lunes, 27 de diciembre de 2010

EDUARDO ALIVERTI: Las cosas se cuentan solas

Por Eduardo Aliverti
 
La estimulación y la profundización del clima convulsivo eran tan impresionantemente previsibles que el periodista llega a dudar acerca de si acaso no se escapó algún disparador en efecto sorpresivo, espontáneo, imprevisto.

Pero no. No hay caso. Desde la muerte de Kirchner, lo único que no se podía acertar era el momento exacto en que el cínico recato por el luto dejaría paso al relanzamiento de las maniobras de agitación. Nada más. La mesa (les) había quedado servida. Y no importarían las enseñanzas de la impresionante manifestación popular frente al muerto, ni las encuestas que revelan un crecimiento significativo del apoyo al Gobierno, ni el asentamiento del consumo y de los grandes números de la economía. No. En realidad al contrario, esos mismos indicadores serían usados para desmontar su carácter de presunta falacia una vez que estallara lo incontrastable de los hechos. En ese relato que encabezan los jefes mediáticos de la oposición, la economía presenta graves problemas barridos debajo de la alfombra; las deudas sociales, que vaya si las hay, terminan por explotar tarde o temprano, pero mejor si es más temprano que tarde; la masividad de la despedida a Kirchner no merece mayor reflexión que apuntarla como lo lógico del impacto producido por el deceso de un jefe político importante, y el pico de popularidad del Gobierno es un dato transitorio para el que se asocian la lástima despertada por Cristina viuda y aquel espejismo de la marcha económica. De manera que sólo cabía sentarse a esperar la “eclosión”.

La excusa operada inicialmente se llamó Villa Soldati, siempre sin perder de vista que fue sobre la base cierta de penosas condiciones de vida relativas a problemas de vivienda como al acceso a la tierra. Este aspecto estructural, junto con la acción de punteros y facinerosos; el aprovechamiento de los instintos racistas más repugnantes que anidan en vastos sectores; y el concurso infantilista de algunos fragmentos radicalizados, resultó un combo apropiado para disparar “enrarecimiento” social e imagen de violencia concreta por fuera de los habituales parámetros del delito urbano. Apenas se lo piense un poco, una cosa así era, en verdad, lo único que podían tener a mano para horadar. Ellos mismos son conscientes de que, como elemento cautivante del electorado a conquistar, está completamente agotado, a corto y mediano plazo, el discurso de la baja calidad institucional; los modos autoritarios del oficialismo; la corrupción; el aislamiento internacional (???); la crispación generada por la retórica confrontadora. Incluso, no da más lo imperioso de ponerle coto a “la inseguridad” y la inflación, porque ninguno de sus candidatos, reales y potenciales, ofrece algo más o menos creíble a cambio de lo que hay. Se imponía entonces promover o aprovechar algún episodio que pudiera ser apreciado como ostensiblemente distinto del paisaje aburguesado de los avatares políticos. Algo que se saliera de un acostumbramiento que tenía al oficialismo como principal beneficiario.

Si se está de acuerdo con ese bosquejo no cuenta demasiado cuáles fueron los nombres específicos que desataron o usufructuaron Soldati, ni cuánto hubo de errores gubernamentales en la materia imprevisión. Importa cómo lo siguiente a Soldati responde con estrictez a lo que debería resolver, muy rápidamente, cualquiera que no viva en una burbuja atómica. Macri hablando de inmigración sin control, hasta con la ayuda de alguna ¿comunicadora? descerebrada que le agregó “de baja calidad”. El Padrino, que reclama “poner orden”. Los medios hegemónicos, que instituyen al área metropolitana de Buenos Aires como la Argentina entera. Sus ¿periodistas? sobresalidos, que le adjudican a este fin de año funestos presagios. Esa ¿izquierda? tan pelotuda, por ser modestos o condescendientes, capaz de insistir en ¿la creencia? de que todo sirve para continuar masturbándose con alguna una toma del Palacio de Invierno. Nada menos que Nilda Garré al comando de la Federal, y nada menos que policía desarmada ante manifestaciones de protesta como uno de sus primeros anuncios (y nada más, porque es una disposición que rige desde hace años). Los comunicadores ¿de qué? fingiendo no entender la distancia entre que los agentes porten fuego contra la delincuencia, y no tenerlo a disposición contra reproches callejeros. Y –al momento de escribirse estas líneas– la frutilla de Constitución, hasta el extremo de comerciantes y habitués de la terminal señalando que había gentes a la que, por ahí, nadie les vio la cara nunca. Si alguien deseara ser todavía más enrevesado, en una de ésas lo junta con que fue el mismo día en que dejaron libres al Fino Palacios y al amigo Ciro James. Y por las mismas horas en que los hijos adoptados de la Noble Ernestina se negaron a acatar la orden judicial para periciar su ADN. ¿Por qué no habría la licencia para elucubrar esa extravagancia, si cruzando la calle hay cagatintas que relacionaron los hechos de Constitución con la candidatura de Amado Boudou?

La pornografía de esta operación (de “prensa”, porque al conjunto de la dirigencia opositora ni siquiera le da para obrar exclusivamente por las suyas) tiene el mismo volumen que la necesidad de interpretación oficial para no ver onanistas y cirujanos en cada muerto que se les cae del placard. Porque se lo hacen caer o porque se les cae solo, el kirchnerismo tiene el deber de no juzgar cada capítulo de sus desgracias, o problemas, o inconvenientes, como si fueran la última vez o el producto de inevitables ardides opositores. Aun cuando lo sean, como lo son, se apoyan en deudas constatables. La pobreza y la indigencia, el déficit espantoso de la vivienda, la crisis del sistema de transporte público, el aparato ya casi o en un todo ineficiente de los caudillos del conurbano bonaerense, y etcéteras, son cuestiones que ni se solucionan de la noche a la mañana (van solamente unos siete años de gestión, al fin y al cabo) ni deben ser entregadas, sin más ni más, al “con todo no puedo, y nadie podría”.

Ahora que ellos descubrieron esta punta reforzada de articular pobres contra pobres, o de cazadores de oportunidades contra desamparados. Ahora que las porciones, de siempre, de la clase media, vuelven a refugiarse en su horrenda parcela de que no venga ningún bolita a amenazarlas. Ahora que la derecha provocó o encontró un piolín, circunstancial o no, para hacer el croquis de que podría haber una vida mejor si no nos gobernaran estos montoneros, o esta yegua que reparte subsidios entre estos negros de mierda. Ahora que se creen que hicieron la primera, ellos y sus troskos funcionales aunque quizás o seguramente nobles. Ellos y sus narradores de nacionalismo popular nunca sometidos a constancia de gestión, aunque (varios de) sus argumentos sean sólidos. Ahora es momento de demostrar que se está en actitud y aptitud para reforzar el marcaje de la cancha, desde una posición que no se pretende ni revolucionaria de pacotilla ni arrodillada ante los factores de poder.
Si llega a concordarse en que se trata de eso, hay espacio político para desear felicidades y esperar que se concreten.

Pagina12

domingo, 26 de diciembre de 2010

HORACIO VERBITSKY: Volver a vivir

Por Horacio Verbitsky
 
Los trabajadores tercerizados de la línea Roca que negocian su incorporación plena a la empresa ferroviaria no participaron en el corte de vías del jueves a la altura de Avellaneda. El acampe en las vías fue organizado por un pequeño grupo de dirigentes del partido “Obrero”, que trajo para ello a trabajadores tercerizados de otras líneas. El corte interrumpió el servicio y dio lugar a bien preparados disturbios en Constitución, cuando los obreros que intentaban regresar a sus casas llegaron a la terminal y fueron informados de que no corrían los trenes. Un compacto grupo de jóvenes comenzó la pedrea, a la que luego se sumaron algunos pasajeros, indignados por la imposibilidad de viajar. No queda claro si los primeros atacantes pertenecían al mismo grupo que los responsables del corte, porque actuaron sin ninguna identificación ostensible y porque en general el partido “Obrero” reivindica sus acciones.

Mil y sesenta

El 20 de octubre, luego de un similar intento de corte fue asesinado el estudiante Mariano Ferreyra y herida la trabajadora informal Elsa Rodríguez. La conmoción por el episodio aceleró las negociaciones que esos trabajadores venían realizando en el ministerio de Trabajo de la Nación. En esa mesa se había acordado que el lunes 20 el ministerio firmaría la resolución por la cual a partir del 1 de enero un millar de trabajadores tercerizados pasarían a la planta permanente de la empresa principal. En varias de las cooperativas truchas creadas para reducir costos laborales participan familiares de dirigentes del gremio, como su secretario general desde hace dos décadas José Pedraza. Los trabajadores cobran la mitad que los ferroviarios legales. La diferencia la paga el subsidio estatal y la embolsan los sindicalistas empresarios. Sólo se prolonga el desacuerdo sobre sesenta personas que, según la empresa, no pueden pasar a la planta permanente porque la limpieza de los baños que realizan es retribuida por las propinas de los usuarios. El Ministerio de Trabajo propuso prorrogar el plazo para el análisis de estos sesenta casos hasta el último día de este año. El resto de los trabajadores tercerizados del Roca ya llenaron los papeles requeridos y pasaron por la revisación médica correspondiente. La firma del documento de alta temprana, que formalizará su carácter de empleados de planta del Estado, estaba prevista para el lunes 20 pero se corrió una semana, aunque sin alterar el momento de la incorporación efectiva. Por eso los trabajadores del Roca habían resuelto aguardar hasta mañana, lunes 27, sin nuevas medidas de fuerza. El partido “Obrero” no aceptó la demora y organizó el corte en Avellaneda con trabajadores tercerizados de las líneas Belgrano Sur y Mitre. El empleado de la Legislatura porteña Néstor Pitrola, que dirige esa agrupación de la clase media radicalizada, participó de los encuentros de urgencia realizados en el Ministerio de Trabajo mientras la temperatura subía hasta los 35° C y aumentaba la afluencia de público a Constitución. Siete dirigentes y activistas de la Unión Ferroviaria están detenidos y procesados por el asesinato de Ferreyra, y la jueza Susana Wilma López debe decidir sobre el pedido de procesamiento del propio Pedraza, formulado por la fiscal Cristina Caamaño antes de pedir licencia para asumir como Secretaria de Gestión Operativa del Ministerio de Seguridad. Esa designación no parece confirmar las consignas del partido “Obrero” acerca de una presunta complicidad del gobierno nacional con Pedraza.

Visera, mochila y pañuelo

Pitrola se levantó de la mesa de negociación a las 18 del jueves, sin que se hubiera llegado a un acuerdo. Minutos después unos veinte hombres jóvenes, que llevaban gorros con visera que dificultaban su identificación, mochilas aptas para cargar piedras y en muchos casos pañuelos poco apropiados para el clima tórrido pero convenientes para cubrirse el rostro, comenzaron a apedrear los cerrados accesos a la terminal ferroviaria, donde una reducida guardia de infantería de la Policía Federal les cerraba el paso. Esa escasa fuerza les vedó el acceso a la estación pero fue insuficiente para impedir que saquearan algunos locales de calzado y de venta de bebidas, cuyas botellas fueron empleadas como proyectiles. Ese grupo emblemático de la paleoizquierda fue pionero de las candidaturas testimoniales y está en campaña contra el gobierno nacional por la ley electoral que las prohíbe, al exigir un piso mínimo de votos que los obreristas no alcanzan. Dada su pureza ideológica les resulta imposible aliarse con otras fuerzas afines, a las que combaten con el mayor entusiasmo. El partido “Obrero” intenta reeditar cada 20 de diciembre las violentas jornadas de 2001. En el aniversario de 2003 un explosivo hizo volar un cesto de papeles en la Plaza de Mayo y causó heridas a 26 manifestantes. Pitrola lo atribuyó al gobierno, pero el dirigente de la Federación de Tierra y Vivienda Luis D’Elía afirmó que se trató de un autoatentado, dentro de un programa de agitación dirigido a desestabilizar al entonces flamante gobierno de Néstor Kirchner, e involucró en el intento al ex senador Eduardo Duhalde. Hoy como entonces, las sospechas sobre el origen de los actos violentos se van hacia esas direcciones. A ello contribuyó la elección del 20 de diciembre como fecha de lanzamiento de la candidatura presidencial de Duhalde, cuya principal oferta proselitista es el orden alcanzado por medio de la represión.

El discurso del método

En el acto de lanzamiento, al que asistió la esposa castrense Cecilia Pando, que considera presos políticos a los militares procesados, Duhalde coincidió en dos puntos centrales con otro político que ocupó la casa de gobierno sin el auspicio de la voluntad popular, Jorge Rafael Videla, quien leyó su alegato ante el Tribunal Federal que lo juzgó por el asesinato de 31 presos políticos detenidos en la Unidad Penitenciaria 1 de Córdoba. Para ambos cultores del hecho consumado los juicios por crímenes de lesa humanidad no son un acto de justicia sino de venganza y la violencia estatal es el principio fundante de la convivencia colectiva. Videla se jactó de haber prestado un “inestimable servicio a la nación agredida facilitando el restablecimiento del orden republicano democrático”. Duhalde dijo que el gobierno había traído la violencia y que él reimplantaría el orden por medio de la represión. Ninguno ha aprendido ni olvidado nada, como el vizconde Chateaubriand decía de los Borbones después de la Revolución Francesa y el imperio de Napoleón. El ex dictador citó el fallo de la Cámara Federal que lo condenó en 1985 para decir que el país vivió una guerra revolucionaria. Pero también recurrió a la justificación teológica, invocando a Santo Tomás de Aquino para caracterizar la represión generalizada que se desató sobre el país como una “guerra justa”. Todo ello fue refutado hace ya 25 años. Los jueces Carlos Arslanian, Ricardo Gil Lavedra, Jorge Torlasco, Jorge Valerga Aráoz, Guillermo Ledesma y Andrés D’Alessio dijeron entonces que luego de estudiar las disposiciones del derecho de la guerra convencional y de la guerra revolucionaria o subversiva no encontraron ni una sola regla que justificara o exculpara a los autores de los hechos juzgados, ya que el homicidio, la tortura, el robo, el daño indiscriminado, la privación ilegal de la libertad “son antijurídicos para el derecho interno argentino. Son contrarios al derecho de gentes. No encuentran justificación en las normas de cultura. No son un medio justo para un fin justo. Contravienen principios éticos y religiosos”.

Una pequeña diferencia

Un inconveniente difícil de salvar para este volver a vivir que intentan el partido “Obrero” y Duhalde reside en las ostensibles diferencias entre aquel diciembre y éste. Entonces, el establecimiento de un corralito bancario que dejó sin ingresos al sector informal de la economía culminó en forma estrepitosa una recesión de tres años, que destruyó millones de puestos de trabajo y endeudó al país. Los saqueos generalizados de entonces fueron un recurso de última instancia para proveerse de alimentos por parte de personas que en el mes previo habían perdido los precarios empleos con los que sobrevivían. El sindicalismo carecía de peso político y su resistencia a la desprotección de los trabajadores se limitaba a denuncias como la de Hugo Moyano sobre la compra de votos para la aprobación de la ley de precarización laboral. Ahora la desocupación ha retrocedido a niveles de hace tres décadas. La alta inflación no ha hecho mermar el consumo, que bate records cada mes, lo mismo que la producción industrial y la construcción, mientras el país reduce la deuda externa como porcentaje del PIB a su mínimo histórico desde el empréstito Baring de 1826. La Asignación Universal por Hijo se constituyó en el plan de transferencia de ingresos más significativo de la región, según el juicio del organismo de las Naciones Unidas para la región. En 2001 se vivía además una profunda crisis política. Consecuencia de tres gobiernos sucesivos que llegaron al poder con promesas que abandonaron al día siguiente de asumir para dedicarse a viabilizar las políticas de ajuste dictadas por el consenso de Washington, se había impuesto un descreimiento absoluto de la política y de las instituciones. La abstención en los comicios de octubre de aquel año fue la más alta desde que se llevan registros, mientras se instalaba la exigencia de una renovación total de la clase política, en la penetrante consigna “Que se vayan todos”. Ante la imposibilidad de ejercer cualquier control político, el gobierno de la UCR ordenó la represión de las movilizaciones, sin asegurarse de qué forma la ejecutaban las fuerzas policiales y de seguridad, lo cual provocó cuatro decenas de muertos en todo el país.

Se fueron todos

Desde entonces, se fueron casi todos: sólo 27 diputados y senadores actuales ya lo eran en 2001, cruzaron de cámara o fueron sucedidos por un familiar, es decir apenas el 8,2 por ciento. Pero además de la renovación de personal, se produjeron cambios sustanciales de política, que obtienen diferentes respuestas de la sociedad. La frase tantas veces reiterada por Kirchner de que no había llegado a la presidencia para dejar en la puerta sus convicciones está en la base de una recuperación de la estima social por la política como instrumento de transformación, aunque para ello deba confrontar con los poderes fácticos que añoran la situación anterior. Luego de la descontrolada represión en el desalojo del Parque Indoamericano, donde murieron tres personas, la presidente CFK ratificó la consigna de su antecesor en contra del empleo de armas de fuego ante manifestaciones y encaró la postergada reforma de las instituciones policiales, con la creación del Ministerio de Seguridad y la designación a cargo de Nilda Garré. Esa directiva no está exenta de desajustes, como los que se vieron el jueves en Constitución, cuando la pistola reglamentaria de un policía de civil de la comisaría del barrio asomó por debajo de la camisa que usaba para mimetizarse con los manifestantes y detener a quienes arrojaban piedras. Pero no hay comparación posible entre esa situación, que Garré detectó y corregirá, y la de 2001, cuando ni se ponía en tela de juicio el empleo de esos medios letales para enfrentar a personas furiosas pero desarmadas, que no pedían una vivienda o un transporte dignos, sino comer cada día.

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miércoles, 22 de diciembre de 2010

RABINO DANIEL GOLDMAN: Invasión indo americana

Somos una sociedad racista, y el racismo siempre es violento. La falta de un debate profundo sobre identidad y diferencia
Les dicen: “bolitas” o “negros de mierda”.
 
Se los acusa de ser la causa del desempleo, cuando en realidad los empleadores, en sus promesas, los contratan por un salario más bajo que el mínimo y, obviamente, sin los aportes correspondientes.
 
A ellos no les queda otra que aceptar y soportar. Viajan horas para limpiar un inodoro, para enderezar una pared o para coser un botón.
 
Pagan un alquiler en la villa al precio de un departamento céntrico. Es cierto que algunos son inmigrantes ilegales.
 
Tan cierto como que los blanquitos cumplimos a rajatabla con ilegalidades por las que no somos sancionados. Simplemente por eso: porque somos blanquitos. 
 

Hace años, por circunstancias de la vida, adopté a un adolescente con la piel oscura, es decir, más oscura que la mía. Soy un testigo cotidiano de lo que a este pibe le hacían sufrir. Un negro en un espacio blanco.
 
Si él se vestía como yo (la elegancia no es mi característica), era un villero.
 
Ahora, si yo me vestía como él, daba el look de intelectual revolucionario.
 
Sólo nos diferenciaba la pigmentación. Lo divertido era que cuando al negro lo presentaba como a mi hijo, descolocaba a todos y todos sonreían. Dejaba de ser una intimidación para pasar a ser el hijo del rabino. Y yo era una esperanza blanca que recuperaba a un indio de la barbarie. 
 

Somos una sociedad racista. Y el racismo siempre es violento. Éste es el real debate que debemos tener en nuestra sociedad. Porque ello quedó demostrado con la toma del Indoamericano. El nombre del parque también se carga de una simbología profunda, densa.
 
Los blanquitos hacemos la fantochada de honrarlos con el bautismo de un parque público; claramente, una forma de cómo glorificar nuestras conciencias (claramente, porque si fuese oscuramente estaríamos en problemas). Pero, por otro lado, la villa tiene que ser su hábitat natural, y que nuestro aporte blancamente diáfano al comedor popular de la basura que nos sobra en casa, nos serene. 
 

La invasión indoamericana nos puso en jaque. Los indoamericanos invadieron nuestro parque. Cuando los ruralistas entraban en la ruta, era en defensa de los intereses de la Nación. Porque un blanco jamás invade. Entra donde le corresponde, y sabe cuándo irse. Porque “el que se va sin que lo echen vuelve sin que lo llamen”. Como los pálidos milicos. 
 

El hijo de un italiano, o de un español, o de un polaco (mi caso), fuimos argentinos de primera generación. Lo de nuestros padres fue un aporte.
 
El hijo de un boliviano, o de un paraguayo o de un jujeño, por no irnos tan lejos, tiene que justificar todo el tiempo su argentinidad. Lo de sus padres siempre es una carga y nunca un aporte.
 
Ya lo decía Borges: “Un argentino es un europeo en el exilio”. Sólo con el debate más intenso vamos a descubrir el tiempo que lleve a las claras la anemia de nuestra quimérica identidad. 
El cabecita negra fue declarado “otro”. El “otro” es lo distinto, es lo amenazador, es lo que debe permanecer en el sitio que el “poder” le asigna.
 
Otro” porque nos-otro-s tenemos una manera de mirar al mundo que el “otro” no tiene.
 
Cuando la otra identidad parece peligrosa, discriminar implica la incapacidad de aceptar las formas de ser y la imposibilidad de respetar las culturas. Si raza, etnia, clase y género son construcciones sociales centrales para la identificación de la propia identidad y su diferencia con otras, la cultura es el resultado de la forma en que se interpreta esa diferencia, siendo lo resbaladizo y lo que está en juego la situación de cómo se asume al otro, al diferente, al supuestamente distinto, al que tiene una piel extraña.
 
Es bajo un sistema de representación como se encubre el eje de diferenciación conceptual, que se basa en prácticas concretas,  articuladas por clases sociales y políticas. Por eso, la combinación de identidad y poder en la cultura, si no es trabajada con amplitud espiritual y de criterio, puede resultar un juego letal. Toda discriminación logra derivar en genocidio.
 
El antirracismo, en un sentido profundo, debe ser un proyecto político-social-económico-religioso-cultural. Tiene que ser claro, batallador, y tiene la obligación de incomodar, para no transmutarse en una herramienta que tranquilice las “santas almas” de los que decimos no discriminar pero que ejercemos el racismo como instrumento cotidiano, cuando la piel del otro, en verdad, atenta contra nuestros propios poderes e intereses.
 
* Rabino de la comunidad Bet-El

Revista Debate

lunes, 20 de diciembre de 2010

Cámpora y el exilio

Por Francisco Felipe Yofre *
 
El 5 de julio de 1976, después de doblegar la resistencia de la robusta empleada que se empeñaba en mantener cerrada la puerta de acceso y luego de sostener una acalorada discusión con el cónsul López Lira, entré al consulado de México. Me acompañaban mi esposa y mis hijos. Otra familia entró con nosotros. Tras ese comienzo tumultuoso, México nos concedió asilo político. Nos instalamos en la residencia diplomática. Nos habituamos a cenar con Juan Manuel Abal Medina, asilado allí, en su habitación que en ocasiones funcionaba como un improvisado comedor. Una noche llegó el ex presidente Héctor Cámpora acompañado de su hijo mayor, Héctor. Me conmovió su personalidad, su forma de conducirse imponía respeto y autoridad. Tenía la virtud de transmitir serenidad, la calidez en el trato acortaba distancia y facilitaba el diálogo. De inmediato surgió entre los dos una corriente de simpatía que nunca se quebraría, incrementándose cuando a fines del ’79 llegó a México, donde yo ya estaba exiliado. Debió internarse para tratarse del cáncer que lo aquejaba. Pudo salir, ya muy enfermo. Se instaló en una suite del hotel Presidente Chapultepec, puesta a su disposición por el presidente mexicano López Portillo. Casi todas las tardecitas, me sabía llegar hasta el piso 42º para escuchar sus relatos sobre las peripecias de su vida política. Todavía recuerdo la amargura que el Tío trasmitía cuando me reveló cómo había influido para que Raúl Lastiri fuera diputado. Lo hizo porque se lo había pedido José López Rega, suegro de Lastiri, en Madrid. Cruel paradoja, pues Lastiri fue una pieza clave de la conspiración que terminó desplazándolo de la presidencia. Cámpora consultó al General sobre el pedido de su secretario privado. Perón se mostró indiferente. Contestó con una frase vaga, como él sabía hacer. “Esas son cosas de Lopecito”, dijo, y cambió de tema. Finalmente Cámpora lo incluyó en la lista como candidato pensando que al hacerlo complacía a Perón. Ese hombre oscuro que necesitó de la ayuda de varios amigos para que le compraran un traje que le permitiera estar presentable el día de la jura se convertiría, antes que transcurrieran dos meses, en presidente provisorio de la República. Luego sería recordado por su interminable colección de corbatas de seda.

Durante los trece meses que Cámpora vivió en México, desplegó una intensa actividad reclamando el fin de la dictadura y el retorno a la democracia. El 27 de septiembre de 1980 me aprestaba a partir en misión a Estados Unidos con el fin de realizar una serie de reuniones con líderes de la OEA, legisladores norteamericanos y entidades vinculadas a los derechos humanos. Fuimos convocados de urgencia por Cámpora, que tenía previsto ese viaje. Fuimos a su suite su sobrino Mario Cámpora –que era quien había armado la agenda y establecido los contactos–, Esteban Righi, Julio Villar, Rodolfo Gil y el autor de estas líneas. El Tío fue directo al asunto. “No me siento bien y no estoy en condiciones de viajar”, nos dijo. Al día siguiente por la mañana fue al instituto oncológico que lo trataba. El diagnóstico médico no dejó ni resquicio para la esperanza. El cáncer se había diseminado, afectando distintos órganos.

No alcanzaría a sobrevivir ni tres meses, falleció el 19 de diciembre de 1980. Durante ese año, pese al castigo de la enfermedad, dio a conocer dos documentos. El primero fue la “Carta Abierta a los Argentinos” (fechada el 25 de mayo de 1980) en donde reafirma su convicción en que se debe construir un orden democrático fundado en la razón y no en el ejercicio de la fuerza. El segundo, un escrito que presentó en Quito el 11 de agosto de 1980 durante la reunión constitutiva de la Asociación Latinoamericana para la Defensa de los Derechos Humanos. Allí escribió: “La democracia no tiene vigencia donde se violan los derechos fundamentales del hombre, así como tampoco puede beberse agua fresca en el infierno”.

Ayer se cumplieron 30 años de la muerte de Cámpora en el exilio. Desde la fundación de nuestro país muchos grandes protagonistas políticos sufrieron el exilio. Casi siempre fue la única forma de salvar la vida. San Martín, Rosas, el general Paz, Sarmiento, López Jordán, Perón, Cámpora, Puiggrós, son sólo algunos de ellos. Si hay un día para recordar a todos los que padecieron el exilio, en especial a aquellos que murieron lejos de su patria y sus seres queridos, es el 19 de diciembre.

* Abogado. Fue consultor de la Unesco, del PNUD, de la Unión Europea y del BID. Es gerente de Empleo y Capacitación Laboral de la Gecal Córdoba, del Ministerio de Trabajo nacional.

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EDUARDO ALIVERTI: Balance

Por Eduardo Aliverti
 
Se va el año en que una muerte descubrió al dolor como de igual intensidad que la efervescencia positiva. Y sin dudas ése es su dato más importante, porque establece un piso de razonamiento que, por encima, deja lugar a desafíos apasionantes sobre el futuro político; pero, por debajo, sólo puede dar lugar a ridiculeces analíticas.

Se va el año en que lo desnudado por una muerte certificó, en primer término, la mentira de que los grandes medios de comunicación son todopoderosos. Nos habíamos desacostumbrado a que esa clase de sentencias posmo pudieran no ser ciertas. Nos habíamos comprado como normal que quedaba espacio para el cuestionamiento a la prensa y discursos hegemónicos, pero ya no para enfrentarlos ni muchísimo menos vencerlos.

Se va el año que antes de esa muerte reveladora había ofrecido pistas, fuertes, muy fuertes, de que tapado por la superficie mediática dominante circulaba un abajo de nuevo tiempo o, al menos, de emociones políticas, ideológicas, que se creían sepultadas al cabo del vendaval de la rata.

Se va el año que ofreció las movidas, callejeras, institucionales e individuales, en defensa de la flamante ley de medios. No importaba tanto su número como el contraste con una oposición que, a nivel de convite público para plegarse a sus provocaciones temáticas, podía darse por satisfecha si llenaba algo más que un dos ambientes.

Se va el año que impresionó a propios y ajenos con la masividad de los festejos por el Bicentenario. Esa contentura popular. Esos signos indesmentibles de que había que reconocerse en y con un otro, que era el otro remitido por los medios al rincón de lo inventado por la propaganda oficial. Esa cosa patriótica. Esa palabra, Patria, que hace ya tanto dábamos por perdida a manos de la derecha. Esos millones de personas alegres, o participativas, o chequeando en el codo a codo cuánto de cierto había en la sociedad transmitida como exclusivamente crispada, violenta, dispuesta a acabar de una vez por todas con el autoritarismo oficialista y la baja calidad de las instituciones.

Se va el año que, a poco de esa sacudida, regaló la movilización de los estudiantes secundarios contra la ignominia edilicia de las escuelas públicas regenteadas pro-Macri. El año en que resucitó ver tantos pibes politizados que debieron enfrentar a esos miserables de la radio y de la televisión, capaces de querer tenerla más larga que adolescentes recuperados de la anomia, a los que les guapeaban que estaban cometiendo delito por tomar los edificios; esos fachos de grasa vestidura republicana, que avalaron el remate de la Argentina para terminar de cocoritas contra pibes. Y bolivianos.

Se va el año en que todo eso acabó por explotar e implotar gracias a una muerte. Y gracias a que quienes la desearon hicieron todo lo posible para que la descarga visceral no importara, en ese momento, en ese día, en esos días de fin de octubre en los que la realidad saltó de abajo de una baldosa, asimilable en ese sentido a otro octubre que los garcas tampoco previeron. Y entonces que el cajón cerrado era porque el muerto no estaba, y entonces que ahora sí Cristina podría ejercer el poder, y entonces que la hora de la moderación había llegado, y entonces que los pibes eran como las juventudes hitlerianas, en medio del muerto fresco. Y entonces más y más gente como respuesta arrolladora, sin que el gorilaje y la tilinguería tuvieran siquiera el pretexto del micro más el choripán y la coca.

Se va el año que ellos quisieron concluir con la misma monserga amarillista y reaccionaria que esa muerte les reveló fracasada. Salvo por aquellas excepciones comunicacionales encandiladas de rencor obediente, que en mayor medida no existirían si la patronal monopólica afectada no les taladrara el cerebro, un luto de menos de dos meses no daba para reiniciar una ofensiva conjunta. Les cayeron como los dioses, en su presunción, el Parque Indoamericano; la intentada reflotación de imágenes 2001/2002; hablar de vacío de poder, y de una Presidenta que ya no tiene a su protector para limpiar el barro. Pero tienen el problema, grave, del piso que dejó la muerte de octubre. Ese piso de tanta gente avivada; de tanto pendejo en ajetreo militante o direccionado a la conciencia política, y de crecida percepción acerca de que lo que hay enfrente volvería a fugar en helicóptero.
Se va el año en que, sin necesidad de borrar una línea de lo antedicho, queda igual la pregunta de si para la Presidenta no es el momento más difícil, y no sólo el más doloroso. La pregunta de si alcanzará con el dichoso viento de cola que tiene la economía, por méritos internos y factores internacionales, para sostener un rumbo que puede ser visto como lo mejor que les pasó a las mayorías desde el recupero democrático; o como lo menos malo que les podía pasar apenas se contempla un segundo a quienes lo combaten. En principio, la respuesta es afirmativa. Pero se vienen las elecciones y las jefaturas mediáticas de la oposición usarán una artillería aun más voluminosa, que debe ser contestada con la menor cantidad de errores posible. Villa Soldati prendió dos alarmas. Por un lado, la visibilización de las enormes deudas sociales que perduran frente a pobreza e indigencia, por mucho que se las haya reducido y por mucho que, en el caso y causas puntuales, haya jugado con prioridad la insolidaridad, ineficiencia y negociados congénitos del gobierno porteño. No hacen falta más exposiciones de la miseria para saber que existe, ni hacían falta más asesinados en una batalla que no es de pobres contra pobres, sino de desamparados perseguidos por punteros y barrabravas que se cuelan por donde la política no da soluciones sólidas. Al gobierno nacional le faltó reacción y después corrigió, pero ya era tarde. Fue por ahí donde filtraron que a Cristina la desbordó la primera crisis sin su marido, y a no dudar de que operarán todo lo que sea necesario para contar que sin su marido no puede.

Se va el año que deja incógnitas ante la carrera entre inflación real y poder adquisitivo; pero que otra vez mostró cierta victoria discursiva del establishment y los medios al fijar que los precios suben por culpa de un repollo, y no por la insaciabilidad de grupos empresarios concentrados que por si poco fuera registran ganancias record.

Se va el año en que virtualmente desapareció del mapa la Mesa de Enlace campestre, que hace apenas un par de temporadas parecía llevarse puesto al Gobierno de la mano con otro esfumado, Julio Cobos, a quien hoy sólo le quedan las guitarreadas de la interna radical.

Se va el año en que el asesinato de Mariano Ferreyra también sirvió para volver a exponer el salvajismo de las patotas sindicales y para que otra vez tarde, tan tarde como un militante asesinado, apareciera sobre la mesa de negociación el drama de los trabajadores tercerizados. Pero también se va el año del inmenso papelón de la CTA, en su pretensión de oponer un modelo auténticamente distinto al del gremialismo burocrático.

Se va el año en que la instauración del matrimonio homosexual puso a la Argentina entre los países que encabezan mejor ese plano de las libertades y los derechos civiles. Un hecho que, además, debe ser medido por la magnitud de la institución eclesiástico-medieval derrotada. Y que figura entre los pocos que destacó a la labor parlamentaria, centrada casi únicamente en los arabescos opositores para trabar las iniciativas oficiales. Así fue desde el comienzo, cuando se intentó voltear el nombramiento de Marcó del Pont en el Banco Central tras el affaire con quien ahora reporta al extinto peronismo federal: Martín Redrado.

Y se va el año de las escuchas del Macrigate. De la perdurable confirmación respecto de que indios asesinados en reclamo por sus tierras no le importan mayormente a nadie. De los ya graciosos vaticinios apocalípticos de Carrió. Y del blanqueo u oscuridad definitivos para el descaro de quienes insisten en llamarse periodistas independientes.

Pero vuelta al comienzo, se va el año en que una muerte significó un nacimiento. O mejor dicho, la transmisión en vivo y en directo, la fotografía, la publicación de tal cosa. Porque el parto ya había ocurrido y la mayoría del periodismo, y de los eternos enemigos populares, no quiso enterarse.

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sábado, 18 de diciembre de 2010

OSVALDO BAYER: En pos de una verdadera república

Por Osvaldo Bayer
 
La honra. Ver cómo siempre triunfa la verdad en la historia. Se podrá mentir, se podrá ocultar, se podrá disfrazar de héroes a los misioneros de la muerte, pero llega el tiempo que queda todo al desnudo y ahí está, el triunfo de la Etica sobre los intereses económicos, sobre el uso omnímodo del poder. La vida sobre la muerte. Y es lo que acaba de ocurrir en El Calafate, ese paraíso sureño. Allí, ante la tumba masiva de los peones fusilados por el Ejército Argentino en diciembre de 1921, se hizo un acto donde primó el calor popular y la sabiduría de la Historia. Un acto inolvidable. Del silencio de décadas, a ese concurrir del pueblo a recordar un hecho que nos tiene que avergonzar a todos los argentinos. Con el agravante de que ocurrió no bajo una dictadura militar sino durante el gobierno del presidente radical Hipólito Yrigoyen.

En el acto participaron historiadores locales, cantores populares, el cura del lugar, el intendente de El Calafate, maestros, estudiantes, representantes de los pobladores originarios y pueblo, auténtico pueblo. Hubo emoción cuando los oradores recordamos la crueldad con que actuó el 10 de Caballería contra las peonadas. Allí, enfrente del cenotafio, se extiende la estancia La Anita, de Federico Braun, donde se hallan las tumbas masivas. Al finalizar el acto se hizo un asado para el público y todos estuvimos conversando sobre la injusticia cometida hace noventa años. Con niños, con estudiantes, con docentes, con trabajadores rurales, con vecinos de El Calafate, de Río Gallegos, hasta llegó un grupo juvenil de investigación histórica de Puerto Deseado que ha iniciado un estudio profundo del pasado de ese lugar y las repercusiones de las huelgas del campo de 1921-22 en esa zona. Ahí se dieron a conocer los planes de la Comisión por la Memoria de El Calafate, y se piensa solicitar al estanciero Federico Braun que se permita que el monumento recordativo se sitúe directamente donde se hallan las tumbas masivas de los peones fusilados. Y hay más planes, cargados de imaginación reivindicativa.

Lo que se prohibió o se silenció durante tantas décadas ahora está allí, permanente, el recuerdo. Es un principio de llevar a cabo la historia justiciera, la verdad de los hechos, y resaltar el nombre de los culpables, de aquel congreso nacional cuya mayoría radical se calló la boca y no permitió ninguna investigación y de un ejército que pasó a ser de liberador de pueblos con el pensamiento de Mayo a fusilador de obreros y más tarde a desaparecedor de personas y autores del robo de niños.

Un paso adelante. Por eso, nos parece bien el recuerdo de la Vuelta de Obligado, pero también deberíase recordar oficialmente, en el orden nacional, esta fecha de diciembre. No para corrernos a las playas o a “descansar”, sino para preguntarnos “qué nos pasó a los argentinos” para, después de ese pensamiento de Mayo, llegar ciento diez años después a los despiadados fusilamientos de peones rurales que salieron a pedir un poco de dignidad frente a las explotación de los latifundistas.

Pero en nuestro país siguen ocurriendo sucesos que nos demuestran que hay personas a las que no les importan estas enseñanzas de la historia. Por ejemplo, nos avergüenza lo ocurrido en Villa Soldati, en Formosa, y en tantos otros lugares donde se reprimió salvajemente al pueblo sin tener en cuenta que a los problemas hay que resolverlos de raíz. Por ejemplo, mientras no haya techos dignos para las familias, siempre habrá problemas; mientras no haya trabajo para los desocupados, siempre habrá violencia. Y al fin y al cabo, los hechos nos están diciendo que sólo cuando hay violencia de abajo para llamar la atención a los dueños del poder, entonces sí, empiezan las conversaciones para solucionar esos problemas que hasta ese momento habían sido negados. No se soluciona diciendo que los bolivianos tienen la culpa. Basta ver cómo estaba el llamado Parque Indoamericano. Qué parque si no es más que un enorme terreno baldío con basura y pozos. ¿Qué hicieron hasta ahora las llamadas autoridades de la Ciudad de Buenos Aires? En el barrio de Belgrano, donde vivo, recuerdo lo que era la placita Alberti, una manzana entre las calles que antes se llamaban Guanacache y Nahuel Huapi. Cuando yo era pibe estaba todo lleno de flores, verdes plantas y un césped maravilloso. Era un lujo sentarse en esos bancos de plaza, correr por los senderos y mirar todo esos colores. Ahora, la plaza es pura tierra y polvo, ya no hay más césped ni plantas. No se gasta un céntimo en cuidar ese pulmón verde en medio del barrio. Para qué –se pregunta uno– están las llamadas autoridades de la ciudad sino para observar estos bienes comunes entre los que están los más sagrado de una democracia: el derecho a una vivienda digna principalmente de las familias con hijos, esos hijos que son el futuro y no deben jamás crecer en un clima de violencias. Ese es el deber primordial de la democracia. Esperemos que aprendan, luego de los hechos sangrientos que nos han conmovido a todos y de los cuales la Justicia tiene que juzgar a quiénes han sido los culpables de crear ese estado de cosas y los responsables de cuidar los sagrados derechos de todos los ciudadanos, sean ricos o pobres, bolivianos o paraguayos. Recordemos a nuestros Libertadores, señoras y señores autoridades, que marcharon a liberar a los pueblos americanos sin encerrarse en el egoísta racismo de los pequeños, los que creen en fronteras.

Y mencionamos a la Justicia. Acaba de ocurrir un hecho que nos llenó de alegría y orgullo. La actitud del juez Raúl Zaffaroni, miembro de la Corte Suprema de la Nación, ante el preso político Roberto Martino, quien se hallaba en huelga de hambre en protesta por la más que injusta prisión por su protesta frente a la embajada de Israel. El juez Zaffaroni no miró despectivamente desde el trono jurídico al prisionero. Sino que fue a visitarlo a su celda carcelaria. Y le aseguró que cuando su causa llegue a la Corte Suprema hará todo lo que esté a su alcance para respetar los principios constitucionales que nos rigen. ¿Quién ha sido capaz de hacer esto en nuestro país? No, todos se refugian en la “importancia” de su cargo, o en los principios burocráticos de las cadenas de instituciones jurídicas para de-
sentenderse del problema eminentemente humano de la causa “Martino” por la cual están luchando desde largo tiempo las organizaciones de derechos humanos. Hasta ahora, nuestra Justicia se comportó igual que la justicia de Estados Unidos con la prisión de los cinco cubanos, un hecho de una crueldad pocas veces vista en la historia de la justicia mundial. Y el juez Zaffaroni “bajó” hasta la humilde celda del preso político para darle la seguridad de que cuando a él le toque actuar hará sonar la voz de la honestidad, que debe ser el principio de esa palabra con mayúscula que se llama “Justicia”. Zaffaroni, un juez que nunca miró para otro lado, sino que estudió siempre a fondo cómo actuar en una sociedad que se dice democrática y justa pero que muestra síntomas graves de no haber aprendido todavía de la tortuosa historia de estos doscientos años argentinos. Vemos nuestra realidad: los políticos ladrones de la década del noventa, libres; pero un civil que hace uso de la protesta democrática en la calle, preso desde hace inmensos meses.

Este acto de este miembro de la Corte Suprema (vaya ese título de “suprema”) nos llena de optimismo. Mientras haya jueces con esa grandeza de sentimientos y ese coraje civil frente a cinismos o soluciones bizantinas que siempre favorecen al poderoso podemos tener fe en el futuro de nuestra República. Sí, lograr alguna vez poner en mayúscula ese término: República.
Y para terminar este deambular difícil, otra inmensa alegría. Que el docente Enrique Samar haya logrado triunfar en su lucha de años: que se haya cambiado el nombre de la plaza Virreyes por el del máximo libertador de la época colonial: Túpac Amaru. La dictadura de la desaparición de personas le había cambiado el nombre de Plaza Armenia por el de –nada menos– Plaza Virreyes. Un homenaje a los representantes del coloniaje con la esclavitud y la sumisión al “rey católico de España”. Samar, director de una escuela de esta capital, se jugó entero para terminar con esa ignominia. Y triunfó. Ahora la plaza recordará a quien sufrió la muerte más cruel en manos de los conquistadores europeos. Un paso más –esta vez simbólico pero pleno de fuerza– hacia la verdadera república.

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lunes, 13 de diciembre de 2010

EDUARDO ALIVERTI: Adolfito

Por Eduardo Aliverti
 
Soldati es un combo de aristas desafiantes. Cada uno de sus componentes encierra la trampa de que el análisis lo privilegie muy por sobre los demás, perdiéndose de vista la necesidad de una observación conjunta porque, sólo al cabo de ésta, se podrá determinar qué es lo principal y qué lo accesorio (una vez apartado que lo sustancial son los muertos).

¿Lo que primero cuenta es el repugnante discurso de Macri y el modo en que ese vómito racista alentó, podría suponerse, el clima de violencia? ¿Es que las agresiones fueron provocadas por grupos de choque ligados al PRO, según parece confirmarse a medida que pasan las horas? ¿Debe priorizarse, en cambio, que hay un estigma de policía brava que funciona como órgano virtualmente autónomo a ciertas horas de necesidad de represión? ¿Corresponde más bien apuntar lo sucedido como manotón de ahogado de una derecha a la que hoy por hoy le queda únicamente agarrarse de lo imperioso de “poner orden”, como dijo El Padrino? ¿Habría alguna maniobra de desestabilización? ¿Hay severas deficiencias del kirchnerismo en sus políticas sociales inclusivas, bien que sin punto de comparación con los errores y horrores macristas? Estos interrogantes tienen mucho de retórico porque las contestaciones suenan implícitas. Pero hay una conclusión que las engloba a todas desde el más estructural de los análisis. Lo cual no significa que el periodista tenga las réplicas adecuadas. Sí, que pretende acertar con las preguntas.

La retórica de Macri es efectivamente asquerosa pero nadie puede decir que no estaba avisado de las características del personaje empezando, claro, por quienes lo votaron. Y por quienes, sin haberlo hecho, se reservaban alguna duda acerca de si obraría como auténticamente es; o si, aunque sea, intentaría dibujar otra imagen, surtido de equipos “técnicos” que por obra de una administración ejecutiva, y bien vendida, habrían de demostrar eficacia. Nada de eso sucedió. Nada. Su gestión como intendente es un desastre, cualquiera sea la mira desde donde se lo juzgue. Puede ser el estado dramático de los hospitales y las escuelas; el show anárquico de las bicisendas; los cambios de mano de calles y avenidas que, de acuerdo con sus resultados, no parecen responder a criterio alguno de planificación centralizada; los conflictos continuos por la recolección de la basura o, precisamente, la carencia absoluta de una mínima política de vivienda. Cuánto más. Encima de todo eso, les sacó las incertidumbres a quienes suponían una construcción de retrato derechoso más progre, menos porno, más a la chilena. Macri montó una patota, la Unidad de Control del Espacio Público (UCEP), a fin de limpiar de indigentes rincones de la ciudad. Está en serios problemas para desmentir que armó un sistema de espionaje sobre opositores y tropa propia. Se queja de que no le votan el Presupuesto y amenaza con adelantar las elecciones por ese motivo, mientras en paralelo su fuerza retacea la aprobación al gobierno nacional. Se le divide el PRO porque estaría dispuesto a lanzar doble candidatura y busca cómo excusarse, si hace eso, tras haber denostado las postulaciones testimoniales del kirchnerismo en 2009. Y ahora, baja la línea de que en Soldati se condensa la catástrofe de tanto boliviano, peruano y paraguayo que se vino a su ciudad blanca. En síntesis, un grandísimo pato criollo que está donde está por las carencias y miserias de la progresía porteña otrora gobernante, hay que decirlo; como por las papas que Bianchi le salvó en Boca, hay que decirlo. Un fenómeno de ineficiencia que, sin embargo, lleva a interrogarse en torno de la cantidad de gente que podría seguir confiando en él porque, disculpe el señor, hay unos pobres en el recibidor. En Página/12 del lunes 22 de noviembre pasado, Rodolfo Yanzón, abogado de la Fundación Liga Argentina por los Derechos Humanos, bien lo escribió tras el anuncio de que el macrismo destinaría unos 100 millones de pesos menos al Hospital Garrahan, porque sólo el 15 por ciento de las consultas habría provenido de habitantes porteños: “La atención de la salud no puede estar subordinada a la procedencia de los afectados (...) El huevo de la serpiente en una de sus caras más crudas: el desinterés por cualquier gesto solidario, el menosprecio a todo aquel que sea distinto, incluso cuando la diferencia sea una avenida de por medio. ‘Va a estar linda Buenos Aires’, diría Micky Vainilla, con su bigotito adolfesco y su brazo derecho extendido hacia los carteles negros y amarillos”. Eso es Macri, pero sigue vigente el dilema de a cuántos representa siendo que, frente a Soldati, redobló la apuesta de pasarles la factura a morochos de países vecinos.

La versión más creíble de lo acontecido es que hay una industria, al parecer próspera, alrededor de las villas y terrenos ocupables de la ciudad. Grupos financieramente potentes envían a los pobladores más desesperados de las villas a ocupar espacios públicos. Después cobran un subsidio que (se) reparten entre esas tropas de especulación inmobiliaria, ligadas también al eventual negociado de la entrega de títulos para quedarse con los terrenos a precio vil. Más todavía, nadie se tomó el trabajo de desmentir que, desde el principio de la toma, hubo al frente un pesado –“el comandante” Rodríguez– que responde o supo reportar a Macri. Nada de todo esto exime de responsabilidad al gobierno nacional a propósito de no terminar de encontrarles la vuelta a las acciones autárquicas de la Federal, ni a su anomia frente al déficit de viviendas en el área metropolitana central. En esa explosividad urbana se mete además un narco de media o baja estofa, usado discursivamente por la derecha para contar que se nos vienen Brasil, las favelas y la territorialización sin Estado. La apuesta, grosera, es al miedo de sectores de clase media que, con el aporte de los medios periodísticos al frente de una oposición que de otra manera no existe, se sumarán por inercia al juego de matar bolivianos y adyacentes. Y de ahí para arriba, ver si queda el solitario resquicio de joder al Gobierno para restarle chance electoral en los grandes centros urbanos. Comenzando, claro, por Buenos Aires. Es la vidriera mediática. Es la técnica para entender que en el conurbano haya vencido (por agregadas deficiencias de oponente, aclaremos) un candidato que por toda ideología recitaba “alika-alika-alikate”.

El Gobierno continúa sin encontrarle solución a la incrementada paradoja de que el crecimiento económico y de consumo complejiza el panorama, porque es cierto o asumido que la periferia miserable es menos miserable que la miserabilidad de origen. Y que previo a eso, sus deudas inclusivas son importantes a pesar de que el rumbo macro es correcto. O el mejor de lo que hay. Lo principal está ahí: en que son cientos de miles sin techo, y que debe dárseles satisfacción de algún modo. Está ahí y en que, apartados los insufles de espectacularidad mediática, esta vez se notó, en las declaraciones de “la gente” –del parque ocupado y hasta de los monoblocks contiguos– cierta sensibilidad acerca de que derecho a la vivienda tenemos todos. ¿O alguien supone que sólo cuentan las declaraciones racistas que se escuchan en los medios?

A algunos les falta la respuesta. Y a los otros, que la respuesta no sea sacarse negrada de encima porque, parece intuirse, con eso no alcanza para excusar que como gestionadores son una calamidad. No les basta ni con casamientos pomposos, ni con haber zafado de tragarse el bigote en la fiesta.

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FALLECIO UNA LUCHADORA POR LOS DERECHOS HUMANOS

Adriana Calvo de Laborde, Presidenta de la Asociación de Ex  Detenidos Desaparecidos testigo en el juicio a las Juntas.

Poco antes de que se la dejara en libertad, Adriana Calvo tuvo a su bebé. Contó que la patota la trasladó desde la comisaría 5ta. al Pozo de Banfield, donde la esperaba el doctor Jorge Antonio Bergés. Pero que no llegaron a destino porque p...arió a su hija en el fondo del auto en el que la trasladaba la patota, atada al asiento y encapuchada. Ella y su beba permanecieron desnudas durante tres horas, lapso en el que no se le permitió tocar a la recién nacida. Luego, Calvo fue 'atendida': Bergés le pegó una trompada para que expulsara su placenta, la obligó a recogerla del piso, a limpiar su sangre y lavar su ropa. La beba permaneció casi veinte días con un solo pañal, sin que le permitieran lavarla, con piojos y úlceras sangrantes por la falta de cuidados.


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Por Adrián Pérez
 
“No sé cómo alcancé a sacarme la ropa interior para que naciera. Ibamos a toda velocidad por la ruta que une La Plata con Buenos Aires y les grité: ‘¡Ya nace, ya nace, no aguanto más!’. Pararon en la banquina, estábamos exactamente frente al Laboratorio Abbott, en el cruce Alpargatas.” Esas fueron palabras que, durante el Juicio a las Juntas, pronunció Adriana Calvo, la primera testigo que en 1984 brindó detalles de su secuestro ante la Conadep, sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos bajo la dictadura militar. El mismo día que dio a luz dijo que, si su hija y ella sobrevivían, iba a luchar el resto de sus días para que se hiciera justicia. Y cumplió con su promesa hasta ayer, cuando falleció, a los 62 años, después de pelear contra una enfermedad que la aquejaba. La titular de la Asociación de Ex Detenidos De- saparecidos fue recordada, en diálogo con Página/12, por sobrevivientes, compañeros y militantes de organismos de derechos humanos.

Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo - Línea Fundadora, se mostró dolida por el fallecimiento de Calvo y reconoció su labor como militante de los derechos humanos. “Su muerte me conmueve muchísimo, porque, gracias a los testimonios de los que estuvieron de-saparecidos, pudimos empujar los juicios.” Deseó, a su vez, que “los sueños que tenía Adriana, como tantos otros que ya no están, se vayan cumpliendo después de tanta lucha y resistencia, y tengamos un país donde no haya hambre y tanto dolor como lo que vivimos en estos días en Soldati, Formosa o a partir de la muerte de Mariano Ferreyra”. Luego señaló que “las Madres acompañamos a su familia en este momento tan difícil”.

Junto a Calvo, Guillermo Lorusso fundó la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD). La conoció a partir de testimonios que mencionaban que había sido secuestrada. Dos años después de su liberación se encontraron y comenzaron a pergeñar la creación de la asociación, que se materializó finalmente en 1984. Lorusso recordó la firme determinación de Calvo en la lucha por justicia y destacó que “fue una persona de una terrible tenacidad”, que tuvo una entrega en la que puso “una inteligencia y una determinación admirables”. Mencionó que “no hay otra forma de homenajearla que seguir con su tarea. Nos va a seguir acompañando porque nos dejó su ejemplo. No va a desaparecer”.

A principios de 1986, Osvaldo Barros, que estuvo secuestrado en la ESMA, conoció a Calvo y se incorporó a la AEDD, donde se hicieron “compañeros y amigos”. “Siento un gran dolor porque se fue la compañera más representativa, carismática e impulsora de la asociación”, dijo Barros, hablando de Calvo en presente. Recordó que a partir de la fundación de la AEED se convirtió en “una de las dirigentes más importantes del movimiento por los derechos humanos”. Lamentó, además, que no se pueda condenar a los responsables de su secuestro porque los juicios de la comisaría 5ª, el Pozo de Arana y el Pozo de Banfield no se llevaron a cabo. Por último, Margarita Cruz, sobreviviente de la Escuelita de Famaillá y miembro de la AEDD, afirmó emocionada: “Se nos va una de las compañeras que organizó a los sobrevivientes con total dignidad, enfrentando los momentos más duros y la impunidad más terrible. Es una de las mujeres más dignas que ha tenido este país”. Prometió: “Vamos a seguir su lucha contra la impunidad hasta que todos los represores estén en la cárcel”.

El 4 de febrero de 1977, un grupo de tareas secuestró a Adriana Calvo en su casa de Tolosa. Al momento de su detención estaba embarazada de seis meses y medio. Tuvo a su hija Teresa mientras la policía la trasladaba al Pozo de Banfield. Hasta el 28 de abril de 1977, cuando fue liberada, había pasado por el Pozo de Arana y la comisaría 5ª de La Plata, a cargo del comisario Osvaldo Sertorio. Allí escuchó por primera vez la voz del represor Jorge Bergés. Su testimonio en los juicios contra los ex comandantes fue fundamental para reconstruir el calvario que padecieron otros secuestrados. Física e investigadora, militó en el gremio docente AGD. Sus restos son velados, hasta las 15.30 de hoy, en Pavón 4387, Capital.

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domingo, 12 de diciembre de 2010

JORGE GILES: La construcción del enemigo

 
"Ustedes lo hicieron”, afirmó Pablo Picasso ante los nazis que miraban el Guernica.Vale la misma sentencia, mirándolo a Macri.
 

La masacre de Soldati es un ataque al corazón del proyecto nacional y popular que conduce Cristina y a la Unasur que lideraba Néstor Kirchner. Es el orden reclamado por Duhalde unas horas antes de la masacre.

Es el laboratorio montado por la derecha más rapaz y concentrada. Una forma de cerco brutal y despiadado contra el gobierno de la inclusión social. Algunos de los que bajan línea en los canales de TV, sean del monopolio o no, se transforman en cómplices cuando incitan al odio. La derecha, en sus distintas versiones, intenta construir el enemigo para enfrentar salvajemente al gobierno de Cristina.

Duro entonces con “los bolitas”, los paraguayos, los peruanos, “los negros de mierda que vinieron a comer de nuestra mesa”.

Duro con ellos, los argentinos que acompañan a Cristina y los que se parecen a la América profunda en su piel y en su pobreza.

Para la derecha, hay que aclararlo, todo pobre es un extranjero.

La “inmigración descontrolada”, en palabras de Macri y Rodríguez Larreta, es el discurso que aturde y taladra la cabeza de los pobres que habitan un departamento de dos ambientes contra los hermanos que están del otro lado de la reja, a la intemperie.
Es una maniobra escrita en el manual de Mussolini; no hay que subestimarla. Ni dejarla expandir.

Entrando a sangre y fuego contra los ocupantes del Parque Indoamericano, muestran el verdadero propósito que es ganarse la cabeza misma de los vecinos de bien, esos que se distinguen apenas por no tener al niño colgado de una guagua en sus espaldas.
La xenofobia y el racismo son el rasgo degradante de una sociedad, más que de un dirigente. No hay dirigentes xenófobos aislados y solos. Existen en tanto haya una sociedad que los contenga y les haga coro. Por eso hay que hacer pedagogía en defensa de la vida hoy más que nunca.

La historia enseña que de una crisis tan profunda como la que atraviesa hoy el mundo, se sale por el lado izquierdo y auténtico del pueblo o por la faz derecha de los poderosos.
Miremos a Europa con el drama irlandés, inglés, español, griego o portugués; a los Estados Unidos con el Tea Party y la derecha más horrible.

En nuestro país, para que sigamos ese mismo rumbo, primero probaron con la receta del miedo a la inflación y la consiguiente necesidad del ajuste salvaje y el enfriamiento de la economía.

Pero como enfrente estaban Néstor Kirchner y luego Cristina, no pudieron entrarnos por allí.

Dramáticamente, a los tiros y matando, ahora prueban con la tesis de Berlusconi en la Italia más parecida a la del fascio que a la de la República democrática: “la culpa de todo la tienen los inmigrantes”. Duro con ellos. Con los negros del África o con los empalidecidos rubios de la antigua Rumania.

O con los bolivianos y paraguayos en Buenos Aires. Mal que nos pese, la crisis mundial está entre nosotros. No entró desde la economía y mucho menos desde la política social de un gobierno que va a contramano de la hegemonía neoliberal que aún se enseñorea en un mundo que se incendia. Entró por este laboratorio de sangre que es Soldati, con sus muertos de un solo lado y ese grito que lastima el alma: “Basta de villeros”.

No hay que dudar en el diagnóstico: la disputa es política, es cultural y es ideológica.

No son casualidades, como afirmó Cristina, sino causalidades.

O se impone la derecha de Macri y su patota, Duhalde y el Grupo Clarín y sus lenguaraces. O gana y se afirma esta democracia que defiende la vida y los derechos para todos. Esta vez no hay marcha atrás. La Plaza de Mayo y la Casa Rosada, con la presencia de las celebridades internacionales que nos visitaron, con las Abuelas, las Madres y los Hijos de los desaparecidos, con los sindicatos, con la clase media que prefiere correr el riesgo del cambio antes que volverse parte del pasado, con Carta Abierta y los Movimientos Sociales, esa Plaza convocada para el viernes y postergada para este domingo, es una fogata en medio de una playa nocturna. Está para alumbrar, para resistir, para gritar y cantar que no hay vuelta al pasado, como quieren Macri y Eduardo Duhalde exigiendo “el orden” del modo que sea.

En democracia está permitido discutir todo. Hasta el sexo de los ángeles si se tienen tiempo y ganas. Pero una raya infranqueable es la democracia misma, que es incompatible con cualquier violación de los derechos humanos, con cualquier forma de xenofobia y racismo, con cualquier variante de la dictadura.

Por eso, habrá que ser implacable con el discurso del PRO. Eso no es la democracia que supimos construir en estos años, con virtudes y defectos.

Pero también habrá que salir a campo abierto a dar la discusión con todos los vecinos. Poder decirles respetuosamente que somos latinoamericanos, que todos tenemos algo de bolivianos, algo de peruanos, algo de paraguayos así como tenemos algo de italianos, de españoles, de sirio libaneses. Y no se trata de ser tolerantes con nosotros mismos. Se trata de amarnos a nosotros mismos, amando al hermano que está bajo el mismo cielo y en la misma tierra que nosotros. Hay un solo responsable de esta tragedia: el gobierno del PRO y particularmente el llamado a la violencia que desata Macri cada vez que habla. Es una gestión incapaz de gobernar. No lo sabe hacer. No exagera ni miente cuando dice que “no puede gobernar sin presupuesto”. Si no sabe gobernar con presupuesto, menos lo sabrá hacer sin él.

Mañana se recuerda la Masacre de Margarita Belén en el Chaco, allí donde fueron asesinados una veintena larga de militantes. El periodista local, Marco Salomón, fue amenazado por uno de los acusados de genocidio, Ricardo Reyes, como si creyera que el pasado de muerte y dolor colectivo instauró que el terrorismo de Estado siguiera presente.

Que nadie se equivoque, ni el genocida ni los gobernantes porteños con su xenofobia: esta democracia llegó para quedarse, para profundizarse y por sobre todo, para dignificar la vida en paz.
 
Miradas al Sur

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