Por Juan Eduardo Lenscak
En Formosa, la provincia con “el vía crucis más largo del mundo”, tuvo flagelos dignos de tamaña pasión, donde las privatizaciones, como aquellas guardias pretorianas, nos han hecho beber hiel cuando la sed apretaba con mayor crudeza.
El
afán de lucro de las corporaciones
privadas hacen
sentir a los trabajadores que
los servicios públicos pueden convertirse
en un
calvario.
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Las interminables y lentísimas colas en los bancos para hacerse de unos pesos antes del fin de semana largo, fueron sorprendentes y exasperantes. Se pudo comprobar cómo el sentido del lucro sectorial está por encima de un servicio público. En tantos años de vida institucional todavía no se pudo encontrar un sistema para el pago ágil de los salarios sin que se tenga que mortificar a los trabajadores con demoras y traslados tan torturantes. Hasta parece utópico pensar que en cada repartición haya un cajero automático o un pagador -a la vieja usanza- para cumplimentar la obligación patronal de pagar en efectivo y en término a los agentes de la administración pública. Como tal propuesta tiene todo el aspecto de ser onerosa, y no reportaría ganancias inmediatas a la empresa financiera privada que monopoliza el movimiento de capitales de la provincia, no se justificaría la inversión. La opción que se elige es la más cómoda para la empresa: que los usuarios paguen con su tiempo y su traslado, el costo del servicio.
Las quejas se hicieron sentir por distintos medios. Producto del enojo momentáneo de una coyuntura especial de solo dos días hábiles antes del feriado largo de semana santa. Pero, lo dramático de este gólgota cotidiano, no está en las quejas circunstanciales ni en las peleas por quién está primero en la cola, que no haya “colados” de privilegio, que haya horario corrido de atención al público, que habiliten todos los cajeros, etc…; lo preocupante de este vía crucis popular, que en esta semana estalló como primicia en todos los diarios y radios, radica en que parecería sobreentenderse que el paradigma del lucro empresarial bancario está por encima del derecho de cobrar dignamente y de la obligación de pagar en término, solo que no sea tan cruel.
La coyuntura hizo estallar este supuesto, desnudándose la abismal diferencia que existe entre el afán de lucro y el sentido de servicio en una entidad bancaria. Algo equivalente a la diferencia que plantea la teologìa cristiana entre una muerte sin sentido y la resurrección.
Otra crucifixión de las privatizadas donde sin eufemismos duele día a día la diferencia entre ser un instrumento para el lucro o brindar un servicio público, es el padecido en los surtidores. Allí el precio de los combustibles sigue en aumento y cuando no hay colas, o no hay sistema o sencillamente están cruzadas las mangueras. Ni pensar los ingredientes adicionales que se le suman cuando nos adentramos unos kilómetros hacia el interior, donde las arbitrariedades en algunos despachantes pueden llegar a superar hasta las más crueles de las fantasías. La privatización de YPF nos va mostrando la verdadera cara de piedra del capitalismo, que flagela, corona de espinas y crucifica sin miramientos. Mucho más cuando la empresa concesionaria sufre un acoso estructural mundial como el protagonizado en España, donde reside la central de Repsol. Este capitalismo privatista, sin vergüenza alguna puede mostrar cómo una provincia productora de petróleo (Formosa), puede tener precios del combustible más elevados que en otras zonas del país, donde no se lo produce.
Cuando el gobierno comienza a cumplir su rol de controlador, para requerir reinversiones en la producción, la guardia mediática pretoriana no modifica para nada su actitud de cumplir con el mandato de la crucifixión. Además, comienza a burlarse de la política económica nacional, poniendo en duda lo obvio, como se hizo en editoriales españolas repetidas a nivel nacional como provenientes de una meca incuestionable, y a limar la enorme credibilidad que avala la gestión presidencial con operaciones que tienden a desprestigiar al vicepresidente, cuyo “delito” principal fue haber sido el autor intelectual nada menos que de la repatriación de fondos de los trabajadores que usufructuaban a su antojo las AFJP.
Las corporaciones del privilegio y la explotación mantienen la guardia y no están dispuestas a ceder. Ahora aparecen soliviantando el precio y el desabastecimiento de la yerba, como ya lo han hecho con el azúcar y el aceite. Hay poco, se raciona, y es caro, cuando el precio de la materia prima no condice con el que se exhibe en góndola.
En esta semana santa, la corona de los pobres parece que le han crecido las espinas. Además de las colas para cobrar el sueldo, del Jesús en la boca a la hora de ir al surtidor, del racionamiento y encarecimiento de las yerbas, el azùcar y el aceite, podemos enumerar muchas otras púas que hincan la tan sensible víscera de los trabajadores. Como el plus médico, que paradójicamente llaman el plus “ético” cuando contradice explícitamente los objetivos y la misión de las obras sociales; el precio de los remedios, y los anuncios catastróficos (posteriormente desmentidos por la Asociación de Trabajadores de Farmacias) sobre faltantes por las restricciones a la importación; el precio del minuto de telefonía celular y sus colapsos, como el último de Movistar… por nombrar sólo los más cotidianos donde puede apreciarse la mano negra de alguna corporación cuyo fin principal es el lucro y no precisamente el servicio.
Y aunque se hayan sucedido “milagros”, algo tan impensado durante la dictadura o las gestiones neoliberales como la asignación universal por hijo, las jubilaciones para todos, las net para los pibes del secundario, las paritarias, la resolución pacífica de los conflictos sociales, etc., las corporaciones mediáticas y económicas del privilegio seguirán utilizando todos sus recursos –que no son pocos- para imponer la liberación de algún Barrabás.
Y como en Galilea, también tenemos nuestros zelotes que no entienden ni la etapa, ni la coyuntura, ni las prioridades en la estrategia trazada que permite el crecimiento logrado. Con criterios casi análogos, o por lo menos funcionales a los de las corporaciones del lucro, arremeten violentamente contra la embajada inglesa, y se movilizan contra la conducción nacional que ha tenido el mérito de ser catalogada por el genocida Videla, como lo peor que le pudo haber pasado.
Es cierto que ya no estamos en la sala de torturas del proceso de reorganización nacional, ni se subastan las vestiduras ni lo poco que nos queda a los argentinos. Tuvimos un cireneo que ayudó a levantar la cruz, y una verónica que calma las heridas. Pero está preparado el gólgota para crucificar este modelo de crecimiento con inclusión junto a los ladrones, para escarmiento y burla frente al conjunto de la sociedad y a la comunidad internacional. Con la complicidad de los fariseos locales y la firme determinación del imperio.
Si bien los argentinos nos encaminamos a una resurrección, y bien concreta nada de sublimaciones extratemporales, junto a los países hermanos latinoamericanos, todavía debemos tener en cuenta que la gloria es una utopía, posible, sin sublimacines, pero que continuamos transitando con la cruz a cuestas, de los precios, las colas, los colapsos, el desabastecimiento, y los distintos latigazos económicos y mediáticos propinados por los centuriones, los mercaderes del templo y los escribas del imperio. Sectores minoritarios pero muy poderosos, empecinados en que la vida de los argentinos, como sucedió con los nativos, con el gaucho y con los obreros, no solo sufra ajustes, tormentos y crucifixiones de todo tipo, sino, y lo que es peor, que entendamos que si hay resurrección será en el más allá, en otro mundo, pero no en éste, y que no tenemos otro destino que no sea, necesariamente, el del calvario.
Fuente: Agencia Padre Santiago Renevot - Formosa
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