Por Adriana Puiggrós
Hay voces de la oposición que repentinamente han cambiado su valoración de Néstor Kirchner y lo exaltan como un gran hombre, en tiempo pasado. Néstor solo, Cristina no se nombra. Néstor fue, le ponen la placa de bronce y hasta pueden soportar en público que se le rindan homenajes y que miles y miles de argentinos hagan una impresionante fila para darle su último adiós. Hay evidencias de siniestros festejos privados, bienvenidas a la muerte, escenas que remiten al famoso grito “¡Viva la muerte!” del franquista José Millán Astray, así como a las vivas al cáncer que exclamó una oligarquía decadente y maldita cuando murió Eva Perón.
La irrupción de los jóvenes fue uno de los fenómenos más asombrosos de estas tristes e históricas jornadas. Sobre todo mujeres. Salieron de todos lados y formaron una interminable fila para rendir el homenaje póstumo a Néstor, pero también para saludarlo por primera vez. Era una despedida y un saludo de bienvenida. Muchos llegaban al kirchnerismo por primera vez. Y se apoderaron del “adiós”, coreando “Néstor no murió, vive en el corazón de su pueblo”.
La oposición, oscura, apuesta a otra clase de despedida y se dice dispuesta a acompañar a Cristina poniéndole la alfombra roja hacia la puerta de salida. Ya las primeras señales de la Presidenta muestran que esa oposición está equivocada en sus pronósticos. El duelo no fue feriado, la administración pública siguió funcionando, los actos políticos se siguen realizando. Cristina no abandona el poder, ni siquiera se da una licencia en los asuntos públicos, les responde a los que ofrecen el abrazo del oso que ¡justo ahora no vamos a cambiar! No lo hacen ni ella ni las fuerzas sociales que representa. Que representa: no tenemos ante nosotros una mujer que ha quedado sola, sino una dirigente en quien su pueblo no sólo depositó la esperanza, sino la tarea de conducirlo. Ese es el tema principal. La oposición intenta una operación de castración, como si el líder se hubiera llevado consigo la capacidad de acción política, un don que consideran naturalmente masculino. Por el contrario, el mismo Néstor tuvo un profundo respeto y depositó toda su confianza en la inteligencia y voluntad políticas de su compañera.
Quienes responden a los intereses patronales, monopólicos, a ideologías elitistas, meritocráticas, antipopulares y a izquierdas trasnochadas e irresponsables, saben por dónde tiene que pasar el estilete, qué vínculos deben cortar para reducir a Cristina al papel de administradora de un Poder Ejecutivo maniatado. Intentan desligarla de la “columna vertebral” del movimiento popular, es decir de los trabajadores organizados en la CGT, en la CTA y de los que pertenecen a las organizaciones sociales que apoyan al Gobierno, donde están los más humildes. Ese ha sido el blanco de la mayor parte de los artículos y declaraciones que, a medida que transcurren los días, van pasando de un pésame hipócrita al consejo cargado de amenazas. Intentarán evitar que crezca en organización la juventud, temor de todo poder reaccionario y condición de continuidad del poder popular. Tratarán de poner dificultades al vínculo con los países del Unasur, uno de los mayores logros de Néstor, que es condición para enfrentar la política imperialista. Ya intentan embarrar el discurso kirchnerista subrayando frases recortadas de Néstor e indicándole a Cristina los gestos que aceptarían como políticamente correctos.
Pero el kirchnerismo no se redujo a la acción esporádica de un caudillo trasnochado, como lo trata de mostrar la prensa opositora. Kirchner fue un gran dirigente que avanzó ligando sujetos políticos y sociales que habían sido dispersados, acorralados, desgastados. Cristina encarna esa política, que ha madurado durante muchos años. Le es propia, como propios le son los vínculos con el pueblo. Por eso la “presidenta coraje”, como la llamaba Néstor, seguirá conduciendo el enorme proceso de cambio de la Argentina, y es ya la candidata a Presidenta que lo continuará desde 2011.
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