Reflexionar sobre las razones de la abrumadora victoria de CFK ayuda a
comprender lo que viene. La suya fue la única campaña basada en planteos
políticos y hechos de la realidad. Reducción sostenida de índices de
pobreza e indigencia e ingresos que crecen más que los precios. Las
demás fuerzas se despellejaron entre ellas en procura del premio
consuelo de una hipotética jefatura de la oposición. Pese a su drástico
redimensionamiento, la UCR seguirá siendo la segunda fuerza en el
Congreso.
Cuando
terminó el acto final del Frente para la Victoria, algunos dirigentes
felicitaron a Tristán Bauer por la impecable puesta en escena. Otros
congratularon al vocero Alfredo Scocimarro y también hubo alabanzas para
el productor de espectáculos de la Secretaría General, Javier Grossman.
Los tres aclararon que desde la idea hasta el último detalle, todo fue
obra de la presidente y candidata CFK, como ya había ocurrido con los
festejos del Bicentenario. La presencia en el escenario de los
protagonistas de cada spot televisivo, personas reales que cuentan sus
historias, representativas de algunas cosas que han cambiado en el país
durante la gestión que hoy se somete al voto popular posee una
consistencia que ayuda a entender los resultados de las Primarias de
agosto y los vaticinios para las presidenciales de hoy. Eran obreros
calificados que recuperaron el empleo, trabajadores informales que
accedieron a la jubilación aunque nunca les habían hecho aportes,
empresarios que recuperaron su antigua empresa agonizante y pasaron a
exportar su producto, estudiantes y deportistas que se impusieron en
lides internacionales de excelencia, científicos que regresaron de
Europa para investigar en la universidad pública, programadores de
software que en vez de emigrar prosperan en el país, madres de familia
numerosa que obtuvieron acceso gratuito a la televisión digital, hijos
de detenidosdesaparecidos que recobraron su identidad. Esa coherencia
entre candidata y campaña, entre gestión y proyecto, marcan la
diferencia con los principales competidores, de llamativa chatura
política y profesional. Hay excepciones: los avisos del candidato a la
gobernación bonaerense por la Udeso son de una sofisticada abstracción,
de admirable calidad técnica, pero el mérito es de Ramiro Agulla y
guardan poca relación con Francisco De Narváez y sus circunstancias
políticas. Los de Alberto Rodríguez Sáa son desfachatados como el propio
candidato, aunque no se ajustan a ningún estándar publicitario de buen
nivel. Los del Frente de Izquierda y los Trabajadores transmiten el
mensaje que interesa a sus candidatos, simpático y modesto. En su
discurso posterior a la presentación de esos emergentes del país real,
Cristina dijo que las clases dominantes tradicionales no supieron
formular un proyecto de país en el cual todos se sintieran incluidos y
encomió decisiones clave de la presidencia de su esposo, como el rechazo
coordinado con Brasil al Area de Libre Comercio de las Américas que
impulsaba Estados Unidos y la recuperación de la autonomía nacional ante
los centros políticos y financieros internacionales. Una frase clave de
su mensaje, a contramano del discurso republicano de papel planteó que
“mayor institucionalidad es representar los intereses de 40 millones de
habitantes” y exhortó a las distintas fuerzas con representación en el
Congreso a “cooperar en las políticas que han producido crecimiento,
inclusión social, redistribución del ingreso, generación de trabajo”. Se
jactó del impactante crecimiento de este año, entre los más altos del
mundo, y de la nueva caída de la desocupación, a los niveles más bajos
en dos décadas, pero reconoció que faltan más escuelas, viviendas,
energía, hospitales, rutas y fábricas. El cierre ejemplificó su
capacidad de conceptualización sobre hechos que no es necesario
mencionar, cuando pidió inteligencia para no enredarse en discusiones
estériles por vanidades personales y dijo que no guardaba rencores y
está dispuesta a desarrollar todas las políticas que ayuden al
crecimiento de los 40 millones de argentinos, por encima de los
intereses sectoriales contrapuestos, pero que nunca será neutral, sino
defensora de los más vulnerables, con políticas de inclusión social y en
combate contra la desigualdad, por más igualdad, democracia, libertad,
derechos humanos y pluralidad. Los guiños al FAP, a algunos miembros de
la ex Mesa de Enlace de las patronales agropecuarias y a la CGT son
sutiles pero nítidos.
Geometría y política
Frente al discurso de Cristina, sólo se alzan los articulados
esquemas de la Coalición Cívica Libertadora y del Frente de Izquierda y
de los Trabajadores, que en las elecciones primarias del 14 de agosto
ocuparon las dos últimas posiciones. Son las únicas fuerzas que siempre
tienen una explicación para cada cosa. Con una ventaja para el FIT:
nunca ambicionó llegar al gobierno por esa vía y concibe el proceso
electoral como una mera oportunidad para comunicar sus propuestas a una
audiencia muy superior a la habitual, mientras que Elisa Carrió fue en
2007 la segunda candidata más votada, con el 23 por ciento. Ahora se
duda que llegue a una décima parte de tal porcentaje. José Saúl Wermus,
que concurre con su alias Jorge Altamira, obtendrá la mayor votación en
la historia de su partido “Obrero” y ni siquiera es imposible que
obtenga algún diputado, que deje atrás a la CCL y le haga cosquillas al
ex senador Eduardo Duhalde. Este frente marxista sacó el mayor provecho
de la denostada reforma electoral: dispuso por primera vez de abundante
espacio gratuito en todos los canales de televisión en igualdad con las
demás fuerzas y celebró alianzas que hasta la elección anterior parecían
quiméricas. Su acceso a la representación parlamentaria sería un efecto
positivo de la elección, ya que el imperfecto sistema político se
beneficiaría con un cuestionamiento por izquierda en el recinto de las
leyes, complementaria de las movilizaciones en calles y lugares de
trabajo. La experiencia del mandato de Luis Zamora es ilustrativa al
respecto.
Del naufragio al frente
Incapaces de contraponer al gobierno una propuesta razonada y
viable, el resto de las fuerzas del extinto Grupo Ahhh... se dedicaron a
despellejarse entre ellas. No aspiran a vencer a Cristina sino a ocupar
la primera minoría, cualquiera sea la diferencia con la mayoría, con la
ilusión de que ese lugar las convertiría en cabeza de la oposición. Las
PASO dejaron en el camino a Proyecto Sur, que dedicó sus mejores
esfuerzos a denostar a quienes habían sido durante años sus más próximos
aliados. El segundo lugar fue para Ricardo Alfonsín, quien en sus
últimos mensajes ya no habló de esta elección sino de las próximas. Su
partido, la UCR, participa en una coalición que llevó a Hermes Binner al
gobierno de Santa Fe. Pero despechado porque Binner no aceptó la
candidatura a vicepresidente que le ofreció, Alfonsín cerró una
disparatada alianza con Francisco De Narváez, quien a cambio de un
aporte económico millonario impuso la candidatura a vicepresidente de
Javier González Fraga. En vez de sumar restaron y Alfonsín se hundió en
la irrelevancia. El caso extremo fue el silencio en que escuchó un
debate entre Magdalena Ruiz Guiñazú y Víctor Hugo Morales, en el que a
nadie le interesaba la opinión del candidato presidencial. Binner
proclamó que “el siglo XXI es del socialismo, los otros [partidos] son
del siglo pasado”, el dirigente socialista Héctor Polino, quien fue
funcionario de Raúl Alfonsín, acusó de “muchísima mala fe” a su hijo y
la ex radical Margarita Stolbizer atribuyó la amplia victoria de
Cristina al espanto que producían Alfonsín y Duhalde. En cuanto terminó
el escrutinio, los líderes radicales Ernesto Sanz y Gerardo Morales
instaron a desembarazarse de Alfonsín y preocuparse sólo por los
candidatos radicales a las gobernaciones, intendencias y legislaturas.
Cuando Alfonsín enumeró las bancas legislativas y los gobiernos
municipales que aún respondían a la UCR, Alberto Rodríguez Saá le
aconsejó decir que también lideraba gobernadores y “así me evitaría que
alguien vaya a hablar con los gobernadores que él no va a liderar”.
Cuando también De Narváez tomó distancia de Alfonsín y acordó con
Rodríguez Sáa, el puntano dijo que no tenía la culpa de la crisis del
radicalismo y su “candidato testimonial”, a quien llamó “un tipo débil”
que “no propuso nada nuevo”. En aplicación de la sabia máxima “Dime de
que alardeas y te diré de qué careces”, Alfonsín instó a los radicales a
no resignarse y seguir luchando y Binner en que el Frente
Antiinflacionario Progresista no se disgregará a partir de mañana. La
continuidad de la cooperativa de microemprendimientos personalistas que
se cobijó bajo el sello de Binner es dudosa. Su ex aliada Elisa Carrió
denunció que la plataforma del FAP propone la “reforma a la Constitución
para ir hacia un sistema parlamentario”. Por eso, dijo, Binner “le va a
garantizar” al oficialismo una eventual “reelección indefinida” de la
presidente. “La gente tiene que saber que Binner perdió en Santa Fe la
Legislatura por muchos votos y está obligado a negociar con el
kirchnerismo”, explicó. Rodríguez Sáa destacó que Binner sembró de
villas miseria su provincia. Duhalde sostuvo que “al oficialismo le
conviene sumar legisladores de Binner ya que siempre votan con ellos en
el Congreso” y Alfonsín le recordó que el FAP no ganaría en Santa Fe sin
el aporte del radicalismo, que gobierna el 80 por ciento de las comunas
provinciales del Frente. Para Javier González Fraga, Binner no pasaría
del 2 por ciento en las Primarias. Votar por Duhalde o Alfonsín sería
mirar hacia atrás, replicó el santafesino.
El clásico de la B
Un clásico de la B Nacional parece la competencia entre Rodríguez
Sáa y Duhalde por ver cuál de los dos supérstites del Peornismo Opositor
obtiene alguna décima más que el otro, aunque ambos puedan quedar 50
puntos por detrás de la vencedora. Nada los motiva más que las
acusaciones recíprocas. Duhalde pegó carteles donde invita a votar por
“Rodríguez K”. El gobernador puntano lo desdeñó como “un infame y un
mentiroso” y dijo que la prensa recibió una paliza en las Primarias,
porque “dijeron que había que votar a Duhalde y que los otros eran votos
inútiles”. Según él, esa polarización inducida “por el señor Magnetto”
llevó a que Cristina tuviera más votos de los que esperaba. “Porque
entre Cristina y Duhalde, yo la voto a Cristina”. También lo llamó “el
gendarme que cuida a los sectores sociales dominantes en la Argentina”.
El candidato de lengua más filosa opinó que la Duquesa de Alba tenía más
probabilidades de quedar embarazada que Duhalde de hacer una buena
elección. Ni siquiera se privó de llamarlo, mal tipo y mal perdedor, de
realizar fraude y de renunciar a la lucha pero no a los honores. Según
Duhalde, esos ataques son a cambio de que la Corte Suprema de Justicia
resuelva a favor de San Luis el juicio por 900 millones de pesos con el
Estado Nacional. Lo que más impresiona de Duhalde es la seriedad con que
enhebra disparates, muy seguro de que reflejan la realidad, a pesar de
la experiencia que lo ha arrojado a los márgenes del sistema político.
Ya anunció que piensa eternizar este estado psicótico, cualquiera sea su
resultado hoy. Ciclotímico y con frecuentes ataques de pánico, es el
candidato que con más frecuencia se denigra a si mismo, al reconocer que
sus posiciones son un papelón y su partido una bolsa de gatos. En 1997,
cuando Graciela Fernández Meijide batió a Hilda González en la
provincia de Buenos Aires, Duhalde se proclamó padre de la derrota.
Perdido por perdido, y ante el riesgo cierto de que su esposa no consiga
renovar su banca, Duhalde se ha escorado hacia los represores detenidos
por crímenes de lesa humanidad, a quienes les promete la libertad a
cambio del voto. Una investigación del académico Karsten Wilke que acaba
de conocerse en Alemania narra la jugada de los ex SS que en la
posguerra negociaron beneficios y honorabilidad con los principales
partidos, a cambio del hipotético voto de dos millones de hombres aún
armados. La investigación muestra que fue un bluff, ya que en la
Alemania Federal no vivían más de 250.000 ex SS y la asociación que los
nucleaba sólo reunía al 8 por ciento. Pero Duhalde le tiene más miedo a
la patrona que a los genocidas, lo cual muestra que aún le queda un
vestigio de racionalidad.
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