sábado, 27 de abril de 2013

LEONARDO BOFF: "La vida de Francisco puede correr riesgo"

Para Boff, el Papa argentino deberá enfrentar mafias peligrosas si quiere desmontar el sistema corrupto enquistado.

Por Alberto Lopez Girondo

Con la renuncia de Joseph Ratzinger, el nombre de Leonardo Boff volvió a las primeras planas. Nacido Genésio Darci Boff, este franciscano oriundo del sur del Brasil, había tenido sus controversias cuando el alemán dirigía la Congregación para la Doctrina de la Fe en el papado de Juan Pablo II, al punto que lo obligó a dejar los hábitos. Con Benedicto XVI renunciante, la palabra de Boff volvía a tener vigencia. Mucho más cuando un latinoamericano era llamado a sucederlo, y eligió el nombre de Francisco. Más que un nombre,  "un proyecto de Iglesia".

De visita en Buenos Aires para presentar un libro que prologó a su amiga Clelia Luro, Boff habló de este nuevo modelo que inauguró Jorge Bergoglio en Roma y cuenta por qué, si bien intenta minimizar la posibilidad, no descarta que el Papa argentino corra peligro a medida que avance en los cambios que necesariamente la dos veces milenaria institución debe concretar. "Donde hay poder no hay amor", recuerda en esta entrevista con Tiempo Argentino.

"Yo creo que, para un teólogo, lo más importante de Francisco fue que se presentó como obispo de Roma y no como Papa, y con eso recupera el primer milenio de la Iglesia Católica, cuando la Iglesia de Roma se presentaba como la primera entre otras, primus inter pares, la primera entre otras iguales, con la función de coordinar en el amor. El Papa dice 'Yo quiero gobernar en la caridad', un cambio radical, porque hasta ahora la tradición del segundo milenio es gobernar con el derecho canónico, con el poder absoluto, binario, inmediato, tal que si uno borra la palabra Papa y pone en su lugar Dios, la frase funciona igual. Eso es algo muy arrogante", explica para abrir el juego.
 
–¿Cuándo empezaría ese segundo milenio de la Iglesia?

–El punto de gran viraje fue en 1077 con el Papa Gregorio VII, que escribió un documento que llamó Dictatus Papae, la dictadura del Papa. Son 33 proposiciones donde dice que el Papa tiene los dos poderes, uno espiritual sobre la Iglesia y otro temporal sobre las personas. Ahí fue que se creó la Iglesia como imperio, como sociedad perfecta, con el agregado posterior del derecho canónico, y eso perduró hasta el Concilio Vaticano II. De esa sociedad de hermanos se pasó a la Iglesia como sociedad jerarquizada.

–¿Cómo influye en eso la caída del imperio romano?

–Tiene que ver con el vacío de poder que se creó con la ruptura del imperio romano. Nadie garantizaba a nadie y el Papa era la única figura moral. El primer viraje fue con León Magno, 415, cuando los bárbaros están a las puertas de Roma.

–…y él negocia con Atila.

–...para lo cual asume el título de Papa, que era un título de los emperadores romanos. León asume también esa pequeña capa, la muceta, esa capa que es el símbolo del poder imperial total al que de entrada renunció a vestir Francisco. Fue una coyuntura histórica, hay que entenderlo así. Al negociar con Atila empezó esa visión más política, pero no todavía jurídica. Con Gregorio VII, ahí es política pura y el gran viraje de la Iglesia romana está en 1077.

–Pero a los pocos años, hacia 1200, aparece Francisco de Asís...

–Francisco de Asís vive exactamente bajo Inocencio III, que fue el Papa más poderoso de la Iglesia, porque hasta Rusia estaba sometida a su dominio. Hay que entenderlo dialécticamente, frente a una Iglesia de puro poder, gloria y fasto viene un movimiento pauperista, que son muchos: los valdenses o pobres de Lyon, los dominicos, los franciscanos, que quieren un Evangelio sin poder, hablando la lengua del pueblo y siguiendo la escritura sin glosa, sin comentarios. Y no preguntan a Roma, San Francisco pide solamente seguir el Evangelio y ahí comienza esta dialéctica que se da hasta la Reforma, que enfrenta a una Iglesia de poder que no le ha hecho nada bien, porque la ha secularizado, no ha creado estructuras de santidad sino que facilitó crear el gran proyecto de colonización, que era político, militar y religioso.

–¿Colonización a nombre de quién?

–A nombre de la burguesía renacentista. Hay dos cartas de Alejandro VI (Rodrigo Borgia), una al rey de España y otra al de Portugal, en las que divide el mundo mitad para cada país. Pueden dominar, matar, conquistar, someter y apropiarse a todos los que no son cristianos, les dice. Y ellos vienen con ese mandato. El proyecto de expansión europea es un proyecto único Iglesia-burguesía-Estado-reyes-misioneros. El efecto es la destrucción masiva de las culturas locales en América Latina, África, Asia. Ese proyecto del matrimonio entre poder civil y poder religioso es un matrimonio incestuoso porque no facilita la divulgación del Evangelio. Yo creo que el último paso de ese pacto es Benedicto XVI.

–Usted dijo hace poco que Ratzinger se fue porque se dio cuenta de que ya no tenía fuerzas para imponer el modelo de Iglesia que pretendía.

–Creo que hay varias razones. Una más subjetiva y personal, que era recristianizar Europa para, desde allí, irradiar al mundo; no resultó. A los europeos ya no les interesa el cristianismo, lo tiene a sus espaldas. Los ayudó a crear la cultura, las naciones, pero no es una fuente de inspiración, lo consideran muy medieval, muy antimoderno, no tiene democracia ni Derechos Humanos. Lo otro es que su proyecto de Iglesia –que yo lo escuché en clases con él, pero tiene su origen en San Agustín– también fracasó. Él piensa que todos los seres nacen en pecado original por la relación sexual que transmite la vida, por lo cual toda la humanidad está condenada. Pero Dios tiene piedad y pone una célula a partir de la cual todo se puede salvar. Esa célula que es como una pequeña iglesia.

–Pero esa célula está totalmente podrida.

–Ahí está el problema, que el Papa se da cuenta de que esa célula está llena de ladrones, de homofóbicos, pederastas, el Banco Vaticano y todo eso. Ve que había un cáncer con metástasis en el cuerpo eclesial de la curia y que físicamente no tenía fuerzas. Ahí yo vi su dimensión ética, su gran humildad de crear espacio para que venga otro y, a la vez, dar una bofetada a la curia romana. Deja un relatorio de 300 páginas sobre todo lo que ocurre y otro vendrá con más fuerza a curar eso.

–Bergoglio viene de ese territorio colonizado.

–Del fin del mundo, como dijo.

–Pero no cualquier fin del mundo, porque él es jesuita. Usted nació en Santa Catarina, muy cerca de donde estuvo asentado el proyecto más grandioso de los jesuitas, sabe de qué hablo.
–No hay que olvidar que el Papa y el emperador trabajaban juntos y aquí, en las misiones jesuíticas, se había creado un Estado, incluso con comercio internacional, porque exportaban, bajo una visión socialista. Como será que (Charles) Fourier y (Henry de) Saint Simon dicen que los padres del socialismo fueron los padres jesuitas, porque aquí se ha practicado el comunismo originario, y eso tenía que ser eliminado porque era un poder totalmente alternativo a la Iglesia y al Estado.

–¿Cómo puede haber pesado esa experiencia en los cardenales?

–Pienso más bien que ellos estaban tan humillados o tan desmoralizados personalmente que nadie quería asumir el desafío. "Vamos a llamar a alguien fuera de ese manejo que no tiene nada que ver y que tiene la disciplina de un jesuita y la ternura de un franciscano", habrán dicho, y creo que es él la persona adecuada para rescatar a la Iglesia. La misión de Francisco es restaurar una Iglesia que está en ruinas, como le pasó a la de Asís. 

–Usted dijo que la Iglesia del segundo milenio termina con el Concilio Vaticano II, pero eso fue hace 50 años y desde entonces la curia hizo todo lo posible por eliminar cualquier sombra de avance, incluso mediante la expulsión de centenares de curas tercermundistas.

–Creo que esta es la oportunidad de aplicar el Concilio Vaticano II, que había creado dos instancias de gobernabilidad que luego se desecharon. Francisco ha nombrado ya a ocho obispos de varios continentes y creo que va a resucitar la figura del Sínodo de Obispos con un papel de colegiatura. Por otro lado, en 50 años cambiaron tantas cosas, en la geopolítica, la globalización, los medios sociales que es una red inmensa. Se necesita un nuevo concilio y yo espero que sea un concilio de la cristiandad, no de la Iglesia Católica. Porque tenemos que enfrentar el tercer milenio con la humanidad unificada. El fenómeno cristiano tiene que estar junto con el fenómeno budista, el fenómeno hinduista, el fenómeno judío, el fenómeno islámico, porque juntos pueden alcanzar una dimensión espiritual de la humanidad, más allá de las diferencias. Espero que haga eso y en forma urgente.

–¿Sigue viva la Teología de la Liberación? 

–Sigue viva porque nació escuchando el grito del oprimido, del pobre, de la mujer, de los afrodescendientes. Contra la opresión, liberación. La pregunta nuestra es cómo usar el potencial espiritual que tiene el cristianismo para salir de la pobreza y de la miseria, no en el sentido de la filantropía sino reforzando la conciencia para que se organicen y creen movimientos de liberación. Nosotros partimos de las comunidades de base, la Pastoral Social del sin tierra, del sin techo. Como los pobres siguen creciendo en el mundo, esa teología sigue vigente. Siempre que hay un Foro Social Mundial, una semana antes se hace el Foro Mundial de la Teología de la Liberación, nunca van menos de 4000 personas de todo el mundo. Y a partir de los '80, nos dimos cuenta de que no sólo los pobres gritan, la tierra grita, los bosques gritan, entonces nació la Ecoteología de la Liberación. Ahora no tiene tanta visibilidad porque no aparecen tanto las polémicas.

–Pero, por ejemplo, en Brasil la llegada de un metalúrgico a la presidencia y luego de una mujer no se explican sin esos movimientos de base cristianos, ¿o no?

–Es un fenómeno nuevo, incluso en Latinoamérica después de la caída de las dictaduras. Es otro tipo de democracia, que no es solamente la que representa a la burguesía, son democracias participativas de cuño popular que por detrás tienen redes inmensas de movimientos sociales que reivindican y presionan. Y los presidentes vienen de esa trayectoria y hacen políticas para ese sector. El primero de todos fue Lula, y él lo dice siempre, que los principales protagonistas no fueron la izquierda que estaba en el exilio, ni los sindicatos que eran perseguidos por la policía, fue la inmensa red de comunidades de base, la Iglesia de la Liberación, la Iglesia de Dom Helder Cámara, que ha sustentado al PT, que ha fundado al PT como un instrumento político para avanzar en los derechos. Eso está en la raíz en todas las democracias de América Latina que tienen políticas más populares y la base social que sustenta esas democracias es realmente el pueblo organizado.

–¿Cómo pueden influir en los pasos de Francisco los poderes fácticos, el establishment mundial, por así decirlo?

–Yo creo que él ha dado muestras de que su deseo es crear una Iglesia pobre para los pobres. A mi juicio, va a hacer un desplazamiento de la Iglesia para la humanidad, el planeta Tierra, el sistema de vida, que están grandemente amenazados. El problema central no es qué futuro tiene la Iglesia sino qué futuro tiene la humanidad y cómo las iglesias pueden ayudar a pensar ese futuro. La geopolítica supone una especie de gobernabilidad global del planeta que no existe, lo que existe es el imperio americano. Y creo que Francisco tiene lucidez para escaparse de un alineamiento de los intereses de los pudientes del mundo, porque va a intentar hablar desde las víctimas, desde los pobres.

–Pero va a tener que oponerse a un status quo.  Y no sería la primera vez que eliminan a un Papa...

–Cuando hay concentración alta de poder, siempre aparece un antipoder que intenta disputar. Cuando son poderes muy concentrados, se utilizan todos los medios, se transforman en un poder maquiavélico, donde se utiliza la corrupción, o incluso la eliminación física. La última versión que circula y que Pérez Esquivel nos comunicó recién es que Ratzinger estaba amenazado de muerte y, para escaparse de eso, renunció.

–¿Amenazado por quiénes?

–Por un grupo de la mafia que está metido en el Banco Vaticano, lavado de dinero y cardenales que les daban la cobertura. El Papa ya adelantó que la Iglesia no tiene necesidad de tener un banco, puede acudir a bancos éticos, que hay muchos. Eso sería desmontar el sistema y sería la medida más directa y más indolora.

–¿No corre riesgo su vida, entonces? Si lo amenazaron a Ratzinger…

–Yo creo que no se debe excluir esa posibilidad, porque sabemos que Juan Pablo I discutió con los cardenales la eventualidad de salir del Vaticano para tener una vida más sencilla y dos días después apareció muerto. No es imposible, pero él ha tomado medidas muy sabias. Abandonó el Palacio Vaticano, vive en la casa Santa Marta, come en conjunto con los demás.
–O sea que eso no sería sólo una medida de austeridad...

–Come con otros; si va a morir, mueren 30 o 40 con él. Pero deberá cuidarse. «


 Clelia luro: el amor más fuerte

Jerónimo Podestá fue obispo de Avellaneda y cuando tuvo que elegir entre su amor por una mujer y una institución no dudó y se fue a vivir con Clelia Luro, en 1967. Murió en 2000. Ahora Clelia presenta la última edición de sus cartas con el subtítulo Testimonio de 50 años de lucha política y eclesial. 

“La historia del libro se terminó en el '72 pero cuando murió Perón,  Granica, que tenía los derechos, tuvo miedo y exportó tres ediciones a España. Cuando volvimos del exilio le preguntamos qué había pasado y nos dijo que había quemado los libros porque allá estaba Franco.  Ahora lo actualizamos y puse cartas entre nosotros en el exilio y cartas a otras personas. Hay cartas a los presidentes, cartas políticas, una carta que le mandé a Hugo Chávez, otra al director de La Nación hablándole de la libertad de prensa, a Maradona cuando estaba en el problema de la droga y también a Bergoglio, que fue el único que cuando murió Jerónimo le llevó al sanatorio la unción de los enfermos.


 Un nombre que lo salvó de la dictadura

–¿Por qué Leonardo?

– Me pusieron así cuando ingresé en la orden, por San Leonardo de Port Mauricio, un santo muy curioso del siglo XVII, misionero, que se ponía semidesnudo y se autoflagelaba y convocaba a todo el pueblo a las lágrimas y así confesar. Pude haber vuelto a mi nombre original, pero para mí fue muy útil en tiempos de la represión incluso en Argentina, porque cuando vine en el '77 buscaban al autor de Jesucristo Liberador. Yo era Genesio Darci Boff, a Leonardo Boff ni lo conocía (risas) sería otra persona. En Uruguay me tuvieron que acompañar una vez hasta adentro de un avión porque un guardia se había dado cuenta de que era la misma persona. Eran tiempos en que, cuando agarraban a un teólogo de la Liberación, lo torturaban y lo mataban, era muy peligrosa la vida entonces.


Fuente: Diario Tiempo Argentino

viernes, 26 de abril de 2013

HUGO YASKY: Analfabeto político

Por Hugo Yasky *

El analfabeto político argentino piensa que es mejor que lo gobiernen los ricos porque ellos poseen dos ventajas, saben mandar y como tienen plata no necesitan robar.

El analfabeto político argentino piensa que la plata que el Estado gasta en sostener políticas de asistencia social es un despilfarro que como fin tiene favorecer el parasitismo social para ganarse el voto de los pobres.

El analfabeto político argentino está convencido de que lo que él llama villeros deben su situación a la falta de esfuerzo y a cierta condición de inferioridad debido a la escasa ingesta de proteínas.

El analfabeto político argentino piensa que para terminar con lo que él cataloga como gobiernos populistas el voto debería graduarse según el nivel de instrucción de los electores. También según el poder adquisitivo, pero esto lo admite sólo en círculos muy selectos.

El analfabeto político argentino cree que las desigualdades son naturales y que es pretender ir contra las leyes de la naturaleza tratar de revertirlas. Dice así como hay negros y blancos, existen pobres y ricos.

El analfabeto político argentino entiende que es natural que cuanto más se tiene más se intente evadir el pago de tributos, ya que ese dinero alimenta la voracidad de los corruptos que gobiernan.

El analfabeto político argentino besa la bandera en la final de la Copa Davis porque se siente argentino hasta la muerte pero le parecen excelentes los fallos ejemplificadores a favor de los fondos buitre.

El analfabeto político argentino cree que la prensa es independiente sólo si está en contra del gobierno.

El analfabeto político argentino está convencido de que con mano dura se resolverían los problemas de la inseguridad y la corrupción y pone como ejemplo los gobiernos militares, en los que no les consta que haya habido inseguridad o corrupción.

El analfabeto político argentino piensa que la Justicia así como está es un desastre pero intentar cambiarla es violentar su independencia.

El analfabeto político argentino está convencido de que la televisión no influye en absoluto en la formación de su posición pero cree que Lanata sería un excelente candidato a la presidencia.

El analfabeto político argentino odia el influjo movilizador de los choripanes y está convencido de que cuando sale con cacerolas a él no lo convocó nadie porque llegó caminando o en taxi.

El analfabeto político argentino goza de la cumbia pero en los lugares y en el momento que corresponda.

El analfabeto político argentino, comparado con la media, tiene altos niveles de instrucción, generalmente secundaria completa y estudios terciarios.

* Secretario general de la CTA.

Fuente: pagina12

miércoles, 17 de abril de 2013

JUSTICIA LEGITIMA: Retoques que implican grandes cambios

El espacio de jueces, fiscales y abogados hizo un planteo en la misma línea que el CELS. El objetivo de su propuesta es facilitar el acceso a las cautelares cuando quienes las requieren son “personas” o colectivos en “situación de vulnerabilidad”.

El movimiento “Justicia legítima” presentó en el Senado por escrito su propio proyecto para introducir retoques a la propuesta del Poder Ejecutivo sobre el régimen de medidas cautelares. La agrupación coincide con la intención de limitar los reclamos patrimoniales de grupos económicos poderosos contra el Estado pero, en sintonía con el Centro de Estudios Legales y Sociales, advierte que hay que quitar todos los obstáculos y facilitar el acceso a las cautelares cuando quienes las requieren son “personas” o colectivos en “situación de vulnerabilidad” ante la afectación de derechos fundamentales o como usuarios y consumidores. Tal como está redactada la futura ley, advierten, quedan habilitadas las “decisiones judiciales antojadizas”.

“Justicia legítima” está de acuerdo con la intención de la reforma judicial de lograr “una relación más cercana entre la sociedad y la administración de justicia”, pero acota que es “imprescindible que se avance en una reforma integral de los sistemas procesales, cuyo núcleo central sea la oralidad y el establecimiento de plazos razonables de tramitación”. Eso no está contemplado por ahora en el paquete de leyes del Gobierno, aunque la Presidenta anunció la semana pasada que está entre sus objetivos impulsarla. A su vez, ayer el secretario de Justicia, Julián Alvarez, dijo que se tomarían algunas sugerencias de esta agrupación para mejorar el proyecto.

La presentación de “Justicia legítima” parte de la base de que las medidas cautelares son herramientas esenciales en la defensa de los derechos de los pueblos originarios, del derecho a la salud, a la vivienda, el trabajo, a la alimentación, a la seguridad social, también a la educación.

- Cuando prevé esos casos excepcionales en que se puede pedir una cautelar contra el Estado, el proyecto del Ejecutivo dice que debe haber una afectación “directa” del derecho a la vida, la salud, la alimentación o el medio ambiente. “Justicia legítima” cree que es una definición muy restringida y que la ley debería hablar de “los derechos a la vida, condiciones adecuadas de vida, salud, de naturaleza alimentaria, o relativos a la protección del ambiente, o derechos fundamentales de aquellos respecto de quienes existe una obligación de protección especial por parte del Estado, como los grupos en situación de vulnerabilidad, los trabajadores y los usuarios de servicios públicos”. Sebastián Tedeschi, letrado de la Defensoría General, quien participó en la redacción de la propuesta alternativa, considera que la definición de “vida digna” que propuso ayer el Gobierno es “insuficiente”, “abstracta” y se “presta a arbitrariedades”.

- También sugiere que el límite de seis meses sólo se aplique a las cautelares promovidas por grupos económicos.

- Si bien el proyecto oficial dice que las cautelares ya no se podrán dictar sin notificar al Estado, también establece que el Estado tendrá que hacer un informe que diga si la medida cautelar en danza puede afectar “el interés público”. Como es una definición muy amplia, y es cantado que así el Estado siempre va a decir que está afectado el “interés público”, “Justicia legítima” sugiere se le requiera que diga si hay una “grave afectación” de este tipo. Pero, además, reclama que si se trata del derecho básico, como salud o vivienda, que el juez pueda dictar medidas urgentes sin consultar al Estado.

- El texto del Ejecutivo impide que para ejecutar una medida cautelar se dicte una sanción personal contra el funcionario que ha incumplido. Entre los cambios propuestos también se incluye la alternativa de multar al funcionario en cuestión para garantizar el cumplimiento de la cautelar.

Tedeschi señaló a Página/12 que “lo que se discute en el fondo es si queremos un modelo de Estado social de derecho contra un modelo de Estado más liberal; que el Estado tenga preocupación por garantizar los derechos sociales de los más débiles a nuestro entender no es un capricho, sino algo que está establecido en los tratados de derechos humanos”.

Fuente: Pagina12

sábado, 13 de abril de 2013

PUEBLOS ORIGINARIOS: Críticas originarias al Código

Unos reclaman que el tema aborigen sea excluido del proyecto y se trate en una ley especial. Otros proponen incluir reformas que contemplen sus intereses. Todas coinciden en que no se respetan los derechos que les reconoce la Constitución.

Por Eduardo Videla

Organizaciones que nuclean a comunidades indígenas entraron de lleno en el debate por la reforma al Código Civil y Comercial e hicieron públicas objeciones al borrador que se debate en la Comisión Bicameral del Congreso. Por un lado, el Consejo Plurinacional Indígena expresó su rechazo a la inclusión del capítulo sobre Propiedad Comunitaria Indígena en el nuevo Código: no están conformes con el procedimiento de audiencias públicas realizado hasta ahora y reclaman una consulta a “todas las comunidades cuyos intereses pueden ser afectados por la nueva legislación”. En concreto, objetan que el Código considere a las comunidades al mismo nivel que una asociación civil o un consorcio, cuando se trata de pueblos preexistentes a la creación del Estado nacional”. Por otro lado, el Encuentro Nacional de Organizaciones Territoriales de Pueblos Originarios presentó días atrás un documento en la Bicameral, con sus propuestas de reformas al texto en debate. Si bien los cuestionamientos son similares a los del Consejo, consideran que es importante la inclusión del tema en la nueva legislación.

“La norma habla de propiedad de la tierra, pero no de la posesión, que está reconocida por la Constitución. Entonces, si aparece un empresario con un título de propiedad fraguado y quedamos en manos de un juez racista, se abre la puerta para los desalojos”, advirtió Benito Espíndola, de la Mesa de Organizaciones y Comunidades Indígenas de Capital y provincia de Buenos Aires, que integra el Consejo Plurinacional. En una conferencia de prensa realizada el jueves en una sala del Colegio Público de Abogados de Capital Federal, las organizaciones que lo integran reclamaron que el tema aborigen sea excluido del Código Civil y se trate en una ley particular.

“Las comunidades indígenas estamos reconocidas como pueblos preexistentes al Estado nacional por la Constitución, somos personas jurídicas de derecho público, pero el proyecto de Código Civil regula la relación entre particulares. Al considerarnos como personas de derecho privado, desjerarquiza nuestra situación”, explicó Sandra Ceballos, de la Comisión de Juristas Indígenas de la República Argentina.

Para Elena Picasso, de la Asociación Argentina de Derecho Indígena, la inclusión del tema indígena en la futura norma “puede tener consecuencias gravísimas, porque va a haber una cantidad de juicios contra el Código”, ya que tal como está redactado “no garantiza el reconocimiento básico de los pueblos indígenas”.

Otra cuestión que es centro de debate es la del “derecho a consulta”, incorporado en el artículo 2038, para los casos de explotación de recursos naturales. Para las organizaciones que son críticas del proyecto, lo que parece un derecho puede resultar en un “mero trámite administrativo de información y consulta” muy distinto del “libre consentimiento fundamentado previo” reconocido en la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos Indígenas de Naciones Unidas. Por esas razones, entre otras, el Consejo Plurinacional Indígena reclama la exclusión del tema en el nuevo Código.

Un cuestionamiento similar formulan desde el Encuentro Nacional de Organizaciones Territoriales de Pueblos Originarios (Enotpo), aunque a diferencia del Consejo, apoyan el proceso de reforma del Código Civil y Comercial y batallan por la inclusión de modificaciones en el borrador que trata la Comisión Bicameral.

“Es la oportunidad para que una norma dedicada al derecho individual y privado se involucre también con los derechos colectivos”, argumenta Lucio Zerpa, de la comunidad Ayllu Valle del Sol, de Salta, integrante del Encuentro. “El 17 de marzo hicimos una presentación oficial ante la Comisión Bicameral, con todas nuestras propuestas, acompañados por el juez Baltasar Garzón”, dijo Zerpa. Entre las objeciones que mencionó, se encuentran la necesidad de que las comunidades sean reconocidas como persona jurídica pública; también coinciden en reclamar la inclusión del consentimiento informado de las comunidades afectadas por proyectos de explotación de recursos naturales. “El Encuentro –aclaró– está integrado por 45 organizaciones, que representan a 26 pueblos originarios y más de mil comunidades en todo el país.”

Fuente: Pagina12

miércoles, 10 de abril de 2013

EDUARDO DE LA SERNA: LOS MUERTOS QUE VOS MATÁIS

por Eduardo de la Serna

Dicen que “en la cancha se ven los pingos”, que hay momentos en los que se revela la verdad (o cierta verdad, para no espantar a los puristas), dicen que “los amigos se ven en las malas”. 


Hace muchos años –recuerdo- me resultó patético la solapada manera de festejar y contar alborozadamente cada muerto de la “gripe A” -que hasta parecía una aliada del grupo homónimo- . Festejos de muertes cuando “llevan agua para mi molino” me resultan de una gravedad demasiado seria como para minimizarlo. Y eso habla de qué tan ideologizado resulta el tal molino. Ya me resulta grave que se celebre la violencia en la guerra donde la muerte del adversario parece una cosa lógica (sic), pero cuando de ese modo se revela una mentalidad, un principio, una ideología me parece que “algo no va bien”. Y cuando uno lee noticias o ve las informaciones en las que pareciera que los canales de información celebran cada muerto en las inundaciones como si fuera un gol (gol en contra de los adversarios / enemigos en este caso) me resulta muy grave (además de parcial, porque también hubo muertos del otro lado de la General Paz y pareciera que esos no son goles sino simplemente corners). Cuando se sabe que inventan y difunden una carta de un párroco hablando de los cientos de muertos que él vio, y que luego tuvo que salir por todos lados pidiendo “por favor” que desmientan eso, que no lo dijo, que no sabe quién lo hizo resulta muy grave. “Si no hay tantos muertos, inventemos más” parece la consigna, “cuantos más, mejor”, o “si no, contemos los goles hechos en la cancha de al lado”, parece otra. “Salvemos al amigo, hundamos al contrario”. Realmente, me parece vomitivo. Hay personas, seres humanos que perdieron la vida, y hay cientos de miles que perdieron todo lo que tenían para que su vida fuera más o menos digna. Y hay seres (o empresas) detestables (a los que me resisto a comparar con animales) carroñeros revolviendo entre la basura para encontrar un motivo para celebrar. 

La inmensa solidaridad de los argentinos, paradigmática en estos casos, quedó ensombrecida por estos engendros abominables. Y cuando no pudieron inventar nuevas cartas, empezaron con las pecheras (pero las que molestaban eran las de la Cámpora, no las amarillas del “otro lado”. Volviendo a la metáfora, lo que molesta es la camiseta del otro equipo) como si no fuera razonable poder identificarse unos y otros. La identificación (necesaria en todos los encuentros masivos, hasta en la Peregrinación a Luján) es útil para saber a quién pedir o preguntar, y hasta para saber a quién deben golpear los que llevan “pecheras de la UOCRA”. Y –para terminar el juego perverso- destacando críticamente que “hacen política”. ¡¡¡Por supuesto que hacen política!!! ¿Y desde cuando eso es malo? 

O mejor, ¿y desde cuando no es buenísimo que haya gente –jóvenes en su mayoría- que se deciden a hacer política en favor de la gente! Que todos podamos ver, debidamente identificados, a ¡miles! de jóvenes que dejaron lo que estaban haciendo, dejaron diversión, estudio, amigos para hacer lo que debían hacer. ¡Políticamente! ¿Desde cuándo “política” es mala palabra? (Ya lo sabemos, al menos desde el menemismo… curiosamente el 9/4 salieron a la calle cientos de miles de colombianos a reclamar por la paz, en el contexto de los diálogos gobierno-guerrilla, y la ultraderecha paramilitar salió a criticar la marcha y los acuerdos diciendo que eso era “político”. ¡Claro que lo es! Bienvenida que lo sea. Y bienvenida una política que trabaje activamente por la paz). 

Bienvenida sea la política que sale solidaria al encuentro de los hermanos necesitados, y malvenida la política –o la prensa- que necesita necesitados, que mata muertos o escribe escritos detestables. Tan detestables como sus ideologías.

Fuente: Curas en la Opcion por los Pobres

lunes, 8 de abril de 2013

EDUARDO ALIVERTI: ¿Otra vez la antipolítica?

Por Eduardo Aliverti

Opinar al cabo y aun en medio de una tragedia, del tipo de la vivida por porteños y bonaerenses, presenta el nada grato desafío de que las palabras justas o atendibles que uno pueda encontrar –políticamente hablando– no choquen contra las lastimaduras, muchas de ellas terribles, irreparables, de tanta gente.

Los momentos como éstos suelen ser una invitación a desbocarse, y de hecho fue lo que sucedió. La referencia no alude a las víctimas, que están en todo su derecho emocional de explotar y agarrárselas con quienes les parezcan. Y tampoco remite a esos guapos del anonimato que circulan por las radios y las redes sociales sin parar un segundo, cargados de odio también de modo constante respecto del tema que fuere y, siempre, con alguna solución a mano que nunca es otra cosa que matar a alguien, putear a la bartola, gritar que se vaya éste, aquél o aquélla. Las víctimas son gente que está desesperada y se merece atención y respeto digan lo que digan. Los segundos son intelectualmente inimputables y no vale la pena detenerse en ellos más que para preguntarse cómo pueden vivir así, militando en el rencor, ya sea cuando son mosquitos auténticos con nada mejor para hacer o cuando se trata de operadores de usinas programadas. Ni a los unos ni a los otros puede pedírseles reposo analítico. Pero sí a quienes tienen el compromiso de gobernar. Y a los comunicadores que deben producir e informar para, en el mejor de los casos, juzgar sólo después. La impresión, por no decir la certidumbre, es que, entre responsables ejecutivo-legislativos y animadores periodísticos (la gran mayoría de ambos, por lo menos), sólo asistimos a una ensalada de repentinos especialistas en fenómenos meteorológicos, entubamiento y desentubamiento de arroyos, cambio climático universal; demagogias defensivas u ofensivas, chicanas para sacarse las imputaciones de encima y casi interminables etcéteras de tenor análogo.

Vaya un disparador que pretende ejemplificar ciertas deudas compartidas, aunque no al mismo plano, entre los que gobiernan y los que comunican y opinan. Por ahora dejemos de lado a los primeros. De los segundos, entre los medios y colegas de alcance masivo que se muestran sorprendidos y horrorizados por la tragedia, ésta o similares, ¿qué registro hay de que periódicamente difundan informes e investigaciones sobre el tratamiento de la basura, la marcha de las obras que se prometen, la preparación para situaciones de emergencia, los negociados inmobiliarios, la denuncia sobre el déficit de vivienda, las subejecuciones presupuestarias? Quede bien claro que ni siquiera es cuestión de meterse (aunque pueda incluírselo) en si Macri y Scioli gozan de protección mediática por parte de la prensa opositora, ni en las andanzas de la que ampara al gobierno nacional. Hablamos, a secas, de que hay un periodismo que derrama lágrimas de cocodrilo frente a las catástrofes que sufre “la gente”, sin haberse preguntado antes qué hizo, qué notificó, qué advirtió, estructuralmente, como para tener cierta autoridad moral en sus señalamientos de omisión y corrupción. En otras palabras: si es verdad que las autoridades siempre llegan tarde cuando suceden los desastres, también lo es que a muchos y lacrimógenos parloteadores de los medios les pasa lo mismo. Si es seguro que gubernativamente no hay prevención, también es real esa prensa que siempre parece desayunarse de golpe ante las calamidades no sólo meteorológicas. Una prensa en actitud impertérrita detrás del vértigo impactante, que en lo global jamás avisa del peligro que se corre por esto, esto y esto otro. Es decir, el antes. En el después, ya se conoce aquello en lo que igualmente debe repararse toda vez que sea necesario: encima de que se vive una tragedia, le ponen música de fondo, buscan el morbo, salen a la cacería de los más desesperados, no chequean nada, golpean abajo, condenan a como salga. Es el show, tétrico. No la noticia. La noticia es el show. La forma es el fondo.

Cabe repetir que este marcaje de tratamiento mediático no tiene la intención de igualar atribuciones entre las responsabilidades de gobernar y hacer periodismo. Sin embargo, vuelto a aclarar ese punto, hay que detenerse en con cuántos y cuáles elementos informativos, de cuánta certeza, se dispone para juzgar a los que gobiernan. En los distritos y del signo ideológico que fueran, por más que todo sea ideología. Intentemos trazar dos grandes columnas de objetividad, según lo único que, tras lo sucedido, muestra de acuerdo a prácticamente todos. En una columna ponemos que se llovió la vida como nunca o casi, tal vez con el solo parangón de lo que fue la inundación santafesina de 2003 (en términos de difusión masiva por tratarse de grandes ciudades, porque la lista de catástrofes naturales es bastante más larga que eso si se abarca a las metrópolis pequeñas y a pueblos y pueblitos: Tartagal, Villa La Angostura tapada de cenizas volcánicas, Resistencia en el ’82, y sigue). Ya se mostró la cuenta de que lo sucedido equivalió, en lluvia, a llenar decenas de miles de piletas olímpicas, en un par de horas, a lo bestia. En la primera columna objetiva, entonces: esto fue algo anormal, de cálculo previo imposible y, aun cuando no lo hubiere sido, igual de imposible si era por reducir a cero la nómina de muertos y daños. En Nueva York –Nueva York, no Bangladesh frente a correntadas bíblicas– se preparan durante semanas para la nevada o el huracán “del siglo” y los muertos se cuentan de a centenares, para no hablar de los inmensos perjuicios materiales. En Cuba, probablemente el país más ejemplar del mundo si es por prevención organizativa contra la furia de la naturaleza, sucede otro tanto. En Europa y en China hay esas olas de frío polar que son advertidas con antelación suficiente, para que igual queden sumergidos bajo la nieve y se pregunten cómo puede ser que se muere y se muere, y se destruya, y no haya forma de evitar lo dramático que se sabía. En consecuencia, a relevo de pruebas por la confesión experimental en todo el mundo, en la gran segunda columna de lo objetivo podríamos ubicar cuál fue, es y será la preparación estatal para paliar. No para impedir por completo. Acerca de tal aspecto, algunas cosas caen por su propio peso. El lunes a la tarde, feriado, Buenos Aires era una alfombra compacta de hojas de otoño, cubriendo veredas y alcantarillas, y no se veía un barrendero ni con asistencia de GPS. Después o mientras tanto, en el conurbano, las poblaciones en situación de riesgo ambiental –de toda clase social, aunque ya se sabe que si hay clases es para que unas sufran más que otras– seguían ahí, al arbitrio de todo lo que no se hace debajo de la superficie porque –también ya conocemos– electoralmente no paga lo que no está por arriba, lo que no se ve. Y después llegó La Plata, de cuya periferia descubrieron, de repente, que acumuló un 65 por ciento de bolsones de pobreza en menos de 30 años, agravados porque, como Buenos Aires, la capital, es una llanura perfecta e inundable, expuesta a los desbordes de las cuencas. El 27 de septiembre del año pasado, la Nación convocó al alcalde porteño y al gobernador bonaerense para oficializar la conformación de un ente tripartito, la Agencia de Transporte Metropolitano, a fin de coordinar acciones sobre cómo viaja y debería viajar la población en un área que concentra a 13 millones de personas. No hay noticias de qué pasó con eso pero, como sea, sería bueno saber por qué no existe algo de propósitos similares, efectivo, en torno del entrenamiento popular y las obras que se necesitan para enfrentar desastres climatológicos, en urbes nacidas a contramano de la naturaleza. Comunicar conjuntamente que tanta plata se destinará a tales proyectos de mediano y largo plazo. Haber aparecido, que alguien convocara, para presentar estatura de estadista frente al drama. Cristina lo hizo el viernes a la noche, en cadena nacional, con anuncios concretos que, podrá decirse, son tan destacables para el después como exiguos para el antes. Pero hizo algo. Hizo eso. Alcance o no alcance, materialmente, no se borró, ni descargó culpas en los demás (excepto, sin nombrarlo, en el intendente platense), ni se dedicó a expresar una mera solidaridad.

Esto último, unido a lo inevitable, lleva a enmarcar cuánta responsabilidad debe adjudicarse a “la clase” política. Sin duda que mucha, pero hay gestos y gestos que deberían diferenciar a tales y cuáles. Y que, de mínima, debieran dejar testimonio de que, en última instancia, la que resuelve o aminora daños es la política, lo que votamos, lo que empujamos, lo que militamos. Hay que decir esto porque, gracias al tratamiento mediático, a la facilidad demagógica, a la ramplonería, en estos días se percibió otra vez ese tufo a que la política es el arte de cagarnos la vida. Y tanto como puede serlo, resulta irrefutable que, a la par, es exclusivamente la única posibilidad de arreglar todos los asuntos públicos. Esa cosa anarca de que son todos chorros, de que ninguno hace nada, de que lo único que sirve es la conmocionante caridad del “hombre común”, de que hay que sacarse emblemas partidarios al repartir ayuda, sirve a los intereses de llorar y se acabó para que, al cabo de las lágrimas, aparezcan los hombres de negocios a decir que las ideologías se acabaron y que ellos se encargarán de evitar nuevos desastres.

Es momento de pensar que, por fuera de lo que ya es irreparable, de estas cosas se sale con más y mejor política. Con más y mejor Estado. Con quienes mejor traduzcan eso políticamente. Olvidarlo es olvidarse de lo elemental.

Fuente: Pagina12

PUEBLOS ORIGINARIOS: "El cadáver escondido en el ropero de la argentinidad’

(MDT) A veces, la historia, la verdadera, no aquella que nos cuentan se abre paso entre las ajadas hojas de un expediente judicial. Pocas veces los jueces levantan la vista de esos expedientes para resolver una cuestión teniendo a la vista los padecimientos de una sociedad. A veces la palabra “justicia” cobra un sentido distinto, reparador al menos de la invisibilización.

A veces, tan solo a veces, “los nadies” como dice Eduardo Galeano, irrumpen en un razonamiento judicial.

El Tribunal Oral federal 3 de Paraná, Entre Ríos, juzgó y condenó entre otros al represor Albano Harguindeguy, en la causa caratulada “HARGUINDEGUY, ALBANO EDUARDO Y OTROS S/INF. ART. 151 Y OTROS DEL C. PENAL”, “DIAZ BESSONE, RAMÓN GENARO Y OTROS S/ INF. ART. 141 Y OTROS DEL C. PENAL” y “VALENTINO, JUAN MIGUEL Y OTROS S/ INF. ART. 141 Y OTROS DEL C. PENAL”

A pedido de alguna de las querellas, agregó, a las condenas por delitos de lesa humanidad, la declaración de que los delitos investigados fueron en el marco de un genocidio. Y allí ingresaron “los nadies”: el Tribunal adjetivó el genocidio de la dictadura militar como “el genocidio reorganizador”. Aquel que comenzó en 1975 con los crímenes de la Triple A y se profundizó a partir del 24 de marzo de 1976.

Este genocidio reorganizador, expresó el Tribunal no fue el primero de la historia argentina. Fue el segundo. El primero fue el que denominó “genocidio organizador o fundante”, el de los pueblos originarios. Un genocidio que comenzó en la conquista española, continuó con Rivadavia, con Rosas, Mitre, Sarmiento y especialmente con las denominadas conquistas del desierto y del Chaco a partir de 1880.

Los nadies se abrieron paso al expresar el Tribunal que “en este primer genocidio (físico y cultural) la metáfora racista adquirió una funcionalidad directa y desembozada, y la noción de ‘salvaje’ y de ‘bárbaro’ definió al otro negativizado, percibido como un otro exterior. La práctica llevada a cabo incluía matanzas, envenenamientos masivos, cacerías de indios, traslados masivos de personas, confinamientos forzados, separación de las familias, supresión de la identidad, utilización de personas para trabajo esclavo, levas forzosas de hombres para el trabajo en cosechas e ingenios y de mujeres y niños para servicio doméstico, y hasta la reducción en campos de concentración".

Es que, siguiendo el razonamiento de los jueces, “el Estado Argentino se constituyó y organizó su modelo de país sobre este primer genocidio de los pueblos originarios y, a su vez, la Argentina moderna se construyó sobre su negación y su invisibilización, a través de la conformación de una subjetividad colectiva moldeada desde el sistema educativo de la generación del 80 y la noción de una Argentina ‘crisol de razas’ (blanca europea) y sin indígenas. ‘El cadáver escondido en el ropero de la argentinidad’.

El genocidio organizador continuó en pleno siglo XX, entre muchas otras, con la matanza de mocovíes en San Javier, Misiones (1904), la de tobas en Napalpí (1924) y Zapallar (1933) en el Chaco, o la matanza de pilagá en La Bomba, Formosa (1947, tal cual expresa el Tribunal.

Llama la atención que sea un Tribunal de Entre Ríos quien lleve claridad a este genocidio fundante, cuando en las provincias de Formosa y del Chaco languidecen sendos juicios por delitos de lesa humanidad y genocidio por las Matanzas de Napalpí y La Bomba. Llama la atención también que al juzgar los crímenes de la dictadura que asoló al país en 1976, los jueces hagan un homenaje a quien como nadie batalla contra el olvido: Osvaldo Bayer. 

Cabe también recordar Monseñor Jaime de nevares, quien al cumplirse cien años de la “conquista del desierto” acompañó al pueblo Mapuche en los contrafestejos, en abierta oposición a los dictadores que en ese momento, 1980, lo hicieron precisamente en Neuquén.

Las víctimas del genocidio fundante, las que sobrevivieron y sus descendientes de primera y segunda generación aún esperan esos actos de justicia. Y lo hacen entre recurrentes acusaciones de “vándalos”, salvajes, borrachos, ignorantes, vagos, usurpadores. Siguen esperando que no se judicialicen sus protestas y demandas. Las reparaciones necesarias al genocidio pasan por el reconocimiento de sus derechos, en particular del acceso a la tierra y el territorio y a la actuación de jueces que, como estos jueces entrerrianos levanten la vista de los expedientes y salgan a las tierras de los nadies a empezar a poner las cosas en su lugar.


sábado, 6 de abril de 2013

ATILIO BORON: PARAGUAY, ENTRE LA MUERTE Y EL ODIO

Por Atilio A. Boron *

Mala suerte la del Paraguay. Un país de gente tan noble sometida a la insaciable voracidad de propios y ajenos. Salvajemente castigado por sus vecinos en la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), y saqueado por su clase dominante desde entonces, tiene la desgracia de contar con un personaje como Federico Franco como usurpador de la primera magistratura del país. Este sujeto –mezquino e insignificante–, instalado en la presidencia por una criminal conspiración utilizada como pretexto para desalojar a Fernando Lugo, declaró días atrás durante su visita a España que “es un milagro que el señor Chávez desapareciera de la faz de la Tierra, porque le hizo mucho daño a mi país”. En su incontenible vómito verbal dijo también que Chávez dio “protección” a miembros del Ejército Paraguayo del Pueblo (EPP) y en ese sentido responsabilizó al mandatario fallecido “del secuestro y la muerte” causada por el grupo guerrillero. Fiel a su condición de mandadero del imperio y de la mafia de narcos y contrabandistas que se apoderó de su país, Franco invitó a los empresarios españoles a invertir en el Paraguay, garantizándoles que sus ganancias serían tan fenomenales que tendrían que “llevarse el dinero en carretilla”. Habrá sido por eso que Mariano Rajoy, presidente del gobierno de España y un hombre que por lo visto no tiene demasiadas preocupaciones, consideró que era del todo apropiado subir la foto de su reunión con Franco en su cuenta de Twitter.

Pero la bajeza moral del usurpador quedó retratada en toda su miserabilidad cuando manifestó, al terminar sus declaraciones, que “ni me arrepiento ni me avergüenzo de haber obtenido la presidencia en esas condiciones”. ¡Faltaría más! El arrepentimiento y la vergüenza son atributos de quienes poseen un cierto espesor moral que Franco no tiene, como tampoco lo tienen sus mandantes: la “embajada”, a la cual solicitó el reforzamiento de las tropas norteamericanas acantonadas en las bases de Mariscal Estigarribia y Pedro Juan Caballero. Franco, presidente ilegítimo e ilegal, es no sólo hijo putativo de la “embajada”, sino también de Cargill, Monsanto, la minera de aluminio Río Tinto, la oligarquía local y los latifundistas “brasiguayos”. La oscura trama en torno del misterioso Ejército Paraguayo del Pueblo –una de las artimañas más elementales utilizadas por la CIA para desestabilizar gobiernos que no son del agrado del imperio: inventar un pseudo grupo guerrillero y acusar de complicidad con él a algún enemigo a quien se quiera perjudicar– quedó al descubierto en los meses recientes. A raíz de ello, el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas exigió, el 29 de marzo, que la Justicia paraguaya realice una “investigación inmediata, independiente e imparcial de la muerte de 17 personas con ocasión del allanamiento de Curuguaty, el 15 de junio de 2012, así como todos los hechos vinculados que han sido denunciados por las víctimas”. Prominente entre lo que la Comisión denomina como “hechos vinculados” fue la posterior “destitución express” del presidente Fernando Lugo, para la cual los sangrientos sucesos de Curuguaty aportaron el necesario pretexto. El Comité también manifestó su preocupación “por las alegaciones de importantes irregularidades del Ministerio Público, la judicatura y las fuerzas de seguridad en el caso”, así como la “falta de imparcialidad e independencia en los procesos de investigación”. Por esto y muchas cosas más, Franco descenderá a la historia sentado a la diestra de su homónimo español, el sanguinario “caudillo de España por la gracia de Dios” y uno de los que, como todos los fascistas españoles, gritaban “viva la muerte”.

Representante genuino de la derecha más primitiva y corrupta de Sudamérica, Franco es la expresión política de una banda a la cual le queda grande el nombre de oligarquía. La palabra “cleptocracia” transmite con más rigor la naturaleza de ese impresentable conjunto de rufianes que construyeron sus grandes fortunas desangrando al país bajo la protección del dictador Alfredo Stroessner. Este organizó el saqueo de las tierras fiscales, el contrabando en gran escala y el tráfico de drogas y de personas, con la abierta complicidad de sucesivos gobiernos de Estados Unidos, Israel y Taiwan, sumiendo a la población en el atraso y la extrema pobreza. Mentiroso sin escrúpulos, Franco acusa a Chávez de haber dañado a su país: debe ser porque lo incorporó al programa de suministro de petróleo con precios subsidiados y largos plazos de pago, por debajo de los que rigen en el mercado petrolero. Según Franco, esta generosidad de Chávez causó un daño enorme a los paraguayos. Es más: el líder bolivariano persistió en su “maldad” y por solidaridad con el pueblo de ese país mantuvo esta cooperación aun después del golpe, cancelándola cuando los continuos insultos y calumnias de este bufón de opereta hicieron insostenible su mantenimiento. Este desecho moral es quien celebró como un venturoso milagro la desaparición física de Chávez. ¡Pobre Franco! Ayer fue humillado y desairado en la OEA cuando 21 países, incluyendo 11 de la Unasur, se retiraron de una sesión del Consejo Permanente de esa institución al saberse que el usurpador estaba por llegar al recinto para dar un discurso (foto). Su destino será ése: pudrirse en su tumba ante el desprecio de sus colegas y de su pueblo. Chávez, en cambio, tiene ganado su lugar en la galería de los grandes patriotas de América latina y el Caribe y en el corazón de los oprimidos de todo el mundo.

* Director del PLED, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.

Fuente: Pagina12

miércoles, 3 de abril de 2013

LA PERLA: “Sinvergüenzas, hijos de mala madre”

Testimonio de José Solanille, un peón rural que vivía a 500 metros del centro clandestino de detención cordobés. Hizo un pormenorizado relato de las atrocidades que allí se cometieron. Contó de los fusilamientos y de las fosas comunes.

Por Marta Platía

El arriero José Julián Solanille, de 83 años, sólo encontró en su vocabulario de campesino insultos y descalificaciones para retratar a los autores de las torturas y el asesinato de cientos de personas; para describir los hedores de los cuerpos quemados, las fosas repletas de cadáveres y los aullidos de los prisioneros de La Perla. Un sitio que distaba, según precisó al dar su testimonio en el juicio por los crímenes cometidos en ese centro clandestino de detención, “a unos 500 metros” de donde se encontraba su propia casa.

“A principios de 1976 –arrancó– yo vivía ahí con mi mujer y mis seis hijos ahí cerquita de la cárcel de La Perla. Desde el 24 de marzo lo que ya venía viendo empeoró: se llenó de gente la cárcel y empezaron los gritos todas las noches. Desgarradores gritos todas las noches, señor juez. Mi mujer tenía miedo, se quería ir de ahí. Pero yo no sabía dónde ir, dónde si ahí tenía trabajo. Ahí es cuando empecé a ver lo que estos atorrantes, sinvergüenzas, hijos de mala madre estaban haciendo.”

Entre los imputados, Solanille reconoció a Luciano Benjamín Menéndez, a quien dijo haberle “tenido aprecio alguna vez”, ya que le calzó uno que otro caballo; al “Nabo” Ernesto Barreiro; al “capitán (Exequiel) Acosta”, alias “Rulo”; a Pedro Vergez, alias “Vargas”, y a Luis Manzanelli.

Recordó cuándo escuchó por primera vez el apodo de Barreiro: fue por boca de la mujer de un paracaidista de apellido Baigorria. “Me acuerdo que el marido tenía un Chevy amarillo. Venían y este señor dejaba a la señora, que era muy linda, en mi casa. Una vez ella salió al campo con un termo y estaba cerquita de la cárcel. Se sentían gritos. Se escuchaban muchos gritos de chicas. Entonces los dos vimos pasar a Barreiro como a unos ocho metros. Ella me dijo entonces ‘ahí va el Nabo. Vas a ver cómo se va a acabar el griterío de las putas ésas’.”

Barreiro se rió como si hubiese escuchado el mejor de los chistes. Pero su mano izquierda lo traicionó con un movimiento hiperkinético sobre su rodilla. El otro que no pudo con su propio cuerpo fue nada menos que Menéndez. Su pose impertérrita, pétrea, sostenida durante los seis juicios que lleva por delitos de lesa humanidad, estalló en añicos durante el testimonio de Solanille: estuvo sentado de lado en su butaca, el torso hacia adelante, el pecho casi tocándole los muslos en dirección al arriero. No quiso perder palabra de lo que dijo Solanille. Se molestó y masculló insultos por lo bajo en algunos pasajes, y varias veces levantó la mano para replicar. El juez le ordenó silencio. Sólo le admitió una queja: que el declarante “no debe calificar a los represores”. Pero ni eso lo tranquilizó: Solanille lo vio al frente de un fusilamiento masivo y dio cuenta de ello.

“Estaba con otro compañero en la Loma del Torito. Habíamos visto la fosa cavada. Unos cuatro metros por cuatro. Tenían a toda la gente en dos filas. No sé, eran muchas personas. Como cien. Algunos vestidos, otros totalmente desnudos. Estaba Menéndez. El había llegado en un (Ford) Falcon blanco. Yo lo había visto. Sabía que se venía algo grande. Y ahí estaba, con su fusil. No lo vi disparar. Pero él dio la orden. La gente estaba encapuchada o vendada o tenían unos anteojos... Los que no tenían nada, los que podían ver, gritaban. Unos hasta corrieron. Pero los mataron por la espalda. Ahí nos rajamos con mi amigo. Estábamos cagados de miedo. Nos habíamos arrastrado hasta arriba de la loma, pero bajamos corriendo. Después se ve que los quemaron. Tiraron explosivos. El humo con ese olor espantoso se vino para mi casa. Era insoportable. Mi mujer y mis hijos se quejaban. Era horrible.”

Solanille contó que días después pasó por el lugar y vio que habían tapado la fosa: “Se ve que estaba muy llena, porque sobró mucha tierra”. También recordó cuando una perrita que tenía comenzó a llevar a la cucha “huesos chiquitos, cabecitas muy chiquitas...”. Allí se quebró. Se cubrió los ojos celestes con una de sus manos y sollozó: “Perdónenme abuelas, pero la perrita traía manitos, bracitos, batitas celestes y rosas...”
El ternero y los cadáveres en el pozo

Solanille recordó también la vez que uno de sus terneros cayó en un pozo y lo rescataron con otro campesino y unos soldados: “Tenía más de 18 metros. El animalito estaba parado. Pero alrededor había muchos cuerpos. Era espantoso. Salía un olor horrible. Había mucha gente muerta. Cabezas, piernas, brazos retorcidos, una chica con el pelo despeinado, para adelante... Sacamos el ternero. Un olor bárbaro tenía... Cuando volvimos después con los jueces y la Conadep, costó encontrar ese pozo, porque le habían hecho una loza de material arriba, y habían construido una casa cerca. Pero yo sé bien que ahí abajo estaba el pozo donde se cayó el ternero”.

El hombre dijo haber contado “más de doscientos pozos”, algunos grandes, otros más chicos. Todas tumbas. “Eran tumbas porque tiraban a la gente adentro y siempre sobraba tierra. A veces los enterraban tan mal que las lluvias lavaban el terreno y salían los huesos... Entonces los animales los agarraban. Los llevaban a mi rancho... Además el olor. Quemaban los pozos y, cuando había viento norte, el humo con ese olor de cristianos quemados llenaba mi casa. Con mi mujer discutíamos. Yo me había vuelto casi loco. Tanto que me fui a dormir a un rancho más adentro del campo para no tener tantos problemas. Ni una sola noche desde que vi todo eso me he podido olvidar de La Perla”, soltó. Y de nuevo los insultos “a estos vándalos, atorrantes, asesinos”.

Contó, además, de “la primera y única vez” que vio pasar un helicóptero por La Perla. “Fue el 3 de mayo de 1976. Iba a caballo y vi que tiraron como dos bolsas de papas. Eran dos chicas.”

Según Solanille, “algunas mujeres la pasaron muy mal, fueron muy maltratadas antes de que las mataran”. Dijo haber presenciado “una fiesta donde habían llevado a algunas chicas y las hacían chupar vino, se las tiraban unos con otros. Era espantoso”. Y también recordó un día que vio a “muchos jóvenes al sol, todos con los ojos vendados, las manos y los pies atados y, a un costado, llorando, a un chiquito de unos cuatro, cinco años”.

Solanille dejó casi sin preguntas a la defensa. Tan contundentes fueron sus dichos, a pesar de que, como era previsible, se intentó aducir “su pérdida de memoria por la edad”. Una afirmación que hizo sonreír a más de uno en la sala, considerando la minuciosidad de su relato.

Antes de terminar su declaración, memoró cuando una bala perdida casi lo mata a él: “Pero le dio a la yegüita en la que yo iba montado. Cuando me bajé, me manché con su sangre”. Furioso, volvió a darse vuelta y miró a los imputados. “Mire señor juez, los tengo acá, atrás, en mi espalda. Cuídeme, porque son capaces de cualquier cosa. Yo los he visto. De cualquier cosa.”

Antes de levantarse de su silla, el arriero pidió que “el juez y los periodistas” tomaran nota de algo: “Quiero decir que donde todos murieron, yo resucité. El año pasado, el 24 de marzo, cuando fui a La Perla, me infarté. Y si no fuera por los chicos de HIJOS, no estaría acá. Ellos me salvaron y no me morí por diez minutos, me dijo el médico. Emiliano Fessia (encargado de ese espacio de la Memoria) y los chicos me salvaron. Tanta gente que murió ahí y ahí yo resucité”, repitió, ya casi como para sí mismo.

Menéndez lo contemplaba, aún, doblado sobre sí mismo. La cara descompuesta, escuchando al único testigo que lo vio haciendo lo que todos saben que hizo y que el ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército no niega: dirigir y ordenar la tortura y la matanza de cientos de personas en el campo de concentración más grande que ha existido en Córdoba. El de Solanille ha sido uno de los testimonios más terribles y definitivos de los que se han escuchado en lo que va de este juicio.

Fuente: Pagina12

martes, 2 de abril de 2013

MAPUCHE: Deberán respetar un lugar sagrado

La Cámara de Apelaciones de San Martín de los Andes, en la provincia de Neuquén, resolvió en favor de una medida cautelar presentada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que obligó a un particular a respetar el sitio sagrado de una comunidad mapuche. La resolución judicial –tomada el 25 de marzo pasado, pero difundida recién ayer por el Observatorio de Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas (Odhpi)– favoreció a los miembros de la comunidad Paichil Antriao, de Villa La Angostura. “Se trata de la primera vez que un tribunal interno considera la obligatoriedad de una decisión de la CIDH”, comentó la organización.


El Observatorio destacó que la comunidad mapuche Paichil Antriao vive desde antes de 1902 en lo que se conoce como Villa La Angostura, ciudad que “creció sobre el territorio” originario y que, “como parte de ese avance”, provocó “un continuo proceso de despojo territorial.

En 2009, la comunidad demandó al estadounidense William Henry Fisher la restitución de un lote en disputa, “del que la comunidad había sido desalojada, pero que es parte del territorio comunitario mapuche”, indica el documento que difundió el Odhpi. Para sostener el reclamo, los pobladores mapuches solicitaron una medida cautelar de no innovar para que Fisher no destruyera el rewe, como se denomina al lugar sagrado sobre el cual el ciudadano estadounidense pretendía construir. En paralelo, la comunidad recurrió a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

La Justicia de primera instancia hizo lugar al pedido de la comunidad, pero Fisher apeló. La Cámara de Apelaciones de San Martín de los Andes, por su parte, confirmó la resolución de primera instancia y recordó que se debe respetar la medida dictada en abril de 2011 por la CIDH. En aquel momento, el tribunal internacional indicó al Estado argentino que “adoptara las medidas necesarias para garantizar la medida judicial de no innovar que actualmente protege al rewe ubicado en el predio objeto del litigio”. Las camaristas María Julia Barrese y Gladys Mabel Folone destacaron que el reclamo de la CIDH también contempló que el Estado tome “las medidas necesarias para garantizar que los miembros de la comunidad Paichil Antriao que requieran acceder al rewe para desarrollar sus prácticas rituales puedan hacerlo, sin que la policía u otros grupos de seguridad o vigilancia públicos o privados obstaculicen su acceso y permanencia”.

Fuente: Pagina12

lunes, 1 de abril de 2013

EDUARDO ALIVERTI: ¿Qué me perdí?

Por Eduardo Aliverti

Hace un par de domingos, Horacio Verbitsky escribió aquí que “de tanto en tanto, la sociedad argentina es atacada por raptos de euforia en los que un tema central reclama la unanimidad de las voluntades y la exclusión de los disidentes, como si su mera existencia ofendiera la exaltada sensibilidad colectiva. Ese poder hipnótico parece capaz de abolir diferencias, historias personales e intereses sociales. El que no salta es un inglés o un holandés, o un cuerpo extraño a la Nación y enemigo del pueblo”.

Es imposible no darle la razón. Sí supongo que cabe dudar en torno de que esos embelesos pasajeros sean acaso una característica privativa de nuestro pueblo (que no es lo que Horacio dice, aclaremos, sino el desafío de ampliar su concepto). Por causas que pueden ser circunstancias de baja autoestima social, sentimientos patrioteros que permanecen guardados hasta que salta un chip y salen en masa a la superficie, hábiles manipulaciones mediáticas, líderes con muy buen sentido de la oportunidad, temas extremadamente sensibles a la piel de la comunidad, y tanto o poco más, los procesos históricos revelan que ¿casi? ninguna sociedad está a salvo de hechizos enceguecedores. Algunos desembocaron en tragedias civilizatorias que nunca está de más recordar; otros terminan en sensaciones de vergüenza ajena apenas la niebla se disipa; otros confirman que el hombre es el único animal capaz de chocar varias veces contra la misma piedra; otros demuestran que se aprende, cómo no. Lo que sí unifica a esas obnubilaciones masivas es que, aunque las sociedades se recuperen de ellas más tarde o más temprano, en el mientras tanto producen laceraciones intensas, injustas, muy injustas, en quienes predican en el desierto.

Sentirse un paria, un bajoneador del entusiasmo popular. Un fuera de juego, aunque vaya si es mérito no ser parte de un objeto retorcidamente lúdico. Como Verbitsky citó en su nota, los casos del Mundial de Fútbol del ’78 y de la guerra de Malvinas son categóricos. Los argentinos somos derechos y humanos; los desaparecidos andan de paseo por Europa; la pelota y la política no tienen nada que ver; el enemigo carece de espíritu patriótico; que traigan al principito; estamos ganando. En algunos aspectos, quizá se pueda trazar un sinónimo entre esos... arrebatos, digamos, y la papamanía que, dicen, atraviesa a todas las clases sociales. Tengo mis interrogantes acerca de que sea totalmente así, porque presumo que hay mucho, muchísimo, de prédica periodística, que usufructúa bajar línea de reconciliación nacional como eufemismo de una Cristina que debe aprender del Santo Padre y dejar de contender a sus implacables adversarios. La virtual cadena nacional en que entraron todos los medios, para desplegar una emoción de pueblo entera y completamente conmovido, tuvo picos que no debieron resistir al sentido común. Hablaron, sin ir más lejos, de una vigilia y permanencia de decenas de miles de personas frente a la Catedral metropolitana, el día de la asunción de Bergoglio. Mientras decían eso, las cámaras mostraban una Plaza de Mayo en la que se podía circular con enorme comodidad. Al margen de detalles como éstos (¿sí? ¿Al margen?), es cierto: se respira que “la gente” está contenta, o expectante, o algo así, con el Papa “nuestro”. Que siente que nos proyecta al mundo de otra manera. Que si el hombre juega unas fichas agregadas a sus costumbres de humildad, en orden a frenar los escándalos sexuales y financieros del Vaticano, o a no salir a crucificar homosexuales en público, será un argentino quien lo haya hecho. En función del objetivo de esta columna, dejaremos de lado cuál sería la importancia profunda de tal estimación. Mejor reflexionemos sobre antecedentes, probanzas, cotejos.

Verbitsky –que para el caso podría ser Juan Pérez, aunque me temo que no es fortuita su condición de judío a la hora de masacrarlo– lleva años (entiéndase bien: años) en la investigación y publicación del trayecto de la Iglesia católica argentina. En 2005 se editó El silencio (De Paulo VI a Bergoglio. Las relaciones secretas de la Iglesia con la ESMA). Y desde entonces no se detuvo, a través de los libros que persistieron en la temática, de innumerables artículos periodísticos, de toda vez que se lo requirió. Nadie salió a cruzarlo para desmentir su testimonio, su documentación, la prolijidad interpretativa de su trabajo. Nadie. Y, sobre todo, nadie entre quienes ahora se agolpan para decir que debería arrepentirse o rectificarse, que lo guía un rencor subjetivo, que fue y es un inmoderado sobre el silencio o la complicidad activa de Bergoglio durante la dictadura. Así que vuélvase a aquello del sentido común, supongamos que por fuera de toda consideración ideológica. ¿Cuál sensatez debe adjudicarse a que los aceptadores de las denuncias de Verbitsky –los progres y los reaccionarios, gracias a que ninguno de ellos dijo nunca nada, de nada, en contra de ellas– se hayan transformado en sus inquisidores por obra y gracia de que Bergoglio es papa y de que en consecuencia el que no salta es un inglés o un holandés? Y a continuación, quitemos de ese espectro a fascistoides, frívolos, eternos viajadores en la dirección del viento o de los intereses de sus patronales. Hablemos por un momento entre nosotros, los del palo de como quiera llamarse. Ustedes me entienden. Ustedes, nosotros, ¿desde cuándo necesitamos la confirmación puntualísima del papel particular de Bergoglio en el genocidio, para decidir dónde pararnos? ¿Qué me perdí? ¿Cuándo, y por qué, era que alcanzaba y sobraba con que ni Bergoglio, ni las sucesivas conferencias episcopales ni sus sucesivos jefes, hubieran dicho una palabra, ni hubieran expresado un gesto, sobre los desaparecidos, las torturas, los robos de bebés, los vuelos de la muerte, la alianza intrínseca entre ese demonio y el gran capital? ¿Y ahora resulta que también se trata de destruir a Estela, a las Abuelas, por haber dicho eso mismo? ¿Cuándo pasó que Estela era el símbolo universal de la lucha tan inquebrantable como inteligente por los derechos humanos, la imagen de la bondad infinita en aras de la justicia implacable, para convertirse en una fragotera que no entiende que todo cambió porque el Papa es argentino? ¿Y cuándo pasó que a otro Horacio, González, quieran sacarlo de circulación porque jodió, y cómo, su señalamiento de que una superchería no debe permitir el retroceso de la ciencia política; de todo lo que se sostuvo para bancar y movilizar el “nunca menos”, que incluyó enfrentarse a los jerarcas de la Iglesia? Insisto, ahora estoy hablando de ustedes y nosotros, los del palo, porque hay muchos –o pocos pero significativos, no sé– que parecen estar asustados. En el Gobierno, entre la militancia; en los círculos y circuitos donde toda la vida, sobre el rol que juega la Iglesia, nadie expresó duda alguna. Por supuesto: más allá de rescatar los ejemplos heroicos de los pastores asesinados; la labor de los verdaderos curas de base con hondo sentido ideológico, y no como militantes de un conservadurismo asistencialista que empieza y termina en acompañar a la pobreza sin intenciones de modificación estructural alguna; la valentía de quienes critican desde adentro a la institución eclesiástica.

No quiero ni debo desdecirme sobre lo ya expresado en este mismo espacio, en cuanto a que, transcurridos estos momentos de destello, se volverá a un rango de normalidad. Pasada la conmoción inicial, la publicación de suplementos especiales, el hurgar y detenerse ante cada palabra y gestualidad de Francisco para encontrárselo hasta en la sopa; pasadas estas Pascuas, habrá los episodios sobresalientes cada tanto. Como la visita pontificia, a mediados de año, a ese Brasil en donde la fuga de fieles católicos parece indetenible. Y en diciembre aquí. Y aquello que no está previsto y que debe verse andar, como alguna reformulación doctrinaria promotora de que en ciertos rasgos la Iglesia católica se mude del Medioevo al siglo XXI. Contemplado todo ello, se verá que la influencia de un papa argentino en la política argentina no cuenta con la proyección desmesurada que le atribuyen. Si algún huracán desencajara los términos de fuerzas y contrafuerzas que operan en la vida nacional, lo será por méritos y deficiencias de esos poderíos; no porque el Papa venga a meterse entre nosotros con capacidad de poner la mesa patas para arriba. Más aún, es la propia derecha, a través de todos sus estamentos, quien recuerda que Bergoglio ya no es Bergoglio sino Francisco, lo cual conlleva que más vale se dedique a tratar de resolver la barahúnda que tiene en su casa. Que no es la nuestra.

Sin perjuicio de eso, estos días vienen revelando que deben dar explicaciones gentes sustancialmente intachables, nutridas por el servicio a las causas populares. Gentes del coraje cívico, como apuntó en este diario Mempo Giardinelli. De la coherencia intelectual y vivencial. Del pensamiento crítico que siempre aportó para el mismo lado. Gente que nunca se dio vuelta. ¿Es esa gente la que debe dar explicaciones? ¿La que merece ser puesta bajo la lupa, mientras hablan de la ejemplar austeridad del Papa los tipos que se chorearon este país?

Otra vez: ¿qué me perdí?

Fuente: Pagina12

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