Según Unicef, la inclusión educativa de niños de hasta cinco años es decisiva para generar igualdad de oportunidades.
La estimulación temprana, el cuidado y la buena alimentación de los niños hasta el tercer año de vida pueden contribuir a “revertir el círculo de pobreza”, concluyeron especialistas en educación, en el marco del Primer Encuentro Regional Crecer Juntos por la Primera Infancia, organizado por Unicef y el gobierno nacional. En ese evento el organismo internacional de protección a la niñez presentó los resultados de un estudio cualitativo sobre la atención a la primera infancia, realizado por la Universidad Nacional de San Martín, que marca las principales tendencias en el campo de los servicios para niños hasta los tres años. “Se observa un avance relevante”, pero “es necesario evaluar los estándares de calidad”, que deberían definirse por “la diversidad propia de los contextos y realidades en que crecen los niños”, definió la especialista de educación de Unicef, Elena Duro.
Hablar de la primera infancia, es decir de la instancia evolutiva de los 45 días a los 3 años, es hablar de “la base y el pilar que sientan las bases del desarrollo pleno de los sujetos”, explica Duro a Página/12. En ese sentido, afirmó que “debe evitarse que la atención de esta etapa se restrinja a una mirada educativa y escolarizante”, y hacer que se resuma en un enfoque integral que contenga “el vínculo con la familia, el juego, lo afectivo, recursos humanos formados, equipamiento, infraestructura, condiciones de salubridad y un monitoreo especializado”.
En Argentina, según datos del organismo, el 95,7 por ciento de los chicos y chicas van a la sala de 5, el 77,1 asiste a sala de 4 y sólo el 36,9 por ciento a la sala de 3. “Dentro de América latina, el país es uno de los estados con más avances en el acceso y la cobertura de los primeros años de la niñez”, dice la especialista. En ese sentido, en sala de cinco hay “un acceso casi universal”. Sin embargo, “es como si hubiera un enorme hiato, un gran vacío, entre la sala de cuatro y la de tres”, evalúa Duro, que señala ésa como una de las deudas a saldar.
En el plano de los niveles socioeconómicos, mientras el 73,9 por ciento de la población de 3 y 4 años va a la escuela, el quintil más pobre lo hace en un 53,7 por ciento. En la población rural, la brecha se vuelve exageradamente mayor: sólo el 9,6 por ciento de los chicos de entre 3 y 5 años que viven en zonas no urbanas va a la escuela. En ese sentido, Duro opina que “una mirada estratégica de inversión de primera infancia tiene que priorizar a los sectores más vulnerables, ya sea por etnias o por ubicaciones geográficas”.
La metodología del estudio realizado por la Unsam, a fines de 2009, consistió en el relevamiento de 31 instituciones que atienden a niños de 45 a 36 meses, 21 de ellas ubicadas en el conurbano bonaerense y 10 en la provincia de Tucumán, con el objetivo de “hacer un primer análisis acerca de cómo es el servicio”, según Duro.
Los primeros años de la vida de las personas, explica el estudio, signan “la constitución de los niños y niñas como sujetos, dejan improntas que configurarán sus vínculos con otros, sus trayectorias escolares, sus gustos, sus temores, sus posibilidades e intereses, sus valores, su confianza y autoestima. Son años fértiles, plenos de promesas, pero también de necesidades y dependencias”. Duro ejemplifica que “lo que hoy nos parece natural, por ejemplo, un chico pobre de 14 años con una discapacidad cognitiva, con una buena estimulación temprana y una alimentación rica en nutrientes, pudo haberse evitado”.
Además, señala, contribuyen a “revertir el círculo de pobreza”. ¿Cómo? “La población en situación de máxima vulnerabilidad, ya sea por pobreza, problemas de salud o porque no tiene acceso a ningún tipo de ambiente con incentivos, está determinada a una vida con límites, si no cuenta en los primeros años de vida con una atención de calidad a su evolución social, afectiva, cognitiva y de salud.” La inversión en servicios integrales de atención a la primera infancia, diferenciados del jardín de infantes tradicional por el enfoque de mayor amplitud y menor restricción al plano educativo, “es urgente y necesaria para contribuir a achicar la desigualdad social”.
La educación, en términos generales, “garantiza sociedades más justas, ciudadanos más formados y productivos, ciudadanos que pueden ejercer su ciudadanía”, explica Duro. Y a eso, advierte, se suma el valor agregado de la atención de la primera infancia, que es el de “generar escenarios positivos para el desarrollo”. En palabras del filósofo Fernando Savater, cada persona nace dos veces, “una, del útero materno”, que es la “biológicamente natural”, y otra, “del útero social”. “Nadie se hace humano solo. Y ése es el fundamento de la educación.”
Informe: Rocío Magnani.
Fuente: Pagina12
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