Por Soledad Lofredo
slofredo@miradasalsur.com
Pequeño productor, trabajador de la tierra, una persona que mediante sus manos y fuerza siembra y cosecha, cuida la tierra y la naturaleza que le da los productos, frutos para su subsistencia, y también para vender y comprar lo que la tierra no le puede dar en forma directa. Pero, ¿cuál es el significado más profundo para este actor social que sigue estando del lado más desigual en la lucha por la tierra que trabaja y conoce desde que nació? “Es el pedazo de territorio donde él y ellos tienen soberanía, ahí piensan, ahí sufren, ahí se alegran, ahí sueñan y tienen esperanzas. Los campesinos se aferran a su pedazo de tierra, su patria chiquita, porque les da identidad, cierta autonomía y les genera esperanzas, a pesar de las malas campañas agrícolas, malos precios, sequías e inundaciones”, cuenta López.
–¿Y por qué siguen eligiendo esa tarea?
–La historia y la cultura de esas familias campesinas hacen una identidad: tienen pasado, presente y sueñan con el futuro. Particularmente, la cultura campesina del noreste y noroeste está muy aferrada a la tierra. Son trabajadores que cuando pierden la tierra se convierten en desarraigados, y se sienten un poco derrotados, como exiliados en su país. Un sentimiento común del campesinado en la Argentina es que su producción no es valorada, no es tenida en cuenta como corresponde por las autoridades. Normalmente los precios que se pagan por los productos son irrisorios y se ve cómo se invierte desde el propio Estado en los agronegocios. Por ese lado, los campesinos siguen postergados.
–¿Cómo es la respuesta de los hijos del campesino actual?
–Para los hijos, la producción campesina hoy no es rentable, por eso buscan alternativas para vivir o progresar. Aparte, ser joven campesino es pertenecer a la clase social, más baja según los criterios locales. Pero muchos campesinos están decididos a seguir la lucha hasta el final. Otros cuantos ya decidieron renunciar. Puede sonar a exageración pero muchos van por “vencer o morir”. Otros tantos van al pueblo a extrañar el campo.
–¿Qué controles reales existen en el campo?
–En materia de precios, en el Chaco no hay controles de parte del Estado. En lo que respecta a fumigaciones y contaminación por agrotóxicos, hace poco tiempo la Legislatura provincial aprobó una ley para reglamentar ese tema. Pero sabemos que no tiene mayor respuesta si no existe, como en todos los temas, una fuerte presión por parte de los damnificados.
–¿Se puede lograr un modelo que también los incluya?
–Claro, porque el tema de la competencia en producción es bastante sencillo. Las claves son garantizar volumen, calidad y continuidad para las demandas de los diferentes mercados. Los campesinos organizados en empresas sociales podrían lograrlo en el breve tiempo, sólo hace falta acompañamiento para la producción en escala, la gestión de una empresa social, apoyo económico y la comercialización, que sería directa al consumidor.
Fuente: Miradas al Sur.
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