viernes, 2 de noviembre de 2012

EL ANTERIOR PROLOGO DE LA CONADEP Y LA TEORIA DE LOS DOS DEMONIOS

02/11/2012

(MDT) En 2006, a instancias de la Secretaría de derechos Humanos de la Nación, se cambió el prólogo del “NUNCA MAS”, el célebre informa de la Comisión Ad Hoc creada por Raul Alfonsin. Recordemos que entonces deliberadamente se omitieron los nombres de todos los genocidas de las fuerzas armadas implicados en el plan sistemático de exterminio.


El Nunca Mas, fue, a pesar de su integración, un documento del Estado, a requerimiento del ex Presidente Alfonsin. Su prólogo no llevaba firma, pero contenía el decálogo de los posicionamientos del Presidente en orden al deslinde de responsabilidades que declamó en la campaña electoral. Distinguía en diferente nivel a quienes “dieron las ordenes” de quienes las cumplieron.


De una completa lectura del prólogo original, surge la Teoría de los dos Demonios como elemento central. Transcribimos algunos párrafos ilustrativos de ese prólogo que se atribuye a la pluma de Ernesto Sábato:

“Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda, fenómeno que ha ocurrido en muchos otros países”.


“No fue de esta manera en nuestro país: a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24 de marzo de 1976 contaron con el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres humanos”.

“Porque la lucha contra los «subversivos», con la tendencia que tiene toda caza de brujas o de endemoniados, se había convertido en una represión demencialmente generalizada, porque el epíteto de subversivo tenía un alcance tan vasto como imprevisible. En el delirio semántico, encabezado por calificaciones como «marxismo-leninismo», «apátridas» , «materialistas y ateos» , «enemigos de los valores occidentales y cristianos» , todo era posible: desde gente que propiciaba una revolución social hasta adolescentes sensibles que iban a villas-miseria para ayudar a sus moradores. Todos caían en la redada: dirigentes sindicales que luchaban por una simple mejora de salarios, muchachos que habían sido miembros de un centro estudiantil, periodistas que no eran adictos a la dictadura, psicólogos y sociólogos por pertenecer a profesiones sospechosas, jóvenes pacifistas, monjas y sacerdotes que habían llevado las enseñanzas de Cristo a barriadas miserables. Y amigos de cualquiera de ellos, y amigos de esos amigos, gente que había sido denunciada por venganza personal y por secuestrados bajo tortura. Todos, en su mayoría inocentes de terrorismo o siquiera de pertenecer a los cuadros combatientes de la guerrilla, porque éstos presentaban batalla y morían en el enfrentamiento o se suicidaban antes de entregarse, y pocos llegaban vivos a manos de los represores.

Con la llegada de Nestor Kirchner al gobierno en 2003, y con la designación de Eduardo Luis Duhalde al frente de la Secretaría de Derechos Humanos de la nación, la política estatal en la materia dio un giro de 180 grados. Se derogaron y anularon las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, normas que consagraban la impunidad de centenares de represores y se cambió el prólogo de ese documento estatal, porque en palabras de Duhalde  "el prólogo original no reproducía la filosofía política que hoy anima al Estado en la persecución de los crímenes de lesa humanidad”.

El subsecretario de Derechos Humanos, Rodolfo Mattarollo, decía a Página 12, el 15 de mayo de 2006: "Nos pareció que era muy importante la reedición del Nunca Más pero al mismo tiempo era muy importante ponerlo en la perspectiva del actual proceso de lucha contra la impunidad. El prólogo histórico del Nunca Más está recorrido de un extremo a otro por la doctrina de los dos demonios. Si bien sostiene que hubo un terrorismo que fue más grave que el otro, dice que hubo dos terrorismos y que uno fue la causa del otro: la llamada violencia de abajo fue la que generó la violencia de arriba, que fue peor, más condenable porque se practicaba desde el Estado, pero fue en respuesta a una violencia de abajo. Esto nos parece una falsedad”.

En el nuevo prólogo se expresa que:  "Nuestro país está viviendo un momento histórico en el ámbito de los derechos humanos, treinta años después del golpe de Estado que instauró la más sangrienta dictadura militar de nuestra historia. Esta circunstancia excepcional es el resultado de la confluencia entre la decisión política del gobierno nacional, que ha hecho de los derechos humanos el pilar fundamental de las políticas públicas, y las inclaudicables exigencias de verdad, justicia y memoria mantenidas por nuestro pueblo a lo largo de las últimas tres décadas.

Es preciso dejar claramente establecido -porque lo requiere la construcción del futuro sobre bases firmes- que es inaceptable pretender justificar el terrorismo de Estado como una suerte de juego de violencias contrapuestas como si fuera posible buscar una simetría justificatoria en la acción de particulares, frente al apartamiento de los fines propios de la Nación y del Estado que son irrenunciables.

Actualmente tenemos por delante la inmensa tarea de revertir una situación de impunidad y de injusticia social, lo que supone vencer la hostilidad de poderosos sectores que con su complicidad de ayer y de hoy con el terrorismo de Estado y las políticas neoliberales la hicieron posible. Por ello, al mismo tiempo nos interpelan los grandes desafíos de continuar haciendo de la Argentina, frente a esas fuertes resistencias, no sólo un país más democrático y menos autoritario, sino también más igualitario y más equitativo.

Es “curioso” que medios escritos como Perfil, La Nación y Clarin, conspicuos defensores de la dictadura militar que asoló al país (1976-1983) hoy se rasguen las vestiduras por este tema. Lo que atacan en realidad son los juicios por delitos de lesa humanidad que se llevan adelante a lo largo y a lo ancho del país.

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