Por Ailín Bullentini
El ex vicepresidente Carlos “Chacho” Alvarez confirmó ayer en la Justicia su convicción del pago de sobornos para la aprobación de la reforma laboral durante el gobierno de la Alianza. “Estoy convencido políticamente de que los sobornos existieron. Cuando aparece la confesión de Pontaquarto uno ve reafirmado lo que pensaba”, sostuvo Alvarez al declarar como testigo en el juicio que lleva adelante el Tribunal Federal Oral 3. A un metro de distancia lo observaba su ex compañero Fernando de la Rúa, quien decidió interrogarlo asumiendo –argumentó– su autodefensa y generando un inesperado careo.
Así, un día, doce años después, pasó:
–¿Consideró su renuncia como un acto de lealtad al gobierno?– le preguntó De la Rúa.
–El país no soportaba un vicepresidente que actuara de manera contraria al presidente –respondió Chacho Alvarez. La pregunta quebraba el protocolo de distancia propio de todo juicio y las cosas comenzaban a direccionarse hacia lo personal.
–Su renuncia fue lo que desató la confrontación, vicepresidente –continuó el radical, saliendo ya del rol de autodefensor.
–Mi renuncia lo liberaba a usted de la carga que un vicepresidente en desacuerdo representaba. Usted necesitaba que los sobornos desaparecieran de la opinión pública y yo tenía intereses diferentes –respondió el interrogado, con la vista ya de frente a su contrincante judicial.
Así comenzó el primer cruce que la ex fórmula presidencial de la Alianza protagoniza desde que Chacho se bajó del cargo, a menos de un año de ganar las elecciones. El público siguió con silencio de asombro el intercambio con algo de histórico. El Tribunal Oral dejó fluir el cruce casi sin intentar evitar el despiste de un autodefensor con investidura de ex presidente ansioso por sellar un conflicto personal.
El careo espontáneo interrumpió el interrogatorio monótono de más de tres horas al que respondía, serio y claro, Alvarez. El TOF que enjuicia a De la Rúa, al ex titular de la SIDE, Fernando De Santibañes, y al ex ministro de Trabajo Alberto Flamarique, durante su gobierno, y a los ex senadores peronistas Augusto Alasino, Alberto Tell, Remo Costanzo y Ricardo Branda por coimas pagadas y cobradas en abril de 2000 permanecía en silencio, como lo hizo mientras el ex vicepresidente y actual secretario general de la Aladi resumió su versión de los hechos. Para entonces, Tell ya había abandonado la sala insultando por lo bajo y retado por el presidente del tribunal, Gerardo Larrambebere. Comenzó a refunfuñar cuando Alvarez, presidente del Senado para el momento de los hechos, describió a la Cámara alta como un lugar “muy degradado” al que “nadie osaba defenderlo contra denuncias o sospechas de corrupción”.
Esa característica del Senado fue, en la versión de los hechos de Chacho, uno de los indicios sobre los que él basó su “certeza política” de que los sobornos existieron. Una reunión “muy determinante” en la que el entonces senador Antonio Cafiero le aseguró que la ley “se había pagado” fue otro elemento, al igual que el hecho de que “por primera vez Cafiero denunciaba políticamente a sus pares: nunca había denunciado por corrupción a quienes llamaba ‘compañero’”. Además, recordó el editorial del periodista Joaquín Morales Solá, “un analista político con prestigio que consulta con varias fuentes”, en el que deslizaba “los favores” que había habido en la Cámara alta para la aprobación de la ley.
Sin fechas exactas, en su relato ante el TOF, Alvarez también explicó que “esos elementos” lo llevaron como presidente del Senado a presentarse ante la Justicia: “No había forma de que esos indicios se convirtieran en pruebas relevantes sin que actuara la Justicia”, definió y continuó con la catarata de hechos que se amontonaron después: el anónimo que superó las paredes del Congreso luego de la reunión de Labor Parlamentaria en la que él lo leyó en voz alta, el cambio en los jefes de bloques, la presión de los senadores que “instalaron la versión de una conspiración del vicepresidente a De la Rúa” y la “ratificación de Flamarique y De Santibañes en el gobierno”. Ellos, recordó, eran los dos funcionarios “vinculados con el caso”: el primero por “único negociador de la ley”, el segundo por “titular de la SIDE, de donde se decía que había salido el dinero”.
Todo eso ya estaba dicho, hasta que tomó el micrófono De la Rúa para “ejercer su derecho a autodefensa”, como él mismo explicó ante la mirada sorprendida del recinto. El ex presidente pidió que el secretario del TOF leyera la renuncia de Chacho a la vicepresidencia y, a partir de allí, lo consultó:
–Usted dice que tenía intereses diferentes con el presidente. ¿Cuáles eran esas diferencias?
–La ratificación de De Santibañes en su cargo y la promoción de Flamarique. Eso fue un golpe de autoridad contra mi persona –evaluó Alvarez.
–Era una disputa de poder, entonces. Se trató de eso...
–Mire, presidente. Si se hubiera tratado de eso, debería haberme pasado a la oposición. Pero no. Me fui dejando a mi fuerza naufragar en su gobierno, que fue un fracaso. Usted creyó que yo conspiraba. Lo mío era coherencia. Yo luchaba para sanear al Senado y necesitaba un gesto similar en el gobierno. Usted sostuvo a los funcionarios sospechados en sus funciones.
–¿Cuál era el problema?
–La percepción pública de su decisión. Lea los diarios, por favor. Usted había internalizado la versión de los senadores. No me dejará mentir, presidente, desde la campaña se decía de usted que era un hombre sin personalidad. Ratificó a los funcionarios para dar un golpe de autoridad, mi renuncia fue de carácter político. Como el gobierno no podía promover una denuncia que lo involucrara, necesitaba que el hecho en cuestión desaparezca. Pero yo no podía tener esa actitud, era el presidente del Senado. Era más pacífico que yo renunciara.
De la Rúa intentó insistir en los motivos de la renuncia de quien fue su vicepresidente y fue entonces cuando el TOF dio por finalizado el diálogo postergado durante doce años. “Presidente, creo que quedó claro”, espetó Larrambebere y ordenó un cuarto intermedio. El hall de la sala de audiencias era, en el descanso, un hervidero. El ex presidente se escabulló entre grupos de abogados, acusados, familiares y periodistas y se acercó a tres ex integrantes frepasistas de la Alianza que habían ido a presenciar la audiencia en apoyo a Alvarez. “Por suerte nos sacamos las ganas de hablar, miren en dónde terminamos por no hacerlo”, rompió el hielo sonriente, como satisfecho. “No fue por eso que terminamos como terminamos, presidente”, le contestaron, gélidos.
Fuente: Pagina12
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