Por Juan Eduardo Lenscak
Esta semana se juntaron con las fiestas del carnaval, la tragedia ferroviaria de Once, las movilizaciones sobre la megaminería, y una crítica a la política oficial sobre Malvinas.
CORSOS
En Formosa, el carnaval tuvo características excepcionales. No solo por su masividad y colorido, sino y principalmente porque acompañó el criterio nacional de popularizar dicho festejo. El gobierno de CFK había oficializado su celebración decretando días de asueto para liberar esta tradicional espontaneidad festiva del pueblo sesgada por un gobierno de facto. Y desde nuestra provincia, se le sumó la gratuidad en el acceso.
No fue un detalle menor.
Hay todavía quienes critican la decisión nacional de establecer esos días como no laborables, sumándose a la corriente “patronal” de presuponer que no debe haber más momentos para alivianar el yugo de la rutina de los trabajadores. Que con los fines de semana, los feriados, y los feriados puente, ya es más que suficiente. Que “mucha joda” perjudica a la disciplina laboral, que “así no vamos a progresar”, etc, etc, etc.
Estos detractores de lo que consideran un “viva la pepa” popular, ahora tienen además, el ingrediente formoseño de la liberación de trabas económicas en el acceso a una diversión ancestral, durante años reprimida.
Si antes no acordaban con la oficialización del carnaval, ahora, con esta gratuidad en el acceso y promoción de la conformación de murgas, comparsas y carrozas, podrán contar con mayores argumentos para reforzar el silogismo empresario fundante de la “férrea” disciplina laboral en favor de sus ganancias… El mismo que se expresara en el derogado decreto ley promulgado nada menos que por una dictadura militar.
Para los amnésicos que reprimen el pasado por mezquinos intereses presentes, es bueno recordar que los carnavales contemporáneos no son más que las adecuaciones de las ancestrales festividades dionisiacas griegas, las bacanales griegas, las diabladas andinas y las migraciones amazónicas, por citar las más importantes cunas culturales condicionantes de nuestro inconsciente colectivo. Y que con ellas en vigencia, el país crece en sentido inverso a lo hecho por el “modelo” sin carnaval popular dispuesto por las patronales del ajuste.
MISERERE
Pero la alegría y bullicio del carnaval se calló de golpe con el accidente ferroviario en la estación terminal de Once.
No fue para menos. La realidad se instaló con la crudeza de las tragedia. Más de medio centenar de muertos y más de medio millar de heridos mostró la otra cara de una sociedad con problemas estructurales a resolver. Esta misma sociedad que dejó las formalidades y los deberes diarios entre paréntesis en un fin de semana largo, se encontró con un severo llamado de atención. Algo funcionó mal. Muy mal. Además de la fatalidad propia de todo accidente.
La dolorosa herida presente en morgues y hospitales avivó las críticas a la modalidad de las concesiones o privatizaciones impuestas por el neoliberalismo, y a los controles oficiales (o mejor dicho descontroles), como responsables más directos de un sistema de convivencia política donde el lucro empresarial está por encima del servicio social,
En Formosa desde el oficialismo, a través de la Defensoría del Pueblo se publicó los nombres de las víctimas y se ofreció colaboración para los familiares formoseños. La oposición, desde la presidencia del bloque radical del senado de la Nación, a través de su presidente, Luis Naidenoff, pidió que se revisaran y anularan las concesiones otorgadas a terceros por parte del Estado Nacional, criticando al ejecutivo por su connivencia con la concesionaria, responsabilizándolo por este tipo de desastres evitables. Sin aclarar que esta tragedia también es fruto de políticas diseñadas hace varias décadas atrás donde algunos de los actuales críticos también son corresponsables.
Las corporaciones económicas y mediáticas, afianzadas durante la dictadura militar y la democracia neoliberal, que no ven con buenos ojos las licencias laborales del carnaval para los festejos populares, cuando huelen conflicto, sangre y tragedia, se abalanzan sobre los responsables de políticas públicas reparadoras para erosionar su nivel de consenso. Lo estaban haciendo con el tema del cianuro y de la mega minería, disfrazándose de ambientalistas, cuando apareció la catástrofe de plaza Miserere. Y en los dos casos es difícil separar la responsabilidad dirigencial del actual gobierno que no puede eludir hacerse cargo de los hechos, con la situación heredada que va a contrapelo de la estrategia asumida desde la conducción nacional. El acicateo por izquierda azuzada por los sectores responsables y beneficiados de todos los ajustes, privatizaciones, Conintes, inviernos, corralitos, y megacanges aparece como una suerte de juego carnavalesco donde el gato se disfraza de ratòn, y el delincuente de policía. Donde es difícil saber quién es quién cuando se acepta alegremente que todo el mundo use caretas.
MALVINAS
El disfraz que también llamó la atención fue el documento titulado “Malvinas, una visión alternativa” firmado entre otros por la escritora Beatriz Sarlo, los periodistas Pepe Eliachef, y Jorge Lanata, el jurista Daniel Sabsay, y el diputado Iglesias, entre otros, en el cual se afirma que “necesitamos abandonar la agitación de la causa-Malvinas y elaborar una visión alternativa que supere el conflicto y aporte a su resolución pacífica”. Entienden que los argentinos como hijos de inmigrantes no tenemos “derechos preferenciales que nos permitan avasallar los de quienes viven y trabajan en Malvinas desde hace varias generaciones”, que debemos “abdicar de la intención de imponerles una soberanía, una ciudadanía y un gobierno que no desean” y que no se puede insistir en sentarse a una mesa de negociaciones con una postura intransigente con respecto a la soberanía.
Si no fuera que los firmantes están anclados en una determinada corriente de opinión, solventados por corporaciones que tradicionalmente expresaron los intereses imperiales en el país y que potencian sus escritos como ex cátedra, un lector desprevenido podría digerir sin masticar, y creer que no usan máscara en este carnaval, aceptando ingenuamente que la alternativa propuesta por esta “inteligencia” sea diferente de la actual diplomacia inglesa que reivindica la autodeterminación de los kelpers solo como freno para las negociaciones con nuestro país, pero sin otorgársela de hecho a los isleños.
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Estamos transitando un momento de grandes transformaciones. Caminamos hacia un futuro que vamos conociendo mientras lo recorremos. Construimos otro país, con otro modelo de convivencia y de producción. Estamos movilizados, como lo hacían los guaraníes en sus migraciones o como lo hicieron los esclavos judíos con Moisés cuando cruzaron el mar Rojo. Negamos el stablishment como lo hacían los griegos y romanos en las festividades dionisiacas y bacanales. O como lo entendían nuestros ancestros andinos, desenterrando y enterrando lo demoníaco. La realidad nos muestra los graves problemas heredados, con escenarios diferentes, y hasta imprevistos. Siempre habrá quienes añoren las “cebollas de Egipto” o critiquen a los “karaí” que impulsaron la migración. La cuestión consiste en profundizar por qué nos fuimos de donde estábamos, para no tentarnos con volver a las “seguridades” del sistema que nos esclavizaba. Y desenmascarar a los pro-megamineros disfrazados de ambientalistas, a los privatistas con remeras del Che, y a los escribas cipayos con antifaz de patriotas. Así, además, celebraremos con mayor intensidad y creatividad el sentido profundo, popular y liberador del carnaval.
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