “sistema burgués”, “fantochada institucionalista”, “partidocracia”, “monarquía constitucional” u otros términos de vitupero, es legítimo pero hay que buscarle la vuelta a que se los puede vociferar sin problemas. Nadie va preso (apenas la segunda recordación primaria, ya apuntada por algunos colegas, y uno comienza a cansarse). También es atendible que esa prerrogativa, la libre expresión, no alcanza para vivir como se debería. Lo semantizó Anatole France: “Todos los pobres tienen derecho a morirse de hambre bajo los puentes de París”. Expresarse en libertad puede entonces no tener resultados prácticos, para quienes no comen ni se curan ni se educan con el decir lo que se quiera. Si además se afina la puntería para meterse con la libertad de prensa, por aquello de que todo ciudadano tiene derecho a publicar sus ideas sin censura previa, resulta que hay que contar con la prensa propia. Y en consecuencia pasamos a hablar de la propiedad de los medios de producción. Lo cual es igualmente legítimo, desde ya, pero con el riesgo de que se convierta en teoricismo si acaso no es cotejable con la época y circunstancias que se viven. Veámoslo a través del absurdo: si siempre es igual, democracia y dictadura también son iguales. En este punto el cansancio por las obviedades se incrementa. Y uno se pregunta si no se lo preguntan quienes sí viven de poder expresarse libremente por la prensa, pero para referirse al momento argentino como si continuáramos en plena dictadura.
Mataron a mucha gente acá. Picanearon, violaron, nos mandaron a una guerra inconcebible, robaron bebés, desaparecieron a miles, tiraron cadáveres al mar y adormecidos también, electrificaron embarazadas, regaron el país de campos de concentración, torturaron padres delante de los hijos. Se chuparon a más de cien periodistas acá. Si hasta parece una boludez recordar que estaban prohibidos Serrat y la negra Sosa, que las tres Fuerzas se repartieron las radios y los canales, que inhibieron textos sobre la cuba electrolítica, que en el ‘78 estaba vedado por memorándum criticar el estilo de juego de la Selección Argentina de fútbol. ¿Nos pasó todo eso y por unos afiches de mierda y una escenografía de juicio vienen a decirnos que esto es una dictadura? ¿Pero qué carajo les pasa? ¿Dónde están viviendo? ¿Cómo puede faltársele así el respeto a la tragedia más grande de la Argentina? Acá lo cepillaron a Rodolfo Walsh, ¿y hay el tupé de ir a llorar miedo al Congreso? Faltaría ir al Arzobispado. Si bendijo a los milicos, seguro que también puede dar una mano ahora que se viene el fin del mundo con el matrimonio gay.
Uno entiende que pasaron algunas cosas, nada más que algunas por más significativas que fueren, capaces de suscitar que sea muy complejo trabajar de periodista en los medios del poder. Lo de las jubilaciones estatizadas, lo de la mano en el bolsillo del “campo”, lo de la ley de medios audiovisuales y la afectación del negociado del fútbol de Primera. Ahora bien, ¿la contradicción aumentada entre cómo se piensa y dónde se trabaja justifica las sobreactuaciones? Es decir: puede pensarse que en verdad algunos dicen lo que pensaron toda la vida, y que otros quedaron presos de la dinámica furiosa de la patronal. Pero, ¿decir que estamos o vamos hacia una dictadura? ¿Que si esto sigue así puede haber un muerto? ¿Hace falta construir ese delirio para congraciarse? En todo el país, si es cuestión de propiedad mediática y de programas y prensa influyentes, bastan y casi sobran los dedos de ambas manos para contar los espacios que –con mayor o menor pensamiento crítico– apoyan al Gobierno. La mayoría aplastante de lo que se ve, lee y escucha es un coro de puteadas contra el oficialismo como nunca jamás se vio. La oposición es publicada y emitida en cadena, a toda hora. ¿Qué clase de dictadura es ésa? Ese libre albedrío, muy lejos de ser mérito adjudicable al kirchnerismo, ocurrió igualmente con Alfonsín, la rata, De la Rúa, Duhalde. Lo que no había sucedido es esta cuasi unanimidad confrontadora salvo por los últimos tiempos del líder radical, a quien por derecha se le cuestionaban sus vacilaciones y por izquierda también. Contra Menem recién cargaron en su segundo lustro, después de que completó el trabajo. La Alianza se caía por su propio peso. Con el Padrino pegar era gratis, porque el país ya había estallado. Pero en el actual, que después de todo es simplemente un gobierno más decidido que el resto en cierta intervención del Estado contra el mercado y en el perjuicio a símbolos muy preciados de la clase dominante, ¿qué tan de jodido pasa como para hablar de una dictadura? ¿Será que basta con tocar unos intereses para edificar en el llano la idea de que pueden empezar a matar? ¿Los Kirchner son Videla, Massera, Suárez Mason? Por favor, tienen que aclararlo porque de lo contrario hay uno de dos problemas. O se lo creen en serio y, por tanto, se toma nota de que desvarían. O saben que es una falsedad sobre la que se montan para condolerse y entonces se anota que está bien. Que no se justifica pero se entiende. Que quedaron tras las rejas de los medios en que laboran. Ojalá sea lo segundo, por aquello de que un tonto es más peligroso que un mal bicho.
Se cometieron varias estupideces en forma reciente. Se le dio mucho pasto a la manada, se perpetraron injusticias con colegas que no se lo merecen, se agredió a los que precisamente buscan victimizarse. Eso no es hacer política. Es jugar a la política. La diferencia entre una cosa y la otra es que cuando se ejecuta lo primero es bien medida la correlación de fuerzas. A quiénes se beneficia, cuánto se puede tensar la cuerda en la dialéctica entre condiciones objetivas y subjetivas; cómo no sufrir un boomerang, en definitiva, y si se produce cuánto de fuerte son las espaldas para sortearlo. En cambio, si se juega a la política todo eso es lo que importa un pito antes que nada, con el agravante de que las consecuencias las paga un arco mucho más amplio que el de quienes formularon la chiquilinada.
De ahí a que se tomen de esos yerros para hablar de peligro de muertos, de sensación de asfixia dictatorial, de avanzada totalitaria, media una distancia cuya enormidad causa vergüenza ajena de apenas pensarla. No es algo que no pudiera preverse. Como lo dijo allá por los ’80 César Jaroslavsky, otro sabio sólo que de comité pero muy ducho en transas y arremetidas: te atacan como partido político, y se defienden con la libertad de prensa.
Se sabe que es así. Pero igual uno ya está harto de los hartos que se hartaron ahora.
Al momento de subir al escenario para recibir un Martín Fierro por su programa de radio en La red, Eduardo Aliverti dio un encendido discurso dónde solicitó a todos que se cuiden con la palabras que usan y al decir que tienen miedo. NO JODAN MUCHACHOS.
Acusada por la marina de Massera de haberse reunido con Firmenich, secuestran y asesinan a Elena Holmberg, hija de un coronel amigo de Alejandro Agustin Lanusse. Holmberg era amiga de Magdalena Ruiz Guiñazú, y solo ante un dolor que le tocó de cerca comenzó a “ver” los crímenes de la dictadura.
En el período 1976, trabajaba con Neustadt en un programa y era amiga personal de José Alfredo Martínez de Hoz, hoy procesado por el secuestro de los Gurtheim.
En el documental “La República Perdida”, versión radical del genocidio, puede oírse a Magdalena describir a la militancia de los 70 como “una juventud exaltada”. Con la CONADEP tuvo oportunidad de vestirse de progresismo, pero siempre desde una posición de distancia de las luchas que los desaparecidos llevaron adelante en las décadas de 1960-1970. Es el exponente de la clásica mirada de la defensa de los derechos humanos que, tomando distancia de todo, condena desde el pedestal de los que no se manchan con nada.
Hoy, se suma a los periodistas que se sienten “amenazados”, y que en general resultan ser aquellos que en la dictadura brindaron con los dictadores. Desde una indisimulada oposición a TODO, suma su activa militancia destituyente y atentatoria contra las instituciones.
Hay que tener en cuenta que, el enfrentamiento entra la prensa y el gobierno nacional y popular, no es patrimonio exclusivo de la Argentina. El mismo enfrentamiento se da hoy en Bolivia, en Venezuela, en Ecuador, en Honduras hasta el golpe contra Zelaya (periodistas asesinados incluidos), en Nicaragua, en Brasil y en todos aquellos países con procesos populares.
Falto ya de consenso para la intervención militar, el imperio y sus aliados latinoamericanos hoy utilizan a la prensa como cabeza de playa de sus intervenciones en Latinoamérica. Con la prensa pretenden desestabilizar y, como objetivo de máxima, cambiar las cabezas de la clase media para obtener por medio de la desinformación lo que las urnas no le dan.
Hubiéramos esperado de un poder del Estado un acto de independencia en dos temas centrales como la aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y la apropiación de Marcela y Felipe Noble Herrera.
La tan meneada defensa de las instituciones incluye por cierto a la Corte, quien debe velar por su imparcialidad, evitando dar audiencia a una de las partes, en forma directa o indirecta, sembrando serias dudas sobre su imparcialidad.
En un proceso judicial, en especial aquellos de gravedad institucional como los mencionados, resulta impropio que los jueces, y con mas razón los supremos, reciban a escondidas a quienes representan los intereses que están en debate, en un clarisimo lobby o "alegato de oreja" como le llaman los abogados.. Casualmente el asunto salió a la luz porque allí había un periodista de la revista Noticias. Huele a operación de prensa, destinada a instalar en la opinión pública que ellos son un poder que no se toca. Algo huele a podrido en el Palacio de Justicia.
Era el medio siglo de la muerte de César Vallejo, y hubo celebraciones. En Espańa, Julio Vélez organizó conferencias, seminarios, ediciones y una exposición que ofrecía imágenes del poeta, su tierra, su tiempo y su gente. Pero en esos días Julio Vélez conoció a José Manuel Castańón; y entonces todo homenaje le resultó enano. José Manuel Castańón había sido capitán en la guerra espańola. Peleando por Franco había perdido una mano y había ganado algunas medallas. Una noche, poco después de la guerra, el capitán descubrió, por casualidad, un libro prohibido. Se asomó, leyó un verso, leyó dos versos, y ya no pudo desprenderse. El capitán Castańón, héroe del ejército vencedor, pasó toda la no~ che en vela, atrapado, leyendo y releyendo a César Vallejo, poeta de los vencidos. Y al amanecer de esa noche, renunció al ejército y se negó a cobrar ni una peseta más del gobierno de Franco. Después, lo metieron preso; y se fue al exilio.
Si en las próximas semanas se confirmará que Felipe y Marcela son hijos de desaparecidos y fueron apropiados por Ernestina Herrera de Noble, el impacto para el Grupo será de una magnitud imprevisible. Esto está potenciado por el probable fracaso de la estrategia de frenar la aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y las revelaciones sobre el origen de Papel Prensa. Las debilidades manifiestas de Clarín, sin embargo, no son suficientes como para prever una caída estrepitosa. El multimedios tiene puntos de apoyo que es importante reconocer y estudiar. La tarea de democratizar la comunicación y abrir los espacios a nuevas voces requiere de inteligencia y equilibrio para analizar la coyuntura.
Puertas adentro de los medios de Clarín, se sigue el día a día de las alternativas de los tres frentes abiertos y que amenazan con quitarle, por lo menos, el lugar hegemónico que tuvo en el último cuarto de siglo. Como grupo periodístico, Clarín descansa sobre un elemento intangible que es la credibilidad de su marca y no podría soportar que Marcela y Felipe hayan sido apropiados por la directora y principal accionista del diario. Más allá de la acusación penal que ella sufriría, la imagen de los medios sería vulnerada en muchos frentes. No sólo los lectores y espectadores sino también los mismos trabajadores de los medios quedarían sin argumentos frente a las audiencias y los lectores. La caída de ese valor intangible de la marca, a su vez, podría impactar en el valor económico del Grupo ya que, tal como analiza un empresario de comunicación, “ningún inversor nacional o extranjero querría invertir en una compañía cuya principal accionista y presidenta del directorio atraviese un proceso penal por delitos vinculados al terrorismo de Estado”. Pero más que por la depreciación vinculada a la imagen, los directivos de Clarín están más preocupados por el impacto que les causará la plena vigencia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Especialmente por la consecuente pérdida de la posición dominante en el mercado del cable, su verdadero modo de hacer caja. La pesadilla de Gordon Gekko. En octubre de 2007, Clarín comenzó a operar en las Bolsas de Buenos Aires y de Londres y colocó en el mercado acciones clase B a un valor de 29,14 pesos por papel, lo que implicó una operación por 1.457 millones de pesos (458 millones de dólares). Según la propia empresa, esto valuaba a la compañía en cerca de 3.500 millones de dólares. La salida a Bolsa se hizo bajo la convicción y previsión de que no habría restricción en la cantidad de licencias de cable, ni apertura de pliegos de licitación a otros operadores, y que nadie les sacaría los derechos exclusivos para transmitir el fútbol de primera división. Desde que se supo que la AFA rescindía el contrato de televisación con TSC, el 11 de agosto de 2009, las acciones cayeron casi el 30 por ciento en veinte días. El 3 de septiembre, recibieron otro mazazo, que fue el rechazo a la fusión de Multicanal y Cablevisión. Cuando comenzó la oferta pública de acciones de la compañía, éstas llegaron a cotizar a 32 pesos, mientras que hoy cayeron a un quinto de ese valor y se cotizan a seis pesos. De esta manera, el hecho de que Clarín no valga más de 500 millones de dólares en Bolsa genera dos problemas. Por un lado, una falta de apalancamiento para tomar deuda y por otro, una falta de financiamiento propio. Los accionistas se preocupan al cuestionarse cómo se hace para invertir si no hay posibilidades de endeudarse. Según analistas financieros cercanos al Grupo, la única forma de avanzar que tienen es abrir el paquete de acciones clase A. Es decir, aquellas que dan poder de decisión a quienes las compran. Ese riesgo tiene el agravante de la caída del "valor de compañía". El riesgo que correrían Ernestina Herrera de Noble, Héctor Magnetto, José Aranda y Lucio Pagliaro –que controlan el paquete accionario– es que alguien invirtiera 50 millones de dólares y obtuviera una sexta parte de la sociedad y poder de decisión. Los memoriosos aseguran que este peligro ya se vivió en 2002 con el ex banquero menemista Raúl Moneta. En ese momento, el Grupo estaba endeudado en el exterior en dólares. La deuda externa argentina estaba valuada en un 30% de su valor por lo que todas las empresas argentinas habían caído en su valor de deuda nominal. Moneta reunió fondos buitre y compró la deuda de Clarín al 30% hasta adquirir más del 66%. El entonces presidente Eduardo Duhalde los auxilió al modificar la Ley de Quiebras y suspender la cláusula de Cram down, por la que el acreedor puede elegir cobrar la deuda o quedarse con parte de la empresa. Si no hubiese sido por Duhalde, Clarín habría estado en manos de Moneta. Es por eso que el matutino tituló “La crisis causó dos nuevas muertes” cuando la Policía Bonaerense mató a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki el 26 de junio de 2002 en la estación Avellaneda. La tapa había sido revisada por Magneto y aprobada por Duhalde en un proceso que forma parte de una rutina de hace años. Aún hoy, todas las noches antes de definir la tapa, hay una llamada entre Ricardo Kirchsbaum –secretario general de Redacción– y Héctor Magnetto, CEO del Grupo. A veces la llamada es a Martín Etchevers, gerente de Comunicaciones Externas, pero Magnetto siempre está al tanto. En otras épocas, después de eso se llamaba al Gobierno de turno y eso era un aviso o una amenaza. Según recuerdan dentro de la corporación, el acuerdo de Magneto y Duhalde para las elecciones de 1999 fue que si había una diferencia de éste sobre De la Rúa de más de un 5 %, Magneto empujaba al lomense para arriba. Si la diferencia era menor, lo dejaba solo para no perder credibilidad. Un valor que hoy no importa tanto. El dueño de la pelota. La capacidad política de un medio depende de su credibilidad, pero no sólo la causa contra la señora Herrera de Noble se la quitó. La sola discusión de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual también mostró la caída de la pretensión de objetividad de todos sus medios. Para algunos analistas, Clarín en este último tiempo ha perdido ese capital que se ha desplazado a medios alternativos porque el público busca otra cosa. “La sensación de gran parte de la clase media es que no hace falta abrir el diario a la mañana porque ya se sabe qué va a decir.” Otro elemento que se considera es que se volvió previsible, y esto le quita posibilidades de ejercer presión. Para los empresarios mediáticos, la estrategia siempre fue construir un producto creíble, anexar otros negocios y lograr poder político con el medio insignia para presionar a favor de los emprendimientos laterales. Los ejemplos que se citan son los de Fox o del Chicago Tribune en los Estados Unidos. De eso se trata la pérdida de la ética periodística arrastrada hacia el funcionalismo capitalista. Pero en el caso de Clarín, para un experto consultado, “la falta de inteligencia muestra los intereses con una desnudez absoluta. Si se analiza la cobertura del tema agropecuario y se tiene en cuenta que uno de los miembros del directorio, José Aranda, tiene 45 mil hectáreas de campos de arroz en Corrientes junto a George Soros, se sacan algunas conclusiones. O se ve que en cierta forma fueron tibios con Botnia y se recuerda la contaminación de Papel Prensa en San Pedro, se establece otra conexión. Si cae la credibilidad del diario, del canal y la de los noticieros... si pasa todo eso, quedan destruidos”. El negocio de la televisión por cable es la mayor fuente de ingresos del monopolio, pero el negocio cambió: el pie oficial que pesó sobre la licitación de licencias de cable durante más de una década ya no existe. Hoy se venden pliegos y la competencia deja al descubierto la desinversión que la empresa llevó a cabo durante años amparada en la impunidad de la posición dominante. Antes, los cables regionales eran presionados con métodos claros: si no vendían su participación, no tenían el fútbol y eso decretaba su muerte. Esa espada de Damocles ya no pende sobre sus cabezas y las posibilidades de competir los dejan en una situación muy favorable. Para Clarín, hacer la inversión de up grade tecnológico es de un costo imposible de afrontar en estas condiciones. A escasos treinta kilómetros de Capital Federal tienen problemas para brindar Internet porque las redes no resisten, mientras que operadores de cable de ciudades chicas como Los Cardales, Villa Gesell o Alvear dan triple play con mejor calidad. Queda claro que la distribución del cable e Internet necesitan de una reinversión constante. En algunas ciudades las operadoras de Clarín llevan un atraso de seis años, que en términos tecnológicos es muchísimo. Según dicen, el interés por Fibertel no era tanto por la compañía como por la base tecnológica y por la buena imagen. Si los obligaran a deshacerse de Cablevisión, no sólo perderían dinero sino también una empresa para contraponer a Multicanal, que tiene una pésima estima por parte de los clientes. Además, en los últimos dos años Telecentro les quitó cerca del 25 % de un mercado que continúa siendo monopólico (porque Telecentro no tiene licencia para operar en Capital). Pertenecer tiene sus privilegios. Pero el grupo también tiene fortalezas y muchas están relacionadas con la disciplina de sus periodistas. Una forma de controlarlos es el sueldo. Ricardo Kirschbaum no gana por periodista sino por directivo. Es decir, él y otros responsables de la edición tienen remuneraciones de altos ejecutivos. Quienes están cerca observan que los más encumbrados no sacan los pies del plato porque siempre está la duda acerca del éxito de Clarín en su guerra contra el Gobierno. Otra manera de control es la bajada de línea directa que se hace a veces en el segundo subsuelo del edificio de la calle Tacuarí, donde no hay cámaras ni llega la señal de los celulares, un modo de impartir ordenes sin que quede registro. Por otro lado, muchos temen perder lo que se llama “quioscos”, verdadera fuente de financiación de ciertas figuras. Quienes tienen un extra en Metro o en una radio, lo tienen por ser periodistas de Clarín, Canal 13 o TN. Perder un ingreso implica perder todos. Algunos citan como ejemplo a Julio Blanck, editor jefe de Clarín, cuyo programa en la madrugada de FM La Isla concitó en un tiempo las pautas más jugosas del mercado. Muchos dicen que la actitud de cerrar P&E no fue una actitud monopólica sino política. Ese era el único lugar en el que los periodistas de Clarín ganaban dinero sin pasar por el medio. “Hoy en Metro están controlados porque los directivos saben a quién le están pautando, cuánto y controlan la línea editorial. Alguna vez en el viejo canal, a Fabián Doman lo llamó Martín Etchevers porque no le gustó algo que dijo en su programa y lo amenazó por teléfono con levantarle el programa aunque era un espacio que él pagaba”, advierten. Pero el disciplinamiento también tiene sus debilidades. Por ejemplo, Lorena Maciel leyó al aire un texto que decía que el Banco Nacional de Datos Genéticos está controlado por las Abuelas de Plaza de Mayo, se paralizó y luego pidió disculpas. O el hecho de que Juan Miceli –que ha demostrado más de una vez tener ética periodística– prefiera la pantalla de Canal 7 es una señal para el periodismo y puertas adentro del canal de Constitución. Entre los políticos, varios han estado cerca del Grupo por distintos motivos, como Felipe Solá o Julio Bárbaro. Pero hay casos más llamativos, como la militancia anti Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual de Enrique Thomas y Silvina Giudici. O el diputado entrerriano Gustavo Cusinato, a quien le dan para que lea en forma textual escritos a favor del monopolio elaborados por el ex secretario de Comunicaciones Henoch Aguiar. O José Scioli, quien es señalado como informante del voto peronista cuando estuvo en el Congreso. Otros recuerdan que la íntima relación que tienen con Elisa Carrió es de larga data y, suspicaces, mencionan que la diputada pasó 20 días y gastó 67 mil pesos en la Posada del Quenti en Córdoba. Poco después salió una nota a doble página acerca del alojamiento en el Suplemento Viajes y Turismo de Clarín. Una apuesta desestabilizadora. El problema que tienen los que toman decisiones en el multimedio es que sus análisis y previsiones son sobre la base de desalojar al actual gobierno antes de que termine su mandato. La consigna “son ellos o nosotros” circula como una apuesta a crear –de modo artificial pero sobre todo antidemocrático– un escenario donde volteen la ley de medios y eviten que se conozca la identidad de Felipe y Marcela. No sólo eso significaría tumbar un gobierno sino someter una decisión soberana del Parlamento y la pretensión de condicionar a la Justicia. Pero tal vez sea demasiado tarde hasta para eso, porque aunque el kirchnerismo no triunfara en 2011, ellos perderán la posición monopólica en el espectro audiovisual y toda la maquinaria empresarial está montada sobre la base de tener posiciones dominantes en todos los medios que encaran. Esa es una debilidad relativa ya que, hoy por hoy, el impacto masivo de los medios controlados por Magneto no tiene competencia. Sí tiene competidores, que se van afianzando día a día, pero que no suplen con su calidad el peso cuantitativo del rating y la circulación de sus medios. La identidad de Marcela y Felipe puede producir un cambio imprevisible. El temor que les produce a los directivos se traduce en la cantidad de decisiones desacertadas. La solicitada y el video de Felipe y Marcela, armados por la agencia de Carlos Souto, demostró infinidad de fallas. A la falta de moral que trasunta tener dos personas cautivas de una identidad falsa, se contrapone el prestigio que tienen las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo. La sociedad ya tiene este tema como un debate cotidiano. Los mismos directivos de Clarín se ocuparon de instalarlo en la agenda pública. Algo contrapuesto al silencio de siempre. Lo hicieron por dos motivos contrapuestos. Uno es por impotencia, por incapacidad de asumir –y pagar el costo– que fueron parte de una dictadura cívico militar. El otro es que se preparan para lo inevitable y quieren aprovechar su gran capacidad de impacto mediático poniéndose en el lugar de las víctimas. Quieren que, aún después que se sepa la identidad de Felipe y Marcela, un sentimiento a-histórico y fascista se apodere de parte de la sociedad. Tienen la idea de que es mejor consolidarse como la expresión cultural de la derecha reaccionaria pero, al mismo tiempo, contar con la simpatía de algunos supuestos izquierdistas que, por centímetros de prensa y minutos de televisión, sean la cara ética de una maniobra para evitar la complicidad con el terrorismo de Estado.
Ese hombre, o mujer, está embarazado de mucha gente. La gente se le sale por los poros. Así lo muestran, en figuras de barro, los indios de Nuevo México: el narrador, el que cuenta la memoria colectiva, está todo brotado de personitas. Eduardo Galeano. El Libro de los Abrazos.